Opinión
La bandera de la libertad

Desde posiciones ideológicas antagónicas se reivindica el ideal de libertad. ¿A qué se refiere Ayuso o Milei cuando hablan de libertad? ¿Es posible imaginar un concepto diferente sobre esta aspiración y necesidad humana?
Ayuso nov 2025 - 2
Bruno Thevenin La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

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3 dic 2025 05:00

Lea Ypi narra en Libre su infancia y juventud en Albania durante el tránsito desde el régimen comunista (o lo que eso fuera) al capitalista. Desgrana con ojo infantil, pero ya desde la capacidad de análisis adulto, las profundas transformaciones políticas, económicas y culturales de la sociedad albanesa durante esos años. Pero también hace énfasis en lo que no cambio: la reivindicación que hicieron tanto los gobiernos comunistas como los capitalistas de la libertad.

En realidad, lo que sucedió en Albania no fue muy original. La bandera de la libertad es enarbolada por los distintos Gobiernos de Estados Unidos, ya sean demócratas o republicanos, cuando hablan del “país de la libertad”. Es un elemento central del empuje de la oposición venezolana a Maduro. Sin ella, probablemente no se podrían haber producido las Revoluciones Árabes de 2011. Es un eje central de la estrategia comunicativa de Ayuso en la Comunidad de Madrid. Movió la Transición española, como plasmó el himno “Libertad sin ira”. Y la lista podría seguir con una miríada más de ejemplos de cualquier adscripción ideológica.

Saliendo del marco capitalista, David Graeber y David Wengrow sostienen en El Amanecer de todo que este fue un elemento definitorio de muchas sociedades anteriores al Estado. Y Manfred Max-Neef llega más lejos al argumentar en El desarrollo a escala humana que la libertad es una de las necesidades humanas fundamentales.

Idea nº 1. La búsqueda de la libertad atraviesa a la sociedad. Y no solo la atraviesa, sino que la moviliza. Por ello, es una bandera que es clave tener bien agarrada para impulsar transformaciones ecosociales.

Siguiendo con la novela de Lea Ypi, una de las cosas que describe es que la libertad, antes y después de la caída del bloque soviético, no era un mero discurso vacío. Aunque había elementos de manipulación evidentes, a la vez al menos una parte de la narrativa era sólida. Algo similar podemos encontrar en el resto de ejemplos enunciados anteriormente. De esto se deduce que deben existir necesariamente distintos conceptos de libertad, que al hablar de libertad cada actor político se está refiriendo a cosas diferentes.

En nuestra sociedad, que tiene una alta valoración de la libertad individual, a la vez no existen mayores problemas para desplegar una vigilancia masiva de las personas a través de internet

Por ejemplo, en nuestra sociedad, que tiene una alta valoración de la libertad individual, a la vez no existen mayores problemas para desplegar una vigilancia masiva de las personas a través de internet. Un nivel de control que no ha existido en ningún otro momento de la historia, ni por ningún sistema totalitario pretérito y que podría expresarse como una pérdida sin precedentes de la vida privada. ¿Cuál es entonces la libertad que valora la sociedad capitalista contemporánea?

Para profundizar en esto, el libro de Aurélien Berlan Autonomía y subsistencia. Una teoría ecosocial y materialista de la libertad creo que es muy clarificador. Es de los imprescindibles que hay que leer. Plantea que en Occidente se ha ido construyendo un concepto de libertad que consiste en liberarse de las tareas requeridas para satisfacer nuestras necesidades. Se concibe la libertad como liberación de la carga cuidados y de otras, como las agrícolas.

Una expresión central de esta concepción de la libertad es el consumismo. Gracias al dinero, tenemos la posibilidad de adquirir en el mercado bienes y servicios que dejamos de proveernos de manera comunitaria y autónoma. El desarrollo tecnológico también es una expresión de esta concepción de la libertad, pues nos “facilita la vida”, que no es sino otra forma de decir que nos libera de tareas de cuidado de la subsistencia.

El capitalismo ha conseguido que las clases privilegiadas incluso se hayan podido liberar de ejercer gran parte de la violencia directa que les permite mantener su libertad entendida como liberación de cargas

Pero, como somos interdependientes, necesitamos de cuidados, una libertad de este tipo solo puede ser articulada en sociedades jerárquicas en las que unas personas trabajen para otras satisfaciendo de sus necesidades. En este sentido, el capitalismo ha conseguido que las clases privilegiadas incluso se hayan podido liberar de ejercer gran parte de la violencia directa que les permite mantener su libertad entendida como liberación de cargas. Esto ha sido gracias no solo a la delegación de las labores policiaco-militares en otras personas, sino sobre todo por el poder coercitivo tan fuerte de una sociedad de mercado. Es decir, de una sociedad en la que hemos perdido nuestra autonomía económica y, por lo tanto, tenemos que encontrar un empleo y mantenerlo, sacrificando lo que sea menester, para subsistir.

