Personas sin hogar
Sinhogarismo: entre la intemperie y la burocracia

Al menos 28.000 personas, según el INE, viven en situación de sin hogarismo en España. La inadecuación de los recursos disponibles, junto a las dificultades para acceder a ayudas como el IMV, cronifican una problemática que vulnera sus derechos.
Plaza de las Comendadoras, Madrid sinhogarismo
Plaza de las Comendadoras, Madrid Álvaro Minguito
21 dic 2022 06:00

El pasado 19 de octubre, día internacional de la lucha contra la pobreza, el Instituto Nacional de estadística (INE) presentaba su segunda encuesta sobre personas sin hogar. En este documento se cifraban en 28.552 las personas en esta situación en el Estado. Un 25% más que las reflejadas en la última encuesta sobre esta temática, que data de 2012. Han pasado dos meses desde que la problemática del sinhogarismo se hiciera hueco en las portadas de la mano de los nuevos datos, arañando un lugar en la agenda mediática al que muchas veces no tiene acceso. 

Hogar Sí, entidad que trabaja con personas en situación de calle, muestra otras cifras en su página web: “37.000 personas sin hogar”, puede leerse, junto a la afirmación “podemos solucionarlo”.  Dos cuestiones destacan aquí: la primera es que el número de personas que viven en la calle no es fácil de relevar, y el número aportado por el INE solo contabiliza a quienes acuden a los recursos que existen para las personas sin hogar. Otra muy importante, en palabras de la subdirectora de la organización, Maribel Ramos:  “es que hablamos de un número suficientemente pequeño de personas como para que lo podamos resolver. No estamos hablando de resolver el problema del hambre en el mundo”. El sinhogarismo representaría, pues, “un problema pequeño en cuanto al número de personas afectadas, pero enorme en cuanto al impacto que tiene en las personas que lo sufren”.

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Entre las personas que lo sufren, está Manuel. Un accidente fortuito le llevó a la calle hace más de dos años.  Ahora no consigue salir de ahí, y no está solo, tiene una compañera y un bebé de 14 meses, que fue concebido en esas mismas calles.  Manuel ha encontrado un espacio en el centro de día de la asociación Realidades donde poder usar lavadoras, ducharse, alimentarse, pero también donde se le escucha y recibe un acompañamiento más integral. Considera que cualquiera puede encontrarse en su situación, como él mismo, que antes del accidente tenía una vida normalizada. Lo que resulta más complicado es salir: “Llega el momento en que entras en una espiral como la pescadilla que se muerde la cola y se hace muy difícil, aunque están muy bien los servicios que nos brindan estas personas, uno anda a la deriva esperando. Eso hay que experimentarlo para de alguna forma hablar de ello”. 

Desde la experiencia, Víctor, también considera que hay muchas más personas durmiendo en la calle que las 28.552 que señala el INE. Tanto Manuel como Víctor están sentados en una sala de Realidades donde se desarrollan talleres de comunicación o de alfabetización digital. Comparte mesa y conversación con ellos Bosco García Caparrós, director del centro de día. A García Caparrós, como a Maribel Ramos, no le salen las cuentas del INE. Considera que esta “foto fija”, deja fuera a muchos de quienes mal viven en las calles. Y es que, no solo hay muchas personas que no acuden a los recursos disponibles para ellos, como los centros de emergencia habilitados en la campaña contra el frío. Hay también quien decide pernoctar en naves industriales, o mujeres que viven con sus maltratadores, y que en realidad, no tienen acceso a un hogar seguro. “Siempre hay una parte de las personas que está sin hogar que se quedan escondidas”, apunta el responsable del centro de día.

Evitar los albargues a pesar del frío

Y es que no todo el mundo quiere ir a un albergue, y esta es una de las principales conclusiones que las organizaciones extraen de la encuesta, que los recursos que se ofrecen desde la administración, basados en el alojamiento colectivo de emergencia, no son suficientes ni apropiados, y por ello son muchas las personas sin hogar que rechazan moverse en ese circuito. Destacan sobre todo, que la existencia de estos recursos no está sirviendo para revertir la situación. “Ponemos medidas paliativas para resolver el frío de las personas, el hambre de las personas, la situación de desamparo en un momento determinado, la situación de soledad en un momento determinado. Pero no buscamos algo que facilite una solución de carácter estructural”, lamenta Ramos. 

