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Periodismo
Fin del “imperio del monopolio”: Cebrián sale de la presidencia ejecutiva de Prisa
La historia de Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944) sería la historia del éxito de una persona ambiciosa si no fuera por quienes le conocieron y escribieron sobre él.
La historia más sabrosa sobre los medios de comunicación la suelen escribir los rebotados de los medios de comunicación. La historia de Juan Luis Cebrián (Madrid, 1944) sería la historia del éxito de una persona ambiciosa si no fuera por quienes le conocieron y escribieron sobre él. Una historia de éxito que terminará este viernes, con su sustitución al frente de la presidencia ejecutiva de Prisa, el conglomerado comunicativo con más influencia política del país.
Pero, afortunadamente, el perro de vez en cuando come carne de perro: el periodismo habla del periodismo. “Cebrián es un cateto pijo, rencoroso y sin conciencia. Y las redacciones de los periódicos son hoy un entorno de peloterismo salvaje”. La autora de la cita es la periodista y escritora Maruja Torres, la fecha, el 9 de octubre de 2012. El motivo, más allá del arranque de sinceridad de una exempleada, era el Expediente de Regulación de Empleo en El País, principal medio impreso de la democracia española y bastión del Grupo Prisa.
Torres se permitió decir, con sus propias palabras, aquello que pensaban muchos de los más de cien despedidos en el ERE. Especialmente el calificativo de “sin conciencia” con el que retrataba a uno de los personajes más poderosos a nivel político de la Transición.
Del pueblo al país
Se ha hablado sobradamente del recorrido político de Cebrián. Hijo del director del diario de la Falange Española, Arriba, Cebrián estudió en el colegio de El Pilar, como gran parte de la “beautiful people” del poder madrileño, y comenzó su andadura en Pueblo, otro de los periódicos del régimen. Posteriormente, todavía durante el Franquismo, ejerció de responsable de Radio Televisión Española.
Su militancia por la democracia, en vida del dictador, se reduce a la mínima expresión en las semblanzas de sus críticos. En la promoción de sus memorias, Cebrián explicó que había salido de RTVE por “no ser franquista”. Pero más que la revisión de su biografía, es interesante saber cómo interpreta aquella época en el momento actual, y aquí no puede ser más claro. Para Cebrián, la Ley de Memoria Histórica de 2007 es una fuente de “conflictos y problemas”.
No así la Transición, una época de ensueño, como escribió en sus notas en el 40 aniversario de El País: “Quienes han criticado el proceso de la Transición política como un engaño o un invento en primordial beneficio de la casta dirigente, o son víctimas de su ignorancia, siempre atrevida, o manipuladores de la verdad histórica”. Y punto.
Demócrata de primera hora
No en vano, el autor de aquellas líneas comenzó a andar en democracia con buen pie. Su trabajo para Jesús Polanco, a la sazón editor de libros de texto favorecido por la entrada en vigor de la ley educativa Villar Palasí, hizo de Cebrián “alguien” en la industria de los medios de comunicación que se renovó en España tras la muerte del dictador.
Primero como director de El País (de 1976 a 1988), y siempre como lugarteniente de Polanco hasta la muerte del empresario cántabro, Cebrián venció las resistencias al modelo de negocio que vería triunfar a Prisa.
Las primeras fueron las resistencias internas. El comienzo de El País, un año después de la muerte de Franco y el más agitado a nivel social de toda la Transición, estuvo amarrado a los intereses de un sector del Régimen, concretamente el del aperturismo de negocios que representaba José María de Areilza, ministro de Exteriores del Gobierno de Carlos Arias Navarro.
La primera portada de El País, con Areilza en portada indignó a Manuel Fraga, su rival por la hegemonía del centroderecha (por supuesto dentro de los cauces del régimen).
Fraga tenía motivos para el enfado con Cebrián: como vicepresidente y ministro de Gobernación había sido el artífice de que el diario obtuviese las licencias necesarias para salir a la calle y, como accionista, esperaba que el diario que había contribuido a formar no ensalzase al que pareció, brevemente, su principal rival para la presidencia.
Otros sectores del diario se enfrentaron a Cebrián y Polanco, en una batalla legal que duraría varios años y que terminaría con la salida del tándem formado por Darío Valcárcel y Antonio García-Trevijano, que habían opositado al control de Prisa. Para asegurarse la mayoría, Polanco y Cebrián, según el periodista Jesús Cacho (hoy en Voz Pópuli), solucionaron varias tandas de problemas de uno de los “nombres respetables” del nuevo medio, José Ortega Spottorno, de los Ortega-Gasset de toda la vida.
La inevitable ascensión de Felipe González y la conversión de El País en el medio de esa nueva España que nacía con el abogado sevillano consolidó al medio y permitiría su expansión hasta convertirse en lo que se llamó, en expresión del locutor radiofónico José María García, 'el imperio del monopolio'.
El emperador y su sombra
'Supergarcía', Jesús Cacho o el fallecido Antonio Herrero formaron parte de ese club de periodistas damnificados por el omnipresente grupo Prisa –grupo Prisa-PSOE, según García–. Situados en el eje centro-derecha, huérfano de medios por la incapacidad de Diario 16 de competir en los 80 con El País. La irrupción de José María Aznar en el panorama político les hizo concebir esperanzas de igualar fuerzas con Prisa.
