Ciencia
La insoportable levedad de los cuidados en la Academia

La presión académica que sufren los investigadores ha experimentado un notable aumento en los últimos años generando una importante desigualdad dentro del sistema pero ¿quién lavaba la ropa de los grandes genios?

lavanderas
“Mujeres lavando” de Rosario Weiss

Un blog sobre ciencia y poder.

Ana Valdivia - María Coto-Sarmiento
24 feb 2020 07:00

Durante los últimos años, algunas de nuestras universidades han empezado a presentar programas en los que se proponen estrategias para garantizar la igualdad de oportunidades entre el personal investigador. Entre los objetivos que se marcan dentro de estas memorias se encuentran el uso del lenguaje inclusivo, difundir actividades divulgativas con perspectiva de género o realizar talleres para nuevas masculinidades. A pesar de que la voluntad es buena y se intenta que estas instituciones medievales evolucionen al mismo ritmo que lo hace la sociedad -o parte de ella-, muchos de estos programas carecen de propuestas estructurales, entre las que se encuentra algo que pensamos fundamental, los cuidados.

Pero, ¿y qué son los cuidados? La palabra cuidar viene del latín cūrāre que significa prestar atención hacia algo, alguien o hacia ti misma. Cuidar(se) significa preguntar, callar, saber poner límites, comunicar necesidades, entender las de las demás. También significa acompañar la enfermedad, la infancia y la vejez. Significa criar, fregar, cocinar, lavar y planchar. Pero también abrazar tus debilidades, lidiar con tu ego y tu fragilidad. Y esto, ¿cómo encaja dentro del mundo académico?

La alta competitividad y el estrés están a la orden del día en la academia. Se vive en una especie de burbuja donde el personal investigador compite por tener más prestigio, basado en el actual sistema de publicaciones publish and perish

Tanto las publicaciones como el propio prestigio son necesarios para llegar a una estabilización que, muchas veces, no llega a producirse hasta pasados los 40 años de edad. En definitiva, hay que hacerse notar porque la competencia es enorme y no hay plazas ni becas para todas las personas dentro del sistema. Este hecho ha acabado por perjudicar la palabra cuidados y su presencia en el sistema académico. Pero dentro de la universidad o centros de investigación, nadie habla de ello o parece que no existe. En algunos casos, puede incluso estar mal visto; en otros, se asocia a una especie de grupo de gente que organizan talleres sobre poliamor y resacas emocionales. Nada más lejos de la realidad.

La falta de estos cuidados ha hecho que la mayoría de personas que se dedican a la investigación termine por adaptarse a este sistema y normalicen ciertas actitudes o prácticas poco éticas. O acaben por abandonarla. Las instituciones tampoco dan soluciones concretas, más bien se dedican a focalizar el problema en el individuo bajo un halo de capitalismo friendly con el lema de “cuídate a ti mismo/a”.  En definitiva, ¿qué sufres de estrés? Apúntate a los cursos de mindfulness o de yoga que te ofrecemos para mejorar tu rendimiento. ¿Que para cumplir objetivos necesitas más horas? Te ponemos una sala con sofá para que te eches la siesta, una máquina vending, y un gimnasio. ¿Que eso no es suficiente para que te sientas cómodo/a en este ambiente? Entonces está claro que eres tú el problema.

Este hecho también se puede enmarcar en un notable crecimiento del purplewashing en la academia en los últimos años mediante la celebración de jornadas que buscan reivindicar y reforzar el papel de la mujer en la academia. No obstante, a pesar de tener buenas intenciones, con frecuencia se obvian ciertos factores como la precariedad y la falta de cuidados.

Empecemos por un ejemplo de los cuidados durante la maternidad. En esta etapa se observa una total ausencia de salas de lactancia en los centros de investigación o en las universidades, ¿es que no se sigue dando el pecho después de una baja por maternidad? Resulta tan desalentador que se ha llegado incluso a normalizar que la mayor parte tengan que acudir a los baños, donde a veces no cuentan con medios adecuados.  El tema de las conferencias es otro punto destacable aquí. La mayor parte de ellas no cuentan con un servicio para los cuidados de menores. Esto hace que muchas personas encuentren materialmente imposible asistir a cualquier evento al no barajar otras opciones que permitan compaginar su papel de investigador/a con el de cuidador/a pero ¿cuáles son las consecuencias? En un mundo académico tan competitivo puede convertirse en una falta de presencia curricular que podría marcar la carrera de cualquier investigador/a a la hora de presentarse a una plaza fija. Afortunadamente, no todo es gris, y algunos eventos empiezan a incorporar servicios de lactancia, guardería, entre otras medidas inclusivas. Por ejemplo, algunas de las conferencias en inteligencia artificial como NeurIPS o FAccT, han incluido en su última edición un servicio gratuito de guardería, entre otras. No obstante, todavía queda mucho por hacer.

