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Precariedad laboral
Annelise Orleck: “Si podemos cambiar Walmart, podemos cambiar cualquier cosa”
Annelise Orleck, autora de We Are All Fast-Food Workers Now (Ahora todos somos trabajadores de comida rápida), explica los levantamientos obreros y precarios en todo el mundo.
A pesar de la obsesión de los medios de comunicación de masas con las declaraciones insultantes, vulgares y reaccionarias de Donald Trump, la actividad a nivel de los grupos de base se está haciendo cada vez más fuerte en los Estados Unidos y en todo el planeta. La profesora de historia Annelise Orleck estudia estos movimientos que luchan por un trabajo más igualitario y humano, hablando con activistas y dando argumentos para tener esperanzas.
En un período tumultuoso de fracasos implacables para los fines del progresismo, es alentador que el movimiento obrero de base esté acelerando la lucha contra las condiciones opresivas de trabajo y de salario que resultan del neoliberalismo.
¿Cómo hace el neoliberalismo para unir los levantamientos contra la pobreza alrededor del mundo?
Las devastaciones del neoliberalismo no han sido sutiles. Y han sido verdaderamente globales. Servicios esenciales han sido privatizados. Desde el comienzo del siglo XXI, las escuelas públicas gratuitas y la sanidad, el agua potable y las redes eléctricas públicas han desaparecido alrededor del mundo, especialmente en los países más pobres. Y a aquellos que han luchado por su recuperación les han respondido con violencia.
Ya no es tan simple como decir que los peores abusos laborales —la peor devastación del neoliberalismo— tienen lugar en el extranjero mientras los trabajadores estadounidenses tienen una situación mejor
Nosotros en los Estados Unidos también hemos visto escuelas públicas despojadas de financiación y sustituidas por colegios concertados dirigidos por empresas, clínicas comunitarias sustituidas por instalaciones médicas dirigidas a producir beneficios y las fuentes de agua natural privatizadas para el uso comercial de las empresas. Ya no es tan simple como decir que los peores abusos laborales —la peor devastación del neoliberalismo— tienen lugar en el extranjero mientras los trabajadores estadounidenses tienen una situación mejor. Tal vez tengamos una situación mejor, pero los puestos de trabajo estadounidenses están ahora en un mayor peligro de lo que han estado en los últimos 70 años. Y una mayoría de los trabajadores estadounidenses no ganan lo suficiente como para pagar cómodamente sus facturas.
Al menos, hay dos decenas de empresas transnacionales que han llegado a tener más poder político y financiero que la mayoría de los Estados nación. Esas empresas emplean a una gran cantidad de gente alrededor del mundo quienes, en los últimos años, han llegado a verse a sí mismos como miembros de una fuerza de trabajo global. Esto les ha dado un sentido de solidaridad y de fuerza contra algunas de las compañías más grandes del mundo. Pero también les ha enseñado sobre los derechos laborales nacionales y estatales que luchan por hacer cumplir...
La diseminación global de las semillas modificadas genéticamente y la producción e imposición de leyes de propiedad intelectual que criminalizan el intercambio tradicional de los agricultores han destruido pequeñas granjas en todo el mundo. Las inversiones en tierras de las corporaciones transnacionales han causado una desposesión masiva de los dueños de pequeñas granjas (cientos de millones) y han creado una corriente global de refugiados por motivos de trabajo. Muchos de estos refugiados se han convertido en trabajadores agrícolas en países ricos.
Ya sean trabajadores de comida rápida en Tampa, trabajadores textiles en Camboya, recogedores de bayas en Baja California o pequeños granjeros del arroz en la cordillera filipina, la gente a la que he entrevistado para este libro demostraron un entendimiento sofisticado del flujo de capital transnacional que ha inundado nuestro planeta en los últimos 40 años; las regulaciones de la Organización Mundial del Comercio que aniquila el trabajo nacional, el medio ambiente y los derechos de la tierra; y la voluntad de las élites locales y los políticos de emplear la violencia para apoyar el neoliberalismo. Y entienden que estos son problemas a los que se enfrentan los pobres en todo el mundo.
