Perfiles con tiempo
Jesús Irimia, actor: “Si sigo haciendo teatro es porque lo deseo y porque me produce placer”
Jesús Irimia (Santander, 1992) se mueve por el Teatro Circo Price (Madrid) reconociendo espacios en los que ha estudiado y trabajado. Nos detenemos en una sala casi vacía y colocamos una mesa y dos sillas a modo de atrezo para conversar. En la primavera de 2025 ha representado dos obras muy distintas: Contención mecánica y Farra. Pero de la unión de ambas emerge la sensación de un cambio: de haber llegado quizá a un punto de inflexión en su carrera como actor, un asomo de estabilidad no exento de vértigo.
Contención mecánica es una obra de teatro documental. Dirigida por Zaida Alonso, parte de una serie de entrevistas con personas que han sufrido contención mecánica, técnica que consiste en aplicar dispositivos de sujeción mecánica a un paciente. Se trata de la tercera obra de Teatro de los Invisibles, compañía gestada en Réplika Teatro y cuyos integrantes participan de forma colectiva en la creación de cada proyecto. Irimia interpreta varios papeles en Contención mecánica. “Es una obra muy dura. Habla de la violencia psiquiátrica. Tiene un capítulo de casi media hora que es el protocolo: cuando está el youtuber hablando de cómo hacer un protocolo [de contención mecánica] de una forma un poco paródica. Lo fuerte es que eso es documental: esos textos están extraídos de un protocolo que está colgado en YouTube”, explica. La obra combina los testimonios de personas diagnosticadas que han sido atadas con escenas de comedia cargadas de ironía.

Existe al final de la representación un momento de particular intensidad: la conversación que Irimia mantiene con el poeta Rafael Carvajal, que relata cómo sufrió contención mecánica en varios de sus ingresos. Nos detenemos en ese instante. “Es muy bonito porque le pongo la cámara, nos sentamos enfrente, nos miramos a los ojos y a veces nos permitimos hacernos una broma. Nos permitimos que sea especial y que vuelva a ocurrir cada vez que le pregunto. Y luego es que escuchar a Rafael es un regalo. Y entonces también se me hace muy fácil. No es como representar un texto, que además a veces los textos teatrales son muy bonitos, pero, claro, dices: ‘Ya, ya, pero ¿quién habla así?’. Y de repente aquí es que cuenta unas fantasías. Habla de que se desnudó para entrar en una iglesia porque pensaba que era San Francisco de Asís. Pues es que no hay una vez que el público no se ría. Entonces yo me río con el público”. Ese momento precede al final, en el que Rafael Carvajal lee un poema —que termina ardiendo— y Jesús Irimia le acompaña al contrabajo.
Farra está planteada como una celebración de la vida y el teatro a través de un recorrido por los principales autores del Siglo de Oro. Es la segunda ocasión en la que Irimia participa en una obra de la Compañía Lucas Escobedo. Estrenaron en Valencia a finales de 2024, estuvieron tres semanas en Madrid en el Teatro de la Comedia y este verano han actuado en los festivales de Alcalá de Henares, Olmedo y Almagro. “Parece que el teatro clásico es como una cosa elitista, para gente culta, intelectual. Y es que se nos olvida que no, que en el Siglo de Oro era para todo el mundo. O sea que eran obras que estaban hechas para que la gente estuviera ahí, se lo pasara bien y se riera… Y ahora se le da a veces como un aire y un aroma de importancia. Que no, que son para el pueblo”, apunta.