Un problema estructural agravado por la coyuntura, por ejemplo, las circunstancias metereológicas, “imagínate lo que supone estar viviendo en la calle durante estas dos o tres semanas que lleva lloviendo de una manera constante. Imagínate todas tus pertenencias y tú misma constantemente mojadas, húmedas. Eso tiene un impacto finalmente en tu salud”, explica la vicepresidenta de Hogar Sí. 

“Imagínate lo que supone estar viviendo en la calle durante estas dos o tres semanas que lleva lloviendo de una manera constante. Imagínate todas tus pertenencias y tú misma constantemente mojadas, húmedas. Eso tiene un impacto finalmente en tu salud”

A Manuel le ofrecieron quedarse en un albergue por la campaña de frío: “yo ya he pasado por ahí y tengo claro que no es lo que quiero”, afirma. A Víctor, cada tanto alguien le pregunta qué hace en la calle, por qué no usa estas instalaciones. “Porque precisamente no son un espacio agradable. Yo estuve hace dos inviernos y aguanté tres semanas, no más”. Hace un resumen somero: “te meten con gente con diferente problemática, cada uno de su padre o de su madre, gente con problemas de adicciones, gente con problemas de alcoholismo, problemas de salud mental. Te meten a gente así en un barracón, unas 120 personas, y entonces tienes que convivir con ellos. Hay gente que no quiere pasar por eso”. Víctor se pregunta si lo que se pretende con estos centros, es ayudarles a salir de la calle, o simplemente esconderles. “Ahora en navidades no nos quieren ver por ahí deambulando por Preciados”, desconfía.

Y es que aparte de enfrentar el frío y la intemperie, las personas sin hogar deben enfrentar el estigma, estigma que muchas veces deviene en rechazo o incluso agresiones. Ramos cita un hecho reciente como ejemplo: En Gijón, dos jóvenes se grabaron agrediendo a una personas sin hogar que dormía en un portal, subiendo su “hazaña” en las redes. Para Ramos la deshumanización de las personas que viven en las calles se manifiesta en esta forma de cosificación: tratar a las personas sin hogar, como objetos en el paisaje urbano, a costa de los cuales puedo echarme unas risas.

Hogar Sí, de hecho, investigaba hace algunos años la violencia contra este colectivo: “Nuestros datos nos decían que en torno al 47% de las personas en situación de sinhogarismo habrían sufrido algún incidente o delito de odio”, son números, explica Ramos, que coinciden bastante con los datos de victimización que aparecen en la encuesta del INE y que incluyen desde el trato vejatorio hasta las agresiones físicas. Sin embargo, Ramos identifica un par de cambios en positivo. Por un lado, la aporofobia ha entrado en el Código Penal, por otro lado ve cierta conciencia de lo que esto implica, tanto en el ámbito policial como en el judicial, que por fin empiezan a considerar “que cuando una persona en situación de sinhogarismo se ve envuelta en situaciones de violencia, es más probable que sea víctima a que haya formado parte de una reyerta, como se entendía tiempo atrás”.

Tanto para Hogar Sí, como para Realidades, la única forma de plantar cara a una realidad que afecta a miles de personas es apostar por la vivienda, y posibilitar, como defiende García Caparrós, en referencia al centro de día, “una intervención social integral” que permita acompañar a las personas en su proceso hacia la recuperación de su autonomía personal. Bajo este enfoque, la vivienda es fundamental para posibilitar este acompañamiento, necesario en procesos vitales sacudidos por altibajos, e incluso quiebres.

Un camino, el de salir de la situación de calle, lleno de obstáculos, algunos de ellos plantados ahí por la propia administración, que de un lado apenas tiene viviendas públicas que puedan ser accesibles para estas personas, y por otro, no pone fáciles los trámites de medidas tan fundamentales cuando ni siquiera se tiene acceso a un techo, como el Ingreso Mínimo Vital. “Ahora, para todos los temas burocráticos, a partir de la pandemia, ya se hace todo de manera telemática, pero para nosotros el acceso a la tecnología es difícil, en el confinamiento, por ejemplo, estaban las bibliotecas cerradas”, Víctor recuerda que no todo el mundo puede disponer de un smartphone con el que completar, por ejemplo, los largos formularios del IMV. “Yo tuve la suerte de que en Realidades tenemos el servicio de internet y tenemos asesoramiento. Porque si no, uno se topa con la burocracia y se desespera: Eso sí que es un ejercicio de paciencia infinita”.