Los empleados del comercio, de la comida rápida y de la industria han revivido, animado y reinventando federaciones obreras globales que tienen sus raíces en el internacionalismo
El sindicalista filipino Josua Mata afirma que el capitalismo global es el nuevo colonialismo. Recuerda un momento a principios de los años 90 cuando esta idea surgió entre los activistas filipinos. “Empezamos a entender lo que estaba ocurriendo”, dice, “que organizarse a nivel global era esencial”. En ese momento, dice, se hizo evidente que para mantenerse vital y relevante, el movimiento obrero tenía que empezar a pensar y a organizarse como ya estaban haciendo los capitalistas globalmente. Y es lo que han hecho.
Los empleados del comercio, de la comida rápida y de la industria han revivido, animado y reinventando federaciones obreras globales que tienen sus raíces en el internacionalismo posterior a la primera guerra mundial: la ITUC (Confederación sindical internacional, por sus siglas en inglés); la IUF (Unión internacional de trabajadores de granjas, restauración, hoteles y tabaco); y la IndustriAll (sindicato global). Trabajando con la AFL-CIO y con sindicatos de EE UU como UNITE-HERE (el sindicato de los trabajadores de hoteles y restaurantes) y el SEIU (el sindicato internacional de empleados de servicios), los trabajadores de hoteles, de comida rápida y de la industria textil han implantado varios días de acciones globales llevando a los trabajadores a la huelga en cientos de ciudades, en decenas de países en los seis continentes.
Granjeros y trabajadores agrícolas han formado federaciones globales como Vía Campesina, que representa a agricultores de 72 países. Han construido alianzas más allá de las fronteras nacionales, han organizado acciones globales y están presionando a las Naciones Unidas para aprobar una Declaración Internacional de los derechos de los campesinos y de los trabajadores de la tierra.
Además, se han involucrado en acciones de desobediencia civil, bloqueando construcciones de presas, almacenando e intercambiando semillas autóctonas, formando grandes cadenas humanas para bloquear los campos de cultivo con semillas modificadas genéticamente y manifestándose en barcos pesqueros para bloquear las piscifactorías en sus lugares tradicionales de pesca. A veces, lo han pagado con sus vidas.
Como me dijo la líder sindical de la industria textil de Bangladesh Kalpona Akter: “No puedes vivir tu vida si siempre tienes miedo de morir”
Estos movimientos están creciendo. No muestran signos de que estén disminuyendo, a pesar del riesgo. Como me dijo la líder sindical de la industria textil de Bangladesh Kalpona Akter: “No puedes vivir tu vida si siempre tienes miedo de morir”.
Explica la cita: “No puedes desmantelar el capitalismo sin desmantelar el patriarcado”.
Esto me lo dijo una feminista sindicalista de 27 años de Filipinas llamada Joanna Berniece Coronacion, cuyo nombre de guerra es ‘Hermana Nice’. El marco de las luchas a las que se tienen que enfrentar las jóvenes trabajadores feministas como ella se extrae de lo que ha aprendido como líder en la alianza progresista filipina del trabajo y en RESPECT!, que es la alianza de trabajadores de comida rápida, pero también ha sido formada por su participación en la rama de Manila de una alianza global de mujeres llamada Marcha Mundial de las Mujeres (WMW, por sus siglas en inglés).
Fundada en Quebec a mediados de los años 90, WMW afirmaba que el neoliberalismo y el patriarcado están interrelacionados y empobrecen y atacan desproporcionadamente a las mujeres y los niños. La Marcha Mundial ha trabajado para conectar a las mujeres que trabajan por la paz, a las sindicalistas y las feministas en todo el mundo. Cada cinco años desde 1995, la Marcha Mundial ha organizado marchas de varios meses en donde hay mujeres de todas partes del mundo. Estas activistas reunieron millones de firmas, que fueron entregadas por una marcha de 10.000 mujeres en la sede de las Naciones Unidas en el año 2000, exigiendo el fin de la violencia contra las mujeres y la reparación de los daños a las mujeres y los niños causados por el neoliberalismo y la guerra. En 2010, se reunieron en el Congo y testificaron sobre los crímenes de guerra de ambos bandos del conflicto.