Contención mecánica arranca con Irimia en escena tocando el contrabajo eléctrico. Farra incluye un número de mástil chino protagonizado por Irimia. De modo que en ambas aparecen sus dos grandes pasiones: la música y el circo. Pasiones que remiten a su momento de formación y al despertar de una vocación. “De pequeño a mí me apasionaba el deporte. Y de repente, a los 14 o 15 años, descubrí la guitarra y esto sí que fue un enganche muy fuerte, que además nunca ha dejado de acompañarme: la guitarra y la música. Pero no, fue muy poquito a poco. Primero encontré la música, luego un poco el circo, luego un poco el teatro, hasta que después de un tiempo decidí dedicarme profesionalmente a ello y, para hacerlo, formarme. Sí que tuve unos capítulos un poco especiales. A los 15 años se murió mi madre. A los 17 mi padre. Y a los 20 años me operaron [de una peritonitis]. Me quedé en los huesos. Y ahí sí que fue donde dije: ‘Ya está. No sé lo que me va a hacer la vida, no sé qué va a pasar con la vida’. Entonces estos capítulos sí que estoy seguro de que me han marcado de alguna manera. Ahora, el arte entró justo antes de ellos y me ha acompañado hasta ahora. Eso también es verdad”.
La conversación está siempre matizada por los ojos intensos de Irimia, por su tendencia a sonreír y a aportar detalles de sus recuerdos. Cuando evoca la muerte de sus padres, sus palabras son claras, directas. Y enseguida celebra la entrega de su hermana (cuatro años mayor que él), lo arropado que se ha sentido siempre por su familia y la llegada a Madrid con 18 años.
Recuerda que llegó a Madrid con sus “hambres del arte” y tuvo que buscar un camino propio. “Cuando vine en 2010, empecé a estudiar Ingeniería de Sonido e Imagen, que originalmente podría parecer que tiene que ver. Mi realidad cuando lo fui descubriendo es que no. Era una carrera muy técnica: matemáticas, física, programación. Pero me dio un punto de vista también muy interesante. Y, mientras estaba acabando la carrera, empecé a estudiar teatro, porque en el camino me encontré con el circo y el circo para mí unía todos esos mundos: el virtuosismo, el riesgo, la exposición”. Su estancia en el colegio mayor Chaminade también influyó en su formación artística. “Elegí ese colegio mayor porque tenía un local de ensayos, con una batería, con amplificadores. Vivir en un sitio donde poder hacer música para mí fue un regalo. Y había un aula de teatro y un aula de circo. Aula de circo que curiosamente había creado diez años antes Lucas Escobedo. Y es otro pequeño punto de unión que tenemos. Por eso digo a veces que yo no sé si elegí al arte o el arte me eligió o nos elegimos juntos”.

Con la compañía de circo Círculum realizó seis giras de verano y actualmente continúa ofreciendo representaciones. En Réplika Teatro, donde se formó como actor, nació el proyecto Teatro de los Invisibles, con el que ahora representa Contención mecánica y trabaja en la creación de la cuarta obra de esta compañía. Su colaboración con la Compañía Lucas Escobedo, que se inició en 2021 con Adeu!, continúa en la actualidad con Farra. “Llevo diez años machacándome, encontrando energía de un montón de sitios y ahora ya está dando frutos”, rememora. Y entre tantos proyectos apunta que también ha habido lugar para la duda. De hecho, hace dos años cursó el máster para ser profesor de matemáticas. “Cuando lo hablo con la gente me dicen: ‘Claro, eso es como para tener una alternativa’. Y yo me he planteado que no es una alternativa, sino un ‘si sigo haciendo teatro es porque quiero, porque lo deseo y porque me produce placer; porque si no, haría otra cosa, no tendría que coger cualquier tipo de trabajo’. Podría trabajar de profesor, que también me gusta, también lo disfruto y me produce placer. Pero no, no, es que si hago teatro es porque lo elijo”.
Por los altavoces del Price han anunciado en tres ocasiones que está a punto de empezar una sesión matinal. Concluimos la conversación hablando sobre su reciente actuación en Cantabria, el próximo bolo en el Festival de Almagro, las sensaciones únicas que provoca el escenario y la perspectiva que ofrece el camino andado. “Sí que ahora tengo más los pies en la tierra. Igual después de tanto trabajo, de tantos encontronazos y de también de aprender tantísimo y de conseguir cosas maravillosas... Es que es una balanza muy compleja. Pero de todo estoy contento. Me alegro”.
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