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Pobreza energética
La eléctrica Eskom consume la economía de Sudáfrica
Los cortes de luz se han extendido en Sudáfrica para no provocar un apagón total que paralizaría el país y tendría consecuencias directas en todo el continente. Eskom, endeudada y en crisis, produce la mitad de la electricidad que se consume en toda África.
A las ocho de la tarde de un apacible domingo veraniego en Ciudad del Cabo, un centenar de turistas esperan a más de mil metros de altura para bajar en teleférico de la mayor atracción turística de la urbe, la Montaña de la Mesa. La luz se va y vuelve en un abrir y cerrar de ojos, pero la cola no avanza y la espera se alarga, hasta que por megafonía anuncian los problemas. “Hemos sufrido un corte de luz por los apagones que sufren la ciudad y nuestros propios generadores tardarán un poco en estar listos para activar el teleférico, rogamos paciencia”. La gente se mira confusa. El personal intenta explicar a los distintos turistas la situación: “¿Sabéis la situación de los cortes de luz?”, preguntan sin esperanza.
El corte fue solo uno más en el ciclo de la peor crisis energética de la historia de Sudáfrica. La empresa pública Eskom, que tiene el monopolio eléctrico, se ha visto obligada a ir aumentando progresivamente unos cortes de luz intermitentes que llevan en vigor desde 2007 debido a la falta de liquidez y de potencia energética. El ente estatal suministra la electricidad para el 95% del país y tiene una deuda de 480 mil millones de rand sudafricanos —unos 25 mil millones de euros—, y prevé pérdidas por valor de 1.200 millones de euros más para este año.
Los crecientes costes y las subidas en los precios de la electricidad han generado un círculo de impagos que se retroalimenta
La crisis eléctrica ha provocado un apagón en el crecimiento de una economía que ya sufría para mantenerse en positivo antes de una pandemia del coronavirus que contribuirá a la peor crisis en un siglo. El ministro de Finanzas, Tito Mboweni, ha asegurado que la economía se contraerá un 7.2% este año tras dos meses de confinamiento total que no han impedido que el país sea ya el quinto país con mayor número de casos de covid-19. Una caída que no la impedirá ni con los 3.581 millones de euros que Sudáfrica ha obtenido tras pedir por primera vez en su historia democrática un préstamo al Fondo Monetario Internacional. Un préstamo que provoca que Sudáfrica adelante a Nigeria como país africano con mayores costes de endeudamiento y que significa cruzar una línea roja para el gobierno del Congreso Nacional Africano (CNA), que siempre se había posicionado en contra de las ayudas de las organizaciones multilaterales de Washington para poder mantener su soberanía económica.
La vuelta a la actividad unido a un invierno frío que ha visto llegar la nieve a partes del país ha supuesto un incremento de la demanda de energía que ha forzado a Eskom a volver a los apagones, que no fueron necesarios durante el confinamiento. Los cortes de luz son una medida provisional que se ha extendido en el tiempo para no provocar un apagón total que paralizaría el país y tendría consecuencias directas en todo el continente, ya que Eskom produce la mitad de la electricidad que se consume en toda África. El presidente del Banco Africano de Desarrollo, Akinwumi Adesina, ha asegurado que la compañía “es demasiado grande como para dejarla caer” y el banco ha invertido ya más de 4.000 millones de euros para mantenerla viva.
A pesar de que el problema viene de lejos, los apagones nunca habían sido tan constantes y repetidos como ahora. Durante el año pasado ocurrían prácticamente a diario, y se dan cuando la empresa pública prevé que hay más demanda que capacidad energética para suministrar electricidad. El 9 de diciembre de 2019 Eskom anunció por primera vez que se había llegado al nivel 6. En este nivel la eléctrica dejó de utilizar 6.000 megavatios a la hora, provocando cortes durante nueve horas diarios durante cuatro días seguidos, en intervalos de dos horas o cuatro horas y media. Por poner en perspectiva, en todo el territorio peninsular español la demanda ese día fue de 34.287 vatios, lo que hubiera significado dejar sin luz a una sexta parte del territorio.