La Marcha Mundial de las Mujeres consiguió una prohibición para que el gobierno estadounidense importase productos hechos con minerales conflictivos
Consiguieron una prohibición para que el gobierno estadounidense importase productos hechos con minerales conflictivos. En 2015, visitaron a los refugiados sirios en Turquía, llevándoles libros y semillas vegetales. Cada año en el Día Internacional de la Mujer, las participantes de la Marcha Mundial, incluyendo a miles en Filipinas, organizan concentraciones y protestas... para destacar la relación entre el neoliberalismo y el patriarcado. En Filipinas, las mujeres relacionan los derechos reproductivos y las expropiaciones de tierras, cantando “No a la ocupación empresarial de nuestras tierras, no a la ocupación de nuestros cuerpos”.
La mayoría de los trabajadores del comercio y del sector servicios, los pequeños granjeros y los trabajadores contratados del mundo son mujeres. El deseo de una justicia de género —paridad en el salario, mayor representación en el gobierno, en los negocios y en los sindicatos, el fin de la discriminación por embarazo y la violencia basada en el género en el puesto de trabajo— han alimentado el aumento de la militancia. Desde los campos de tomate en Florida a las zonas de exportación de la República Dominicana, Bangladesh y Malasia, las mujeres trabajadoras se están organizando. Muchas comparten la visión de la hermana Nice del trabajo que todavía hay que hacer.
La gran expansión de la industria de la ropa, junto con la implementación de las técnicas de producción de la “moda rápida”, han hecho disminuir los salarios para los trabajadores de la industria textil en todo el mundo
¿Puedes explicar un poco más tu afirmación: “Lo que es cierto es que casi ningún trabajador de la industria textil gana un sueldo digno”?
La industrial textil global triplicó su tamaño entre 2005 y 2015. En el año 2000, eran 20 millones de personas produciendo ropa en todo el mundo; en 2015 eran entre 60 y 75 millones de trabajadores de la industria textil, casi todas ellas mujeres. En esos mismos años, más de 4.000 “zonas de procesamiento de exportaciones” fueron creadas en países en todo el mundo donde las leyes nacionales sobre el trabajo y las regulaciones sobre el medio ambiente no se aplican. Los productores de ropa a nivel global han ido en tropel a estas zonas, que ahora emplean a más de 66 millones de personas. La gran expansión de la industria de la ropa, junto con la implementación de las técnicas de producción de la “moda rápida”, han hecho disminuir los salarios para los trabajadores de la industria textil en todo el mundo.
En 2013, estos trabajadores estaban ganando menos de lo que ganaban diez años antes. En México y la República Dominicana —ambos grandes exportadores de ropa— los salarios bajaron un tercio en ese período. Los trabajadores de la confección en China e Indonesia estaban ganando solo un tercio de lo que necesitaban para pagar sus facturas. En Vietnam, donde el productor de zapatillas Nike emplea a millones, ganaban solamente un cuarto. En Bangladesh —el segundo exportador más grande de ropa— los trabajadores estaban ganando solo el 14 por ciento de lo que necesitaban para sobrevivir.
Estas son las condiciones que les hicieron levantarse, y desde entonces, los salarios en Bangladesh, Camboya, Malasia y Etiopía han subido. La fundación Girl Effect de Nike afirma que el trabajo textil les estaba ofreciendo a las mujeres en los países pobres “control sobre su futuro... por primera vez para la mayoría de ellas”. Kalpona Akter se ríe de esta idea, desafiando a los consumidores a intentar vivir por un tiempo como hacen las trabajadoras del textil en Bangladesh y ver si se sienten “liberados”.
