Antimilitarismo
No más paz fría: desmilitarización contra el rearme

El Gasto Militar español en 2025, contadas las partidas declaradas, las maquilladas y las ocultas asciende (hoy) a 60.023 millones de euros
Concentración el Día del Libro de 2025 en la Puerta del Sol
Concentración el Día del Libro de 2025 en la Puerta del Sol: "Libros contra la guerra" Juan Carlos Rois (CC BY-NC)
23 abr 2025 19:59

El Consejo de ministros del 22 de abril de 2025 ha supuesto un punto y seguido en la escalada militarista decidida por las élites despiadadas que gobiernan occidente y por el servil gobierno español, arrodillado a estos intereses.

Pueden venderlo como quieran, o como puedan, pero la realidad es esa y no otra.

Empecemos por contar lo que se perpetró el 22 de abril.

1. Autorizaciones de gasto extra por 2.819,16 millones de euros

En primer lugar, se autorizaron por el ministerio de Hacienda 2.819,16 millones de euros para darle créditos reembolsables (a interés cero) a la industria militar.

Además, se han aprobado partidas por otros 5,79 millones del ministerio del interior para la guardia civil.

Con ello tenemos que, aparte de la aprobación del Plan industrial tecnológico de la defensa por más de 10.471 millones de euros, que es lo que ha salido como noticia en los medios de propaganda al uso, se aprobaron y consolidaron otros 2.824,95 millones de euros más de gasto militar extraordinario y fuera del presupuesto prorrogado desde 2023.

Para dar una cumplida información, diremos que, desde enero de 2025 hasta ayer, el gobierno ya tiene aprobadas partidas extraordinarias de gasto militar por importe de 8.637,49 millones de euros, una cantidad que supone dos veces y medio el gasto militar extraordinario aprobado de enero a abril de 2024. Y ello sin contar con el pelotazo de 10,471 millones que van a dar y sobre el que pondremos los ojos en breve.


Para quienes, como un servidor, tienen la masoquista afición a escrutar las decisiones militaristas que nos cuelan en silencio y tanto nos afectan, acompaño el cuadro de acuerdos adoptados hasta la fecha desde el 1 de enero. Podría aportar los de años anteriores y para quien tenga la curiosidad desbordada recomiendo que rastree mis colaboraciones en las páginas web del Grup Antimilitarista Tortuga o en alternativasnoviolentas donde las he ido comentando pacientemente.

El cuadro de los dos primeros meses de 2025 es este:


Los datos correspondientes a marzo y abril no son más alentadores. Al final, la fatídica suma de este cuatrimestre:


Esta progresión de aumento brutal del gasto militar mediante acuerdos del consejo de ministros permite una afirmación que retrata al gobierno, es decir, a los dos socios del gobierno, y a sus ahora airados opositores a la izquierda, porque en el año 2024 también se aumentó de forma extrapresupuestaria el gasto militar de forma espectacular (casi 18.000 millones de euros, una parte en compromisos plurianuales) y del mimo modo ocurrió en 2023 (más de 23.000 millones) y lo mismo en años anteriores, cuando el gobierno estaba también integrado por Podemos, ahora fuera. ¿alguien se acuerda de alguna crítica entonces? ¿alguna de los partidos del bloque progresista fuera del gobierno? Yo no. Y les voy a decir por qué creo que no: porque, a la larga, asumen como inevitable (y estoy hablando de la hipótesis más buenista) esta directriz de remilitarización y construcción de un clima bélico adoptada en occidente desde hace más de dos décadas. Y también, porque hasta ahora no les pasa factura este juego del gato y el ratón.

2. Informe sobre el Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa

El segundo gran acuerdo del Consejo de Ministros es el informe elaborado por defensa para incrementar el presupuesto del ministerio en este año 2025 en la nada despreciable cifra de 10.471 millones de euros, para situarse en 33.123 millones de euros de presupuesto.

Al respecto sorprende lo desmadejado de la retórica con la que se nos explica que: 1) Ha cambiado el panorama mundial y esto justifica el aumento del gasto (gasto acordado en 2014 por la OTAN cuando el panorama era teóricamente diferente, lo que desmiente el cambio de panorama y acredita más bien la construcción consciente de un relato y de una práctica que no ha dejado de desarrollarse desde hace décadas) y 2) con este aumento se triplica nuestro gasto militar actual (lo cual no cuadra porque restados 10.471 millones de euros de 33.123 no salen otros 10.471 millones de euros, sino, agárrense a la silla, 23.625 millones de euros una cifra de gasto militar que reconocen por primera vez como gasto del ministerio de defensa cuando nos venían contando la trola hasta ahora de que era de 15.582 millones de euros).

