Opinión
Ganar y no perder la razón. Sumar tras el 23J

Yolanda Díaz tiene en su mano ser un factor clave para la negociación de la investidura y consolidar su liderazgo cosiendo las heridas provocadas durante el proceso de confluencia previo a las elecciones del 23 de julio.
Elecciones 2023 SUMAR Bruno - 3
Bruno Thevenin Yolanda Díaz, de espaldas, durante la celebración de Sumar de los resultados del 23J.
24 jul 2023 18:03

Hay un problema cuando dos afirmaciones contrarias pueden ser ciertas al mismo tiempo, cuando dos personas que dicen cosas opuestas pueden tener razón a la vez. Los resultados de Sumar en la noche del 23 de julio fueron buenos. No fueron magníficos, pero fueron buenos. Segunda fuerza en Catalunya, tercera en Madrid, cuatro escaños en la Comunidad Valenciana, seis en Andalucía, etc. 31 asientos que serán determinantes si echa a andar la legislatura y que deben serlo para que eso ocurra. Yolanda Díaz se presenta como una líder que puede ejercer de pegamento en un grupo nuevo, con algunas diputadas que no vienen de la política y por ello quizá puedan aportar nuevos tonos e ideas. Y son buenos también porque Sumar es un artefacto puesto en marcha a toda prisa, con el tiempo en contra y en unas elecciones que Pedro Sánchez y el sistema plantearon en términos de restauración del bipartidismo quebrado en 2015. Son buenos, también teniendo en cuenta el descalzaperros que fueron los resultados del 28 de mayo.

Pero los resultados de Sumar en la noche del 23 de julio fueron malos. No fueron penosos, aunque no superaron la deriva decreciente del espacio político de Unidas Podemos en el que estuvo Díaz. Es más, los números de ayer establecieron una marca por debajo para el conjunto del espacio político. Se perdieron votos y diputados. La suma aritmética bajo el paraguas Sumar ha sido contraproducente en Madrid, donde los 550.000 votos son los peores resultados de la izquierda extra PSOE desde 2015 en todas las elecciones, contando las de menor participación como son las autonómicas; o en la Comunitat Valenciana, donde se han perdido cien mil votos con respecto a la suma de lo que, por separado, obtuvieron Podem y Compromís en 2019. Y, sobre todo, no se opuso mucha resistencia a que el PSOE capitalizara el voto de la experiencia de la gran coalición. Los socialistas aglutinaron el voto contra el retroceso en derechos feministas o LGTBIQ, y también el voto de personas beneficiadas por medidas de sostenimiento de capacidad adquisitiva. En la noche de Pedro Sánchez era difícil que los resultados de Díaz destacaran.

La buena noticia es que Sumar y Yolanda Díaz tienen margen para consolidar un proyecto plural tanto en el nivel interno del próximo grupo parlamentario como en el propio Congreso

No ha sido un viaje a ninguna parte pero tampoco se ha avanzado demasiado desde el punto de partida: el espacio de la izquierda es el que es, no crece mucho en este momento histórico y, al final de la jornada electoral, integra tanto a quienes aplaudieron de pie el discurso de la cal viva de Pablo Iglesias en el Congreso como a quienes detestan a ese señor, y a su canal de televisión y a todo lo que representan. Si la expectativa era superar la hipótesis Podemos de confrontación y denuncia de los poderes del Estado —muy legítima— no puede decirse que se haya cumplido.

La amputación de una de las almas de la izquierda —sea la más sofisticada o la más autorreferencial, la más táctica o la más insumisa— no es una buena opción si se quiere ganar, pero entra de lleno en el agradable juego de querer tener razón. Y, desde ese ejercicio de tener razón, es normal que las críticas emitidas desde Podemos a raíz de los resultados sean vistas como traiciones o puñaladas. Puede discutirse su pertinencia pero no cambia el hecho de que los resultados son también de Podemos y, como tal su dirección es corresponsable —si es un fracaso, también es un fracaso de Podemos— y está legitimada para hacer el análisis sobre los mismos que estime oportuno.

El núcleo dirigente de Sumar puede hacer cábalas de si el resultado hubiera sido mejor —aun mejor, si ven lo de ayer como un éxito— si no hubieran contado con el partido de Ione Belarra, al que se sigue viendo como un elemento extraño, sospechoso. Pero los hechos no tienen vuelta atrás, las lecturas de los resultados se han hecho ya y no tiene mucho sentido mandar a callar a nadie cuando, de lo que se trata ahora, es de retomar un diálogo sincero silenciado durante la campaña para no interferir con el discurso de la ilusión. La “amnistía” entre la izquierda que reclamó Díaz antes y durante la campaña es una buena idea siempre que no se base en el silencio en torno al liderazgo vertical. Más que nada porque eso no va a pasar. No en la izquierda española.

Propuesto esto como diagnóstico, la buena noticia es que Sumar y Yolanda Díaz tienen margen para consolidar un proyecto plural tanto en el nivel interno del próximo grupo parlamentario como en el propio Congreso. La política ferrolana puede ser un engranaje importante en la negociación con los distintos grupos para la sesión de investidura. Cuenta con la experiencia en la negociación sociolaboral —que no es del mismo tipo que la negociación federal– y con una baza inesperada.

La baza inesperada

Agustín Santos, número dos, no entró con demasiado buen pie en la campaña. En condiciones normales, el número dos por Madrid hubiera sido para Irene Montero. Pero, en este momento, la experiencia diplomática del número dos puede ser un activo en la negociación —si se produce con Junts— por su experiencia en ese terreno. En una, no demasiado leída, entrevista publicada por El Salto, Santos explicaba en breves pinceladas el principio para la negociación inspirada en la justicia rawlsiana (teorizada por John Rawls): aunque no sea simétrica en cuanto a los beneficios, todas las partes tienen que salir beneficiadas de la decisión que se tome en una negociación.

En cierta medida ha pasado con el acuerdo que dio pie a Sumar. Aunque el electorado y la dirigencia de Podemos se han sentido humillados, han obtenido beneficios, no solo como partido sino porque ha podido colaborar en un resultado que mantiene abiertas las posibilidades de transformación que están en su programa. Aunque una parte del núcleo irradiador de Sumar podía pensar que era el momento de decapitar al partido morado, cierto instinto de supervivencia impidió la ruptura completa. En vista de la campaña y de los resultados, fue una decisión prudente y deja a Díaz en una buena posición para continuar su trabajo y desandar los pasos que sean necesarios para cerrar heridas. La lección sobre la necesidad de negociar con sentido de la justicia —y no solo en base a las razones propias— permanece y sería inteligente trasladarla a un ámbito de negociación, el de la investidura, en el que demasiados actores laterales han apostado todo al fracaso.

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