Esta jerarquía no solo es social, sino también ecosistémica. La libertad como liberación de cargas implica que pongamos la naturaleza al servicio de las personas. Como explica Adrián Almazán en Técnica y tecnología, la tecnología, entendida como las técnicas propias del capitalismo que se han ido basando cada vez más en recursos mineros (minerales, fósiles), es una de las máximas expresiones de este dominio.

Por eso, a pesar del evidente giro represivo de los Estados impulsado por la extrema derecha (pero no solo, pues la socialdemocracia trilla también ese camino, aunque sin tanta fanfarria), esto se puede hacer en nombre de la libertad o, mejor dicho, de la liberación de las cargas de la subsistencia. Es más, en tiempos de extrema desigualdad, esta libertad requiere de mucho Estado (u otras instituciones paraestatales) que puedan garantizar la propiedad privada (base material de los privilegios) y el entorno legislativo para vivir a costa del trabajo ajeno.

¿Quién quiere liberarse de las cargas de la subsistencia? Pues una amplia base social que atraviesa las clases. La hegemonía que ha conseguido el capitalismo en esta mirada es evidente, pues incluso la mayoría de las personas que están en los escalafones sociales más bajos desean liberarse del sostén de la vida. Como siempre puede haber alguien por debajo a nivel social, al menos temporalmente, todo el mundo llega a “disfrutar” de micro-liberaciones. Así el rider precarizado puede arribar a su casa y permitirse que otro rider le envíe comida a domicilio. Con la naturaleza es todavía más evidente, pues nuestras sociedades antropocéntricas, nuevamente sin distinguir clases sociales, no dudan que existe el derecho a explotar hasta la muerte los ecosistemas de los que dependemos poniendo por encima el deseo humano de liberación (que no el bienestar real, pues este se va perdiendo fruto de nuestra ecodependendencia). Aquí puede radicar una de las claves del éxito electoral de las derechas y extremas derechas cuando enarbolan la bandera de la libertad.

Idea nº 2. El concepto de libertad hegemónico en la actualidad, transversal a las distintas clases sociales, es el de liberarse de las tareas de subsistencia. Y esta liberación solo puede ejercerse en sociedades jerárquicas entre las personas y sobre el resto de la trama de la vida.

Pero existen otras concepciones de la libertad. Una todavía muy presente en nuestra sociedad y con gran potencial de articulación es tener capacidad de decisión sobre la propia vida. Y esta pulsión sigue viva a pesar de que hay indicadores de su decadencia, como la aceptación de la vigilancia total que nombraba antes o el crecimiento de propuestas sociales autoritarias frente a las democráticas (qué vuelva Franco y vivan Trump, Bolsonaro, Modi y Meloni).

Las élites sociales no solo persiguen liberarse de las cargas de subsistencia, sino que buscan libertad de acción, que no es otra cosa en su caso que poder ejercer de forma libre sus privilegios

La búsqueda de este tipo de libertad no tiene que ser necesariamente emancipadora para el conjunto de la población. Las élites sociales no solo persiguen liberarse de las cargas de subsistencia, sino que buscan libertad de acción, que no es otra cosa en su caso que poder ejercer de forma libre sus privilegios: acaparar los recursos y expresar abiertamente idearios supremacistas por racialización, género, clase, etc.

De este modo, la concepción de la libertad como capacidad de tomar decisiones sobre la propia vida debe ligarse a una liberación de la dominación para que sea emancipadora. Una idea que no es nada original ni en el historia, ni en el presente.

Esta liberación de la dominación es, en primer lugar, una liberación política. Consiste en la articulación de sociedades realmente democráticas. Esto implica varias cosas. En primer lugar, que las personas podamos decidir colectivamente, pero también reflexionar conjuntamente antes de tomar esas decisiones y con la mejor información disponible. En un funcionamiento democrático, la reflexión compartida en base a una escucha sincera es una fase al menos tan importante como la toma de decisiones.