“Estábamos acostumbrados a los niveles 1 y 2, pero cuando se anunció el nivel 6 en diciembre saltó la alarma entre todos”, asegura Bridgetti Lim Banda, activista y empresaria que ha creado un canal online para concienciar sobre los distintos problemas que afectan al país. Las que más lo están sufriendo son las pequeñas y medianas empresas, que dan trabajo a alrededor de ocho millones de sudafricanos. “Las tiendas pequeñas no se pueden permitir tener generadores y tienen que cerrar durante horas, pero obviamente tienen que seguir pagando el salario al empleado”, dice Lim Banda. “Además cuando se va la luz tampoco van los semáforos y el tráfico es un caos”, añade.
No todos los sudafricanos tienen la suerte de los turistas en la Montaña de la Mesa. Jean, taxista malauí, esa misma mañana no pudo dejarle preparado el desayuno a su hijo antes de empezar su jornada de trabajo. “¿Tú no has tenido corte esta mañana? Yo me he levantado pronto a las seis y la luz ya no iba. No ha vuelto hasta las ocho y pico, cuando salía de casa”.
Luz gratis
Los crecientes costes y las subidas en los precios de la electricidad han generado un círculo de impagos que se retroalimenta. Eskom vende la electricidad a los municipios, que a su vez la suministra a los ciudadanos. La empresa estatal ha ido subiendo el precio durante los años para cubrir sus crecientes costes de producción y ha pasado de tener unos ingresos de 14,98 céntimos por kilovatio hora en 2002 a 90,01 céntimos por lo mismo en 2019. Sin embargo, el incremento de precios ha sacudido a los sudafricanos, y muchos han dejado de pagar a la municipalidad, que a su vez ha incurrido en deudas con Eskom. En total en torno a un centenar de municipios deben 26 mil millones de rands —más de 1,6 mil millones de euros— a la eléctrica.
El actual presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, ha exigido que todos paguen por los servicios, pero es complicado. “Boicotear el pago de servicios durante el apartheid era una manera efectiva de movilizarse contra un sistema injusto, pero esto no tiene cabida en la Sudáfrica actual. Si queremos que sobrevivan servicios públicos como Eskom, todos los usuarios deben pagar por ello”, dijo Ramaphosa.
En Sudáfrica la mayoría de los que viven en los townships, los barrios más humildes, no pagan por la electricidad. Soweto es el más grande del país. En él viven 1,3 millones de personas, pero tan solo un 10% paga por la electricidad que usa, convirtiéndose en el lugar que más dinero debe a Eskom: sus impagos suben hasta los 18,9 mil millones de rands, más de la mitad de lo que deben todos los municipios.
La necesidad de expandir la electricidad a todo el país tras la caída del apartheid provocó que se relajaran las demandas de pago. La primera prioridad era iluminar el país y que las personas de raza negra tuvieran luz. Así, se pasó de tener electricidad en un 54% de los hogares sudafricanos al comienzo de la democracia en 1994 a un 84% en 2017. El éxito ha sido notable, ya que al fin del apartheid solo un tercio de la población negra contaba con electricidad en su casa, por un 100% de los blancos.
Una vez cumplido el objetivo inicial, al gobierno le está costando cambiar la costumbre entre una población que ha disfrutado de electricidad gratis. A ello se le suma que Soweto es el reducto del CNA: es el lugar donde se fundó el partido, donde nació Nelson Mandela, y de donde se nutren muchos de sus votos, por lo que se encuentran en una situación complicada.
Falta de potencia y corrupción como principales causas
A pesar de expandir la red de viviendas con conexión eléctrica, la potencia generada no aumentó. Ante los primeros síntomas de saturación, en el año 2007 el entonces presidente Thabo Mbeki anunció a bombo y platillo la construcción de dos plantas de carbón: Medupi y Kusile. Estas iban a añadir 9.600 megavatios de potencia al país con un coste de 10.000 millones de euros y estar operativas en 2012 y 2014 respectivamente. A día de hoy ninguna de las dos ha sido finalizada, el coste se ha casi triplicado hasta los 28.500 millones de euros y no estarán en funcionamiento, como mínimo, hasta 2021 y 2023.
