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Pueblos originarios
Quechua: en memoria de nuestras abuelas
Nadie esperaba que una lengua se pudiera meter en una maleta y aparecer de pronto en España, en la antigua metrópoli, destino prioritario para tantos migrantes latinoamericanos por, vaya paradoja, la facilidad del asunto idiomático.
Es este un viaje inesperado. De alguien que se coló como polizón en las bodegas del avión migratorio. Nadie reparó en ella, quizás por pertenecer a una especie rara, declarada en peligro de extinción por la UNESCO a pesar de que actualmente es hablada por entre ocho y diez millones de personas en Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Chile y Argentina. Hablamos de la lengua quechua.
Porque nadie esperaba que una lengua se pudiera meter en una maleta y aparecer de pronto en España, en la antigua metrópoli, destino prioritario para tantos migrantes latinoamericanos por, vaya paradoja, la facilidad del asunto idiomático. Pero así fue y el quechua (o el kichwa, según la región) se vino de la mano de Luis Perugachi y Zoila Lecho hace 17 años desde la provincia de Otavalo, en su Ecuador natal. “Mindalaes”, la voz quechua que se refiere a “los que hemos trabajado fuera de nuestras fronteras”, apunta Perugachi.
Zoila y Luis tienen seis hijos, cuatro de ellos nacidos en Ecuador. Él es quechuahablante; ella no. Luis nunca dejó de expresarse en su lengua: “Los que lo hablamos de verdad lo seguimos utilizando. Yo cuando me reúno con personas que hablan kichwa me da lo mismo si estoy en el autobús, si estoy en el metro, yo hablo en kichwa. Yo no me corto”. E introduce un concepto: Runa Simi. “Es nuestra lengua, nuestra expresión, lo que yo hablo”, se explica.
Luis Perugachi no se corta, pero hay otros que sí, que al emigrar la dejaron de usar, la quisieron olvidar. “Les da vergüenza. Porque todavía queda ese tabú de que tenemos otra lengua. Ahora van cambiando las cosas y los indígenas tenemos un poco de respeto, pero antes éramos lo peor que podía haber, éramos la gente más pobre, que no tenía derecho a nada y éramos los más pisoteados. Y sigue todavía, sigue habiendo algo de eso”, afirma Lecho.
El quechua es la lengua de origen amerindio más hablada en la cordillera andina, extendiéndose por todo el territorio que constituyó el Tahuantinsuyo, donde se desarrolló la civilización incaica. Bolivia y Perú albergan las comunidades más numerosas de hablantes.
Cuando hace cinco siglos el colonizador español llegó a los Andes, en primer lugar se vio obligado a aprender la lengua de los incas, especialmente en el caso de los religiosos, para quienes no quedaba más remedio si querían llevar a término su misión evangelizadora.
“Entraron de una manera tan fuerte, tratando de eliminar el idioma, de borrar la expresión de los demás y tratando definitivamente de que aprendieran el español y no hablaran el idioma nativo, pues si lo hablabas eras un animal”. Quien así se expresa es Percy Condori, de 67 años, profesor universitario de gramática quechua y miembro de la Academia Mayor de la Lengua Quechua en Arequipa (Perú). Condori habla para El Salto aprovechando unos días de visita en Madrid, donde residen sus dos hijas, que emigraron en busca de mejores oportunidades. “Fue prácticamente la aniquilación de una cultura, de una civilización”, concluye.
Este 12 de octubre se celebrará un año más la Fiesta Nacional en España, conmemorando aquel mismo día de 1492 en el que Cristóbal Colón y los suyos alcanzaron la isla de Guananí, en el archipiélago de las Bahamas. Se ha festejado, según la época, como Día de la Raza, como Día de la Hispanidad o como Fiesta Nacional, pero el momento a reivindicar siempre fue el mismo. El BOE, al regular la festividad a través de la Ley 18/1987, lo dice de otra manera al afirmar que la fecha elegida simboliza la efemérides histórica en la que España “(…) inicia un período de proyección lingüística y cultural más allá de los límites europeos”. El broche de oro lo fijó el Real Decreto de 1997 que estableció el desfile militar ligado a la celebración.
Lo cierto es que con la independencia de los países americanos en el siglo XIX las cosas no fueron mucho mejor. Cayeron tal vez las estructuras directas de dominación colonial, pero el poder esencialmente no cambió de manos. El asunto de la lengua originaria no interesaba a la clase dirigente, cuyo idioma seguía siendo el español. Así, el proceso poscolonial no hizo sino profundizar en unas desigualdades que llevaron a la marginación de la lengua.
