Colonialismo nuclear, de la mina a la bomba. Ocho décadas de Hiroshima y Nagasaki

La responsabilidad de las consecuencias del armamento nuclear se extiende desde la mina, la planta de procesamiento, su transporte, así como al depósito de residuos creado en todas las fases de su producción
Armas nucleares Stephen Cobb (unsplash)
Stephen Cobb (unsplash) Licencia Unsplash
investigadora independiente con base en Berlín, especializada en analizar cómo el complejo militar global interactúa con las tecnologías avanzadas y los conflictos socioambientales
14 nov 2025 08:00

El 16 de julio de 1945 a las 5:29 de la madrugada, el gobierno de Estados Unidos bajo las órdenes de Truman detonó la primera bomba nuclear producida por el ser humano en el desierto de la Jornada del Muerto en Nuevo México. La explosión fue 1,5 veces más grande que la de Hiroshima. En un comunicado, el gobierno de Estados Unidos mintió declarando que había sido una prueba militar de explosivos pirotécnicos. El plan llevaba orquestándose desde hacía unos años con el Proyecto Manhattan. Desde entonces, los nueve estados con armamento nuclear han llevado a cabo más de dos mil pruebas nucleares en al menos 28 lugares del mundo.Tal y como señala la activista Aigerim Seitenova, muchas se han realizado en territorios indígenas o bajo ocupación. Kazajistán, Bieque, Epekwitk (Isla del príncipe Eduardo), las islas referidas como la Polinesia Francesa, Argelia, Mongolia y las islas Marshall entre otros han servido de laboratorio para las potencias nucleares bajo las lógicas del colonialismo nuclear.

Ni un mes más tarde del Trinity Test, el 6 de agosto a las 8:15 am el gobierno estadounidense hizo explotar “Little Boy” una bomba de 64 kilogramos de uranio enriquecido encima de Hiroshima. Tres días después, a las 11:02 de la mañana, lanzó encima de Nagasaki a “Fatman”, que contenía 6,2 kilogramos de plutonio. Ambas bombas causaron casi el 100% de muertes inmediatas en los 500 metros de radio. Las personas detrás del diseño y explosión de la bomba causaron la muerte de 218.000 personas en cinco meses, destrozando la mayoría de hospitales de una y otra ciudad y asesinado a la mayoría de sus doctores y estudiantes de medicina. Mientras, condenaron a la enfermedad, el dolor, la exclusión y la muerte lenta a incontables personas más.

Aún así, ni un año más tarde siguieron probando este tipo de armamento en las Islas Marshall. Durante los 7 años de ocupación estadounidense que siguieron en Japón, los supervivientes llamados “Hibakusha” estuvieron obligados al silencio sin ningún tipo de reparación. Terumi Tannaka superviviente de Nagasaki, que se encontraba a 3.4 km radio de Fatman, a día de hoy es co-presidente de la única asociación en Japón aún liderada por Hibakusha, Nihon Hidankyo. Tannaka relata que hasta 1968, tras varias protestas y marchas nocturnas autogestionadas por los Hibakusha, no lograron alcanzar un limitado sistema de cuidados y subsidios a nivel estatal.

En 1981 un grupo de médicos soviéticos y estadounidenses decidió organizarse para estudiar los impactos de las bombas nucleares con datos recogidos durante las décadas anteriores por equipos de médicos japoneses, como los estudios de leucemia a cargo del Dr. Masao Tomonaga. En ese momento se creó la Asociación Internacional de Fisicistas para la Prevención de Guerra Nuclear (IPPNW en inglés), desde entonces reúne a doctores y estudiantes de medicina de 60 países para articular una Agenda global en contra del armamento nuclear ligando el personal sanitario a la paz y los movimientos de desarme.

El pasado 2 y 4 de octubre de 2025 la IPPNW celebró su 14º Congreso en Nagasaki, coincidiendo con los 80 años de las bombas atómicas y juntó a tres organizaciones locales antiarmamento nuclear que llevaban separadas desde los sesenta; Gensokyo, Nihon Hidankyo y Gensuikin. Este año, la IPPNW celebra que 99 países hayan firmado y 75 ratificado el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPNW en inglés). 139 países han reafirmado su compromiso en Naciones Unidas por un mundo sin armas nucleares.

Aún así, lejos de aprender de los múltiples crímenes históricos, en 2024 los nueve Estados con armas nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel) gastaron una media de 190.151 dólares por minuto y al menos 100.000 millones en armamento nuclear. Por el camino, aseguraron 460 mil millones de dólares en contratos a empresas militares privadas para incrementar su desarrollo y mantenimiento. En total estos nueve países  poseen al menos 12.241 misiles nucleares, 9.600 de los cuales en activo, 3.912 operativos y 2.100 en estado de máxima alerta. Aunque el número de misiles nucleares ha disminuido desde la Guerra Fría, momento en el cual llegó a haber hasta más de 80.000 misiles en el mundo, parte del decrecimiento se debe al desmantelamiento de viejas unidades, pero pronto el número de nuevos misiles podría superar el número de desmantelados.