No era ese el plan. El PSOE, primero, autorizó la absorción de Antena 3 Radio por parte de Prisa, lo que dejó fuera de juego a los profesionales de esa emisora. Entre ellos García o los Herrero (Antonio y Luis). Cinco años más tarde, el 1997, Telefónica –a través del amigo de Aznar, Juan Villalonga (ambos expilaristas)– se rendía al poder de Prisa y renunciaba a la competencia en el pujante mercado de la televisión digital.
En el interín se producía una jugada con el sello Prisa. El juez Javier Gómez de Liaño había procesado a Polanco, Cebrián y otros directivos por apropiación indebida en el marco del caso Sogecable. Sus resoluciones se toparon siempre con la revocación por parte de instancias superiores y, finalmente, el “imperio” de Gran Vía obtuvo su venganza con la inhabilitación y prohibición del ejercicio del derecho a Gómez de Liaño, indultado después por el Gobierno de Aznar. Así contó el caso Rebeca Quintans en Juan Carlos I La biografía sin silencios (Akal, 2016).
“(...) El juez Javier Gómez de Liaño había abierto diligencias contra la sociedad [Sogecable] (perteneciente al Grupo Prisa) por presunta estafa con los depósitos de los abonados de Canal Plus. Pero cuando, en mayo de de 1997, citó a declarar a Juan Luis Cebrián, directo responsable como consejero de Sogecable, Aznar comenzó a recibir llamadas del rey, muy preocupado por el asunto. Aznar y su equipo no tenían desde luego ningún interés en ayudar a Prisa (de hecho, Polanco y su entorno no dejaron nunca de quejarse de que era el Gobierno del PP el que quería meterlos en la cárcel), pero cedieron a las presiones recibidas”.
Aquel caso mostró no solo la capacidad de movilización de las empresas de Prisa, comenzando por El País y la Cadena Ser, para defender a sus propietarios, sino la influencia de Polanco y Cebrián en las estructuras del Estado. Tanto en el poder judicial como en el legislativo.
Así explicaba Cacho en su estilo novelesco otro momento de la década de los 90, la del triunfo rotundo de Prisa.
"(...) a finales de mayo del 96 tuvo lugar un almuerzo en el Ministerio de Educación y Cultura, el corazón del negocio Polanco, en el que Esperanza Aguirre [entonces ministra de Cultura] y todo su equipo al completo oficiaron de atentos anfitriones ante Don Jesús [Polanco], Juan Luis Cebrián, Javier Pradera, Jesús Gómez Polanco, el 'núcleo duro de Prisa' en suma.
Fue un encuentro amable, e incluso cordial, no tenemos nada contra este Gobierno, ¿cuáles son vuestras ideas? ¿qué pensáis hacer con esto? (...) Terminado el almuerzo, la ministra corrió a preguntar a uno de los secretarios de Estado presentes en el ágape.
—Qué te ha parecido.
—Pues mira, Esperanza, tú sabes que este el Ministerio de Polanco desde la época de Villar [Palasí]: la cultura, la educación, la música, el deporte, el fútbol, todo eso es lo suyo y claramente ha venido a recordártelo y a decirte que yo puedo hacer que usted triunfe ante la opinión pública, pero también puedo hacer que se estrelle si intenta perjudicarme".
Eran los buenos tiempos, y aún durarían unos años más.
La segunda Transición: hacer dinero
La expansión internacional del Grupo Prisa vendría favorecida por la batalla de las plataformas digitales. A través de la integración de las dos ofertas de TV –Canal Plus (Sogecable) y Vía Digital (Telefónica), Polanco y Cebrián entraron en contacto con el grupo Cisneros, dueño de Venevisión, una de las principales cadenas de Venezuela. Opuesta al Gobierno de Hugo Chávez y al de Nicolás Maduro, para más señas.
Desde Gran Vía a México (acuerdo con Televisa), Bolivia (Garafulic), Colombia (Bavaria), Argentina, Brasil, Chile o Portugal. El poder de Prisa se extendió por 22 países. Una expansión a través de la radio, libros de texto de Santillana y la extensión de la “marca España” por los medios de comunicación de medio mundo, de la mano de las empresas del Ibex 35: Santander, BBVA y Telefónica.
El papel de Cebrián no pasó desapercibido para los principales poderosos de la tierra. En la década de los 2000, Cebrián ingresó en la nómina (de invitados) del Club Bilderberg, ese club con nombre de película de Stanley Kubrick en el que se reúnen las 130 personas más poderosas del mundo, previa invitación. Cebrián llegó a ser incluso uno de los miembros del steering committee, el comité que escoge quién está en la lista de invitados.