Esta progresión de aumento brutal del gasto militar retrata a los dos socios del gobierno y a sus ahora airados opositores a la izquierda, porque en 2024 también se aumentó de forma extrapresupuestaria el gasto militar de forma espectacular

Este informe distribuye el incremento de gasto extraordinario que piensan acometer en cinco bloque:

1) Personal militar, que se llevará el 35´45 % del total

2) Cibercomunicación y telecomunicaciones, con el 31´16 % del total

3) Armas, 18,73 %

4) Gestión de emergencias  y crisis, con el 16,73%

5) Financiar las misiones de injerencia milita en el exterior, el 3,14 %

Podría parecer esta distribución un ejercicio de realismo mágico, porque si suman los porcentajes, resulta que suman el 105,23, es decir, más del 100%, lo cual sería un despropósito en cualquier otro tipo de contabilidad, pero no en la militar, que goza de un estado de opacidad asombrosamente inamovible. Ellos lo justifican porque el 5,23 de más son ajustes y devoluciones de créditos de los programas de armamentos. Desde luego como explicación es preferible a que nos hubieran dicho lo de pinto pinto gorgorito o algo por el estilo, pero tampoco cuela.

Visto el pelotazo en su distribución podemos ofrecer otro razonamiento relevante: más de un tercio va a alimentar el secular gigantismo de nuestros ejércitos, con un mando por cada 1.7 efectivos y un número desproporcionado, incluso para los ejércitos de nuestro entorno, de militares por centímetro cuadrado, pues los hay hasta en la sopa (y muchos además organizando aspectos de la vida civil bien elocuentes).

A su vez los restantes capítulos de cibercomunicación y telecomunicaciones y armamento se refieren expresamente a la preparación de la guerra y su conducción y reflejan la orientación poco defensiva de nuestro diseño militar, pensado no tanto para “defender” el territorio estatal (se supone que su misión clásica) como para intervenir de la mano de la OTAN a miles de kilómetros (de ahí los aviones de combate y reabastecimiento, los tanques, las fragatas y submarinos, los misiles, etc. Y las capacidades que quieren adquirir de guerra electrónica). Lo mismo puede decirse del incremento de las partidas destinadas a operaciones de injerencia militar, que vienen a reforzar la orientación de nuestro ejército a participar en conflictos exteriores (de momento estamos en 18 y desde tiempos del incalificable Felipe González ya hemos participado en más de 100 y gastado más de 23.000 millones de euros en ellos).


Y ¿qué decir del enorme pellizco que se va a llevar la UME (nada menos que 1.751,79 millones de euros)? Pues, además de recordar que un ejército devastador necesita tener sistemas bien entrenados y preparados para operar ante sus desmanes y que es este el principal objetivo de este tipo de unidades, que en el caso español además del mal rollo que dejan entre los trabajadores locales en temas de crisis en los pueblos por donde acuden a “ayudar”, resulta que pasan factura por su actuación (se pueden ver las ampliaciones de crédito de finales de 2024 y de estos cuatro meses de 2025 aprobadas por el consejo de ministros) y que gozan de un material espectacular del que carecen los servicios civiles para cometidos civiles (por cierto, también carecemos de una política pública estructurada y bien dotada que haga innecesario acudir a la UME y su material).

¿Cuál es el gasto militar español para 2025?

Tomemos como punto de partida los 33.123 millones de euros que ahora reconocen que se va a gastar defensa en 2023 y que supone el 2% del PIB, como exige el dueño del cotarro a sus clientes asociados.

Recordemos que además de este gasto que gestiona directamente Defensa, hay otra pila de gasto militar fuera del presupuesto de Defensa. Yo he identificado, hasta la fecha, nada menos que gasto militar en 15 ministerios más varios fondos, organismos autónomos y partidas atípicas desde donde se financian diversas acciones del militarismo español o bien las prestaciones de clases pasivas, hospitalarias, sanitarias o sociales de militares y familiares dependientes de estos y, sumados estos, durante 2024 salieron al menos otros 12.000 millones de euros más de gasto militar fuera del presupuesto de defensa.

Además del gasto que gestiona directamente Defensa, hay otra pila de gasto militar fuera del presupuesto de Defensa en 15 ministerios más varios fondos, organismos autónomos y partidas atípicas desde donde se financian diversas acciones del militarismo español

Vayamos echando cuentas: 33.123 + 12.000 millones (en la hipótesis de que estos gastos fuera de defensa no crezcan también) nos arrojan 45.123 millones de euros de gasto militar.

¿Es todo? Pues no. No es todo, porque fuera de este gasto nuestros gobernantes no imputan tampoco en la cuenta del gasto militar su participación en la deuda pública que mantiene España y que se amortiza año tras año en los PGE.

Dado que la deuda no está desagregada por el responsable de cada uno de sus capitulos, la manera de estimar esta participación no puede ser otra que calcular un porcentaje igual al del gasto militar presupuestado (es nuestro caso los 45.123 millones) en el total del presupuesto de gasto de los distintos ministerios y organismos militares, en nuestro caso más del 15% 

Si tomamos como referencia el último avance de ejecución del gasto de la intervención general del estado para el mes de diciembre de 2024, sobre 433.466,94 millones de euros de créditos definitivos, de gasto militar estamos hablando de al menos el 9,6%, cifra que, aplicada a la deuda pública amortizada en 2024, supondría una imputación a Defensa de al menos 14.900 millones de euros.

