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Las diferentes tendencias del socialismo ruso vivieron un fuerte debate a principios de siglo XX, el cual giraba alrededor de identificar qué era el sujeto político con más capacidad para liderar un proceso revolucionario para hacer caer la monarquía de los Romanov. Por un lado, estaba el Partido de los Socialistas Revolucionarios, que defendían que una futura revolución lo tenían que dirigir los campesinos, puesto que eran mayoría y conservaban unas tradiciones comunales que los dotaban de las herramientas para la organización de una futura sociedad sin clases. Por otro lado, el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, encabezado por la fracción bolchevique, que decía que el sujeto revolucionario era la incipiente clase obrera, que a pesar de ser minoría, encarnaba el futuro del desarrollo capitalista en Rusia, y que por lo tanto, se situaba en la posición de poder controlar los medios de producción y acabar así con el Estado y el capitalismo en el imperio.
Aquellos debates que llenaban las conversaciones a los diferentes cafés del exilio europeo, que generaban arduas discusiones en congresos clandestinos y se esforzaban para elevar el nivel de discusión en profundos artículos a diarios, se han ido difuminando. Ahora, el debate sobre la cuestión del sujeto genera más confusión que nunca y se da de la forma más identitaria posible. Sea por los que siguen hablando nostálgicamente de la clase obrera como algo monolítico e imperturbable, como los que entienden que la expresión de cualquier diferencia acontece la creación de un sujeto separado que es condición necesaria para la libertad individual.
En el ámbito concreto de la lucha por la vivienda, que es el que conozco con más profundidad, a pesar de ser una lucha sectorial, se han dado algunos fenómenos que nos pueden ayudar a reflexionar y sacar algunas conclusiones más generales sobre la cuestión del sujeto. La tesis que queremos confrontar es la que empieza con el movimiento okupa, se desarrolla con la PAH Barcelona y finalmente se solidifica con el Sindicat de Llogaters de Barcelona. Y es aquella que mete el centro de la cuestión en la forma en la cual hemos accedido a la casa, en lugar de cuestionar el hecho que no tengamos una casa donde vivir. De acuerdo con este planteamiento se van formando los diferentes sujetos donde cada uno defiende sus intereses individuales y particulares, es decir, las okupas, las afectadas por la hipoteca y los inquilinos, sin capacidad para criticar el elemento fundamental, la propiedad privada.
Defender estas categorías como sujeto es muy parcial, tanto porque te limita impidiéndote representar unos intereses más amplios, así como porque solo te permite buscar soluciones muy particulares y coyunturales a problemáticas de fondo. No solucionaremos el problema de los alquileres esperando que un día haya unos alquileres justos, puesto que como los salarios, nunca lo serán. No solucionaremos tampoco el problema de las hipotecas pidiendo la dación en pago, puesto que la deuda que se ha contraído es ilegítima y finalmente, no solucionaremos el problema de la okupación descriminalizándola, puesto que la propiedad seguirá siendo de los especuladores. Es evidente que nos parezcan positivos los avances en términos legislativos que se han dado durante los últimos meses en materia de vivienda, pero tenemos que ser rigurosos a la hora de analizar qué papel cumplen estos cambios dentro de nuestra propuesta ideológica.
Necesitamos vertebrar un movimiento por la vivienda que entienda las contradicciones capitalistas de forma global y que no las plantee de forma separada. Que tome conciencia de su papel principal
Necesitamos vertebrar un movimiento por la vivienda que entienda las contradicciones capitalistas de forma global y que no las plantee de forma separada. Que tome conciencia de su papel principal, que consiste no en ser accesorio de las instituciones existentes sino en ser un elemento más en la lucha por la disputa de la toma del poder en nuestro país. Que asuma que no habrá desmercantilización de la vivienda sin la toma del poder y que no habrá toma del poder sin desmercantilización de la vivienda. Este conflicto enfocado desde esta perspectiva nos sitúa en la lucha ideológica que plantea que el que nos une es no tener casa, es decir, ser desposeídas. De acuerdo con esto, políticamente lo que nos obliga a actuar es no poder conservarla y por tanto, nos empuja a luchar sin miedo a nada.
