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Cárceles
Vigilar y castigar 50 años después

Es 1968 y hay movida. Solo que no sucede en París ni en ninguna capital europea. Sucede en Túnez y afecta a un profesor francés que, después de recibir una soberana tunda de la policía por su apoyo a las movilizaciones estudiantiles vuelve a Francia. Proceso acelerado de politización personal y contextual, cuenta Didier Eribon. El contexto político del 68 es el del paso digno bajo el arco de la filosofía de temas y grupos antes minoritarios: el género, el manicomio, la cárcel, la sexualidad… Como se sabe, el 68 empieza bien y acaba peor, aunque da la razón sobre la importancia de los nuevos temas en juego. El del castigo entre ellos. El pacto de Estado entre las elites políticas, empresariales y sindicales da inicio a una ola represiva y a un fuerte movimiento anticarcelario que lideraban aquí y allá los presos políticos del 68 interruptus. Nuestro escritor participa en uno de estos grupos, el de Información de las Prisiones (GIP), allá por 1971, en la elaboración de lo que nos ocupa.
Vigilar y castigar parte de una duda que se plantea el encarcelado ¿cómo hemos llegado a esto? ¿cómo se ha pasado a normalizar y entender como civilizada esta tortura del pagar tiempo fuera de la sociedad? ¿es posible que la nueva racionalidad que rige la prisión solo impere en este espacio o más bien hay, si se mira hacia cualquier lado, pequeñas prisiones por todos sitios? Vigilar y castigar trata de la lógica punitiva moderna, que es la disciplinaria y que no es —sus cuerpos lo sabrán— solo la carcelaria. Al contrario, penitencias, ejercicios, exámenes y disciplinas varias vertebran nuestra vida pública, desde la escuela a la fábrica, pasando por sus variaciones hospitalarias, residenciales, reformatorias o manicomiales.
Para más detalles, conviene consultar la obra. Nosotros hemos invitado a Emmanuel Chamorro, que publicará en breve Foucault, el poder y la política (ed. Universidad de Granada) para que nos ayude. Ahora bien, toda esta historia no acaba con la exposición de la omnipotencia disciplinaria, sino con la propuesta de que tal programa es tan apabullante como ineficaz. La disciplina se relaciona, desde su razón de nacimiento, con una resistencia constitutiva que, como ella, se recompone y la bloquea. Esa historia está también en Vigilar y Castigar, junto a los residuos de esas luchas en formas de categorías científicas y de innovaciones criminológicas.
Y de esta ineficacia de las instituciones que más se reclaman cuanto peor funcionan, nace la incomodidad de acercarse al texto 50 años después. Que no hemos dejado atrás las disciplinas, pero ya no somos esa sociedad disciplinaria. A lo largo de nuestras mismas vidas, hemos asistido a cambios tan profundos en las relaciones de poder que algunas formas de libertad son más absorbentes que las disciplinas más duras, mientras que estas últimas se han expandido a lomos de la digitalización y de una verticalización creciente de la cadena de mando global. Hay mucho que discutir aún sobre esta obra, pero dejamos algo para el programa. Adelante.