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Perfiles con tiempo
Illeana Gómez, bailaora: “Estoy luchando por dejarme llevar más”
Madrid tiene un aire distinto en la primera quincena de agosto. La gente camina con menos prisa y los espacios parecen más anchos. Nos encontramos con Illeana Gómez (Laredo, Texas, 1984) en el café Barbieri de Lavapiés (Madrid). Son las cinco y media de la tarde del 9 de agosto. En la calle, los puestos de las fiestas de San Lorenzo empiezan a prepararse para la noche. En el interior del local, las conversaciones ocurren primero en voz baja y, conforme avanza la tarde, van subiendo de tono. Illeana Gómez habla con tono pausado y sonríe para acompañar algunos recuerdos. Quiere ser precisa.
Es bailaora y reside en Madrid desde 2017. Nacida en Estados Unidos, su vida parece un viaje marcado por la pasión por el flamenco. Un viaje singular, con idas y vueltas. Un viaje que, en agosto de 2023, transcurre en los tablaos y los teatros de Madrid. Iniciamos la conversación en el punto de partida de ese viaje: en una academia de baile de Laredo.
“He bailado desde niña, desde pequeñita, porque mi madrina bailaba y mi madre me puso en clases de danza española y de ballet clásico desde que tenía cuatro años. Siempre ha sido parte de mi vida de alguna manera. Pero yo conectaba mucho con la danza española y con el flamenco. Me gustaba mucho”. Recuerda su descubrimiento del flamenco como una revelación llena de preguntas: “Una vez vino un señor a dar un curso en mi ciudad, y me apunté. Todavía era muy chica y me acuerdo de que lo pasé mal, de que quería llorar de la frustración, de que no entendía, de que los pies me dolían. No entendía bien, pero me gustaba mucho”. Aquel curso marcaría con el tiempo su trayectoria académica y profesional.
A los 18 años comenzó sus estudios universitarios en la Universidad de Texas en Austin. Su carrera estaba centrada en la antropología. Continuaba bailando, pero en aquel tiempo no pensaba que pudiera hacer de la danza el centro de su actividad. Algo cambió cuando terminó la carrera de Antropología y se trasladó a la localidad de Albuquerque. Allí la familia Encinias había creado un programa de flamenco dentro de la Universidad de Nuevo México e impulsaba uno de los festivales más importantes del género. La bailaora recuerda su buena relación con Eva Encinias, alma mater del programa universitario y del festival. “Ella me dijo: ‘¿Por qué no te metes en la maestría de la universidad y sigues bailando y sacas un título y lo sigues explorando? Hice eso. Y creo que fui la primera en Estados Unidos en sacar un máster enfocado en el flamenco”.
La vida de Illeana Gómez se orientó desde entonces al baile y, en particular, al baile flamenco. Comenzó trabajando en el cabaret de María Benítez en The Lodge, en Santa Fe. Y más tarde se incorporó a la compañía Carlota Santana de Nueva York. Aquellas primeras experiencias profesionales las combinó con estancias en España. “Estudiaba en Sevilla cada vez que podía. Me quedaba el tiempo que podía y volvía. Así era toda mi vida básicamente: yendo y viniendo. Hasta que decidí que quería vivir en Madrid”.
¿Cuándo tomó la decisión de establecerse en Madrid? Aquí conviene hacer un pequeño inciso. Illeana Gómez ya había vivido en esta ciudad durante un año al comienzo de su etapa universitaria. Pero recuerda que entonces se sintió sola, que apenas conocía a nadie. De modo que el segundo salto a Madrid fue un salto distinto: arropado por artistas que había conocido en el mundo del flamenco y que residían en Madrid. Pero además hubo un factor desencadenante: la enfermedad y muerte de su padre. “Mi padre se puso muy enfermo, con un cáncer. Y me quedé con él durante un año. Y, cuando él falleció, como que me dio ese empujón de decir: ‘Es ahora o nunca, Illeana. Lo tienes que hacer porque nunca se sabe qué puede pasar’. Él estaba perfectamente y de repente tuvo un tumor en la cabeza. Me impulsó a decir: bueno, ya, voy a ir”.