A pesar de que no han podido terminar dos plantas energéticas en trece años, el número de empleados de la eléctrica y sus salarios no han parado de crecer. Eskom pasó de tener contratadas a poco más de 30.000 personas en 2003 a casi 50.000 en 2017, y la media de salarios pasó de ser de 15.000 euros a 48.000 euros por empleado, incrementando los costes de personal por cinco. Ya en 2014, el Banco Mundial calculó que la empresa estatal solo necesitaba 14.244 trabajadores y que por lo tanto tenía un 66% más de empleados de los que requería.
El gran aumento de empleados se explica, en parte, a la estrategia que el CNA ha utilizado desde su llegada al poder con las empresas públicas. Una vez finalizado el apartheid, Sudáfrica necesitaba imperativamente incorporar a la población negra al mercado laboral para desarrollar su economía. Con ese objetivo, el gobierno promovió el programa Black Economic Empowerment (BEE) de cuotas e incentivos para potenciar la contratación de personal de raza negra.
Treinta años después, esta política ha sido un fracaso. Los blancos, que representan a un 7,9% de la población, siguen cobrando tres veces más de media que la mayoría negra, que suma el 80,7% de los sudafricanos. Además, el desempleo ha aumentado empujado por el crecimiento poblacional desde un 20% en 1994 hasta un 27,1% en la actualidad. Todo ello ha causado que Sudáfrica haya sido incapaz de reducir sus diferencias y sea el país más desigual en términos de ingresos del mundo, según el coeficiente Gini.
A ello se une la corrupción más burda del CNA, que llegó a su máximo durante la etapa del expresidente Jacob Zuma. Este acabó dimitiendo forzosamente tras asegurar su partido que apoyarían una moción de censura en su contra. Zuma tejió una red que maniató las instituciones del Estado a su gusto y robó hasta un terció del PIB de Sudáfrica, un total de 92.880.186.600 euros desaparecieron durante su mandato.
Eskom no se salvó de los tentáculos de la corrupción. La familia Gupta, aliada del expresidente, se aseguró un contrato de 207 millones de euros para suministrar de electricidad al país durante una década. Ahora la empresa eléctrica está saturada, la economía languidece y las soluciones para sacar adelante a la eléctrica son complicadas.
Que las pensiones paguen la corrupción
Dos soluciones aparecen en el horizonte para la empresa. La idea principal propuesta por Ramaphosa en 2019 es la de dividir la empresa en tres partes para hacerla más efectiva. El presidente aseguró que su plan es crear tres entidades distintas, una para la generación de energía, otra para la transmisión y una última para la distribución. Sin embargo, los expertos aseguran que solo provocará que haya más burocracia. “Hace falta un reajuste estructural, dividir Eskom en tres supondrá crear tres consejos y aumentará los gastos”, asegura Roger Southall, profesor emérito en la Universidad de Witwatersrand.
La segunda propuesta ha sido realizada por el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU), aliado al gobierno, y ha levantado ampollas en el país. El mayor sindicato del país propone que el Banco de Desarrollo de Sudáfrica, la Corporación de Desarrollo Industrial y Corporación de Inversión Pública, de quien depende el fondo de pensiones, absorban la mitad de la deuda de Eskom.
La previsión de quitar dinero de las pensiones para pagar la deuda eléctrica no ha sentado bien entre numerosos trabajadores, y el ente regulador del fondo de pensiones ha asegurado no ser consultado en esta propuesta. “Estamos hablando de un sindicato que habla de quitar dinero de las pensiones de los trabajadores para pagar la deuda acumulada por años de corrupción”, asegura Lim Banda.
De momento ninguna solución está definida, y lo único seguro es que los cortes de luz seguirán. La eléctrica pública ha asegurado que no pueden prever cuando terminarán y los expertos en energía calculan que, como mínimo, se prolongarán durante los próximos cinco años. Mientras, entes privados y personas físicas piden libertad regulatoria para poder producir su propia electricidad y la región del Cabo Occidental ha solicitado salirse de la red eléctrica y montar la suya propia, pero la legislación no lo permite y Ramaphosa ha dejado claro que no privatizará ni dejará caer en bancarrota a la eléctrica pública. Por el momento, los sudafricanos ya se preparan para el nivel 8 de cortes de luz, que provocaría 48 horas de apagón en cuatro días, dejando 12 horas sin electricidad cada día. Sudáfrica se apaga.
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