Ya estamos en 60.023 millones de euros.

¿Acaba aquí la cosa?

Tampoco, porque el propio IGAE señala en su ultimo informe de 2024 que Defensa arrastra un compromiso de pagos plurianuales (es decir, pagos comprometidos, fundamentalmente por compra de armas) de 35.809 millones de euros y ha autorizado 36.530 millones. Se trata de los compromisos de pago plurianual mayores que tiene el estado, por encima de cualquier otro ministerio y refleja la dimensión de nuestra inmoral deuda militar, asumida por unos cuantos de espaldas al resto de la sociedad.

Según este programa de pagos plurianuales, a los 60.023 millones de euros debemos sumar al menos alrededor de ortos 5.000 millones de euros, lo que nos da una estimación de gasto militar abrumadora, de alrededor de 65.000 millones de euros a poco que nos despistemos, muy en consonancia con la abrumadora progresión del gasto militar que he venido ofreciendo de años anteriores. Como maldad añadida he pintado en amarillo el tiempo desde que el PSOE y sus aliados vienen construyendo deliberadamente el clima bélico que sufrimos.

Movilización y cambio de rumbo

El impacto de este gasto militar sobre nuestras vidas no tiene que ver solamente con el evidente endeudamiento militar (y la dependencia que ello comporta de los intereses de los señores de la guerra) que el gobierno viene acometiendo. Tampoco por la redistribución de inversiones y gasto público al que obligará y al cambio de prioridades de las políticas públicas que comporta esta decisión. Ni siquiera en la paulatina erosión de derechos y prestaciones que a medio plazo generará. Ni menos aún por el entierro de cualquier atisbo de políticas que nunca se hicieron para asegurar derechos sociales siempre relegados y que en el panorama actual pueden esperar sentados.

El gasto militar también afecta a nuestras vidas porque consolida una evolución hacia un mayor militarismo y autoritarismo, del que ya tenemos una buena ración. Además, va de la mano del recetario de máximos (motosierra, negacionismo supremacista y restauración conservadora) de las extremas derechas mundiales.

Y en tal condición debemos entenderlo como un enemigo que se hace cada vez más visible y definido. Necesitamos poner pie en pared, pero hacerlo no puede ser apelar a un pacifismo jurídico que en definitiva defienda una idea de paz negativa, como ausencia de guerra.

Si queremos construir una paz positiva, estructural, identificada con la igualdad y la justicia, respetuosa con la vida y la naturaleza, promotora de un verdadero cambio de rumbo en la loca carrera al precipicio que nuestras élites se han empeñado en acelerar, el pacifismo tiene que apuntar a la desmilitarización y nuestro no a la guerra ampliarse a la oposición a su preparación y a la construcción de alternativas de defensa popular noviolenta coherentes con las aspiraciones de cambio global de las principales articulaciones de lucha transformacional.

Debemos entender el gasto en Defensa como un enemigo que se hace cada vez más visible y definido

No basta con un no a la guerra desiderativo y de una paz vaporosa. Más bien debe ser ambicioso y combativo y reivindicar la desmilitarización y el transarme y lucha social como camino para construir la paz.

Debe ser capaz de impulsar la doble dinámica de quitar poder a lo militar y dotarnos simultáneamente de alternativas de seguridad humana basada en la cooperación y la noviolencia, dispuesto a llevar adelante un boicot frontal a la lógica militarista y a sus estructuras y vínculos y enfocado a provocar estrategias  de movilización social y luchas de resistencia a la guerra y de desmilitarización, desinvención del orden de violencia-dominación y empoderador de alternativas de paz estructural y global más allá de la idea de desarme.

Un pacifismo así debe alentar a que la sociedad no se conforme con volver a un momento de paz fría, sustituto del actual de guerra fría y debe animarla a luchar por una paz que desborde el marco fatalista que nos impone el pensamiento del miedo militar.

En el orden de las alternativas a construir, no estamos hablando de algo remoto, sino de prácticas que ya tienen lugar entre nosotros mediante luchas sociales con aspiración de cambio global bien patentes y elocuentes, como las que desarrolla el feminismo, el ecologismo, las articulaciones por la justicia social y la lucha contra la pobreza y la exclusión, los movimientos campesinos, los antirracistas y anticoloniales, el sindicalismo de aspiración transformacional, los colectivos de lucha por la vivienda, los movimientos antifascistas, de solidaridad internacional…

Hace falta identificar el militarismo como uno de nuestros enemigos al que no basta con controlar e introducir en las agendas de lucha, sino también la desmilitarización, sin la que es imposible avanzar.
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