Derecho a la ciudad
Del 15M al 29J. La alegría de la multitud

A partir del análisis del ciclo abierto -y ya cerrado- del 15M, el artículo apuesta por un sindicalismo desbordante que vuelva a sacar a las calles y a devolver a las luchas la potencia de la cooperación
29J. La ciudad de las vecinas
Cartel de convocatoria a la manifestación del 29J en Málaga
Sindicato de Inquilinxs y Suburbia
15 may 2024 10:15

¿Qué fue el 15M?

¿De verdad tiene sentido hacerse esta pregunta trece años después? Con la mirada puesta en la movilización convocada por el Sindicato de Inquilin*s de Málaga el 29 de junio, me animo a pensar la alegría de las multitudes convencido de que estamos, de hecho, a las puertas del desborde.

Para mí el 15M fue, entre otras cosas, un estallido de alegría en sentido radical. Creo que esto, que en los análisis y diagnósticos de la nueva izquierda y los movimientos sociales siempre queda en segundo plano, es algo que nos debería importar y mucho. Todo el mundo debería tener la oportunidad de experimentar una alegría como aquella y os aseguro que aquella alegría, en un mundo gobernado por la explotación y el expolio, solo la podremos encontrar en procesos de ruptura, procesos multitudinarios; en el encuentro de l*s cuerpos rebeldes.

Creo que es indiscutible la capacidad que ha tenido el neoliberalismo —como reacción, en sentido literal, del propio capitalismo frente a los procesos de autoorganización de l*s trabajador*s de las fábricas en los años setenta, la crisis del fordismo, etc—, para desbordar la fábrica en la ciudad neoliberal, poner la vida a producir y activar procesos de subjetivación en la individualidad que nos subsumen en la tristeza más asfixiante que podamos imaginar: la del individuo autosuficiente y la soledad de la vida en el trabajo —o de la vida explotada sin centro de trabajo, para ser más preciso.

Durante unas semanas realmente fuimos capaces de autoorganizar en términos logístico-afectivos una acampada en la que se encontraban miles de personas todos los días

Esto que ahora mismo vemos por desgracia con mucha claridad en todos estos discursos de empoderamiento personal —ya sea en términos masculinistas con la movida cripto-bro o en un sentido más suave con la retahíla mindfullness que, al fin y al cabo, supone la misma lógica de autorrealización personalista por fuera de los espacios de autoorganización desde abajo—, es algo que ya amenazaba el cuerpo colectivo allá por 2011 y, sin embargo, nos encontramos en y con las plazas. La explosión de alegría colectiva que supuso el encuentro de los cuerpos en las plazas no tiene comparación. Hace poco lo comentaba con unas estudiantes de la universidad que por una cuestión de edad, no conocieron las acampadas del 15M. Ni la fiesta, ni el amor romántico, ni la satisfacción que algún*s sienten en el ámbito profesional —no es mi caso, por cierto—, ni ninguna otra cosa que yo haya podido experimentar, se puede parecer a esa vibración radical y alegre que atravesaba de una atacada todos los cuerpos de la multitud. Y ahí estaba la clave, en reconocer los mismos afectos en tod*s y a la vez. Vivenciamos con el cuerpo aquello de «hacer común» y fue algo incomparable. Durante unas semanas realmente fuimos capaces de autoorganizar en términos logístico-afectivos una acampada en la que se encontraban miles de personas todos los días. ¿Qué digo una acampada? ¡Decenas de acampadas por todo el territorio!

Cuento esto, porque aunque puede resultar un poco ridículo el uso de cierta poesía para intentar definir aquella experiencia que supuso, sin duda, una experiencia política en sentido amplio, fue precisamente esa poesía de los cuerpos la que liberó el deseo y nos permitió desplegar una hipótesis organizativa y una fuerza colectiva capaz de ponerle freno al expolio, la desvergüenza de las élites financieras y en fin, poner en entredicho el futuro mismo del régimen. Creo que esto es algo que no se dice lo suficiente, pero el régimen del 78 se tambaleó con todas sus bestias dentro.

Es decir que, empezando por lo que sí hicimos bien, creo que supimos atender las cuestiones micropolíticas y escaparnos, en principio, de las lógicas de la representación para desbordarnos en una nueva vida: la vida de las plazas.