Noelia Quino, boliviana de nacimiento y residente en Madrid, comparte la biografía de su familia: “Mi bisabuela hablaba quechua, pero mi abuelo no. No le enseñó a su hijo porque hablar quechua era motivo para avergonzarse”. Y prosigue: “En todos los países latinoamericanos existe un símil parecido; a la persona que habla una lengua originaria, que tiene ascendencia indígena, siempre se le ha puesto el apelativo del campo: el serrano, el campesino, el provinciano, el coya, como aquí el paleto. Ese es el estigma. La pobreza, la sierra, el campo”.
Por la revalorización de la lengua
Marzo de 2017. Sala de Tesis de la Universidad Pablo de Olavide (UPO) de Sevilla. Por primera vez en Europa se produce la lectura de una tesis doctoral en quechua. La protagonista de este momento histórico es Carmen Escalante, profesora en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, Perú; descendiente de Yahuar Huacac, el que llora sangre. Su trabajo se enfoca en la historia de su familia, en el tránsito de la colonia al Perú independiente, a partir de la documentación conservada en el archivo familiar, desde 1543 en adelante.
La doctora Carmen Escalante decidió escribir su tesis en quechua. Con ocasión de su lectura, hablaba así a la Universidad: “Ante todo, soy una mujer quechua. En el idioma materno es donde se pueden expresar los sentimientos y una visión propia de la cultura”. Detrás se encontraba, además, la figura de un profesor, Juan Marchena Fernández, catedrático y director desde hace más de veinte años del programa de doctorado en Historia de América de la Facultad de Humanidades de la UPO de Sevilla.
“Supongo que este hecho de escribir la tesis en el idioma originario animará a otros investigadores y estudiantes a hacer lo mismo, y a las autoridades académicas de las universidades y del mundo científico en general, a considerar su extraordinario valor y validez”, afirma el profesor Marchena. El escritor y profesor Fernando Iwasaki, de origen peruano y miembro del jurado, sintetizó entonces en El País Semanal la carga simbólica de la lectura de tesis de la doctora Escalante: “Hablar en quechua en la vieja metrópoli era una suerte de justicia poética para sus antepasados”.
Katherine García, experta en Gestión de Patrimonio Cultural, nació también en Perú y emigró junto a su familia siendo adolescente. Conoció a Noelia Quino en un grupo de teatro y fue allí que descubrieron que tenían una historia en común y algo que las unía: sus abuelas. Ellas, que no emigraron; ellas, que hablaban quechua. Porque a Katherine y a Noelia no les enseñaron la lengua de sus antepasados. Fue desde ese punto de partida que echaron a andar el proyecto “Quechua, una lengua que camina”, que se propone ayudar a la revitalización de la lengua a este lado del Atlántico.
Sus primeros pasos se dirigieron a generar espacios en los que reunir a la comunidad quechuahablante. Este otoño lanzan por primera vez un curso completo de la lengua y proyectan la construcción de una Casa de la Cultura Andina. Son conscientes del peligro. “Hay predicciones pesimistas que dicen que en los próximos 30 años podría prácticamente desaparecer, porque de cada cuatro quechuahablantes, uno enseña quechua a sus hijos, el resto no”, afirma Quino. Pero están seguras de que eso no va a suceder. “Porque se ha cambiado el concepto. Eso es lo bonito, que esta generación futura reclama aquello que no nos dejaron como herencia. Y destruimos y rompemos esas ideas o conceptos de que si hablas quechua vienes de la sierra, sierra sinónimo de malo, de cholo, con connotación negativa, de desprecio, insulto”, enfatiza García.
Lo que están haciendo ellas tiene mucho de afirmación y reclamo, pero también, concluyen, de “ofrenda a esas abuelas que nos dejaron algo, un recuerdo, una memoria de esa lengua que desconocíamos”.
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¿Es cierto eso de que el quechua no tiene determinantes-artículos ni hace distinción de géneros gramaticales? Sería maravilloso hablar un verdadero lenguaje inclusivo de forma natural, sin necesidad de fórmulas forzadas ni de desdoblamientos como modisto, señora, portavoza o futbolisto. Algo así como "en memoria de nuestris abuels". Nuestros morfemas del castellano o español (como se prefiera -ahí no quiero entrar-) nos obligan a darle una gran importancia a la distinción de género, una relevancia que tal vez no merece; como tampoco la merece la distinción de color de piel o de pelo, por ejemplo, o la distinción de edad.
Pues nada, aprende iraní que la República Islámica de Irán es súperinclusiva. O si lo prefieres vete a Perú o Bolivia, a los mismos Andes, donde rebosan feminismo a raudales. Eso sí, no se te ocurra abortar que es ilegal.