Los trabajadores de la confección en China e Indonesia estaban ganando solo un tercio de lo que necesitaban para pagar sus facturas¿Cómo es posible organizarse en un monstruo de la explotación laboral como Walmart para conseguir mejores salarios?
Cuando Venanzi Luna y Denise Barlage —trabajadoras en el WalMart de Pico Rivera, California— organizaron la primera huelga contra el gigante corporativo en suelo norteamericano en 2012, estaban aterrorizadas. Ellas estaban entre las compañeras de nueve tiendas en el área de Los Ángeles que habían decidido marcharse. Walmart era conocida por vengarse de los empleados que protestaban para pedir mejores salarios y condiciones de trabajo. Un Walmart de Quebec que se había sindicalizado fue cerrado completamente. Lo mismo le pasaría a la tienda de Pico Rivera, aunque sólo fue por un tiempo.
“Cada vez que una trabajadora protestaba”, recordaba Evelin cruz, “había una venganza extrema”. A Cruz le enfurecía la crueldad que los jefes ejercían sobre las trabajadoras. Creía que Walmart participaba de lo que ella denominaba “contratación depredadora”: contratar a trabajadoras que no se podían permitir protestar: madres solteras, gente discapacitada y los exconvictos. Pero entonces, dice Luna, “nos dimos cuenta de que simplemente no teníamos por qué aceptarlo“. La unión de trabajadores del comercio y la restauración (UFCW) les enseñó a ella y a otras empleadas de Walmart cuáles eran sus derechos bajo las leyes estatales y federales, y cómo denunciar las prácticas laborales injustas cuando esos derechos eran violados. “Les dije a mis jefes que tenían que poner un póster en la pared para que las trabajadoras supieran cuáles eran sus derechos legales. A ellos no les gustó eso”.
Durante la huelga de 2012, los trabajadores de Walmart del área de Los Ángeles fueron apoyados por una delegación del sindicato de trabajadores de Walmart con miembros que venían de Italia, España, Uruguay y Sudáfrica, entre otros países. Empezaron a tener un sentido de cómo de global podía ser su lucha y de cómo tendría que ser. Crearon una alianza sindical global de Walmart. Reunieron dinero para que la trabajadora y activista de la industria textil de Bangladesh Kalpona Akter fuera a las reuniones de los accionistas de Walmart para describir a los miles que allí se reunían las condiciones bajo las cuales se producía la ropa que se vendía en Walmart. Y apoyaron con entusiasmo que ella retara a la familia Walton a usar el 1% de sus beneficios anuales para hacer las reparaciones de seguridad necesarias en las fábricas de Bangladesh.
Desde 2012, las trabajadoras de Walmart en todo Estados Unidos han parado cada año durante el Black Friday, el día de compras más importante del año. Han hecho ayunos por fuera del apartamento en Park Avenue de la heredera de Walmart Alice Walton y en The Carmel, la mansión del por entonces presidente de Walmart Greg Penner en California. “Lo que la mayoría de los estadounidenses no parecen entender”, dice Barlage, “es que los trabajadores de Walmart y de McDonald's y mucha otra gente trabajadora en este país pasan hambre todo el tiempo”. Han usado las huelgas de hambre para dejar clara esta cuestión.
También han denunciado numerosas prácticas laborales injustas, la mayoría de las cuales han sido respaldadas por el Consejo nacional de Relaciones Laborales (NLRB). Cómo cambiará todo esto en la era de Trump está todavía por ver. Pero una y otra vez, los miembros del NLRB y los jueces han ordenado a Walmart a readmitir a los trabajadores despedidos, detener las represalias contra las organizadoras, y observar las reglas sobre descansos, horas extra e indemnizaciones.
Trabajadoras embarazadas, organizadas por Girshriela Green, madre de siete hijos y que vive en Los Ángeles, en un grupo nacional llamado Respeta el Bombo (Respect the Bump), han demandado, y han ganado, acuerdos para que Walmart ofrezca medidas de adaptación a las trabajadoras embarazadas. Eran parte del histórico caso de la Corte Suprema de 2015 —Young vs. UPS [United Parcel Service]— que convirtió en una orden a nivel nacional que las empresas se adapten a las trabajadoras embarazadas.
