Opinión
El silencio de la comunidad cannabica ante el genocidio palestino

La magnitud de la crueldad e impunidad del genocidio palestino, junto con los vínculos entre Israel, la comunidad e industria cannábica requieren de nuestra respuesta.
Laboratorio de cannabis industrial
Las plantas de cannabis pasan estrictos controles en las empresas de cannabis industrial
Departamento de Bioquímica y Biología Molecular, Instituto Univ. de Investigación Neuroquímica, Universidad Complutense (Madrid)
30 dic 2025 07:00

El conocimiento y la relevancia social que existe actualmente en torno al cannabis y sus derivados no podría explicarse sin las aportaciones pioneras y fundamentales de investigadores de Israel. Fueron israelíes quienes aislaron y caracterizaron por primera vez el THC, y en gran medida el CBD (moléculas activas derivadas de la planta), así como los llamados endocannabinoides (producidos por nuestro organismo). Estos hallazgos, junto con el descubrimiento de los receptores de cannabinoides, completaron la identificación de un nuevo sistema de comunicación celular que fundamenta el enorme campo de investigación y aplicaciones actuales del cannabis que van mucho más allá del estereotipo del hippie fumeta. 

Aunque la burbuja económica de hace unos años en torno al cannabis ya pasó, existe un enorme mercado internacional en el que empresas de todo el mundo compiten por la producción, licencias y apertura de mercados legales que garanticen sus beneficios. Ha habido un cambio de paradigma brutal en el que se pasa del cannabis místico y chamánico, al “todo vale” capitalista. Hemos pasado del conocimiento ancestral de sus usos médicos, a la lucha feroz de las empresas farmacéuticas, las licencias de producción legal, o la industria de complementos nutricionales (edibles). 

En este nuevo mercado de extractos y productos derivados del cannabis, Israel es una importante potencia mundial en industria e investigación. Israel ha desarrollado un activo programa de ensayos clínicos para determinar sus usos terapéuticos en numerosas patologías (en el portal clinicaltrials.gov  figuran más de 60 ensayos clínicos), posee una importante industria de semillas, producción y aislamiento de compuestos que se nutren de la histórica actividad de investigación realizada por el país.

Mientras se ejecuta el genocidio, los consumidores, la industria y el conjunto de creadores de marca y comunicación permanecemos mudos, como simples observadores

El genocidio contra el pueblo palestino llevado a su máxima extensión en los últimos años no puede ser indiferente a nadie con un mínimo de humanidad, pero especialmente a cualquier persona que directa o indirectamente tenga relación con la producción y usos derivados del cannabis. Palestina merece y necesita que nos posicionemos cada uno y cada una desde donde pueda y como pueda ante la horrible crueldad que, pese al embargo mediático, hemos podido constatar todas. Como europeos, no podemos ser cómplices y admitir que un país considerado aliado, que es socio preferente de la Unión Europea a través del acuerdo de asociación y que pertenece a todas las organizaciones profesionales, académicas y de investigación europeas siga cometiendo crímenes contra la humanidad de forma impune. ¿Si la UE no es capaz de tomar medidas y sancionar de forma efectiva o al menos dejar de financiar y colaborar con Israel, vamos por eso los demás a permanecer impasibles? Mientras se ejecuta el genocidio, los consumidores, la industria y el conjunto de creadores de marca y comunicación (aquellos que explotan el subconsciente cannabis = es guay = es socialmente comprometido, rebelde y feminista) permanecemos mudos, como simples observadores.

Desde aquí, interpelamos a la comunidad cannábica entendida como todo aquel que tiene que ver que con su uso adulto (como droga recreativa), pacientes, o profesionales: académicos, clínicos y de la industria, con relaciones con Israel para dejar de actuar con normalidad, como si nada estuviese pasando. ¿Cuándo hemos aceptado como sociedad que nuestros vecinos, interlocutores, socios o colaboradores, justifiquen o blanqueen la destrucción prácticamente total de Gaza (¿70.000 muertos o 700.000 muertos no son suficientes?). Un país que utiliza el hambre, el acceso al agua potable, la destrucción de todas las infraestructuras civiles, el sistema sanitario, educativo, por no hablar del bloqueo de la ayuda internacional como arma de aniquilación no puede ser interlocutor, ni socio, ni invitado. Esta es una llamada a un debate ético, que cada cual deberá tener internamente, de cómo actuar en nuestro cotidiano y en nuestras decisiones como consumidores, productores o investigadores relacionados de una u otra manera con el cannabis.

La producción de cannabis como tantas otras drogas que consumiremos en los países privilegiados (cocaína, heroína, …) tienen una importante carga de extractivismo colonial

El boicot académico, industrial o comercial tiene la capacidad de influir en la lucha por los derechos humanos y contra crímenes contra la humanidad como demostró en su momento la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. El movimiento BDS lleva años articulando campañas en este sentido que han demostrado su importancia, siempre preservando la máxima de que el boicot es contra las instituciones o el país y no contra los individuos. El debate no se circunscribe a Israel, es un ejemplo paradigmático, que, sin embargo, por la magnitud de la crueldad e impunidad del genocidio palestino, junto con los mencionados vínculos entre Israel, la comunidad e industria cannábica requieren de nuestra respuesta. 

La producción de cannabis como tantas otras drogas que consumiremos en los países privilegiados (cocaína, heroína, …) tienen una importante carga de extractivismo colonial, y no está exenta de violaciones flagrantes de los derechos humanos, de explotación laboral, del robo de tierras indígenas, o la violencia del narcotráfico. Estos aspectos también tienen que estar en la agenda de prioridades de una comunidad cannábica, con conciencia colectiva para un consumo consciente y responsable.

En un futuro no tan lejano, los extractos de CBD para tratar a nuestros niños y niñas que sufren de epilepsia refractaria pueden proceder de los territorios ocupados

Recientemente, en el 25º congreso nacional de investigación en cannabinoides del estado español organizado por la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides (SEIC) hubo una primera llamada de atención a la comunidad cannabica en una comunicación firmada por mas de 15 investigadores sobre los efectos del cannabis y los cannabinoides en activo tratando de romper el silencio cómplice con el sionismo. Lo que no se expresa no existe. Es el momento de que las federaciones de asociaciones cannábicas, ferias comerciales como Spannabis o los lobbies de presión de pacientes muestren su indignación y rechazo al “cannawashing” del apartheid supremacista de Israel. 

En un escenario de máxima distopía, podríamos imaginar que en un futuro no tan lejano, los extractos de CBD para tratar a nuestros niños y niñas que sufren de epilepsia refractaria pueden proceder de los territorios ocupados o sirvan para enriquecer con sus patentes a Israel. Ojalá una comunidad cannábica, sistemas de producción y distribución que se acerquen más a la ética primigenia que ha defendido de forma histórica e incansable el activismo cannábico por la legalización y regulación integral, o las luchas de las comunidades marginadas que sufrieron, y sufren, más severamente el estigma del cannabis (mujeres, personas racializadas, migrantes...).

Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.

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