Creemos que esta posición política tendría que operar de una forma más clara en el movimiento por la vivienda en su conjunto. A pesar de que vemos que, de facto, ya sucede localmente en muchos colectivos, ya sean algunas PAH cuando decidieron denominarse PAHC, añadiendo una C de crisis o capitalismo, como pueden ser la de Sabadell, Manresa y el Baix Montseny. Los Sindicats de Llogaters de l’Hospitalet y el Penedès que tienen una propuesta más allá de los inquilinos y acaban tratando todo tipo de casos indistintamente. O también los sindicatos, redes y asambleas de Barcelona, el Maresme y Valencia. Estos colectivos plantean el conflicto desde una perspectiva que sitúa el centro de gravedad en el hecho que por nuestra situación económica nos quieren echar de casa, independientemente de cómo hemos accedido. En lugar de plantear unos intereses generales e iguales para todas los okupas, afectados por la hipoteca e inquilinos.
Defender esta última posición nos llevaría a escenarios absurdos donde podríamos acabar defendiendo a empresarios que no pueden pagar el alquiler de sus locales comerciales, puesto que también son inquilinos. Defendiendo a gente que durante los 2000 se dedicó a comprar varios pisos para meterlos en alquiler y especular, que ahora se ha arruinado y el banco le reclama todas las casas, puesto que también tienen una deuda hipotecaria. Y finalmente, defendiendo gente que el sindicato o PAH le ha okupado una casa una vez desahuciada y, posteriormente, se dedica a realquilar habitaciones a otros miembros del sindicato o lo convierte en un narcopiso. Todos estos ejemplos tan descabellados no son inventados, sino que han sucedido en los últimos años.
Con todo esto lo que queremos decir es que no existen intereses compartidos dentro de estos pretendidos sujetos, y que incluso son contrapuestos. Por lo tanto, nosotros defendemos que los inquilinos no son un sujeto válido, los afectadas por la hipoteca no son un sujeto válido y los okupas no son un sujeto válido. Dicho esto, el sujeto en el que se tiene que basar la lucha en el movimiento por la vivienda son las desposeídas —como categoría analítica, hará falta ver cuál es el concepto que utilizamos comunicativamente— aquellas que independientemente de cómo han accedido a casa suya no tienen los medios para garantizarla. Además, son estas las que demuestran ser el elemento más dinámico dentro del movimiento, aquella fracción de clase que tiene menos miedo a entrar en conflicto por aquello que es suyo. Una fracción de clase que aumenta a pasos agigantados como consecuencia de las crisis de los últimos 10 años y que por sus condiciones materiales de vida, más rápidamente toman conciencia de su papel en la construcción de un proyecto revolucionario.
Hay que olvidar el romanticismo de las luchas en las grandes fábricas que a pesar de ser espectaculares por el gran número de trabajadores que participaban y los recuerdos que nos traen, son un fenómeno en claro retroceso
Además, esta cuestión nos lleva a otra todavía más fundamental. La voluntad de superación de la fragmentación de los sujetos en la sociedad contemporánea que demuestra la madurez de las luchas. Así como la articulación de voluntades generales que representen a intereses más amplios que el que contienen ellos mismos. Con esto entramos a discutir sobre qué tiene que ser el sujeto que lidere y tenga capacidad para constituirse en fuerza dirigente, en conclusión, conquistar la hegemonía.