Otro punto interesante donde se ignora la palabra cuidados es en la excesiva disponibilidad dentro de la academia. La mayor parte de este trabajo exige estar siempre “en alerta”: reuniones de trabajo a las ocho de la tarde, fechas límites que caen en fin de semana o llamadas a altas horas de la madrugada, que hacen imposible la compatibilidad con el cuidado de otro ser dependiente o simplemente la gestión básica de un hogar. ¿Alguien se pregunta quién hace la compra, cocina, limpia, gestiona averías y demás de los investigadores de prestigio que se encierran en el laboratorio de 9 a 9? Como consecuencia, finalmente se acaba por expulsar a estas personas con un “si no estás disponible siempre, no puedes trabajar aquí”. Esto afecta en mayor medida a investigadores de sectores desfavorecidos, quienes no tienen capacidad para externalizar las tareas de cuidados que sostienen su investigación.

Llegados a este punto, es necesario preguntarse por qué la mayor parte del personal investigador con altos cargos son hombres (catedráticos, directores de departamento, etc.) y, ahondando un poco más, por qué tan pocas personas de clases bajas tienen mayor dificultad en acceder a la carrera investigadora.

A estas alturas no sorprenden las afirmaciones de que el rol de cuidadora siempre está presente en la mujer, tanto en la sociedad en general, como dentro de la academia. De hecho, también se encuentra presente en el sistema académico como fiel reflejo de la sociedad actual. ¿Imagináis cómo es compaginar el acompañamiento a médicos o actividades extraescolares con experimentos y sexenios? Son muchos los estudios que analizan cómo la carrera de una investigadora experimenta su freno durante la maternidad. Recientemente, un grupo de investigación identificó que casi la mitad de mujeres científicas estadounidenses del área STEM cambiaron su contrato de jornada completa a parcial después de dar a luz. Este factor se incrementa con el nacimiento de un segundo hijo, mientras que en el caso de los investigadores masculinos el porcentaje no llega al 23%. Como resultado, estos perfiles tienen que abandonar su carrera profesional por el cuidado de la vida, dejando a la parte masculina un llano camino para ocupar altos cargos dentro de la academia (porcentaje de catedráticos, IPs, etc.). Otro estudio identificó que tanto mujeres como hombres tiene una productividad e impacto equivalentes en academia, no obstante las tasas de abandono de las mujeres investigadoras con el paso del tiempo eran mucho mayores.

La otra opción para las mujeres es desarrollar un perfil profesional masculinizado que encaje en las expectativas y requisitos profesionales que se han perfilado en la ciencia durante siglos, o compaginar cuidados y éxito profesional bajo el peligroso mito de la “super-mujer”. Esta falta de mujeres en los altos cargos también ha repercutido en la ratios de consecución de los proyectos, siendo altamente probable que sean repartidos mayoritariamente entre investigadores masculinos.

El mismo tema se ha tratado de justificar por algunos investigadores como una diferencia innata en las prioridades entre hombres y mujeres, es decir, los investigadores masculinos abogan más por el éxito en sus carreras, mientras que las investigadoras priorizan en mayor medida los cuidados o la vida familiar. Sin embargo, este análisis peca de simplista, puesto que dentro de la medida del éxito en el mundo académico jamás se tiene en cuenta el esfuerzo extra que suponen determinadas tareas de cuidados, penalizando en su mayoría a las mujeres. O el esfuerzo extra que supone la inequidad de un sistema como el académico donde se ignora el género, la raza o la clase social.

