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Pequeñas grandes victorias
Nuestro poder
Vamos a probar a numerarnos. Somos millones, de acuerdo. Al mismo tiempo quizá no lleguemos a unas decenas de miles. Hablo de personas con tiempo para leer o escuchar opiniones sobre futuros posibles y con espacio imaginario para pensar si están o no en nuestras manos. Tener ese espacio requiere haber recibido el trabajo y el cuidado de muchas otras personas, vivas y muertas, dándonos alas para estudiar, leer, argumentar y refutar en entornos de los que también pudimos alimentarnos. Ahora estamos aquí. Desde situaciones diferentes, facilidades, dificultades, gratitudes y furias diferentes, nuestra mirada se proyecta hacia la construcción de un horizonte que no sea el previsible. Pongamos un número: cuarenta mil vinculadas a medios y colectivos alternativos, a, por usar el buen nombre de un proyecto que ya existe, una constelación de los comunes.
Personas mejores ni peores que tantas otras. Y hay muchas más. Por eso digo que somos millones. No se trata ahora del momento de las siglas. Ni hay exclusión de las centenas de miles y las centenas de centenas de miles que trabajan y luchan cada una en su contexto. Pero empezar a numerarse permite hablar y tomar decisiones. Dibujemos eso que en otro campo semántico se llama efectivos y, usado así, en plural, describe a las fuerzas que reciben una misión conjunta. Habrá quien diga: cuarenta mil es poco, o una exageración. Sea un punto de partida.
Cuarenta mil personas para una misión que no es matar vampiros, aunque se le parece, sino aproximarnos a futuros vivibles y no solo con la imaginación. Bajo el paraguas del concepto de poder, contaba Néstor Kohan, no podían convivir en igualdad de condiciones el plan Colombia por el que Estados Unidos destinó en 2016 más de 140.000 millones de dólares a fortalecer el ejército en Colombia, con la influencia de una maestra sobre el alumnado de una pequeña escuela en el monte. Parece evidente, pero cuántas veces se olvida lo evidente. Porque mientras comentamos y nos alimentamos de visiones de lo que está mal en el mundo y de lo que podría estar bien, hay otro poder ejercido mediante monopolios totalitarios, alianzas militares, extractivismo, control no democrático de las normativas, desastres impuestos, capital destinado a generar, decía Raymond Williams, las presiones decisivas del orden social capitalista que “se ejercen en una gama muy estrecha y a un plazo muy corto”: un empleo que conseguir, una deuda que pagar, una familia que mantener, una salud amenazada, un cansancio que transportar.
La derecha parece menos dividida porque acumuló con violencia fatiga ajena, el capital que se reparte; las divisiones no son un rasgo de carácter, sino, a menudo, una consecuencia de la desigualdad
¿Cuál es, entonces, nuestro poder? No es poco, eso quiero decir. No es poco cuando, además de hacer relatos, hacemos nuestras instituciones. Una institución es una organización o sistema de organizaciones formada, al menos, por una estructura encarnada en personas; muchas tienen componentes no humanos, edificios, dinero, materiales. Lo que más nos falta es la segunda parte, los materiales, y es probable que sigan faltando. Sin embargo, quizá podamos abandonar ya, por suficientemente usado, el sketch de Monty Python de las divisiones de la izquierda y el frente popular de Judea: la derecha parece menos dividida porque acumuló con violencia fatiga ajena, el capital que se reparte; las divisiones no son un rasgo de carácter, sino, a menudo, una consecuencia de la desigualdad.
Pero somos cuarenta mil personas ligadas a propósitos, que a su vez se relacionan con cinco o veinte y cada una de esas con otras diez que aprenden a sostener colectivos como puede sostenerse una institución: al modo de Italo Calvino, para hacerla durar y darle espacio. Cuatro millones de personas organizadas y coordinadas son un cambio de mundo.
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Lenin
Gracias por este aliento de ánimo en forma de artículo.
Porque después de leer el otro artículo sobre la situación de los alquileres inmobiliarios se cae el alma a los pies en cuanto a desesperanza sobre un futuro humano