La democracia en la globalización y en el capitaloceno debe tener en consideración a quienes no pueden participar en el proceso de reflexión y toma de decisiones

Una democracia real no solo implica la participación de todas las personas que habitan un territorio sobre las decisiones que les conciernen, sino también de aquellos seres vivos que se ven influidos por estas decisiones, que pueden ser personas que vivan a miles de kilómetros de distancia o que no nacido todavía, u otros ser seres vivos no humanos. Es decir, la democracia en la globalización y en el capitaloceno debe tener en consideración a quienes no pueden participar en el proceso de reflexión y toma de decisiones. Esto requiere reconfigurar cómo se reflexiona y cómo se toman las decisiones, algo que va más allá de los marcos habituales de la democracia actual.

Para poder ejercer una capacidad real de toma de decisiones sobre nuestras vidas hacen falta escalas óptimas. Ni demasiado pequeñas, porque somos interdependientes y eso requiere una masa humana mínima para maximizar nuestras opciones de elección y acción, ni demasiado grandes. Sobre la masa mínima volveré un poco más adelante, así que no lo explico ahora. El tamaño máximo lo que pone de relieve es que una sociedad global no es posible que sea democrática, pues no existen mecanismos ni de reflexión ni de toma de decisiones colectivos a esas escalas. No hay ni siquiera posibilidad de representatividad mínimamente real. Una democracia que se aproxime a una democracia verdadera requiere de sociedades locales. Esto no es solo una premisa para lo político, sino que también se tiene que aplicar al ámbito económico y, probablemente como consecuencia de ambos, al cultural.

Pero la liberación de la opresión no solo tiene implicaciones en el ámbito político, sino también en el técnico. La tecnología no solo incluye herramientas diseñadas para el control social, como las militares o las de vigilancia, sino que en sí misma, intrínsecamente, nos resta libertad. Somos dependientes de un gran entramado tecnológico que no controlamos. Ni tenemos acceso a los materiales y la energía para fabricar las máquinas, ni tenemos las capacidades técnicas para hacerlo. Ni siquiera para entenderlas. Esto nos hace dependientes de una manera profunda de las decisiones que se toman en ámbitos alejados en base a intereses que no son los nuestros, sino la maximización de sus beneficios. La tecnología capitalista puede liberarnos de algunas cargas, pero no nos hace más libres para tomar decisiones de manera autónoma. Todo lo contrario.

Por ello, la liberación de la dominación requiere apostar por técnicas humildes, que son aquellas fabricadas con materiales y energías renovables, que pueden funcionar de manera descentralizada y ser apropiadas en su fabricación y gestión por las comunidades. En Técnicas humildes para el Decrecimiento un grupo de personas de Ecologistas en Acción reflexionamos sobre ello.

La libertad también es una disputa económica. Poca libertad de decisión real podemos tener en ese ámbito si nuestra elección última está entre la miseria o encontrar un empleo para subsistir

Por supuesto, la libertad también es una disputa económica. Poca libertad de decisión real podemos tener en ese ámbito si nuestra elección última está entre la miseria o encontrar un empleo para subsistir. Mientras tengamos que obtener los bienes y servicios que requerimos en el mercado y para ello necesitemos dinero, lo que solo se consigue encontrando un empleo, cualquier decisión en el ámbito económico va a estar profundamente condicionada, cuando no directamente enfocada, a que la empresa para la que trabajamos sea lo más competitiva posible. Por lo tanto, el camino hacia la libertad de elección pasa ineludiblemente por la construcción de autonomía económica, algo que solo se puede conseguir en colectivo.

A todo esto habría que añadirle al menos también la capacidad de defendernos para salvaguardar la libertad. Durante los años del cambio de siglo, proliferaron los análisis que planteaban que entrábamos en un escenario de guerras asimétricas en las que pequeños grupos eran capaces de causar daños importantes, por ejemplo con atentados terroristas (recuérdense el 11-S o el 11-M). Las nuevas tecnologías militares (cámaras en espacios públicos, reconocimiento facial, drones, IA, big data, etc.) han recuperado para el Estado el terreno perdido en el control social. Es más, le han dado muchos nuevos cuerpos de ventaja. Esto hace más necesaria una reevaluación estratégica de cómo defendernos, que entre otras cosas probablemente nos vuelva a conducir hacia la senda de técnicas más humildes. Una defensa que en todo caso debe ser desde la noviolencia para que no reproduzca jerarquías.