En julio de 2007 murió Jesús de Polanco, que añadió postreramente el 'de' a su apellido. Su capilla se instaló en la sede del Grupo Timón. Menos conocido que Prisa, Timón es la empresa financiera de la familia del empresario. Al edificio de la calle Méndez Núñez asistieron los dos expresidentes de gobierno socialistas, González y Zapatero, el entonces presidente del PP Mariano Rajoy, el exalcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, el presidente de El Corte Inglés o César Alierta, a la sazón presidente de Telefónica.
Como dice el título de una película, “Los funerales no son para los muertos, son para los vivos”. Y quien vivía era Cebrián, que no optó al puesto de presidente de Prisa, reservado para Ignacio, uno de los Polanco, pero que tomó las riendas del negocio desde aquel día del verano de 2007 hasta el día de mañana.
En 2012, el hijo de Vicente Cebrián se convertía en presidente ejecutivo de la compañía. Con él llegaron los nombres asociados a los fondos de inversión y la banca. La deuda de Prisa, que llegó a rondar los 5.000 millones de euros, abrió el paso al fondo Amber Capital, a los petrodólares cataríes, a think tanks como el del millonario Nicolas Berggruen o de representantes de fondos autóctonos como Azora.
Estos inversores eran el contrapeso a los grandes acreedores convertidos en accionistas de referencia de la compañía: Telefónica y los bancos (Santander, Caixabank y HSBC). Juntos suman más del 25% de las acciones de la compañía. Juntos, comenzaron a poner en cuestión el liderazgo de Juan Luis Cebrián. Lo hicieron por medio de la deuda, cómo no. Una deuda que la banca y los inversores no tiene problema en refinanciar si siguen viendo interés en mantener los medios de comunicación.
Un agujero, según sus críticos, derivado de las dudosas inversiones de la compañía auspiciadas por el periodista. Una deuda –al menos mil millones de aquellos 5.000– que, según Cebrián, es el fruto de la fusión digital entre su plataforma y la de Telefónica durante la etapa de Aznar.
Las noticias sobre el patrimonio personal de Juan Luis Cebrián fueron el motivo de otra demanda. El nombre de Cebrián apareció en los Papeles de Panamá, divulgados por un consorcio de medios, y en informaciones de El Confidencial con hechos que los abogados de Prisa (demandante) “no califican como falsos”. En el centro de la información estaban los vínculos de Cebrián y su mujer con el empresario petrolero hispano-iraní Massoud Zandi. Prisa denunció a la editora de El Confidencial por competencia desleal. El caso sigue abierto.
Los últimos tiempos en la empresa de Gran Vía fueron el alargarse de una agonía. Los accionistas, incluso los afines a Cebrián –como la familia Alcántara (magnates mexicanos del transporte) y los propios Polanco– han precipitado en 2017 la licenciatura con honores de Cebrián y su nombramiento como presidente honorífico de la compañía. Le sustituirá un hombre de banca, ligado al Santander, Javier Monzón, ex CEO del hólding público Indra y, cuentan, amigo del rey emérito Juan Carlos I.
El final de un verano
Pese a sus evidentes problemas económicos (en junio, las acciones de Prisa cayeron a su mínimo histórico), la influencia de Cebrián no ha decaído en el periodo de Rajoy. Bien al contrario, el entendimiento con Moncloa –especialmente con la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría– ha mejorado respecto a la época de Zapatero. No ha sido suficiente para mantenerse al frente de la compañía, quién sabe si han influido para su nombramiento honorífico.
De nuevo, son los damnificados por el 'imperio del monopolio', aquellos a quienes el propio Cebrián bautizó como el 'sindicato del crimen' quienes aclaran la cadena de (supuestos) favores entre el Gobierno y el Grupo Prisa que “tenía que haber quebrado porque debe 3.200 millones y que lo salva Soraya llamando al IBEX para que los acreedores se conviertan en accionistas: un milagro del capitalismo que sólo han conseguido Putin y Soraya”. Palabra del incalificable Federico Jiménez Losantos.
“Creo que Cebrián nunca fue una persona de convicciones. Por ese perfil, le salió bien el diario y el grupo, pero su plan de vida no era hacer un grupo progresista, creo que su plan de vida era triunfar, y triunfar en el capitalismo financiero significa crecer y crecer”, resumía la profesora de Comunicación Núria Almiron recientemente.
Su salida de Prisa permitirá a Cebrián volcarse en sus aficiones: las intervenciones contra el periodismo, la manufactura de editoriales para su periódico, y la escritura de libros biográficos están entre las principales. “No podemos seguir viviendo tan bien”, dijo en 2012 a una audiencia muy especial: los trabajadores de El País en protesta contra el ERE del grupo. En 2016, con la empresa en plena crisis, El Plural publicaba que los directivos de la empresa, con Cebrián a la cabeza, cobraban el 77% del beneficio anual de la empresa.
Quizá estos datos sirvan para explicar por qué, algunas veces, los perros se lanzan a comer carne de perro.
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Un charco de Rana. El periodismo ya no existe en manos de la banca . Indra, la que cuenta los votos, ¿qué votos? vaya usted a saber que papeletas contará esta getuza
Ojalá hubiera leído este artículo antes. Lo más actual lo conocía, lo antiguo menos. Espejismo de prensa progresista para un joven progresista como era yo en los 80.