Víctor recuerda que no todo el mundo puede disponer de un smartphone con el que completar, por ejemplo, los largos formularios del IMV. “Uno se topa con la burocracia y se desespera: Eso sí que es un ejercicio de paciencia infinita”

El laberinto del IMV

Los laberintos burocráticos que tienen más presentes en la conversación, son los tendidos por la ayuda que venía a no dejar a nadie atrás, el IMV. Tanto Víctor como Manuel han tenido acceso a este subsidio, pero no ha sido nada fácil. Víctor se tuvo que empadronar en Realidades, Manuel en el Samur Social, pero no está seguro de que pueda continuar empadronado ahí. El primero esperó cinco meses a que se le concediera la ayuda, cuando llegó no estaba íntegra: aunque la recibió ya en 2021, le habían descontado de la cuantía percibida la prestación de desempleo que cobró en 2019. Así, durante un año, Víctor ha ingresado 100€ menos al mes, respecto a la máxima cuantía: desde los 470€ iniciales hasta los 566 a los que llegó después de la subida en marzo como respuesta a la crisis económica derivada de la guerra en Ucrania. Tras la última actualización, Víctor percibe la ayuda completa, pero conoce personas en el centro de día que perciben una cantidad muy reducida, como una compañera que está cobrando 67 €, apunta.

Con lo que gana, Víctor intenta ahorrar, pasa el tiempo en el centro de día y espera en algún momento poder alquilar una habitación, algo que no parece fácil. Los precios de la vivienda en cualquier sitio de Madrid, y en su inmediato extrarradio, hacen que no le salgan nunca las cuentas. A Manuel tampoco, si bien accedió al IMV no le esté llegando la ayuda que le corresponde, y es que, como padre Manuel de un bebé de un año, a la familia les correspondería un complemento mensual por hijo a cargo de 100€. Lo están esperando, pero todo se les hace muy lento. 

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Hace unas semanas, en el marco de los programas de radio que se emiten en Onda Realidades, Víctor y sus compañeros pudieron entrevistar al coordinador en Madrid de EAPN (Red Europea de Lucha contra la Pobreza en España) Ángel Hernández. Víctor retoma parte de aquella conversación: “hablando del ingreso mínimo vital, decía que cuando vas a reclamar lo que es un derecho, llegas a una ventanilla y parece que no quieres trabajar, te tratan como a un ‘presunto’ en vez de tratarte como una persona que está reclamando tus derechos, porque ‘presuntamente’ no te lo mereces”. A Víctor, que ha dedicado mucho tiempo para conseguir el IMV, los comentarios de Hernández le resuenan: “cuando presentas el IMV tienes que estar todo el tiempo pendiente. A mí cuando ya había presentado todo me requirieron el certificado de servicios sociales”. Un certificado que han de renovar anualmente, lo que provoca mucho estrés, pues se exponen a perder la ayuda si se les olvida o no consiguen ser atendidos a tiempo por servicios sociales, explica García Caparrós.

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En una sociedad con un 25% de personas en riesgo de exclusión —según los datos de la mencionada EAPN— choca que se fiscalice tan de cerca a personas que ni siquiera cuentan con una vivienda. Personas que con suerte acabarán ingresando una cuantía muy limitada para cubrir sus necesidades: “El coste de vida está aumentando y el IPC ahora está en el 6,5%, pero lo que son los costes de necesidades básicas, alimentación, sobre todo, está totalmente disparados”, recuerda el director del centro de día.

Para Ramos —aunque recuerda que al principio se hicieron algunos ajustes para no ponérselo tan difícil a las personas sin hogar que quedaban prácticamente excluidas por los requisitos relativos al empadronamiento— al final el IMV ha sido un despropósito: “tenemos un laberinto burocrático vinculado con la pobreza, que es absolutamente brutal. Deberíamos trabajar con un enfoque de inversión de la carga de la prueba, como el que se utiliza en el ámbito penal. Es decir: Si alguien está solicitando el IMV vamos a dárselo. Una vez que la persona ya lo tiene, valoremos si incumple alguno de los requisitos que se han establecido”, expresa la subdirectora de Hogar Sí. García Caparrós, por su parte, apunta a que sería mucho más transformador contar con una renta básica sin condiciones.

