Opinión
La investidura fallida y el consenso del régimen

Ha quedado claro para cualquier observador atento a las palabras del presidente que no hay espacio para las políticas socialdemócratas en la normalidad institucional actual de nuestro país.

Iglesias investidura
Pablo Iglesias en las pantallas de la sala de prensa del Congreso David F. Sabadell
José Luis Carretero

Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión

31 jul 2019 06:26

La fallida investidura de Pedro Sánchez ha dejado al desnudo muchas de las fallas esenciales de nuestro sistema político. La democracia española, sin ropa, es mucho menos estética de lo que parecía a primera vista.

Empecemos por el principio: lo que hemos visto en la investidura no es otra cosa que la negativa de un partido de centro social-liberal (el PSOE) a compartir ninguna cuota de poder efectivo con la suave socialdemocracia española (Podemos). Pedro Sánchez, líder del partido que ha sido el principal pilar del llamado régimen del 78, y que ha implementado casi todas las reformas liberalizadoras en lo económico de las últimas décadas, sólo ha estado dispuesto a ofrecer a Podemos (un partido con un programa tenuemente socialdemócrata, que se expresa en una tímida intervención gubernamental en la economía) una participación claramente subordinada y poco más que decorativa en un futuro gobierno de coalición. Es más, todo parece indicar que Sánchez ni tan siquiera tenía una seria intención en ese sentido, sino que más bien buscaba la manera de provocar a la dirección podemita y desacreditar al partido, objetivo ampliamente cumplido.

Así, ha quedado totalmente claro para cualquier observador atento a las palabras del presidente que no hay espacio para las políticas socialdemócratas en la normalidad institucional actual de nuestro país. Que el líder que con más ahínco las defiende haya sido tildado públicamente de “ajeno al consenso democrático” y que se considere imposible su participación en un gobierno de centro-izquierda hasta el punto de constituir un elemento innegociable (más allá de sus muy discutibles dotes para el trabajo en equipo en condiciones de convivencia virtuosa) pone negro sobre blanco, ante nuestra vista, que Podemos, un partido que defiende una suerte de keynesianismo suave en lo económico y una cierta convivencia liberal en lo relativo a los derechos civiles, para los actores del llamado consenso democrático nacido en la Transición es algo así como una especie de núcleo radical pseudo-marxista. Está excluido de cualquier hipotética participación en el poder real.

Eso nos muestra, con claridad, en que consiste ese denominado “consenso constitucional” construido en los años 70. El neoliberalismo es la textura básica del régimen político construido por conservadores y social-liberales a la salida del franquismo, no una política económica coyuntural que un nuevo gobierno puede desmontar o variar. Pese a que la Constitución aprobada en 1978, en su literalidad, mantiene algunos mimbres keynesianos, y realiza (con mucha cautela) maniobras de apertura de una pluralidad de posibles formas de gobierno en lo económico y en lo social, llegando incluso a insinuar de alguna manera una cierta posibilidad de limitar el reinado de la propiedad privada y de la economía de mercado, lo cierto es que estas declaraciones han devenido (o lo fueron desde el principio) letra muerta.

Esto es así porque la constitución material del régimen nacido en la Transición (como reforma y evolución del franquismo, y no como ruptura democrática con él) no está conformada esencialmente por las promesas efectuadas en la letra de la Carta Magna, sino por los pactos y mecanismos de articulación entre los grupos políticos, empresariales y territoriales que la acompañaron.

Los Pactos de la Moncloa, una limitada Ley de Libertad Sindical confeccionada expresamente para impedir la reconstrucción de la principal tradición sindical anterior al franquismo, un régimen electoral fuertemente orientado al bipartidismo, la idea y práctica del consenso y el reparto de poder entre conservadores y social-liberales, hasta el punto de llegar a su consideración como patrimonio cuasi-exclusivo, forman los mimbres esenciales del llamado Régimen del 78 en mucha mayor medida que muchos de los ornamentales artículos constitucionales que abruman y alimentan los sueños húmedos de gran parte de nuestra izquierda institucional.

Ese consenso, base del régimen, tuvo su ya fenecido “momento progresista”, limitado y encauzado fundamentalmente a la ruptura de la tradición nacional-católica en cuanto a las costumbres de la vida cotidiana, imposible de equiparar a sus equivalentes en una Europa que acababa de salir de la gran sacudida cultural de mayo de 1968. Pero lo que nunca (y nunca, es nunca) se ha puesto en cuestión es la esencia neoliberal de la política económica implementada en el marco de la sucesión de gobiernos conservadores y social-liberales en que ha consistido nuestra historia de los últimos cuarenta años.