Las trabajadoras saben que hay un largo camino por delante. Walmart ha hecho gestos para subir los salarios, aunque a la vez han cerrado tiendas y han recortado las prestaciones de las trabajadoras cuando lo hacen. Sin embargo, dice Luna, “la gente no esperaba que las trabajadoras de Walmart se levantaran contra la compañía más grande del mundo. ¿Pero sabes qué? Si podemos cambiar Walmart, podemos cambiar cualquier cosa. La gente no se da cuenta cuanto poder tienen en tanto trabajadores. Pero si arriesgas tus pocos derechos y empiezas desde ahí, puedes cambiar cualquier cosa en el mundo”.
¿Dónde encaja la reforma agraria en el levantamiento global?
La década de 2010 ha visto un crisis global de refugiados en una escala que no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial. Entre las guerras y las hambrunas, los problemas económicos, los desahucios y la desposesión, más de medio billón de personas están en movimiento. Esto supone una persona de cada 14 en el planeta. La mayoría de la gente cuando piensa en la migración por cuestiones de trabajo, se imagina a la gente del campo que se traslada a las ciudades o a otros lugares donde se necesita mano de obra. Pero en los últimos años, mucha de la migración laboral ha sido involuntaria.
Durante la recesión global del año 2008, los precios de los alimentos llegaron a un pico en todo el mundo que produjo protestas desde Haití a Indonesia, desde Camerún hasta Uzbekistán. Las naciones del mundo entraron en pánico buscando “seguridad alimentaria”. En los años siguientes a 2008, las naciones y las corporaciones ricas redoblaron su compromiso con la así llamada Revolución Verde, que comenzó en los años 60, para “modernizar” la agricultura en las naciones más pobres, promoviendo semillas “híbridas” y modificadas genéticamente (protegidas por leyes de propiedad intelectual, por supuesto). Los intercambios de semillas entre los agricultores fueron criminalizados en muchos países. También, los organismos modificados genéticamente destruyeron cientos de variedades de arroz y maíz autóctonos en Haití, México y Filipinas, por nombrar sólo algunos lugares.
La activista india Vandana Shiva incluso las llamó “semillas suicidas” porque cree que contribuyen a la alarmante avalancha de suicidios de agricultores en la India, la cual ahora se está extendiendo a otras partes del mundo
Filipinas había producido un arroz resistente al frío y alto en proteínas a más de 600 metros por encima del nivel del mar durante milenios. Ahora, se ha convertido en el importador más grande de arroz del mundo. África, que había sido en los años 60 un exportador de comida, ha llegado a importar el 25% de lo que su población necesitaba para comer. Algunos agricultores culparon a las semillas sometidas a ingeniería biológica —y a los fertilizantes y pesticidas caros que necesitan— por haber aumentado la deuda. La activista india Vandana Shiva incluso las llamó “semillas suicidas” porque cree que contribuyen a la alarmante avalancha de suicidios de agricultores en la India, la cual ahora se está extendiendo a otras partes del mundo. Después del terremoto de Haití de 2010, Bill Clinton se disculpó por haber impulsado a la industria estadounidense del arroz en Haití y haber destruido el mercado autóctono.
El segundo factor que alimenta un levantamiento de los agricultores fue la apropiación de tierras que se produjo después del año 2008. El nerviosismo de los inversores de Europa, Asia y América hizo que empezaran a buscar lugares seguros en donde poner su dinero. Le siguió una lucha por la tierra entre las corporaciones en Asia, África y América que no se había dado desde el colonialismo del siglo XIX. Los gobiernos en África y Asia facilitaron el camino para la inversión de negocios extranjeros relacionados con la agricultura. Las plantaciones de azúcar, caucho y aceite de palma se comieron grandes franjas de selva tropical. Millones de agricultores perdieron tierras e ingresos. Para ganarse el dinero que necesitaban, los agricultores empezaron a trabajar para las corporaciones extranjeras. La deuda se hizo más grande. Las ejecuciones hipotecarias se dispararon. Los pequeños agricultores en todo el mundo se dieron cuenta de lo que los activistas llaman “reforma agraria a la inversa”.
