Antimilitarismo
Cine contra tambores de guerra

Nos encontramos en tiempos complejos, cada vez se escuchan más cerca los tambores de guerra. En este contexto, las voces del pacifismo, las llamadas al sosiego, la serenidad y la diplomacia parecen, no sólo ser denostadas y marginadas, sino que en muchas veces son señalas como voces ingenuas, idealistas e, incluso de gente floja que no quiere luchar. A esto quizás, ha contribuido que, en las últimas décadas, en algunas regiones del mundo, nos hemos olvidado —o querido olvidar— de las consecuencias de las guerras. Ello a pesar de que más de treinta conflictos armados han estado, y están, activos en el mundo, sin que ello lleve a las potencias occidentales a tomar grandes decisiones políticas al respecto para frenarlos. Eso, cuando no echan leña al fuego.
Para hacer un poco de memoria tenemos algunas herramientas, por ejemplo, el cine antibelicista, que podemos considerar un género en sí mismo. La mirada del cine antibélico ha producido películas brillantes hechas para permanecer en la memoria. Incluso, aunque no queramos que lo hagan. Las personas que han visto Johnny cogió su fusil o Masacre, ven y mira, entenderán de qué estamos hablando. En muchas de las películas de este género se exploran, no sólo los daños físicos, también los psicológicos. A menudo, son más graves que los físicos, como nos muestra Vals con Bashir.
La mayoría de los conflictos se llevan a cabo bajo justificaciones que son directamente mentiras y que esconden fines de conquista, expolio o la aniquilación del otro. Nos lo muestran desde diferentes perspectivas La delgada línea roja, Good Morning Vietnam, Tres reyes, El señor de la guerra, Diamantes de sangre o Irish Road.
Con la masacre que está viviendo la población de Gaza, cómo no hacer mención a los niños y niñas, grandes pérdidas de las guerras. Es importante prepararse para ver la cruda La tumba de las luciérnagas o Las tortugas también vuelvan. Las mujeres viven los conflictos armados de maneras muy diferentes, y casi siempre alejadas de narrativas ensalzadoras de lo bélico, como en Hiroshima mon amour, Klondike o Las flores de la guerra.
No podemos olvidar el riesgo de mantener armas nucleares, por mucho que se nos venda que son para la disuasión —más después de que ya se han utilizado contra población civil— Sobre armas nucleares nos hablan When the wind Blows, La hora finalo Juegos de guerra. Desde luego, si alguien sufre en una guerra las mismas consecuencias físicas y psicológicas que un soldado, son las personas que se dedican al periodismo de guerra. Nos lo explican en Las flores de Harrison, La corresponsal o Un día más con vida.
Para recordar lo difícil que es recuperarse después, no sólo físicamente sino también en el nivel comunitario, relacional, económica y mentalmente. Y, en definitiva, lo casi imposible que es recomponer la vida y el cuerpo tras la guerra, tenemos a Tavernier y su La vida y nada más o Rapsodia en Agosto de Kurosawa, además de Son of Babylon de Al Daradji. A los soldados también les cuesta salir del embrutecimiento de la guerra, como nos muestra Capitán Conan, o la película El cazador. Menos mal que también hay películas que nos recuerdan lo fácil y absurdo que es entrar en guerra, y la necesidad de la reflexión ante los agravios, como en Teléfono Rojo.
Muchas personas que lean este artículo no podrán evitar preguntarse ¿pero qué pasa si queremos diplomacia pero el otro quiere guerra? —yo misma me lo planteo— Desde luego, esta perspectiva nos conduce a un gran desasosiego. Pero lo cierto es que, vale la pena intentar un ejercicio de reflexión colectiva antes de iniciar la destrucción segura. Y eso pasa, sobre todo, por recordar.
Y ante la duda, siempre nos queda Apocalypsis Now. La películabasada en la novela El corazón de las tinieblas, que denunciaba la brutalidad colonial, y que en la película nos traslada al contexto de la guerra de Vietnam para denunciar brutalidades similares. La legendaria frase del fascinante personaje del coronel Kurtz nos recuerda “He visto horrores”. Seguramente, si nos preguntan, nadie quiere ver el horror.
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