¿Es posible, pues, una política socialdemócrata en nuestro régimen político? No con un régimen electoral construido para alimentar un reparto del poder entre dos familias que, además, están de acuerdo en lo esencial de la política económica a aplicar. No es un problema de literalidad de la Constitución, sino de la conformación efectiva, material, del bloque histórico que gestiona el poder desde hace cuarenta años, bajo la batuta de sus financiadores empresariales e internacionales.

Por eso Pablo Iglesias puede dedicarse a leer la Constitución en la televisión todo lo que quiera, sin convencer a nadie de nada, ni hacer posible ninguna novedad de ruptura, siendo considerado un radical con el que no se puede pactar y Vox, epílogo del franquismo sin veleidad keynesiana alguna, es considerado, sin embargo, como un partido aceptable en el baile de las sillas de los políticos del régimen. Abascal no tiene política económica alguna, o, más bien, sólo defiende aquello que está en el corazón del consenso del régimen desde sus inicios: las “reformas”, la “austeridad”, el neoliberalismo. Cuestión de un consenso que admite gradaciones en las políticas, pero no variaciones. Caben Hayek o Ayn Rand, pero no Keynes. Ni tan siquiera un Keynes suavizado y desarmado por décadas de derrotas de la izquierda institucional.

Podemos no ha hecho más que reiterar la ya vieja maldición del PCE: obnubilado por la beatífica visión de un texto Constitucional que parece dejar espacio para una pluralidad de formas políticas, para posibilidades al menos algo abiertas, pero finalmente sometido al escarnio de ser dejado fuera del consenso real del poder material, constituido por la trama estructural del bipartidismo y sus articulaciones con el poder económico y los actores globales. Un PCE que, con sus sucesivas mutaciones, nunca ha podido aspirar a nada más que algo de poder local y una función esencialmente decorativa, que legitima al tiempo que apuntala, el auténtico “bloque constitucional”, en términos sociales, que no tiene fisuras ni permite la entrada de nada ajeno al consenso neoliberal.

Toda la insistencia podemita en la letra de la Constitución (esa letra que parece, muy tímidamente, abrir espacios para diversas lecturas) se convierte, pues, en un juego vacío, fantasmal, en un espejismo. Lleva a la izquierda social a una cámara de eco, donde sólo ella se escucha a sí misma. Y es que la letra de la Constitución del 78, sea cual sea, viene acompañada de una música repetitiva que la sobre-determina y la vuelve un holograma inasible: el ritmo sincopado del pacto esencial de las distintas fracciones de un poder real que nunca ha dejado de serlo ni de coordinarse. En esa música, puede identificarse la melodía de Vox, pero no los compases de la socialdemocracia, aunque se disfrace de populismo o de “democracia posmoderna”.

Esta es la esencia del problema de la investidura: Podemos está excluido, porque la socialdemocracia está excluida. Y tiene tres opciones: unirse al consenso neoliberal y olvidarse de la idea fenecida de disciplinar, aunque sea mínimamente, a los capitales, aceptando que la única política de izquierdas factible es la cultural-posmoderna; mantenerse en sus trece y aceptar una posición decorativa y subordinada que le de algo de poder a algunos de sus ambiciosos dirigentes, pero siempre en un segundo plano; o pugnar por romper el régimen y olvidarse de la poética absurda del texto de 1978 para afirmar la necesidad de un proceso constituyente abierto a las clases populares.

Pero esto último, que era el gran mantra ya olvidado del 15M, precisa para su implementación de un proceso de empoderamiento de la clase trabajadora y determinadas fracciones en proceso de proletarización de la clase media que, muy probablemente, barrería con todo posible límite autoimpuesto a su expresividad política y, por ello, también muy probablemente, con el actual Podemos y su dirigencia. Abrir la caja de Pandora del poder y la palabra populares es algo que aterra a todo aquel que quiere vivir plácidamente de representar a las multitudes mudas. Y en eso estamos. Dicen que sin gobierno, pero con un firme e incontestado gobierno neoliberal imponiéndose sobre nuestros desvelos cotidianos.

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#37985
5/8/2019 1:57

Muy claro y muy sencillo, Jose Luis. Enhorabuena.

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#37941
2/8/2019 16:28

He leído en el Facebook de José Luis carretero su última publicación qué habla precisamente de un comentario mio de aquí.