En conclusión, hay otra bandera de la libertad que no es liberarse de las cargas de la subsistencia, sino de la dominación. Es más, que pasa precisamente en hacerse cargo de la propia subsistencia. Aurélien Berlan sostiene que “no es el esfuerzo en sí mismo, ni siquiera cuando es intenso, lo que resulta penoso y agotador: es el hecho de que esté impuesto por [otras personas] y de que su carácter especializado impida la expresión de la diversidad de nuestras facultades”.

Idea n.º 3. Necesitamos agarrar al bandera de la libertad entendida como capacidad de decisión sobre nuestras vidas. Algo que requiere la construcción de autonomía política, económica, securitaria y técnica, al menos.

Los seres humanos somos seres sociales y, por ello, hemos interiorizado que la libertad individual, entendida como capacidad de decisión sobre la propia vida, tiene que estar limitada para poder convivir. No tenemos mayor problema en asumir restricciones personales, es más, las defendemos, siempre y cuando les encontremos sentido. Por eso, por ejemplo, quienes fuman asumieron con facilidad y rapidez la prohibición de hacerlo en lugares públicos cerrados.

Pero las sociedades actuales restringen mucho más de lo necesario la iniciativa individual, entre otras cosas por esa concepción de la libertad como liberación de cargas, que solo puede alcanzarse por una parte pequeña de la población. Por ello, como apunté antes, maximizar nuestra capacidad de acción personal pasa por la construcción de autonomía, poder hacernos cargo colectivamente de nuestra vida arrebatándole las riendas al mercado y al Estado.

Solo podemos maximizar nuestra libertad individual y colectiva si recortamos la de ejercer sus privilegios a las élites

Así que la disputa social no está en si hay que poner coto a ejecutar nuestros deseos individuales, que es de sentido común, sino a cuáles, a quién y quién lo hace. Nuestro mensaje podría ser que solo podemos maximizar nuestra libertad individual y colectiva si recortamos la de ejercer sus privilegios a las élites. Es decir, que la libertad pasa por la autonomía y también por la redistribución. Esto también se podría expresar mostrando que los dos conceptos de libertad (liberación de cargas y de la opresión) en muchos casos se contraponen.

A esta pareja (autonomía y redistribución) para construir la libertad de decisión sobre nuestras vidas, se le debería sumar la frugalidad. Frugalidad porque solo podremos volar en libertad si soltamos el lastre de dependencias consumistas. Pero frugalidad sobre todo porque la libertad parte de que podamos satisfacer nuestras necesidades básicas y, en la medida que somos ecodependientes, esto requiere de ecosistemas funcionales, lo implica inevitablemente vidas austeras, como se desprende de trabajos como el de Kate Raworth en Economía rosquilla.

Idea nº 4. Necesitamos disputar el concepto de libertad apostando por una libertad de acción frente a una liberación de tareas de cuidados, entre otras cosas porque son en gran parte incompatibles. Solo la libertad de decisión sobre nuestras vidas es universalizable y, por ello, justa. Esto requiere de la construcción de autonomía, redistribución de la riqueza y el poder, y vidas frugales. Una libertad que por tanto implica eliminar los privilegios de las élites.

Para concluir, en realidad la cuestión clave al hablar de la libertad de acción no está en esa asunción de los límites a la libertad individual que nombraba antes, sino en comprender que organizarnos con otras personas realmente incrementa nuestra libertad. Nuestras posibilidades de acción crecen cuando vivimos en comunidades densas en las que no solo podemos repartir tareas y optimizarlas, sino que gracias a la potencia colectiva somos capaces de realizar acciones que van más allá, mucho más allá, que la suma de las partes. Abordamos así proyectos que son imposibles de llevar a cabo de manera individual. Vivir en comunidad limita en algunos aspectos nuestra libertad individual, pero la potencia en muchos más.

El “poder sobre”, propio de la libertad entendida como liberación de las tareas de subsistencia, requiere de una lucha interminable para sostenerse

Además, el “poder sobre”, propio de la libertad entendida como liberación de las tareas de subsistencia, requiere de una lucha interminable para sostenerse, pues una sociedad desigual genera envidias constantes e intentos de alcanzar los privilegios de los que disfrutan otras personas. En cambio, el “poder con” de la liberación de las opresiones es alegre, gratificante y estimulante, pues engancha con un factor totalmente determinante de la felicidad: el trabado de relaciones humanas densas y de calidad.

Idea nº 5. La bandera de la libertad de decisión sobre nuestra vida, ejercida en comunidad, hace crecer nuestro campo de acción, nuestra libertad, y permite tener vidas más felices. Comuniquémoslo con alegría.

Los artículos de opinión no reflejan necesariamente la visión del medio.

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