Los nueve Estados con armas nucleares gastaron en 2024 al menos 100.000 millones de dólares en armamento nuclear

En estos esfuerzos, resulta preocupante que sólo cinco estados del espacio Schengen; Irlanda, Malta, Austria, Liechtenstein y El Vaticano, hayan firmado el TPNW (Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, por sus siglas en inglés). En la región, seis estados (Bielorrusia, Bélgica, Países Bajos, Alemania, Turquía e Italia) poseen armas nucleares de aliados estacionadas en sus bases militares. Mientras, otros 28 estados, incluida España, aceptan su potencial uso en caso de defensa colectiva a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).

Paradójicamente, Japón aún no  ha firmado ni ratificado el TPNW. Mientras, sus tres principios antinucleares vigentes desde 1967 (no producción, no introducción y no posesión de armamento nuclear) flaquean en recientes debates dentro del ministerio de defensa japonés, donde un panel de expertos ha recomendado la introducción de submarinos nucleares al país. Es más, desde 1975 Japón paga a Estados Unidos por estar bajo su paraguas de protección nuclear.  En 2010 Japón hizo públicos una serie de acuerdos secretos con su socio norteamericano, el cual había estado estacionando de manera provisional submarinos conteniendo armamento nuclear en sus puertos hasta 1991.

De manera parecida, a pesar de los accidentes nucleares de Fukushima en 2011 y Chernobyl en 1986, y el legado anti energía nuclear que despertó en la población, recientemente en el Séptimo Plan Estratégico de Energía Japón ha marcado el objetivo de conseguir un 20% de la electricidad del país por esta vía en 2040. Aunque según censos recientes realizados por la Organización de Relaciones de Energía Atómica de Japón, mientras la aceptación de la energía nuclear parece en auge en 2025, también lo está la desconfianza hacia los medios de información y el desconocimiento hacia los residuos nucleares.

Para dar respuesta a esta complejidad política y social, este año el panel de la IPPNW ha contado con la participación del grupo Haul no! liderado por Diné, pueblos indígenas pertenecientes a la primera nación del actual Estados Unidos en Nuevo México. La organización instó a la IPPNW a activar un grupo de trabajo sobre la minería de uranio y apostar por fortalecer la educación y oposición al uso y la tecnología dual necesaria para tanto la energía como el armamento nuclear. Iniciativas como Hibakusha Worldwide apuestan por educar sobre la cadena nuclear señalando  como lo nuclear en el ámbito civil alimenta y suele llevar a lo nuclear en el ámbito militar.

Del mismo modo, el congreso señaló que los riesgos de la llamada “Inteligencia Artificial” (IA) están siendo actualmente integrados progresivamente en los sistemas de alerta temprana de misiles, así como en inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR), comando, control y comunicaciones nucleares (NC3) entre otros. La automatización de decisiones críticas y una reducción del control y la toma de decisiones humana llevan a un creciente riesgo tanto de escalación como en ciberseguridad. Tal y como señala, Michael Schrefl, investigador del Instituto de Informática Empresarial - Ingeniería de Datos y Conocimiento de la Universidad Johannes Kepler de Linz, en un modelo matemático si la probabilidad de que suceda un evento es más grande que 0, el riesgo a un ataque nuclear se mide en la probabilidad de ocurrencia multiplicado por las cantidades de posible daño. Convirtiendo a la IA en un sistema para determinar el cuándo se producirá la catástrofe, más que en un mecanismo de desescalación tal y como se está comercializando a día de hoy.

La automatización de decisiones críticas y una reducción del control y la toma de decisiones humana llevan a un creciente riesgo en ciberseguridad

Muchos avances tecnológicos y científicos están conectados con lo militar y colonial y así se extienden hasta lo civil y “pacífico”. La energía nuclear es un claro ejemplo de ello, su primer fin no diseñado para matar de manera directa, fue desarrollado en 1954 por la Unión Soviética. Para entonces al menos setenta pruebas nucleares se habían llevado a cabo principalmente por Estados Unidos y Rusia, aunque también Reino Unido. El nuclearismo y la disuasión a través de la fuerza e intimidación es la doctrina política y militar en la que se escudan los nueve estados con armamento nuclear de nuestro planeta y sus aliados. Esto queda reflejado por parte de Estados Unidos con la orden ejecutiva del 20 de marzo 2025 invocando a autoridades de tiempos de guerra para el aumento de producción de minerales críticos.

La colonialidad de lo nuclear yace en sus pretensiones necropolíticas, designando terrenos y vidas como prescindibles. Y es así desde la mina, la planta de tratamiento, procesamiento y transformación, su proceso de transporte, así como el depósito de residuos creado en todas las fases de su producción. Y ¿mientras tanto? El mundo parece aceptar las falacias de las “cero emisiones” de la energía nuclear, enmascarándolas bajo lo innovador, green y sostenible, al mismo tiempo que el incremento en gasto militar roza nuevos récords y la innovación “inteligente” nos lleva a sobrepasar las capacidades del planeta en el que vivimos.

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