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La RAE define como símbolo todo aquel “elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición”.
Tras todo lo acontecido en Cataluña las banderas españolas han aparecido por todas las regiones del país. Muchos han sido los que que valiéndose de este símbolo, han salido en defensa de la unión de españa. Nacionalistas los llaman.
Para hablar del comienzo del nacionalismo hay que viajar hasta la Constitución del 1812 donde se define a la nación española como “la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”. En su artículo 2 continúa diciendo que esta nación “es libre e independiente y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona”. Esta nación “está obligada a conservar y proteger con leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”.
Este término sufrió varios cambios, entre los que están el apoyo y rearme ideológico dentro del ejército a principios del siglo XX, llegando a ser el llamamiento principal de los fascismos, desde Primo de Rivera, hasta Franco. Aquí nace un nacionalismo intolerante, violento, racista, excluyente que fue el que acabó con la legítima II República y dio origen a la Guerra Civil. Cuando Franco llegó al poder ¿qué hizo? Acabar con toda representación no nacionalista agresiva (es decir no puramente española) del país. Nada de catalán en cataluña, ni euskera en el país vasco, ni gallego en Galicia. Nada de riqueza cultural. Todos a una. Se trata de un nacionalismo antidemocrático que ha vuelto hoy, en pleno 2017 con ese ‘cara al sol’ que se escuchó en Cibeles, el himno de España con letra que le cantaron a Mónica Oltra en la puerta de su casa (himno oficial de la dictadura de Primo de Rivera y que Franco desempolvó) y las bandera franquista con la que un determinado torero se envolvió al salir al ruedo.
Conocer y entender al otro es lo que de verdad llena y satisface, no el compararlo ni decir que es malo porque es diferente a lo propio
Una cosa es defender el Estado de Derecho y la unión de España y otra muy diferente salir a la calle valiéndose de representaciones fascistas. Eso no es de ser demócrata ni defensor de un país. Porque lo hay que decirles a los catalanes es “queremos que sigáis en España, sois una parte importante de España, con una historia, con una cultura y con una ideología”. Porque siempre han existido independentistas. Y son tan españoles como los madrileños, andaluces o manchegos.
Todos los que formamos España, somos españoles y podemos utilizar una bandera o no. Pero España se defiende a través de actos y no con banderas. Y está muy bien que salgan con su bandera todos aquellos que quieren unidad, pero la unión de los pueblos la hacen sus gentes, esas que se preocupan por el estado, salen a la calle a protestar contra la corrupción, contra los recortes, piden derechos, quieren un país en el que los feminicidios no sean una normalidad, que se practique la tolerancia, porque las diferentes opiniones y corrientes ideológicas existen, y el respetarlas es un acto de buen demócrata. Pero lo que se está viendo últimamente no es eso. Se está insultando a catalanes porque tienen una idea diferente de su región. Nadie se pone en su lugar y pregunta ¿qué ha pasado para llegar a esto? Directamente se manda a la Guardia Civil y se aplica el 155.
La democracia es diálogo, y España y su gobierno ha preferido la fuerza. Y la fuerza nunca es la respuesta de un buen demócrata. El nacionalismo agresivo no tiene cabida.
No hay españoles buenos ni españoles malos. Que se saque una bandera republicana tiene más repercusión y críticas que la bandera del aguilucho. ¿Por qué la defensa de una república, régimen democrático que es la forma de gobierno que tienen países como Francia o Alemania, está mal visto?
Una cosa es defender el Estado de Derecho y la unión de España y otra muy diferente salir a la calle valiéndose de representaciones fascistas
Ese “a por ellos” que se escuchó animando al ejército que se ponía en marcha hacia Cataluña, ¿a por quien iba? ¿a quienes tenía que coger? ¿a quienes tenía que vencer? ¿Quienes son esos enemigos de España?.
Hay cierto sector español que piensa en una España utópica que solo puede hacerse real dentro de un régimen dictatorial. España posee una riqueza cultural y sus diferentes estados han ganado su derecho de autonomía, por ello están los estatutos. El catalán, el valenciano, el euskera y el gallego son tan españoles y merecen defensa tanto de los ciudadanos de esas regiones, como los del resto. Y eso se puede defender con banderas o sin ellas.
El hecho de nacer en una región u otra no hace a una persona más española ni más patriota que a otra. Es sólo una casualidad. No existen naciones mejores que otras, solo diferentes y la unión de éstas es lo que genera esa riqueza. Conocer y entender al otro es lo que de verdad llena y satisface, no el compararlo ni decir que es malo porque es diferente a lo propio. Porque el único himno que debería de existir es el ‘imagine’ de Jhon Lennon: nada de fronteras, nada por lo que matar o morir.
En definitiva, un símbolo no es mejor que otro, porque ata a un pensamiento único. Y se puede ser español pero no estar en contra de los catalanes. Se puede ser español y sentirse representado por una bandera republicana. Se puede ser español y hablar catalán, euskera, gallego o valenciano y por qué no, con sus diferentes banderas. Todo ello democrático.
Que está bien no querer rupturas territoriales, pero eso implica también el no querer rupturas entre personas de diferentes territorios. Y defender una España sin desahucios, defender una España con recursos suficientes para la lucha contra el cáncer, con una sanidad ejemplar, para todos, sin corruptos en los gobiernos, sin paro, sin trabajos precarios, sin gente en cunetas, sin mujeres muertas a manos de hombres. Porque todo esto está pasando en esa España de bandera.
Texto: Alba Martínez | Ilustración: ElKoko
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