Antimilitarismo
¿Armas contra el cambio climático? (I). Los peligros de militarizar la crisis climática y energética

Si el petróleo es la sangre de los metabolismos socioeconómicos contemporáneos, los departamentos de defensa y los ejércitos conforman el sistema inmunológico que defiende su modelo de crecimiento
Armas y soldados
(Fuente: Pixabay)
Ecologistas en Acción
28 abr 2022 07:50

Lo podemos leer en todos los informes elaborados por el Pentágono y la OTAN sobre “Seguridad Climática”: el cambio climático está reconfigurando el entorno estratégico y operativo de la seguridad nacional a escala planetaria. En este escenario cambiante, el cambio climático se configura como un reto para asegurar los flujos de capital fósil. Esto explica que los llamados riesgos climáticos vayan siendo incorporados a los cálculos y a las estrategias militares.

Podríamos resumir el problema que enlaza circulación, seguridad y economía fósil del siguiente modo: si el petróleo es la sangre de los metabolismos socioeconómicos contemporáneos, los departamentos de defensa y los ejércitos conforman el sistema inmunológico que defiende su modelo de crecimiento. El objetivo de esta inmunidad no es defender la vida o la sociedad, sino asegurar la extracción y el transporte de capitales fósiles hasta los centros de consumo. Por ello, no es posible entender la estructura de la actual crisis planetaria (climática, energética, migratoria, humanitaria y de recursos) sin atender al rol de los sistemas militares como guardianes del statu quo.

Al final de su mandato en 2016, Barack Obama señaló esta hoja de ruta: todos los organismos del departamento de defensa estadounidense debían asegurarse de que: “los impactos relacionados con el cambio climático estén considerados plenamente en el desarrollo de la doctrina, las políticas y los planes de seguridad nacional”. Hoy, y desde hace más de una década, los organismos de defensa como el Pentágono o la OTAN se preparan para poder operar en un mundo transformado por la crisis climática, pero no para prevenirla ni mitigarla. ¿Cómo hacer tanques que funcionen con hidrógeno y que puedan operar en el interior de fenómenos meteorológicos extremos? ¿Cómo fabricar balas “eco-sostenibles”?

Sintetizando la información recogida en informes elaborados por organizaciones pacifistas y ecologistas como FUHEM, TNI, Centre delás Estudios per la Pau o Greenpeace, y recogiendo múltiples avisos de la comunidad científica internacional, este artículo analiza siete razones por las que la actual estrategia de seguridad climática es todo salvo segura.

1. Perpetuación de la crisis climática

Las emisiones de CO2 de los ejércitos de todo el mundo se estiman entre un 5 y 6% del total de emisiones de carbono. Según The Costs of War de 2019, el Departamento de Defensa de los de los EEUU (DoD) es el mayor consumidor institucional de petróleo del mundo, habiendo emitido 1.200 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero desde el inicio de la llamada “Guerra contra el Terror” en 2001. Esto equivale al consumo anual de 257 millones de coches, el doble de los que circulan en los EEUU en este momento. Si el Pentágono fuera un país, ocuparía el puesto número 55 en el ranking mundial, siendo su consumo medio anual superior al de países como Portugal o Suecia. Concretamente, Estados Unidos gasta anualmente 81.000 millones de dólares en la protección militar del transporte y suministro de combustible, lo que significa un 16% del presupuesto de su Departamento de Defensa.

La importancia económica de la industria militar para las economías nacionales es la mayor barrera contra la desmilitarización (por ejemplo, en 2020 los beneficios de esta industria supusieron un 1,5% del PIB español). Su actividad global genera un bucle de retroalimentación positiva (incremento de emisiones → incremento de gasto militar → incremento de emisiones) del que no será posible escapar mientras que el crecimiento económico siga siendo el principal objetivo de las economías nacionales.

La importancia económica de la industria militar para las economías nacionales es la mayor barrera contra la desmilitarización
2. Perpetuación de la desigualdad social planetaria y del sistema patriarcal

Los principales países exportadores de armas (responsables del 67% de las emisiones mundiales de CO2) representan el 35% de la población mundial y concentran el 82% del gasto militar global. Es decir, mientras que el impacto ecológico de sus actividades se acumula en el planeta Tierra, sus beneficios económicos se concentran en muy pocas manos. Todo ello comienza en el conglomerado de procesos agrupados bajo el concepto de “extractivismo”: para garantizar la extracción estable de recursos, es necesario estabilizar ecosistemas sociales propicios para el enriquecimiento individual. Esta ética capitalista fomenta la corrupción y perjudica a la vida comunitaria.

