Opinión
Los acontecimientos están en la silla

El jinete sirve al caballo, El vaquero sirve al ganado, El mercader sirve a la bolsa, El comensal sirve a su bocado; Es el día del artefacto, De hilar la red y moler el grano; Las cosas están en la silla, Y cabalgan al ser humano. -- Ralph Waldo Emerson, 1847
La frase de Emerson, “las cosas están en la silla”, a menudo se parafrasea como “los acontecimientos están en la silla”. Son, por descontado, conceptos muy diferentes, aunque ambos van al tuétano de la cuestión del control que tienen los seres humanos tanto de las cosas como de los acontecimientos. A este respecto, recientemente leía la correspondencia de Simone Weil y me crucé con una carta que escribió a su hermano inmediatamente después de que los alemanes entrasen en Polonia en el otoño de 1939. Escribió que, “la tentación de dejar que los periódicos, los telégrafos y los acontecimientos actuales en general absorban nuestro tiempo y nuestra mente es grande, pero intelectualmente peligrosa”.
“La misma gente que ha pasado sus vidas participando de manera activa en los acontecimientos en curso en búsqueda de algún objetivo u otro ahora se ven obligadas a abandonar, y a sobrellevarlo con el limitado trabajo que el destino les ha asignado. Pues el destino ahora todo lo determina, y después del destino, las decisiones que unos pocos hombres en posiciones de poder alrededor del mundo pueden tomar en un instante cuando se enfrentan a situaciones inesperadas. El rol del individuo es indefinidamente inexistente, más allá de las actividades apropiadas a los individuos privados. Quienes intenten ir más allá de estos límites se verán totalmente impotentes para lograrlo o se arriesgan a conseguir el resultado contrario a sus deseos, con independencia de cuáles sean, teniendo en cuenta que los acontecimientos son ahora mucho más fuertes que el hombre”.
Este pasaje me llamó la atención por su actualidad. Una vez más, EEUU bombardea a otras naciones. No hay nada en todo este embrollo de cosas y acontecimientos que me haga sentir más políticamente impotente que la completa inhabilidad para cambiar el negro corazón del Leviatán militar que se encuentra en los fundamentos de la vida estadounidense.
Esta habilidad de los pocos para actuar unilateralmente es un síntoma claro de declive político
Y con todo, la cita de Weil me hizo pensar en mucho más que en este suceso y en la atmósfera política en general en Estados Unidos a lo largo de mi vida. Desde muy joven estuve enganchado a las noticias (news junkie). Cuando entré en política, durante un tiempo me pude engañar a mí mismo pensando que mi adicción era parte de mi trabajo. Con el paso del tiempo, a medida que he visto el declive de la democracia en Estados Unidos y sobre todo el absoluto retroceso de la mayoría de personas a las actividades de sus asuntos privados, se me hizo cada vez más claro que era completamente incapaz, no importa cuál fuese mi deseo, de impactar en los acontecimientos que me preocupaban. Y como Weil observa, mis acciones, especialmente respecto a la elección de personas, estaban consiguiendo los resultados contrarios a mis deseos.
Mucho peor, a medida que la democracia en EEUU se atrofiaba, los pocos hombres en posiciones de poder que tomaban las decisiones en un instante a situaciones inesperadas creció, aunque también ellos eran más títeres del destino de lo que ellos o nosotros estábamos dispuestos a creer. Y lo que es más importante, esta habilidad de los pocos para actuar unilateralmente es un síntoma claro de declive político. Hay una increíble inercia a lo largo de todo el espectro de la política estadounidense en este momento, una inercia que se mueve, sin esfuerzo, hacia la gente y los acontecimientos como si cualquiera y todo el conocimiento anteriormente obtenido de exactamente las mismas acciones se hubiese olvidado de inmediato.
Weil recomendaba que “en la medida en que uno piensa en los acontecimientos actuales, es necesario intentar y centrar la mente en los estudios, como la historia, la estrategia, etc., que nos preparan para comprenderlos sin hacer que participemos de ellos directamente. Incluso si el conocimiento de estas materias nunca sirve a un propósito, adquirirlo permite evitar quedarse desmoralizado durante las malas rachas que el mundo ha de atravesar (lo que en el siglo XVII se llamaba el infortunio de los tiempos). Pero para eso se necesitan libros”.
En Weil he encontrado a una hermana espiritual. A pesar de todo lo que dijo, Weil nunca se desvinculó. Al final de su breve y hermosa vida, aún contemplaba crear un cuerpo de enfermeras para que fuese enviado a las líneas de frente de la guerra en paracaídas.
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