En él dice que la izquierda de la que yo aquí hablo es pura resignación, que solo se basa en confiar en los de Podemos, que sólo buscan su puestecito, dejar todo en sus manos y nosotros pues como mucho a lloriquear a nuestro rincon. Y sobre todo a tener mucho cuidado de no molestar a nadie, no vaya a ser que se enfaden de verdad y nos empiecen a dar de hostias de verdad...o llevado a los extremos, no vaya a ser que la liemos de verdad y se prepare una guerra...

También dice ahí que los viejos son revolucionarios quienes de verdad saben que para cambiar las cosas hay que luchar, que hay que pasar acción y que hay que confiar en el futuro que siempre es diferente de lo que tenemos...

Bueno pues yo digo que no estoy con eso de resignarme a los líderes, a confíar todo en ellos que son quienes saben lo que se puede y se tiene que hacer...
Si mi comentario a dado esa impresión no he querido decir eso. Yo no soy de Podemos. Solo digo que hoy por hoy parece que eso que hacen es lo máximo que se puede hacer. Ojala se diese ese socialismo autogestionado. Me enerva este mundo en el que vivo.

Pero... lo que digo es que esos viejos revolucionarios yo no los veo por ninguna parte.
Veo que las redes sociales, facebook y por aquí, parece que sea un hervidero a punto de tomar las armas y ir a tomar la Bastilla... Pero que cuando salgo a la calle realmente no veo a revolucionarios ni a nadie que quiera iniciar una lucha como de la que habla José Luis carretero.

Más bien veo a la gente cogiendo su coche y yendo a la playa, deseos por viajar e irse de vacaciones... Y ¿qué le indigna? las huelgas de trenes y de aviones que les impiden cumplir sus deseos...

Claro, que diran que esa es la gente a la que mas o menos le va bien...

Pero también veo que la gente en el paro lo quiere es encontrar trabajo, salir del paro, no veo en su mayoría, porque aquí siempre se trata de mayorías, que quieran cambiar el sistema...

Veo a la gente precaria y mal pagada que lo que quiere es que suban el sueldo y sabir de su precariedad, tener un buen sueldo que les permita tener unas buenas vacaciones, y una vida mas o menos estable... No veo que en su mayoría, porque aquí siempre se trata de mayorías, quieran cambiar el sistema...

Veo a los que estudian, que lo que quieren es acabar sus estudios y encontrar el mejor trabajo posible, con el mejor salario posible. Si no puede ser aquí pues en otro pais. Pero en éste sistema...

Y veo a la gente que no tiene nada que pide en la calle unas monedas para comerse un bocadillo y tomarse una cerveza. Mientras piensa si será mejor seguir pidiendo mañana o que se le lleven los demonios de una puñetera vez esta noche...

Mayoritariamente, veo a la gente que está fuera del sistema que lo que quiere es entrar en el sistema y el que está en él acomodarse lo mejor posible...

No veo a la gente mayoritariamente con el pensamiento de esos revolucionarios viejos, con ganas de pasar a la acción, de luchar y tomar las armas si hace falta, y de dejar de confiar en esos líderes en los que yo tampoco confío cambien algo sistémico.

O sea, lo que he dicho antes. Hoy por hoy no veo que haya fuerza suficiente para que esto cambie. La subjetividad esta totalmente sometida. Hasta las voces discrepantes están sometidas.

No sé si hay que resignarse, no sé si hay a lloriquear, no sé qué coño es lo que hay que hacer. Pero veo muy lejos el inicio de una revolución que cambie esto.

¿habrá una debacle sistémica? por falta de recursos energéticos, o por unas condiciones ya tan precarias que tenga el sistema mismo que cambiar? Tal vez. No lo se. Pero tal vez sea la única forma.

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José Luis Carretero
3/8/2019 11:36