Como lleva años analizando Eduardo Gudynas, la corrupción institucional y el apoyo en fuerzas paramilitares constituyen dos de las claves del extractivismo. El lazo que une la corrupción, la debilidad institucional, el extractivismo y el paramilitarismo está detrás de los asesinatos de activistas medioambientales en todo el mundo –según estudios de Nature Sustainability y Global Witness entre 2002 y 2020 han sido asesinados 2.161 activistas en la defensa del medioambiente–.

La lectura ecofeminista del extractivismo es, a este respecto, imprescindible para comprender la conexión entre militarización, patriarcado y extractivismo. Como señala Nick Buxton: “El patriarcado está profundamente arraigado en las estructuras militares y de seguridad. Se evidencia más en el liderazgo y el predominio masculino en las fuerzas militares y paramilitares del Estado, pero también es inherente a la forma en que se concibe la seguridad, el privilegio que los sistemas políticos otorgan a los militares y la forma en que el gasto y las intervenciones militares casi no se cuestionan, aunque no cumplan con sus promesas”.

El lazo que une la corrupción, la debilidad institucional, el extractivismo y el paramilitarismo está detrás de los asesinatos de activistas medioambientales en todo el mundo

Esto no significa que en la guerra no mueran hombres: significa que el sacrificio bélico de hombres jóvenes y pobres forma parte de esta misma lógica. La misma lógica belicista y clasista que hace de la violación un arma y de la mujer un trofeo de guerra (también en la actual guerra de Ucrania).

3. El aumento de los conflictos bélicos relacionados con problemas ambientales

Entre el 25% y el 50% de las guerras interestatales desde la crisis de 1973 han estado relacionadas con el petróleo. En la actualidad, en torno al 66% de las misiones militaresde la UE están relacionadas con el aseguramiento de la extracción de combustibles fósiles. La invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003 es un ejemplo ilustre, pero solo uno. Dentro de lo que Naomi Klein denominó “capitalismo del desastre”, expuesto en su Doctrina del Shock, no hay desastre socionatural del que el complejo energético-militar no pueda beneficiarse.


Respecto de la relación entre crisis climática y conflicto social, la retórica militarista lleva a cabo una doble falacia. Primero, se da por sentado que la “crisis climática” implica de forma automática el aumento de los conflictos sociales, cuando estos siempre están ligados a causas socio-políticas. Segundo, se da por sentado que dichos conflictos justifican la intervención militar. Un informe publicado por la revista Nature en 2019 concluyó: “La variabilidad y/o el cambio climáticos ocupan un lugar bajo en la lista clasificada de los impulsores de conflictos más influyentes en todas las experiencias hasta la fecha, y los expertos lo clasifican como el más incierto en su influencia”.

Entre el 25% y el 50% de las guerras interestatales desde la crisis de 1973 han estado relacionadas con el petróleo

4. Los combustibles fósiles amenazan la libertad, la paz y la democracia en los países exportadores

La crisis climática no implica necesariamente el aumento de los conflictos sociales, pero existe un vínculo casi inmediato entre la presencia de combustibles fósiles, el bajo crecimiento económico y la ausencia de democracia política en el sistema capitalista. Esto es lo que Alberto Acosta definió como la maldición de los recursos, por la cual la presencia de recursos naturales en un territorio no revierte en un mayor grado de desarrollo económico en comparación con aquellos países importadores que carecen de recursos naturales. La invasión Rusia de Ucrania refleja el mismo fenómeno pero a la inversa: cuanto mayor sea tu control sobre las reservas energéticas planetarias, menores serán tus reservas a la hora de declarar una guerra, invadir un territorio, suprimir la libertad de prensa, la pluralidad democrática o violar el derecho internacional.

En efecto, en un planeta ecológica y ambientalmente degradado, la militarización (como punta de lanza de las estrategias de seguridad nacional) no puede sino perpetuar la crisis climática, la desigualdad social, aumentar los conflictos bélicos relacionados con el cambio climático y degradar las condiciones eco-sociales necesarias para la paz y la democracia. Todo ello, sin embargo, solo nos muestra una parte del problema.

N.E. Mañana se publicará la segunda parte de este artículo: Armas contra el cambio climático (II). Despilfarro energético, crisis migratoria y destrucción medioambiental.
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