Y este debate estaría mal planteado si desde el movimiento por la vivienda pensáramos que lo podemos resolver solas, ya que creemos que es una cuestión fundamental que se tiene que resolver desde una perspectiva más amplia. Es decir, tenemos que pensar la vivienda desde una propuesta política global y no una propuesta política global desde la vivienda. Y por tanto, es imprescindible que cuanto antes posible y desde una perspectiva ideológica global se dé el debate sobre qué fracción de clase puede acontecer dirigente en relación a la cuestión del trabajo asalariado, puesto que es el resorte, el elemento que sostiene los cimientos del sistema capitalista. Es esencial hacer la tarea de identificar dentro de toda la clase trabajadora, que anunciada de forma abstracta no aporta claridad al asunto que queremos resolver, ¿cuál es el elemento más dinámico? ¿Cuál es la fracción de clase donde se producen las máximas contradicciones capitalistas que lo empujan a luchar? Que no deja de ser la misma pregunta que planteábamos en la lucha por la vivienda.
Es decir, olvidar el romanticismo de las luchas en las grandes fábricas que a pesar de ser espectaculares por el gran número de trabajadores que participaban y los recuerdos que nos traen, son un fenómeno en claro retroceso. Identificar los sectores que a pesar de tener índices de sindicalización bajos representan la fracción de clase que vive en las máximas contradicciones. Que se ve empujada a luchar no por una cuestión ética o de desafección con el sistema capitalista, sino porque no puede sostener su propia vida y la de su gente. Esto significa desplazar el epicentro de la atención de las fábricas, las escuelas, institutos, universidades y la administración pública a la logística, la hostelería y los temporeros, entre otros. Y desplazarlo no quiere decir obviar las otras luchas, sino que estas sean subalternas a las de los sectores más desposeídos.
¿Y por qué es importante que sean los desposeídos quienes lideren el conflicto? Pues porque cuando estos se dotan de una apuesta política sólida, una apuesta política que tiene voluntad de adquirir conciencia propia, de adquirir independencia como clase y crear una nueva sociedad, son las más valientes y más predispuestas a entrar en conflicto. Porque sienten que no tienen nada a perder, porque sienten que no le deben nada a este mundo que solo les repugna. Y no es casualidad que esta fracción de clase ahora mismo es profundamente diversa y está representada principalmente por las mujeres, por las migradas y por las jóvenes. Esta tesis general nos obliga a replantearnos el modelo sindical, sea laboral o de vivienda. Pero en este caso nos centraremos en el de vivienda que es en el que participamos.
Si queremos fomentar un sindicalismo de vivienda combativo, un sindicalismo que esté adscrito dentro de una propuesta política que ponga en el centro la toma del poder en nuestro país tenemos que aceptar que en este momento no todos los hipotecados, okupas o inquilinos son sindicalizables
Durante los últimos años, por iniciativa de los compañeros del Sindicat de Llogateres de Barcelona nos hemos estado rompiendo la cabeza en cómo incluir en nuestros sindicatos y darles un exceso de protagonismo a un perfil de inquilinos muy concreto. Aquellos que veían cómo se les subía el precio de alquiler pero que tenían la capacidad para afrontar la subida a regañadientes y aquellas que si no podían afrontar la subida se podían ir al barrio de al lado, o a la ciudad de al lado a pagar lo mismo. Y no dudamos que esto es una profunda injusticia, pero aquí no estamos para denunciar injusticias, sino para organizarnos ante ellas. Hemos visto que este perfil concreto siente la indignación y quiere demostrar que no está de acuerdo, pero no entiende el sindicalismo como una herramienta útil o prioritaria y por tanto no se implica. Lo que le podemos ofrecer, como sindicatos, que es resolver su problema por medio del conflicto sindical y no como una gestoría, no les es deseable. Y esto no es un problema, sino que el problema es que esta fracción de clase se ha erigido como representante del conflicto por la vivienda en nuestro país respecto a los otros, y esto hace que adquiera un protagonismo y una visibilidad en el conflicto que es consecuencia de un error fundamental. Los compañeros hicieron un análisis cuantitativo que priorizó que los inquilinos como sujeto eran mayoría en abstracto, dejando todo el análisis cualitativo de lado, es decir, la potencia revolucionaria que podían desplegar. Evidentemente que tenemos que integrar a esta fracción de clase para hacer una lucha política e ideológica contra los rentistas, pero tiene que estar integrada de forma subalterna a aquellas que sí que se ven en el callejón sin salida de la lucha.
