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Opinión
Submarinos con patatas
En España, la semana pasada se ha botado el submarino S-81 Isaac Peral, el primero de una serie de cuatro submarinos S-80 que fabrica Navantia, con una espectacular puesta en escena, presencia de la familia real, la infanta Leonor como madrina y la ministra de Defensa Margarita Robles. Esta anunciaba que nuestro Estado entraba a formar parte del selecto grupo de estados que tiene un submarino de última generación con capacidad de desplazarse en profundidad en zonas de alto riesgo por todos los mares del planeta.
Lo que no se dijo ni ha salido en ningún medio de comunicación es el costo real del submarino. En 2011 cuando se inició la fabricación de los cuatro se presupuestaron 1.756 millones euros, y, en la actualidad, después de múltiples vicisitudes, entre otras, que se hundía pero no flotaba, han alcanzado los 4.572 millones euros (1.143 millones unidad), y sin saber aún el coste definitivo para cuando se floten los tres restantes.
Lo que sí se dijo, para justificar su fabricación es que el Isaac Peral ha facilitado trabajo indirecto a 7.000 empleados y directo a 2.000 en Navantia. Pero en cambio no se mencionó que esta empresa pública tiene perdidas todos los años, en 2019 su balance arrojó números rojos de 146 millones (2020 aún no está disponible).
Es decir, que Navantia es una empresa ruinosa para la economía productiva española pues desde su nacimiento siempre ha necesitado de ayudas públicas para sobrevivir. Unos astilleros militares que siguen dependiendo de que todos los años el Gobierno de turno le siga encargando buques de guerra para la supuesta defensa y seguridad de España, supuesta, porque la población española no percibe amenazas que justifiquen el coste de esos submarinos. Pues las amenazas a que tiene miedo la población provienen de otras inseguridades como la salud por culpa de la pandemia, el desempleo, ayudas a la dependencia o falta de vivienda. Cuando, por otro lado, existen numerosos estudios que dicen que por cada empleo que se crea en el ámbito de la industria militar se pueden crear entre tres y cinco en la industria civil.
Todo esto viene a cuento porque el 26 de abril se publicaba el informe anual del Stockholm International Peace Research Institute (Sipri), que recoge el gasto militar mundial, y, donde sin sorpresas, se informa que ese gasto en 2020 ha aumentado un 2,6% respecto a 2019, alcanzado la colosal cifra de casi dos billones de dólares (1.981.000.000 dólares), mientras que el PIB mundial, según el FMI, se redujo un 4% como consecuencia de la crisis que producido la pandemia del Covid19. Un gasto militar mundial del que un 39% corresponde, como ya sabíamos, pues es así desde hace años, a la primera potencia militar mundial, Estados Unidos (778.000 millones), a quién siguen a mucha distancia el resto de potencias, China (252.000 millones), después India, Rusia y Reino Unido.
España también contribuyó en 2020 al gasto militar mundial con 23.912 millones de dólares (19.762 millones de euros), que es el gasto militar real si se suman las partidas militares repartidas entre otros ministerios que no son el de Defensa. Algo que también ocurre en muchos otros estados del planeta, empezando por los propios Estados Unidos, que reparten o amagan el gasto militar en otros departamentos para desinformar a su población o a países rivales y no se conozca la realidad del gasto militar. Con lo cual los datos que aporta el Sipri solo son la punta del iceberg del gasto militar real mundial.
Hace años surgió la frase cañones o mantequilla, para poner en contradicción la producción de armamentos frente a alimentos. Hasta la fecha, siempre han ganado los cañones y la mantequilla sigue sin llegar a los hogares de los 836 millones de personas que viven con menos de dos dólares al día en el mundo. Ahí tenemos la pandemia del Covid-19 y la crisis que conlleva que ha hecho aumentar las necesidades de millones de personas en todo el mundo.
En España la Covid19 ha hecho aumentar la pobreza en 790.000 personas y alcanza a 5,1 millones de habitantes (Oxfam), pero en cambio se prosigue con el axioma de más armamentos. Entonces, haciendo una extrapolación, esos submarinos no se podrán condimentar con patatas para alimentar las necesidades de los españoles que viven en la pobreza.