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Se dice, con una mezcla de dolor y rabia dirigida a personas que ocupan altos cargos, “les falta voluntad política”. Porque las cosas no van bien. Y se sueña: si hubiera voluntad política... No se suele decir: no tienen capacidad de acción. Pues si es cuestión de voluntad política, ya vendrá alguien que la tenga, alguien más honesto, más valiente. Y como hay algo que esperar, el mundo de hoy parece menos inhóspito.
En un campo de juego inclinado por siglos de violencia, a la derecha la capacidad de acción le viene dada: los balones bajan solos, las medidas tomadas no encuentran resistencia ni de los grandes bancos ni de las grandes empresas, ni de las instituciones creadas a favor del capital. Hay quien piensa que decir que ciertas personas y formaciones no tienen capacidad de acción hará que reine la apatía. Pero la apatía reina ya. Aunque existan, sí, grupos y pequeñas organizaciones y asociaciones que no se resignan, no dan abasto. Y mientras tanto, lo habitual es soñar que no todo está perdido porque aún puede aparecer la persona que tenga voluntad política. Es el eterno cuento, el de El buen patrón: lo malo, al parecer, no está en las condiciones que permiten la explotación, sino en la hipocresía del individuo que explota. Ese cuento niega la inteligencia de las personas, como si “la gente” no pudiera comprender que en todas partes hay comportamientos amables o amargos, generosos o cínicos, pero también hay unas reglas y no son del juego, no, son las reglas que marcan nuestras vidas.
Quizá recuerden La persona buena de Sezuán, de Brecht. Tres dioses bajan al mundo en busca de una persona buena. No la encuentran hasta que aparece una mujer muy pobre que ese día se comporta bien. Los dioses la felicitan, la animan a seguir así, ella les dice que no es tan buena: “Me gustaría serlo, pero, ¿cómo voy a pagar el alquiler?”. Los dioses le dan dinero para que siga siendo buena. La mujer monta una tiendecita para vivir, pero en el intento de “no aprovecharme de nadie ni despojar al necesitado” lleva su negocio al borde de la ruina. “Ser buena y al mismo tiempo sobrevivir / me parte, como un rayo, en dos personas”, dice y no es una metáfora: se transforma en un supuesto primo malo que no perdona las deudas, trapichea, es injusto y logra que la tienda siga. Cuando los dioses lo descubren, lejos de plantearse cambiar un mundo donde la bondad está siempre amenazada, miran hacia otro lado, recomiendan a la mujer que siga siendo buena. “¡Pero necesito a mi primo, al menos una vez a la semana!”, dice ella. “¡Una vez al mes es suficiente!”, contestan ellos y se van por donde han venido. La obra concluye con un epílogo dirigido al público: aunque el desenlace no es justo, ha de haber uno que lo sea, “tiene que haberlo y hemos de encontrarlo”.
En las condiciones en que hoy se vive, las personas con un poco de poder solo pueden poner frenos reales a la corriente de destrucción y daño si forman parte de algo trenzado con los actos y las vidas de muchas
La capacidad de acción ha sido expoliada y cercada con obstáculos. Sin ella, además, se piensa peor, la imaginación vacila y busca soluciones puntuales y sentimentales que sí puedan llevarse a cabo. A lo largo de la historia, a grandes y pequeños impulsos, con grandes y pequeños latidos, la unión de las personas se ha reapropiado de la capacidad de acción y ha logrado cambiar las reglas, cosa que un alto cargo a solas nunca hubiera podido. Para la capacidad de acción no hay atajos, requiere tiempo, empeñarse en conocer y organización, se gana en compañía. En las condiciones en que hoy se vive, las personas con un poco de poder solo pueden poner frenos reales a la corriente de destrucción y daño si forman parte de algo trenzado con los actos y las vidas de muchas. Lo que se sigue de este requerimiento hace el mundo de hoy un poco más inhóspito pero, también, un poco menos solitario.
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"Ser buena y al mismo tiempo sobrevivir / me parte, como un rayo, en dos personas"
O: "que la supeditación del trabajador al capital es la fuente de toda servidumbre: política, moral y material;" (Estatutos de la I Internacional)