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Notas a pie de página
La otra historia de brujas y locas
Esta es una historia de ida y vuelta entre Gran Bretaña y las Antillas. Comienza a mediados del siglo XIX en Yorkshire, cuando una joven Charlotte Brönte escribe las peripecias de una huérfana llamada Jane Eyre. En 1847 logra publicar la novela con un seudónimo masculino, Currer Bell, y esta se convierte en un éxito. La historia rompe moldes al estar contada por su joven heroína en primera persona y se convierte en un clásico de la literatura inglesa.
En Jane Eyre hay, sin embargo, un personaje que, leído desde una perspectiva contemporánea, resulta cuando menos incómodo. En la novela de Brönte, la protagonista es contratada como institutriz por el misterioso señor Rochester, para dar clases a su joven protegida. Jane se instala en Thornfield Hall, la mansión de Rochester, donde pronto empieza a notar que por la noche suceden cosas extrañas. Se oyen gritos y risas histéricas, se desata un incendio, hay visitas inquietantes… En un momento clave de la historia, se descubre quién es la responsable: Bertha Mason, la esposa del señor Rochester, que vive encerrada en el desván presa de la locura. No hay compasión en el retrato de Bertha: es la encarnación de la maldad y la depravación. Rochester confiesa que se casó con ella engañado por su familia, sin saber que su futura esposa estaba loca. Y, claro, no tuvo más remedio que encerrarla en el desván.
Más de un siglo después de la publicación de Jane Eyre, dos académicas estadounidenses, Sandra Gilbert y Susan Gubar, encuentran en Bertha Mason la clave de su análisis sobre las obras de escritoras victorianas. En La loca del desván (1979), Gilbert y Gubar revelan cómo el personaje es una figura recurrente en la literatura decimonónica escrita por mujeres, que simboliza todo lo prohibido, el reverso tenebroso del ángel del hogar.
Pero volvamos unos años atrás. En 1966 ve la luz El ancho mar de los Sargazos (DeBolsillo). Su autora, Jean Rhys, llevaba más de 20 años sin publicar nada, y vuelve a la literatura para dar voz al personaje de Bertha Mason e imaginar su historia hasta convertirse en la loca del desván. Esta escritora tiene algo en común con el personaje de Brönte: ambas habían nacido y pasado su infancia en las Antillas (Rhys en Dominica, Mason en Jamaica) para mudarse posteriormente a Europa. Un lugar donde, a pesar de ser blancas, se sienten extranjeras, donde pende sobre ellas la sospecha de que por sus venas corre sangre negra. Rhys cuenta cómo Bertha no venía loca de serie, sino que es la sociedad patriarcal y un marido avaricioso que solo la quiere por su fortuna y la desprecia por sus orígenes criollos quienes la empujan a la locura.
Veinte años después, otra autora antillana, la guadalupeña Maryse Condé, escribe Yo, Tituba, la bruja negra de Salem (Impedimenta). En él rescata a un personaje que era apenas una nota al pie de página de la historia oficial, la esclava negra del predicador Samuel Parris que fue acusada de hechizar a las niñas del pueblo y condenada por brujería. La historia de la caza de brujas de Salem se cuenta desde la perspectiva de una forastera, forzada a ser esclava por los conquistadores blancos, sometida pero nunca rendida a su lógica. Lo que para sus amos es brujería y hechizos satánicos, para Tituba es conocimiento de la naturaleza y sus artes curativas, así como comunicación con los espíritus y sus seres queridos.
El epílogo a esta historia tiene lugar en 1995. Maryse Condé, inspirada por la lectura de El ancho mar de los Sargazos de Jean Rhys, publica Barlovento, una reescritura caribeña de otra obra de las hermanas Brönte, en este caso Emily y su Cumbres borrascosas.
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En "El Manual Antifascista" de Mark Bray, que adquirí en la tienda de El Salto, descubrí cuándo tuvo lugar "(...) la primera manifestación para <<recuperar la noche>>, en Roma en 1976, en la que decenas de miles de mujeres se vistieron de brujas y gritaron: <<¡No más madres, no más hijas, vamos a destruir la familia!>>."
¡Uf! Se me ponen los pelos de punta solo de imaginarlo.