El sinhogarismo arrasa con otros derechos

Una idea se repite en las conversaciones: verse un día en la calle, es algo que le puede pasar a mucha gente, especialmente en tiempos económicamente complejos. Y cuando eso pasa, todos tus derechos se ven afectados. Por ejemplo, el derecho a la salud: “Estar en la calle genera más problemas de salud, pero también, además, estando en la calle es mucho más complicado poder recuperarte”, explica Ramos, y pone como ejemplo problemas de envergadura: ser tratado contra un cáncer, recibir un trasplante, son procesos que no se van a dar si no se cuenta con las condiciones para una recuperación.

“Es brutal, porque lo que estamos denegando a la persona es la posibilidad de sobrevivir a una enfermedad que aún siendo muy compleja, tienes la posibilidad de recuperarte”. También la salud mental se ve afectada, como recuerda el director del centro de día de Realidades, casi el 60% de las personas entrevistadas en la encuesta del INE tenía síntomas depresivos. García Caparrós quiso contrastar con la población en general la prevalencia de estos síntomas, era del 5,4%, según pudo constatar en una encuesta del INE de enero de 2021. En Realidades cuentan con un servicio de apoyo psicológico para las personas sin hogar.

“Se ha producido un incremento significativo del número de personas en situación de sin hogarismo en España, fenómeno que el propio sistema de atención al sinhogarismo está cronificando”

Manuel remite a conversaciones entre personas que están en la misma situación, y aborda la amenaza constante del desánimo.  Ante la realidad que viven, “solo queda la esperanza en tu corazón y no acabar cayendo en la tristeza. Porque entonces ya apaga y vámonos. Cuando la tristeza se quiere apoderar de todo de una vez, es lo más difícil”. Y es que el ciclo que empieza con la pérdida del hogar lleva a muchos a esa deriva de la que es muy difícil salir. Cuenta García Caparrós que la encuesta revela la importancia de la pérdida de domicilio: el 16% de las personas sin hogar consultadas habría sido desahuciado de su vivienda, un 15% no puede pagar un alojamiento, y a un 8% se le acabó el contrato de alquiler. “Todo esto es lo mismo: ‘vivienda’”, reflexiona: una escasez profunda de vivienda pública, y burocracia excesiva para intentar acceder a ella. Una situación que sufren particularmente las personas inmigrantes, que suponen un 30% de las personas sin hogar según la encuesta, pero también quienes pierden su empleo, un 27%, que ven así abrirse las puertas de la exclusión social sin que haya mecanismos institucionales para evitarlo.

Además, para mucha gente, ya no hay red que impida caer, pues las familias salieron muy castigadas de la crisis anterior. Muchas ya no pueden prestar apoyo. “En general, la gente está tirando de ahorros en muchos casos para poder cubrir a lo que no llega. Otros recursos como los bancos de alimentos, cada vez reciben menos comida mientras abordan una mayor demanda”, dimensiona García Caparrós el alcance de la crisis.

“La gente está en el alambre, y creo que es la gente que más empatiza con los que estamos sin hogar, la gente que se ve en el alambre, y dice: me puede pasar a mi cualquier día”, apunta Víctor.  Para Realidades, lo que se necesita para evitar estas derivas es la intervención pública, que cuente con una clara voluntad de acabar con el sinhogarismo, y con suficientes recursos, resume García Caparrós. En todo caso el camino va por otro lado del planteado hasta ahora, al menos eso piensan en Hogar Sí de los datos extraidos del informe: “se ha producido un incremento significativo del número de personas en situación de sin hogarismo en España, fenómeno que el propio sistema de atención al sinhogarismo está cronificando. Son las mismas personas las que nos están apuntando cuál es la solución. Y la solución pasa necesariamente por abordar un cambio en el modelo de atención para orientar a soluciones basadas en vivienda”, apunta Ramos. La vicepresidenta de Hogar Sí, espera que la ley de vivienda, que permanece bloqueada, aborde la cuestión del sinhogarismo, y que se cumpla con el compromiso que tiene el país, a través de la Declaración de Lisboa firmada el año pasado, de que ninguna persona duerma en la calle en 2030.

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