Música
Pervertidos y puritanos, a los pies de Ethel Cain

Proyectos musicales como ‘Perverts’ de Ethel Cain son capaces de imponer silencio en medio de tanto ruido para pensar en un momento en que las redes sociales son herramientas tendenciosas para la difusión de propaganda de ultraderecha.
Ethel Cain
Una imagen promocional de ‘Perverts’, el último álbum de Ethel Cain.
25 mar 2025 06:00

En los últimos años, distintos acontecimientos a escala global como la pandemia, las guerras y el avance de la ultraderecha han tenido consecuencias de enorme impacto en las generaciones más jóvenes, siendo la más llamativa el aumento de un presunto puritanismo o vuelta a los mal llamados valores tradicionales. Menos interesada ​​en salir a discotecas, según una encuesta del Instituto Kinsey, la juventud es ahora más “reacia al sexo” y está más enfocada ​​en pasatiempos como correr, leer y hacer manualidades, añadía otra de Nielsen. Se ha impuesto un estilo de vida que, muy ligado al contexto económico, ha logrado infiltrarse en los intereses políticos y sexuales. Una visión romántica del conservadurismo se ha abierto paso en los espacios culturales de la generación Z, ya sean virtuales o presenciales, con el autocontrol como eje central.

El ansia de autolimitarse en pos de una perfección absurda transmitida y amplificada desde las redes sociales genera una gran presión que deriva en procesos de ansiedad más cercanos a los que podría experimentar un beato que una estudiante de último curso. Por un lado, esta tendencia se sustenta en gran medida en el deseo: de ser más normativo, más saludable, más exitoso… Y, por otro, en las restricciones que impiden alcanzar ese objetivo. No es que toda la generación Z suscriba la agenda de la ultraderecha: gran parte está concienciada con la diversidad, la pluralidad y el planeta. Otra facción importante se adentra en la trinchera política de los incels y las criptomonedas; y el resto se ha dejado seducir por el canto de sirena viral de Nara Smith. Ser tradicional es la nueva rebeldía frente a lo que llaman woke. El progresismo y un feminismo sobresaturado y pasado por el filtro de la ultracapitalización han hecho que la autenticidad de este liberalismo social pop genere desconfianza y, por tanto, cierto rechazo, dejando hueco para toda suerte de derivas neo trad.

‘Perverts’, de Ethel Cain, es un disco que no pretende ser un disco al uso sino una experimentación sonora sobre la violencia que atraviesa el mundo

La búsqueda de la individualidad y la moralidad absoluta configura una nueva devoción, si bien la idea de Dios tiene muchas formas a día de hoy. Es en este contexto donde Ethel Cain publica Perverts, un disco que no pretende ser un disco al uso sino una experimentación sonora sobre la violencia que atraviesa el mundo.

El álbum abre con una versión del tema “Nearer, My God, To Thee”, un himno original del siglo XIX que habla del sueño de Jacob y su visión de una escalera al cielo, con la intención de capturar la conexión de la humanidad con Dios. Suena descascarillada, distorsionada, sentando las bases de la atmósfera que envuelve este proyecto. De pronto parece que todo se apaga: el silencio se integra como elemento de esta introducción hasta que finalmente se escucha una voz fantasmal que dice “It’s happening to everyone” (le está pasando a todo el mundo).

Con ese convencimiento contrasta perfección y pecado a través de un ambiente que invita a aceptar que la oscuridad forma parte de la vida real. El trauma sexual y religioso se estructura a partir de líneas abstractas y minimalistas que permiten vislumbrar la relevancia cultural y temática de este trabajo de Cain donde se advierte una rigurosa observación sobre lo que ocurre a nivel global. Ella ha experimentado en carne propia cómo las creencias nacionalistas cristianas, que en su día eran un nicho, se han convertido en un pilar definitorio de la ultraderecha estadounidense. Son las mismas que han intentado hacerla presa de campañas de cancelación transmisóginas y odiantes.

Por esto mismo, no es casual que en las pistas de Perverts se repitan determinadas palabras y frases, tal y como se repiten en los ritos y ceremonias religiosas. Además de “It is happening to everybody”, hay ejemplos como “I love you” (en “Housofpsychoticwomn”), “It feels good” (“Onanist”), o “If you love me, keep it to yourself” (“Vacillator”). Todo ello parece responder a una marcada intención de establecer un paralelismo con los traumas y su ciclicidad, generando espacio y a menudo con ausencia de melodía, para llevar a la reflexión sobre el daño y la persecución. Lo brillante y escalofriante de este proyecto es su ausencia de evidencias. A pesar de su título, no es explícito. La violencia y sus consecuencias son manifiestas pero no como podría esperarse, no como la narrativa altright conoce y después manipula. Este es terreno inexplorado, depredador a nivel religioso y social. Ethel Cain se mueve en lo tenebroso desde la experiencia, obligando a reflexionar sobre los roles y el poder del dolor como instrumento artístico.