Vaya, compañero, ¡Cómo os las gastáis algunos! Critico la estrategia de la dirección de Podemos y prácticamente me acusáis de apología del terrorismo, de que quiero la lucha armada y la sangre por las calles....Yo no he dicho nada de armas. Entre la resignación y las armas, alguna posibilidad intermedia habrá, ¿no? Como la movilización popular y la construcción de alternativas reales. Lo de "somos nosotros y los demás queréis la violencia" es digno de Eduardo Inda, sinceramente. Para que quien quiera pueda comprobar lo que digo, transcribo mi estado de Facebook del que hablas. Sí, ciertamente, como podrá ver cualquiera, de sanguinario y guerracivilista no tiene nada….El pesimismo siempre lleva a lo mismo, compa. Déjate de resignaciones y empieza a hacer cosas que, aunque nos equivoquemos, habremos abierto camino y sabremos qué no hay que hacer.
Ahí va el estado: "Se impone la narrativa en la izquierda de que todo está perdido, sólo cabe resistir en pequeños huecos, realmente no podemos. Lo institucional limitado a lo decorativo como premio de consolación, desde la conciencia de que nunca van a dejar gobernar a lo que está abajo y a la izquierda. Sólo cabe no ser infantil y no llamar a la guerra civil, resignarse a que las cosas no cambian, adaptarse a los pequeños puestos que nos dejen, Jugar al juego de las sillas desde una mentalidad de escasez y competencia, triste, gris, esencialmente conformista, muy agresiva a la interna. Vienen malos tiempos y sólo nos queda llorar un poco y confiar en los líderes, que ellos sí saben ser humildes cuando les vetan.
No es algo nuevo: es la música reiterativa de la izquierda institucional, e, incluso, la radical, desde hace cuarenta años. Nada se podía contra la Transición, nada se podía en los 90, nada se puede ahora.
Esa música sólo se rompe en ocasionales explosiones de una ilusión ilusa y muy infantil. Retórica de las Plazas en la que los mismos nos contaban que se podía vencer sin esfuerzo, sin lucha, sólo porque éramos muchos, sin organizarse demasiado, sin tener que sufrir. Ya ha llegado la resaca. Nada es gratis en esta vida, Ahora no se puede nada.
Los viejos revolucionarios (esos de la mochila) sabían un par de buenas verdades: que toda narrativa de la impotencia, la pasividad, la resignación es contrarrevolucionaria, así como que también lo es quien dice que se puede vencer sin necesidad de luchar y un gran esfuerzo (Mao) y que la base imprescindible para todo avance de una izquierda libertaria es un optimismo intransigente, lúcido, útil, que sabe que las contradicciones sólo se resuelven por la acción, y no por los lloriqueos (Félix Carrasquer).
Innovemos totalmente las luchas desde el optimismo que nos enseña que el futuro, siempre, es diferente que lo que hay."

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#37959
3/8/2019 18:58

Por Dios, no te he acusado de apología del terrorismo, sangre ni nada de esas cosas. Solo digo que soy pesimista con algún cambio sistémico. Que si Podemos, que es ,como tu dices, tan liviano y no se le permite ni la mínima participación, imagínate pensar algo mas fuerte. Y que no veo nada a mi alrededor que anuncie ningún cambio. Eso he dicho. Pero claro que hay que hacer todo lo posible, luchar en cualquier frente. Tratar de crear alternativas. Pero diciendo claramente como están y son las cosas. Cual es nuestra fuerza y hasta donde se puede y se nos permite llegar. Un saludo.

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BENTO
1/8/2019 14:24

partimos del posicionamiento que se hace PODEMOS no es Socialdemocrata e un partido de ideas comunistas otra cuestión es tratar de vender el discurso que a la gente le gusta oír y el PSOE no es un partido de Centro Liberal etc. el POSE es un partido Socialdemocrata otra cuestión es establecer una definición de partido Progresista lo cual se identifica con la Social democracia el progresisto es una tendencia hacia la izquierda partiendo de política que puedan ser posibles en el momento actual. Por tanto el autor del articulo tiene una intención clarísima de general un desplazamiento hacia la derecha de PODEMOS Y PSOE tratando de convertir a PODEMOS como el partido de la izquierda y al PSOE de centro derecha

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#37987
5/8/2019 2:41

A fuerza de usar los términos con la misma potencia intelectual que la de las vacas que ven pasar el tren, hay gente que se quiere reinventar las cosas a la medida de su mundo sin ninguna vergüenza. Cualquiera no ya con cultura política sino con medio cerebro y sin malicia sabe distinguir cosas muy básicas. Ningún partido "socialista" de occidente (salvo ciertas corrientes del SPD, el Labour y algunos nórdicos) son ni siquiera social-demócratas. Los partidos socialdemócratas (que por cierto era como se llamaban los partidos de Rosa Luxemburgo o Lenin) hasta los años 70 eran, con sus contradicciones y renuncias no solo herederos de la tradición socialista sin vergüenza sino anticapitalistas. GRadualistas, parlamentaristas, sí, pero anticapitalistas y republicano democráticos en la tradición que venía de Robespierre y el movimiento obrero . Llamar socialdemócratas al PSOE es cinismo o ignorancia. Pero este es el mundo majader* y filisteo de hoy en día, los del PP diciendo que son de centro, Vox "demócratas" , Ciudadanos hasta ayer social-demócratas y el PSOE socialista/socialdemócrata y republicanos pero en la intimidad.

