Palestina
Miles de trabajadores de Gaza siguen atrapados entre el limbo y el desamparo en Cisjordania

Mientras continúa la ofensiva israelí sobre la Franja, unos 5.000 de trabajadores gazatíes permanecen hacinados en instalaciones públicas, albergues o polideportivos de territorio cisjordano.
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Riad e Ismaat, trabajadores de Gaza que tenían permiso de trabajo en Israel y están atascados en el Hotel Sanabel de Ramala. Foto de Tom Grossman.
10 nov 2023 05:00

“Queremos seguridad para volver”, dice Mahmoud, palestino de Gaza que tenía permiso de trabajo en Israel, y que tras estallar el conflicto entre el Ejército israelí y Hamás hace un mes, sigue desplazado en la Cisjordania ocupada. Mientras continúa la ofensiva israelí sobre la Franja, unos 5.000 de trabajadores gazatíes  permanecen hacinados en instalaciones públicas, albergues o polideportivos de territorio cisjordano. “No queríamos problemas, solo íbamos a trabajar a Israel, pero ahora estamos sin derechos. No hay gobierno ni ley que nos proteja”, lamenta Riad, que permanece a la espera entre otros desplazados en la urbe de Ramala.

Su situación es muy incierta, la mayoría está en un limbo del que nadie sabe claramente cómo salir, y muchos de ellos –aunque no todos- quieren regresar a la Franja con sus familias pese al infierno en que se convirtió. Sin embargo, buscan hacerlo con garantías de que no serán arrestados en el viaje de vuelta y retenidos durante días o semanas por Israel, como pasó con otros 4.000 gazatíes que fueron encarcelados, incomunicados sin cargos formales ni justificación jurídica clara, hasta ser deportados de mala manera a Gaza los últimos días.

Unos 400 hombres están repartidos en tres plantas, durmiendo uno casi al lado de otro en colchones al suelo de grandes salas

Uno de los lugares que hasta ahora acogen a los gazatíes que permanecen en Cisjordania es el Hotel Sanabel, en la misma Ramala —capital de facto de la Autoridad Palestina— donde unos 400 hombres están repartidos en tres plantas, durmiendo uno casi al lado de otro en colchones al suelo de grandes salas. Cada estancia solo tiene tres duchas y un baño. Mientras, yacen entre mantas, sábanas y las pocas pertenencias que se llevaron tras escapar de un momento para otro de los lugares donde trabajaban en Israel cuando inició la guerra. Hasta el siete de octubre, unos 18.000 gazatíes tenían permiso de trabajo en el Estado judío, pero sus propias autoridades se lo derogaron después del ataque de Hamás. Tras ello, ahora temen la persecución del Estado en el que trabajaron por meses o años, donde contribuyeron a su economía como mano de obra barata.

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Imágen de una de las plantas del Hotel Sanabel de Ramala, con cientos de gazatíes desplazados durmiendo en colchones en el suelo. Foto de Tom Grossman.

“Todos tenemos miedo”, confiesa Mahmoud, de la ciudad de Gaza, mientras piensa en su familia, desplazada al sur de la Franja tras los bombardeos que devastan norte y centro del enclave. Tamer, otro hombre en su cuarentena, se enteró a distancia de cómo más de veinte familiares suyos murieron en los ataques, entre ellos su hijo de diez años. Sale del Hotel Sanabel con Tareq, vecino suyo del barrio gazatí de Sujaiya, a quién mataron su mujer y una hija. “Casi no tenemos dinero ni sabemos qué hacer”, dicen frustrados mientras salen a la calle.

Poco antes, empleados de la Autoridad Palestina –organismo con autogobierno limitado en Cisjordania- les reparten comida, más allá de proveerles alojamiento y algo de dinero. Sin embargo, “las condiciones en qué están muchos son bastante precarias”, dice una fuente del sector de derechos humanos sobre terreno que pide no ser identificada. “Muchos están en salones enormes, no tiene privacidad, se sienten tratados como ganado por las propias autoridades palestinas”, remarca, matizando que algunos sí están en espacios más pequeños, pisos o acogidos por familias, en lo que parece más una muestra de solidaridad de la sociedad civil.

Según agrega, la Autoridad Palestina prepara ahora convoyes de buses para su vuelta a Gaza, pero muchos gazatíes de lugares como el norte -territorio devastado y fragmentado del sur por la invasión israelí- no quieren volver. Otros no se fían por un temor constante: que en su retorno a Gaza por territorio israelí sean detenidos. La noche del 9 de noviembre, 900 habrían sido trasladados desde Jericó a la Franja.