A partir de ahí el 15M fue muchas cosas y dependiendo de las categorías que usemos para pensarlo en términos de estallido o de proceso, podremos concluir cosas muy diferentes: podemos discutir el carácter más o menos reformista, más o menos radical del movimiento; podemos discutir la capacidad de dar respuestas en términos militantes a ciertos límites organizativos; podemos reivindicar ciertos elementos que desde mi punto de vista fueron muy necesarios como la horizontalidad o el experimento situado de otras formas de democracia radical; podemos reivindicar también la audacia y sobre todo la alegría descarada con la que hacíamos lo que nos daba la gana por toda la ciudad y más allá sin pedir permiso; podemos ver si la salida institucional y de partido era la más interesante después de todo; podemos hablar de si fue un movimiento de los hijos de la clase media aspiracional que veían peligrar la reproducción de una vida más o menos cómoda tras la crisis del estado del bienestar o si realmente se produjeron procesos de cooperación con los márgenes o podemos discutir sobre lo que quedó del 15M también en las instituciones y en la sociedad civil tras aquellos años, como la dificultad del bipartidismo para restituirse o el propio resurgimiento masivo del movimiento feminista.

Es obvio que aquello se acabó y que la reacción ha producido sus propios monstruos: dispositivos de captura, discursos y organizaciones políticas que han radicalizado de hecho a las derechas en todo el estado

Es obvio que aquello se acabó y que la reacción ha producido sus propios monstruos: dispositivos de captura, discursos y organizaciones políticas que han radicalizado de hecho a las derechas en todo el estado. También es evidente que con el fracaso de la hipótesis institucional y la crisis de la nueva izquierda, los movimientos sociales también han sufrido una crisis larga que no se acaba. Sin embargo no podemos hablar de fracaso en términos procesuales. No podemos pensar la historia en sentido lineal y ascendente. El progreso no existe y la historia continuada de las derrotas de la izquierda es la historia de los vencedores. Si queremos entender los procesos de subjetivación de l*s subaltern*s y l*s explotad*s tenemos que pensar la historia más bien como una red sin centro y subterránea: las raíces de una patata, por ejemplo. En este sentido nada queda necesariamente atrás, ya que no hay atrás. Debemos actualizar en presente las luchas que aún destellan una cierta fuerza-débil —y no hablo solo del 15M—. No es necesario caer, claro, en nostalgias impotentes. Pero no nos podemos dejar llevar por discursos derrotistas tampoco. No podemos aferrarnos a formas organizativas que ya no sirven, por ejemplo, ni tampoco debemos despreciar los aprendizajes de una experiencia fundamental en la historia de los contrapoderes en el estado español.

Insistir por la vida y no dejarse morir en medio de la normalidad y la rutina es lo más digno que podemos hacer en este mundo plagado de muerte y vidas grises

El 15M se acabó y poco importa cuando, la cuestión es aprender de los errores, actualizar los aciertos e inventar nuevas formas de resistencia y autoorganización. Porque la vida sigue y por más que les pese a los capitalistas y a sus representantes en el estado burgués, la revolución siempre será un elemento en la ecuación mientras la lucha de clases y la explotación sean el motor de la vida que nos imponen. Mientras sea posible la revolución, habrá que insistir. Porque insistir por la vida y no dejarse morir en medio de la normalidad y la rutina es lo más digno que podemos hacer en este mundo plagado de muerte y vidas grises. Que no os engañen con discursos de mierda sobre todo lo que «puedes sol*», cada mañana, en el gym, en el curro, mendigando likes en redes sociales… No hay nada más cutre, impotente y cobarde que intentar «ser alguien» al margen de l*s demás y asumiendo las reglas del juego como un* esclav*. La vida debe ser una aventura, y no hay aventura posible en el capitalismo que no sea la aventura revolucionaria y, la aventura revolucionaria, se puede hacer de manera muy, muy cotidiana: escapando del sota, caballo y rey de la vida individual e hiperproductivista de clase media y provocando el encuentro con otr*s para organizar e inventar modos de vida desde abajo.

Hay que okupar, hay que formar grupos de apoyo mutuo, colectivos de vivienda, de sostén a huelguistas… ¡Hay que liarla parda!