Pero cháchara aparte, a los hechos no sólo los programas del propio PSOE de 1979 sería considerado como extremista hasta para los del PSOE de ahora… sino por Podemos. Y de hecho las políticas de los social-cristianos de Italia, Alemania, Austria de los años 50-60 que eran conservadores y derechistas, tenían programas que los leéis los pagafantas de ahora y os santiguáis, con derechos sociales garantizados, nacionalizaciones , restricciones a las finanzas y la patronal . Normal, allí sus industriales en su pasarse de frenada al lado del fascismo arrasaron todo y ellos estuvieron con las orejas más gachas que los de aquí, cuyo caudillo se murió en la cama y sus aparatos de poder intactos aunque mutados.

El PSOE es socialliberal y gracias, a la derecha de cualquier partido de centro democristiano de esos y casi de UCD . Os avergüenza hablar de socialismo y pensáis que socialdemócrata significa neoliberalismo pero un poquito menos. :D

Y lo de que Podemos es de ideas comunistas … de donde no hay no se puede sacar :D. Su programa no llega ni a social-demócrata , eso es así y se puede demostrar punto por punto.

Estos son los progres, como serán los otros…

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#37863
31/7/2019 19:52

Estupendo análisis! Maravilloso análisis!
Lo que pasa es que si esa liviana socialdemocracia es imposible de aceptar para el régimen, y tal es así que PSOE prefiere no gobernar a que podemos logre algo, imagínate algo mas allá...y no digo nada de ese socialismo libertario autogestionado que defiende el autor de éste escrito. No hay nada que hacer. Nadie va a comenzar una revolución de tal calibre porque lleva a una guerra si o si.
Aunque nos joda, lo máximo que se puede hacer Institucionalmente es lo que está haciendo Podemos. Fuera de las instituciones pues crear ,el que tenga valor y ganas para hacerlo, espacios liberados de la búsqueda de la rentabilidad del capital. De que el dinero siempre sea el criterio que este en el centro. Cooperativas, huertas, radios libres, criptomonedas y esas cosas. Eso si, como tomen un poco de enjundia, zas, hachazo del Poder. Que no, que hay poco que hacer. La subjetividad está tan sometida al capital y al consumo y al dejarse llevar que el que surja una fuerza desde abajo capaz de mover esto se antoja hoy por hoy imposible.

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#37877
1/8/2019 8:13

Magnífico comentario: hay que seguir la estrategia de Podemos, en realidad, no Podemos. Resignación, humildad, y todos a rezar a Galapagar. Extraño que perdáis votos.

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#37924
2/8/2019 1:43

Lo determinante no es el numero de votos, lo determinante es qué se puede hacer con ellos...

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Carmen R.
2/8/2019 10:50

Es el comentario más sensato que he leído en los últimos tiempos

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El yeyo Juan
31/7/2019 16:21

Si, en alta voz, desde la tribuna del Congreso, lo leyera Iglesias... y a continuación apoyaran la investidura, para no tener que repetir elecciones, pero pasando a la oposición (lo más crítica posible), estaría haciendo pedagogía política, pero de la buena, la necesaria.

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avir
31/7/2019 15:20

"empoderamiento de la clase trabajadora y determinadas fracciones en proceso de proletarización de la clase media ", como receta está muy bien, pero eso , como se hace. como si POdemos no quisiera esto....¿quien tiene la formula mágica, que moviliza a las clases que han sido pasivas durante los ultimos 40 años?

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#37988
5/8/2019 2:47

La gente no vota contra sus intereses porque sea idiota. Lleva mucho tiempo meter en vereda y el franquismo lo hizo por cuarenta años a sangre y fuego y el PSOE otros cuarenta al rebufo de ese miedo y con el caramelo de todos somos clase media (spoiler: eso es una ficción que se cae cada crisis). Si haces políticas de derechas creas gente de derechas. Que luego vota al original. No hay fórmula mágica, hay voluntad de cambiar las cosas o de acoplarse y arrimarse.

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#37835
31/7/2019 13:39

Una pieza impecable y acertadísima... Es el Régimen, debe caer, simple y claro, sin matices.

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Guillem
31/7/2019 12:32

Magnífico análisis.

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