Opinión
Flojos, improductivos y liberticidas

Hace unos días veía en los titulares de la edición digital de El Mundo, que un “empresaurio” agrícola se quejaba de que nadie quería trabajar en el campo porque todo el mundo quiere estar en una oficina de 8 a 3. Pues bien, eso de que nadie quiere trabajar en el campo, aunque el periodista no lo aclare, se refiere a que nadie querrá trabajar para el “empresaurio” entrevistado, personaje que seguramente se cree que el trabajo de 8 a 3 en la oficina, es decir 7 horas, debe de ser algo así como jugar al solitario con el ordenador, bajar tres o cuatro veces a tomar café a la cafetería e irse a los pasillos a hablar con el resto de compañeros ociosos hasta que llegue la hora de salida.
La Rioja Temporeros Vendimia 2
Detalle de las manos de uno de los temporeros que trabaja en la vendimia en La Rioja. Sonia Tercero

Este tipo de perjuicios lo han ido expandiendo las empresas dueñas de los medios de comunicación desde hace ya muchos años sobre los empleados públicos, además suelen utilizar para englobarlos a todos la palabra funcionario, término que casi se utiliza de forma despectiva como sinónimo de flojo e improductivo, mientras que la realidad es que para llegar a ser funcionario de carrera hay que echar más horas que un reloj estudiando y además es necesario que sean productivas.

Lo del término flojo, o en su caso floja lo he llegado a escuchar por boca de significativos políticos y políticas para referirse a aquellas mujeres que desean poder tener una baja laboral por culpa de fuertes dolores menstruales que incapacitan para poder desempeñar cualquier tarea con normalidad. “Son mensajes de vagos” decía una dirigente del partido popular de la Villa y Corte.

El otro término que se utiliza mucho últimamente para minusvalorar a los trabajadores por parte de empresaurios y políticas y políticos, en este caso no sólo del lado diestro, es el de improductivo.

Parece ser que hay que ser productivos, que cada minuto que se trabaja tiene que generar riqueza para el empresario que te contrata. No puede ser que el que este repartiendo paquetes en un atasco no dedique la mano que no tiene sujeta al volante a rellenar los datos del próximo pedido mientras calcula la siguiente ruta que tiene que hacer al terminar el atasco, y es que algunos se van a mear y ¡no teclean en la táblet con la o las mano/s libre/s mientras miccionan!

Parece ser que hay que ser productivos, que cada minuto que se trabaja tiene que generar riqueza para el empresario que te contrata.

Y es que hay cosas que son para mear y no echar gota. Así, el término productividad se ha degenerado tanto que ya no sólo se utiliza para temas relacionados con el trabajo remunerado, también se empieza a generalizar su uso en temáticas que deberían estar excluidas por ley de la productividad capitalista, so pena de sopapo del tío la vara. Han llegado a mis castos oídos expresiones como; “lo importante no es el número de horas que dediques a tus hijos o hijas, sino la calidad de las mismas”. Vamos, que no sólo tienes que ser productivo las horas que eches en el trabajo sino que como tienes poco tiempo para tus vástagos, el ratillo que estés con ellos que sea productivo, porque con poco tiempo bien echado los enseñas a ser educados, montar en bici, cocinar, asearse, nadar y, sobre todo a ser productivos que es lo que se lleva hoy, no vaya a ser que los hijos del proletariado salgan flojos e improductivos y los hijos de los grandes empresaurios no tengan dinero para sus jet privados y sus yates.

La productividad incluso ha calado en la negociación colectiva, así en los convenios de la construcción de Jaén y del resto de provincias con veranos de calor existe la jornada laboral continua en julio y agosto. Estas jornadas intensivas en realidad no se proponen en virtud de la salud laboral, para evitar deshidrataciones y posibles golpes de calor sino más bien para que haya más productividad, que se ponen más ladrillos en una mañana de 8 ocho horas que en una jornada partida con el turno de tarde a 40 grados.

El problema es que esta cultura en defensa de la productividad y del trabajo duro se ha generalizado en la mayoría de las personas que no saben a lo que pertenecen y que no han tenido la oportunidad de conocer por ejemplo, a aquellos trabajadores organizados en CNT que en 1919 consiguieron en España la jornada de 8 horas. Estos obreros y obreras trabajaron muy duro y fueron muy productivos para los intereses de su clase, la obrera y no para los intereses de la clase capitalista.

La liberticidad es otra de las cosas que nos achacan a los flojos e improductivos. Dicen que no respetamos la libertad de empresa, que por culpa de lo flojos e improductivos que somos no puede estar toda la industria del ocio, los comercios, las casas de apuestas y los bares abiertos las 24 horas. Así, por ejemplo gracias a nuestra flojera y a las vecinos que quieren dormir para ser más productivos en su jornada laboral impedimos que turistas, ociosos, personas con títulos de grandeza de España y demás gente de mal vivir puedan tener la libertad de tomarse una copa o una cerveza con tapa a la hora que les venga en gana. Además según algunos empresaurios de la hostelería y toreros bien parecidos que participan en “tertulias” televisivas, no se encuentran camareros que atiendan sus negocios porque el gobierno socialbolchevique bolivariano además de limitar los horarios de apertura y cierre, reparte pagas para fomentar nuestra vagancia e improductividad y no ir a trabajar 12 horas, es decir media jornada, por la cotización de 4 horas y la propina.

Con estas pagas bolcheviques, como los 426 euros mensuales de subsidio que se percibe gracias a haber cotizado y trabajado entre 6 y 12 meses, familias enteras son capaces a duras penas y cada vez con más dificultades, debido al alza de los precios, de producir comida para toda la familia. Imagino que el torero tertuliano, sería capaz, como mucho, de comprar un jamón.

Y es que no es malo ser flojo, improductivo y liberticida si los que se van a beneficiar de nuestro trabajo son aquellos que nos oprimen y explotan además de llamarnos vagos.

Y es que no es malo ser flojo, improductivo y liberticida si los que se van a beneficiar de nuestro trabajo son aquellos que nos oprimen y explotan además de llamarnos vagos.

Trabajar, trabaja hasta un mulo, pero para saber a lo pertenecemos tenemos que darle una vueltecilla al cerebro y cambiar de hábitos. Ya sabemos que los valores dominantes no son los de la clase social mayoritaria sino los de clase dominante. Trabajemos para la libertad de nuestra clase con fuerza, pero seamos para la clase dominante con orgullo, fuerza y determinación; vagos y maleantes.

Y hagamos caso a Sarah Babiker en su alegato flojócrata ¡flojos del mundo, uníos!

Alguien va presumiendo

discreción
flojos de pantalón

líderes del diseño novedad.

Flojos de pantalón de Rosendo Mercado

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