“Empecé supliendo, poco a poco, en los tablaos y conociendo a la gente… y me fui metiendo en el circuito”, recuerda. Y se muestra agradecida con una ciudad en la que afirma haber encontrado en sus amigos a “una familia de aquí”, en la que también se ha sentido abrigada por el compañerismo: “La gente te ayuda, te abre hueco”.
A la hora de aludir a sus referentes en el mundo del flamenco, vuelve a la conversación la familia Encinias, pero surgen también los nombres de Juana Amaya, José Maya y Alfonso.
“El tablao requiere mucho enfoque porque es improvisación. No sabes lo que te van a cantar ni lo que vas a hacer ni cómo vas a desarrollar un baile de principio a fin”
El tiempo parece detenido en el café Barbieri, que conserva ese toque submarino de los cafés antiguos. Aquí rodó Erice una de las escenas más recordadas de El sur. Aquí suena ahora un mar de fondo de conversaciones y, entre ellas, las palabras de Illeana Gómez sobre el flamenco. “Vine aquí con la idea de mejorar en los códigos del flamenco. El tablao requiere mucho enfoque porque es improvisación. No sabes lo que te van a cantar ni lo que vas a hacer ni cómo vas a desarrollar un baile de principio a fin, y puede ser muy estresante, pero muy bonito. Es lo más bonito que existe del flamenco y eso es lo que a mí me encanta y es lo que quería”.
También actúa en formatos teatrales, donde el espectáculo está previsto de principio a fin. Ahí dice sentirse un poco más relajada y tranquila. Pero vuelve pronto a la conversación su pasión por el baile en los tablaos. “Para mí es mucho más difícil. Tienes que tener muchos recursos, tener la mente muy abierta, tener un nivel de enfoque increíble: estar ahí conectada con todos, contigo, con los músicos, con el espacio, con lo que puede pasar: cómo sube la dinámica de un baile, cómo respondo a una melodía que está tocando mi compañero… Son muchas cosas y, claro, tienes que estar bien, en forma y en técnica, y tener la confianza de, si tienes una idea, tirarla y no echarte para atrás”.
Con algún pudor surge una pregunta: ¿cómo explicar la experiencia de interpretar en un tablao? La respuesta de la bailaora está acompañada de gestos, de matices. “Estás en tu cuerpo, pero no estás. Es como una hiperconexión con el ambiente y con los compañeros. Tienes que estar en un nivel como de meditación, una sensibilidad… Como conectada con el guitarrista, conectada con el cante, conectada con tu cuerpo, con el público. Estar muy atenta a todo y sentirlo, pero al mismo tiempo poder controlar. Mucha gente me dice: ‘Te tienes que dejar llevar más’. Yo soy muy controladora para muchas cosas y me da miedo a veces dejarme llevar tanto. A veces empiezo a pensar en un brazo, en la técnica, a ver cómo se me vería esto… Pero en verdad estoy luchando por dejarme llevar más”.
El encuentro con Illeana Gómez tiene un epílogo al día siguiente de la conversación en el café Barbieri. El jueves 10 de agosto actúa en el café Berlín. Son algo más de las diez de la noche y da comienzo la actuación. El público asiste con respeto y entusiasmo a lo que ocurre sobre el escenario del café Berlín hasta la medianoche. La interpretación de Illeana Gómez la acompañamos aquí, a modo de cierre, de sus palabras sobre sus proyectos y deseos futuros en relación con el flamenco. “Personalmente, en el baile, es buscar mi persona y acercarme más a encontrar mi personalidad bailando. Limpiar un poquito y quitar, y enfocarme en lo que yo quiero contar… como Illeana, americana bailaora de flamenco en Madrid. Eso es una cosa. Luego, por otro lado, seguir mejorando mi baile de improvisación, porque creo que es algo súper bonito y muy difícil. Y luego algún día sí me gustaría montar un espectáculo, algún día… no tan lejano. Estoy ahí en mi cabeza maquinando, pero no, todavía no”.
La madrugada del 11 de agosto de 2023, las calles de Madrid siguen pareciendo más anchas que de costumbre. La medianoche se asemeja al comienzo de algo cuyo fin es difícil adivinar. En esta ciudad Illeana Gómez ha encontrado su espacio y ahora busca ganar confianza, limpiar y dejarse llevar.