“No queremos acabar en prisión ni que nos peguen o maltraten, solo volver con nuestros hijos”

“Si nos aseguran que Israel no interviene, muchos nos iremos, pero solo lo haremos con amparo de la Cruz Roja”, dice Riad, sobre la protección que cree que supondría ir acompañados del Comité Internacional de la Cruz Roja. ”No queremos acabar en prisión ni que nos peguen o maltraten, solo volver con nuestros hijos", insiste, sentado en el colchón donde duerme en el Hotel Sanabel, con otros compañeros con quién charla.

Uno de ellos es Ismaat, otro trabajador que hace poco llegó al albergue tras haber sido arrestado por fuerzas israelíes cuando cruzaba un control militar hacia Cisjordania. Según cuenta, estuvo varios días encarcelado, sin salir de su celda y con mucha presión. “Se nos prohibía comer, ir al baño, nos trataron con violencia, nos pegaron, nos cogieron el teléfono”, dice, en un relato similar al de otros gazatíes detenidos estas semanas, que denunciaron torturas, agresiones, confiscación de sus enseres y ser tratados como animales. De hecho, los hay que ya fueron expulsados a Gaza con marcas de heridas o bridas en sus tobillos con números de identificación.

“No queremos que nos pase como les pasó a ellos”, asegura Riad, que inicialmente no dudó en apuntarse a la lista para volver a Gaza, pero renunció tras saber que Cruz Roja no estaba implicada. A su vez, hay quiénes sospechan que la Autoridad Palestina –que tiene acuerdos de cooperación con Israel y está enfrentada a Hamás en la Franja- podría estar aplanando el camino para su entrega a control de las autoridades israelíes.  

“Hay gazatíes que están recibiendo amenazas para que se suban a los buses y se vayan, les dicen que si no lo hacen les encarcelarán”, asegura la fuente del ámbito de derechos humanos. Asimismo, “hay gente aterrada de que le manden a un sitio que casi ya no existe o donde es impracticable llegar, como el norte de Gaza, o en el sur, donde no hay comida, medicamentos ni agua”, añade.   

Este es el caso de Ismael, de la ciudad norteña de Jabalia, uno de los puntos donde los bombardeos israelíes sembraron más destrucción y muertos. “La situación es muy difícil ahí, casi no hay de qué beber ni comer”, asegura, impotente por tener a su mujer y tres hijos atrapados en la urbe, donde no cree que pueda llegar tras la irrupción terrestre del Ejército israelí. A estas alturas, las tropas buscan hacerse con el control de la ciudad de Gaza y se han posicionado también a línea de mar, fragmentando por completo la Franja de norte a sur.

“Ahora, todo aquel que intenta llegar al norte se arriesga a morir”, dice Ismael, que lamenta que volver a su hogar es misión imposible, y asume que no tiene más remedio que quedarse de mientras en Cisjordania, consciente de que puede pasar tiempo hasta que acabe todo. “Somos civiles y no tenemos nada que ver con lo que está pasando, toca esperar”, dice. “Hay muchos otros aquí que están en la misma situación, rechazan regresar en estas condiciones. ¿Dónde iremos si nos hacen volver ahora a Gaza? No tenemos lugar adónde ir”, concluye resignado.

Entre los trabajadores atascados en el Hotel Sanabel hay también algunos que tenían permiso médico de Israel para salir de Gaza, como Mazen, que pese a sus problemas de salud vive hacinado con otros cientos de gazatíes mientras sigue su tratamiento en Ramala. Entre los gazatíes con enfermedades en Cisjordania también hay mujeres y niños, en general alojados en hoteles o lugares no masificados. Sin embargo, algunos pacientes hacían tratamiento en Jerusalén Este, bajo anexión directa de Israel. Tras el ataque de Hamás, parte de ellos fueron expulsados a Cisjordania o incluso detenidos, y han perdido acceso a los hospitales de la Ciudad Santa.

A algunos enfermos les arrestó la Policía israelí incluso cuando estaban tratándose en los centros médicos, a otros les cogieron en su alojamiento y les mandaron directo a territorio cisjordano

A algunos enfermos les arrestó la Policía israelí incluso cuando estaban tratándose en los centros médicos, a otros les cogieron en su alojamiento y les mandaron directo a territorio cisjordano. “Les detuvieron, golpearon, se los llevaron y les dejaron tirados en checkpoints sin su ropa, ni sus pertenencias ni nada”, comenta la persona involucrada en el ámbito de derechos humanos. “Ahora lo pasan fatal, en un estado de mucha más vulnerabilidad”, una situación que define a la mayoría de gazatíes atrapados en Cisjordania.


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