Hay que okupar, hay que formar grupos de apoyo mutuo, colectivos de vivienda, de sostén a huelguistas… ¡Hay que liarla parda!

Creo que hace poco volví a sentir algo parecido a lo que sentí en las plazas entre 2011 y 2012 y lo sentí en el encierro estudiantil que se estaba llevando a cabo en la Biblioteca General de la UMA al reconocerme como parte del movimiento de apoyo al pueblo Palestino. Ahí es donde hay que estar a primera hora y no haciendo burpees. Que hacer burpees está bien, como practicar yoga o echarse una birra, pero si buscas darle sentido a tu vida, intenta que ese sentido no se encuentre en las lógicas productivistas del capitalismo y el aspiracionismo de clase, sino en la solidaridad y la conciencia de clase.


El 15M ¿hoy? ¡Hacia el 29J!


Como decía antes, para mí es importante hacer diagnósticos de coyuntura y aprender a intuir, abrir y cerrar ciclos políticos, pues es el diagnóstico de ciclos el que mejor nos puede ayudar a entender las necesidades organizativas de cada momento.

Para mí el 15M se acabó hace mucho. También se acabó el tiempo de la nueva izquierda, la hipótesis nacional-populista de Podemos y las lógicas representacionalistas de las guerras culturales. Insisto, como decía antes, los movimientos sociales también se han visto afectados por esta crisis teniendo en cuenta la relación de necesidad que se produjo con la nueva izquierda —por razones de composición, afinidad, proyectos compartidos y falta de hipótesis propia.

Creo que la salida institucional y la hipótesis Podemos-confluencias respondió de alguna manera a ciertos límites o cierta incapacidad organizativa del movimiento. Mi punto de vista, que es el punto de vista de un militante de la autonomía o del movimiento autónomo, es que, en términos de movimiento, fue una salida en falso y no supimos responder preguntas que ya se habían abierto en el tramo de 2011-2014. Para mí se puede resumir en dos cuestiones: el problema de la organización y la composición de clase.

Es decir, ¿cómo construimos procesos de autoorganización sólidos con las luchas, respetando y potenciando la autonomía de l*s que luchan a la vez que crecemos en sentido organizativo para al fin, ser realmente peligros*s?

Y por otro lado, ¿cómo cabe repensar, situar y potenciar la lucha de clases en la ciudad neoliberal, en la crisis de la clase media aspiracional o del efecto clase media como fenómeno de subjetivación y cómo podemos producir procesos de cooperación con quienes quedan en los márgenes del estado de derecho para construir formas de antagonismos desde abajo?

Son preguntas que nos seguimos haciendo y que nos empezamos a responder en términos teóricos conforme nuestra propia praxis dialoga con estos cuestionamientos.

Hace un par de años no habría podido traer más que las preguntas, hoy creo que puedo adelantar una hipótesis: el sindicalismo desbordante.

La experiencia del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Málaga en este último año creo que alumbra la dirección de los nuevos movimientos de parte. La necesidad de desbordar las asambleas —es decir, de pensar el encuentro con las afectad*s por el alquiler más allá de la formalidad de la asamblea—, la necesidad de desbordar el corporativismo —es decir, de pensar los puntos de encuentro y desborde entre diferentes subjetividades en la ciudad turistificada como l*s inquilin*s y l*s trabajador*s de la hostelería— y la necesidad de desbordar el espacio-dispositivo sindical —es decir, desbordar el sindicato en la ciudad-territorio para forzar el encuentro en términos de vecindad más allá de la especificidad de los sujetos— nos han llevado hasta la convocatoria del 29J, que debe ser la gran movilización de esta década. El encuentro interlocal de quienes sufren los mayores niveles de violencia por los flujos del capital en las ciudades turistificadas del sur: inquilin*s, vecin*s, trabajador*s del tercer sector, migrantes pobres, cuidador*s, etc

Si el 29J somos capaces de desbordar la manifestación, es posible que estemos a las puertas de un nuevo movimiento de la multitud. Un nuevo 15M que ya no se parece en nada al 15M y que sin embargo promete alegrías similares.

¡Vamos tod*s #HaciaEl29J!

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