En el caso español, las voces de cuatro investigadoras impulsaron el movimiento #ocientificaomadre en Twitter con el objetivo de visibilizar la penalización que supone en la investigación tener un rol de madre o cuidadora. La mayoría de las convocatorias españolas no contemplaban ningún tipo de interrupción en la carrera científica, lo que terminaba por perjudicar a las mujeres investigadoras que habían decidido ser madres o estar al cuidado de personas. Finalmente, y gracias a la voluntad de las investigadoras que pusieron en marcha esta campaña a través de una recogida de firmas, se consiguió que este problema se debatiera en el entorno académico. No es de extrañar que muchas de ellas usen su baja de maternidad para publicar artículos de investigación, escribir proyectos, etc. y que se haya normalizado de una forma casi imperceptible. Los meses de baja maternal para la academia no existen y, por ello, deben seguir siendo productivas si aspiran a la ansiada posición permanente.

La palabra cuidados no solo se refiere a la crianza, sino también al cuidado de otra persona dependiente o a la gestión del hogar. Dentro de un contexto precarizado para los recién llegados, es necesario realizar también cuidados hacia nuestras compañeros/as de despacho, laboratorio o grupo de investigación, así como verbalizar la necesidad de crear un ambiente laboral sano.

En resumen, es necesario el apoyo mútuo. Dentro de estos entornos tan contaminados por la competitividad, la fragilidad de la persona se muestra como un síntoma de debilidad, de “no vales para esto”. Esta falta de cuidados, resultado de la alta competitividad en la academia o la excesiva autoexigencia, puede llegar hasta límites inimaginables.  En los últimos años, recientes casos de acoso en la academia han salido a la luz en todo el mundo . La desprotección en el sistema académico es brutal, llegando incluso a casos más graves donde el mismo personal investigador se siente incapaz de seguir, abandona, o se autoculpabiliza de su estado, en casos claros de acoso laboral. Un reciente caso en la Universidad de Granada pone de manifiesto este tipo de prácticas, que se perpetúan dentro de la academia. En esta universidad, una profesora fue obligada a renunciar a su plaza, después de haberla ganado, debido al acoso laboral ejercido por la directora del departamento, que tenía una candidata preseleccionada, ¿nadie se da cuenta de este tipo de casos o es que queremos escurrir el bulto?

Es por ello que es necesario contar con un apoyo suficiente en este arduo camino que es la carrera académica. Estas necesidades también son válidas para el personal ya estabilizado. Una de las cosas más sorprendentes que uno se puede encontrar en el mundo académico es la cantidad de rencillas, disputas, envidias y conflictos sin resolver que existen en los departamentos o grupos de investigación y que se heredan de forma sistemática. Existe en estas instituciones una lucha de egos que merman las capacidades de cooperación entre el personal investigador y/o docente; y que daña emocionalmente y mina la confianza de las personas que trabajan en este entorno, sobre todo en las personas que se encuentran en posiciones de desventaja.

Dentro de la investigación, los altos niveles de autoexigencia campan a sus anchas: “después de la entrega de un proyecto con fecha límite, me pongo con los experimentos de otro paper”, “este fin de semana trabajo y cancelo una cena con mis amigas, tengo que entregar el borrador del proyecto al comité antes del martes”, “trabajo estando en el paro preparando nuevos experimentos, escribiendo la tesis o proyectos, debo publicar ese artículo como sea”, “trabajar los fines de semana y no cogerse todas las vacaciones me da puntos”, etc. Este tipo de pensamientos y acciones es muy recurrente entre las personas que nos dedicamos a la investigación, y muchas veces pasa por no saber ponernos límites. De hecho, estudios recientes que examinan las fechas y horas de envío de artículos encuentra que es habitual que estos se envíen fuera del horario laboral y durante el fin de semana. Como hemos recalcado a lo largo de este artículo, este entorno tóxico, competitivo e inhumano hace que nos exprimamos hasta estallar por tal de conseguir ese contrato tan deseado hacia la estabilidad, entregar ese artículo dentro del deadline, o complacer a nuestro director de tesis.

La necesidad de poner medios para ejercer los cuidados en la academia se hace cada día más patente. La deriva hacia fines basados únicamente en la productividad, la competitividad y el prestigio está provocando que, poco a poco, cada vez más personas “abandonen la investigación porque no soportan la humillación personal, afectiva y humana que conlleva” (Marina Garcés, Nueva ilustración radical). Resulta primordial considerar tales aspectos para poder construir un entorno más humano donde los cuidados jueguen un rol importante en la academia.








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