En Sudáfrica, dos millones de personas fueron desahuciadas. En México, después del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, millones perdieron sus trabajos y sus tierras. Por toda Asia, los pequeños agricultores perdieron decenas de millones de acres de tierra. Cientos de millones se vieron obligados a emigrar para buscar trabajo. Millones de estos refugiados del trabajo se convirtieron en trabajadores agrícolas sin papeles que cultivan y recolectan comida en todos los países ricos. Incluso, mientras los grandes negocios agrícolas de las corporaciones estaban arrasando el mundo, los científicos que trabajaban en la Organización de Naciones Unidas para la agricultura y el alimento descubrieron que los pequeños agricultores, la mayoría de ellos mujeres, todavía alimentaban al 70% de la población mundial con su comida. La agricultura pequeña y ecológica, afirmaban, era la mejor manera para conseguir la verdadera seguridad alimentaria.
Movilizándose contra la desposesión y para renovar el apoyo a los pequeños granjeros, en 2017 los agricultores y trabajadores de granjas organizaron “levantamientos de los sin tierra” en todo el mundo. Su eslogan era “Sin tierras. Sin vida”. En marzo, agricultores y trabajadores agrícolas organizaron protestas desde Brasil hasta la India, desde Filipinas hasta Pakistán, desde Oaxaca hasta Orange County. En abril, organizaron protestas en todo el mundo para conmemorar el Día internacional de la Lucha Campesina.
En Estados Unidos, cerca de dos tercios de los empleos creados desde la recesión de 2008 no llegaban a un salario dignoEn mayo de 2017, Vía Campesina, IUF, sindicatos globales y grupos de mujeres y agricultores fueron a Ginebra para intentar conseguir una “Declaración de los derechos de los campesinos y otras personas que trabajan en la agricultura rural” por parte de Naciones Unidas. Los delegados concluyeron: “La relación con la Madre Tierra, sus territorios y aguas es la base física, cultural y espiritual de nuestra existencia... Asumimos con mucho gusto nuestro rol como sus guardianes”.
¿Cuál es la importancia de la lucha de los trabajadores de comida rápida por conseguir el salario de 15 dólares?
El 29 de noviembre de 2016, tres semanas después de la elección de Donald Trump, los trabajadores que tenían sueldos bajos protestaron en 340 ciudades de Estados Unidos por un salario digno, bajas por enfermedad pagadas y derechos de sindicación. Cientos de ellos fueron arrestados en acciones de desobediencia civil por todo el país. Inmigrantes sin papeles, que forman un considerable porcentaje de los trabajadores mal pagados de este país, participaron a pesar del riesgo. En Manhattan, trabajadores de comida rápida, conductores de Uber y mensajeros que van en bicicleta se sentaron en medio de Broadway cantando “No nos moverán”.
En Las Vegas, trabajadores de comida rápida, trabajadores de atención médica domiciliaria y maestros de preescolar protestaron en frente de numerosos McDonald’s en la famosa Strip, llevando menús de McVergüenza y advirtiendo que “Los Mctrabajos nos hacen daño a todos”. En 20 de los aeropuertos más grandes del país, encargados de equipajes y empleados de comercio, asistentes a la gente en sillas de ruedas y guardias de seguridad organizaron ralentizaciones del trabajo por los derechos de sindicación. Lo llamaron “El día de la interrupción”. Muchos de los que participaron eran afroamericanos y latinos, pero también había blancos, nativos norteamericanos y asiáticos.
Los manifestantes, al explicar por qué estaban participando, ofrecieron una panorámica clara de la economía del siglo XXI de abajo a arriba. Cerca de dos tercios de los empleos creados desde la recesión de 2008 no llegaban a un salario digno. Y la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos estaba prediciendo que el 60% de los trabajos creados en 2020 tampoco pagarían a los trabajadores lo suficiente como para sobrevivir...