En medio de un contexto donde todo lo que se produce acelera igualmente la cultura y todo se publica con el fin de ser consumido y desechado, dejando hueco para el siguiente, la artista aparece, potente, para hablar sobre la “epidemia de ironía” en la que nos encontramos, “una gran pérdida de sinceridad donde todo tiene que ser una broma todo el tiempo”.

Desesperados por demostrar que nada nos afecta lo suficiente, se ha alcanzado un nivel de desapego que nos hace ignorar cualquier cosa que lo ponga en riesgo. Existe una incapacidad colectiva para comprometernos sinceramente con narrativas elaboradas e incómodas, lo que pivota la elección de Trump con la deriva conservadora que también se manifiesta en el desprecio y censura hacia la cultura. Todo lo que haya sido creado por gente “mala”, “rara” o “vergonzosa” es desestimado incluso en los sectores progresistas, cada vez más puritanos: el arte categorizado como “controvertido” está condenado al ostracismo en lugar de a la crítica y la reflexión. No se puede obviar, por tanto, el rol que religión y liberalismo desempeñan a la hora de afianzar esta moralidad que viene de vuelta.

Mientras la desigualdad de recursos se vuelve cada vez más radical, la oleada de contenido digital crece dando paso a un compromiso superficial. Proyectos musicales como Perverts son capaces de imponer silencio en medio de tanto ruido para pensar en un momento en que las redes sociales son herramientas tendenciosas para la difusión de propaganda de ultraderecha y donde la divulgación en línea se diluye cada vez más.

Un ejemplo son las publicaciones de TikTok cargadas de “buenas acciones” que derivan en una búsqueda religiosa competitiva de la bondad suprema para mostrar públicamente quién puede ser mejor respecto a lo moral. Nuestros actos de deber social solo tienen valor si son reconocidos. Esta transición hacia el esteticismo puritano y la romantización de lo “tradicional” parecía inofensiva, una microtendencia, pero ha servido para influenciar el pensamiento social y el sistema de creencias de generaciones futuras.

Igualmente, existe un miedo a generar molestia de algún tipo, de romper con una supuesta personalidad creada a través de internet (the persona). La falta de sinceridad y el uso de la ironía permanente hacen que se perciba la política, que no es partidismo, como algo opcional y no esencial.


La música, al igual que el arte en general, ha sido históricamente un reflejo y una respuesta a los momentos de crisis. Los discos publicados en tiempos convulsos no solo capturan el espíritu de su tiempo, sino que también sirven como catalizadores para la reflexión, herramientas de resistencia o, simplemente, para dar apoyo emocional a quien lo escucha. Durante las épocas de conflicto, incertidumbre y transformación, muchos álbumes han trascendido su valor esencialmente musical para convertirse en manifiestos culturales fuese desde un punto de vista esperanzador, rabioso o combativo.

Uno de los ejemplos más destacados quizás pueda ser el álbum What’s Going On de Marvin Gaye, nacido de la agitación social por la Guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. Con letras que cuestionaban la violencia, la desigualdad y la injusticia, este disco marcó un punto de inflexión en la música soul. Sin embargo, Nina Simone ya había abierto la puerta cuando en 1964 interpretó “Mississippi Goddam”, una respuesta visceral al asesinato de Medgar Evers y al atentado en la iglesia de Birmingham, en 1963, donde murieron cuatro niñas afroamericanas. Su disco Silk & Soul (1967) incluyó “I Wish I Knew How It Would Feel to Be Free”, un himno a la esperanza en tiempos de segregación.


De la década de los años 70 podríamos citar Horses (1975) de Patti Smith, un LP que surgió en medio de la crisis económica y el desencanto social del momento. Con una mezcla de poesía, punk y protesta, Smith derribó los estereotipos de las mujeres en la música rock, desafiando las convenciones de género (y del género), consolidándose como una referente en una época de incertidumbre y cambio que a día de hoy se mantiene. Al año siguiente, Joni Mitchell publicó Hejira, igualmente marcado por la incertidumbre de la década, donde trató de plasmar el sentimiento de alienación y cambio en una sociedad en transformación con respecto al mito del sueño americano y el cuestionamiento de los roles tradicionales de género.

A nivel conceptual, posiblemente Let England Shake (2011) de PJ Harvey se sitúe como un homónimo para Perverts. Polly Jean aborda como temática central las cicatrices de la guerra, con referencias a conflictos como la Primera Guerra Mundial y muy específicamente los efectos del colonialismo británico. Publicado en un contexto de crisis económica y descontento social en el Reino Unido, Let England Shake se convirtió en una crítica poética y devastadora sobre la violencia, la memoria histórica y el impacto de los conflictos en la llamada identidad nacional.

Los contextos históricos marcados por conflictos armados y todas las consecuencias que conllevan han impulsado a muchas artistas a crear obras que desafían el relato instaurado, a rebelarse contra la música como mero producto, a plantear preguntas y generar incomodidad a través de su arte con el fin de dar testimonio de su tiempo pero también invitar a su público a ser partícipe de esa reflexión.

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