Si queremos fomentar un sindicalismo de vivienda combativo, un sindicalismo que esté adscrito dentro de una propuesta política que ponga en el centro la toma del poder en nuestro país tenemos que aceptar que en este momento no todos los hipotecados, okupas o inquilinos son sindicalizables, y si lo son será de forma subalterna a otra fracción de clase con más capacidad de combatir. Aun así, la fracción sindicalizable que puede liderar el conflicto no es una mayoría, pero probablemente a consecuencia de la crisis que vendrá esta rendija se irá ensanchando, agregando más fuerzas al ejército de desposeídas que estamos formando.
Un ejército de desposeídas que se va forjando despacio, que en un primer momento lo único que lo conforma es la pertenencia a la clase en sí y solo es consciente de lo que es de forma negativa, es decir, solo es consciente de lo que es por todo aquello que le hace falta. Pero que despacio va cogiendo conciencia y se empieza a afirmar de forma positiva, es decir, por los objetivos que busca, y estos no son volver a sus condiciones de bienestar anteriores. Sino la transformación total de la sociedad, la lucha por la libertad, por medio de un combate sin tregua contra empresarios, fondos buitre, jueces y policías. Y este combate, por descarnado que parezca, es el único camino. Porque tal como decían unos compañeros italianos: “Por caro que sea el precio a pagar, no lo será nunca tanto como el que la humanidad ya ha pagado a lo largo de siglos de esclavitud y abuso”.
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Concuerdo totalmente con el comentario anterior, el articulo no tiene ningún sentido, parece un desvarío de ideas escritas una tras otra, largo confuso y sin ningún planteo realista. La vivienda es un muestra mas de la complejidad de organizar una sociedad, no hay solución mágica, requiere ir cambiando hacia una sociedad mas igualitaria paso a paso... persona a persona.
En serio, dejad de publicar al Axel Altadill. Este payaso se pasó todo el inicio de la pandemia criticando a los grupos anti-desahucios en Twitter por hacer huelga de alquiler, refunfuñando porque la izquierda se moviera sin hacerle casito a su ego. Con gentuza así la lucha por la vivienda no va a ningún lado, y la izquierda menos. Basura tankie, fuera de nuestros medios y de nuestras calles.
Otra sarta de patochadas de otro tankie hiperanalítico, que no puede entender la solidaridad de clase sin dibujar primero cien líneas en la arena para delimitar "quién se la merece de verdad".
Mientras el autor escribe esta oda a la incapacidad de ver más allá de su propio ombligo, en las PAH, los grupos anti-desahucios y los movimientos de okupación se da una solidaridad auténtica, tanto de clase como simplemente entre personas.
El autor nunca podrá ni querrá entender que la solidaridad auténtica y la ayuda mutua ocurren en la calle, no en sus libritos de teoría ni en sus elucubraciones sobre el sujeto político ideal, y seguirá anclado en el sofá esperando a su idílica revolucion-social-pero-solo-para-bolcheviques-woke. Mientras tanto, por suerte, el mundo sigue, y la lucha por el derecho a la vivienda también sigue, afortunadamente, sin el autor.
Mientras este periódico siga publicando sandeces de tankies con ínfulas se va a suscribir Rita. No volvería a leer este artículo ni aunque me pagaran, ya no digamos pagar por él.
Kiero unirme yo me beo en la calle con seis hijos y nadie me escucha prometen y te engañan ay k unirse por el derecho a una vivienda dijna
Menudo batiburrillo sin orden ni concierto. El artículo refleja un conocimiento pobre del movimiento anti-desahucios y unos valores éticos muy discutibles (no todos los desahuciados son "sindicalizables"). Y después refleja una ideología metida con calzador (lucha de clases sin saber lo que es, teoría desfasada sobre el sujeto político, feminismo de moda....). El artículo no hay por dónde cogerlo y, además, está mal escrito.