Los activistas del movimiento en contra de los salarios bajos están orgullosos con razón de lo que han conseguido desde 2012. La lucha por el movimiento de los 15 dólares la comenzó un grupo de trabajadores de comida rápida de Nueva York en 2012 y se ha extendido hasta incluir a una gran parte de los trabajadores con sueldos bajos: trabajadores de aeropuertos, de asistencia domiciliaria, de comercio e incluso profesores adjuntos de Universidad. Entre 2012 y 2016, 21 Estados, más Washington DC, subieron el salario mínimo. En 2016, los dos mercados de trabajo más grandes del país —los Estados de Nueva York y California— adoptaron un calendario de introducción del salario de 15 dólares. Diecinueve Estados subieron las tasas de su salario mínimo en 2017. Y para 2017, 40 ciudades habían adoptado salarios mínimos que eran superiores a los de sus Estados.
Cuando los trabajadores de comida rápida empezaron a organizarse en 2012, la mayoría de los estadounidenses pensaba que la idea de conseguir más del doble del salario mínimo de 7,25 dólares era delirante. En 2016, 6 de cada 10 norteamericanos apoyaban el mínimo de 15 dólaresAdemás, el movimiento ha cambiado la opinión pública de forma radical. Cuando los trabajadores de comida rápida empezaron a organizarse en 2012, la mayoría de los estadounidenses pensaban que la idea de conseguir más del doble del salario mínimo federal de 7,25 dólares era delirante. En 2016, 6 de cada 10 norteamericanos apoyaban el mínimo de 15 dólares. Y ese sentimiento superaba la división partidista. Tanto en los estados demócratas como republicanos, los electores están apoyando la subida del salario.
Aunque 15 dólares por hora es difícilmente una gran cantidad, todo suma. Entre 2012 y 2016, los trabajadores consiguieron 61,5 miles de millones de dólares en subidas para 19 millones de trabajadores. Esto es 12 veces lo que el Congreso dio a los trabajadores estadounidenses cuando subió por última vez el salario mínimo en 2007. También han empezado a conseguir bajas por enfermedad pagadas en Estados y ciudades por todo Estados Unidos. Algunas ciudades incluso han establecido “días seguros” pagados, durante los cuales las trabajadoras se pueden recuperar de incidentes de violencia sexual o doméstica.
Los trabajadores entienden que esto es sólo el principio, dice Laphonza Butler, copresidenta de la coalición por el salario digno de Los Ángeles y presidenta del sindicato de los trabajadores de asistencia domiciliaria y de hospitales, el sindicato local más grande del país... Pero, dice, estas subidas importan, especialmente después de 40 años de estancamiento del salario. Además, las pequeñas victorias económicas producen grandes beneficios psicológicos.
“Cuando estás en comunidades que han sido económicamente estranguladas”, dice, “ves a gente que está rota, gente que está tan distraída por los problemas cotidianos que no tiene esperanza. Sentíamos que la campaña por un salario digno podría ser un rayo de esperanza, algo que podría unir a la gente ganando algo por ellos mismos, por sus familias. Nadie más lo hizo por ellos”.
Esto mismo hace que Samuel Homer Williams, un estudiante universitario de 19 años de Los Ángeles, trabajador de comida rápida y activista por el salario de 15 dólares, se sienta realmente bien. “Para mí, se trata de ser parte de la historia”, dice. “Algo más grande que yo mismo. Me siento como un héroe sabiendo que estoy ayudando a la gente a poder quedarse en sus casas, a pagar sus facturas y poder comer. Esto es algo que últimamente mucha gente no ha podido hacer. Estamos intentando cambiar eso. Y creo que lo conseguiremos”.
Fuente: ruthout.org. Traducido con permiso y con licencia Copyright.
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Extraordinario articulo. Explica las formas como las transnacionales se apropian de mas beneficios, mientras los asalariados se empobrecen. Continuen con la lucha y difundiendo los logros.