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Música
El antirock de The Raincoats como guía para la paternidad
Hoy quiero escribir sobre The Raincoats. En general se escribe (y habla) muy poco de The Raincoats y hoy quiero remediar un poco esta injusticia mentándolas todo lo posible sin sonar farragoso. The Raincoats fueron una banda británica de finales de los 70 y principios de los 80, unos años después del auge y caída del punk, ese terremoto que, sin pretenderlo, obligó a todo el mundo a posicionarse, a favor o en contra del mismo. El punk, con muchos matices, se revolvió contra el sistema con las armas del sistema. La música del punk no dejaba de ser los cuatro acordes del rock de toda la vida, y sus soflamas de furia y asco tenían un recorrido quizá corto. Una de las reacciones a aquel terremoto fue lo que se denominó pospunk, un cajón de sastre en el que se metió a todas aquellas bandas más o menos beligerantes con el sistema que bajo el paraguas del underground adoptaron enfoques un poco más complejos. The Raincoats fueron incluidas dentro de esta etiqueta, pero su música no tenía nada que ver con el punk. O sí. Mientras que el punk era un acto de rebeldía que consistía, entre otras cosas, en que no importara tocar mal una música creada originalmente para ser tocada bien, The Raincoats partían de la imperfección para llegar a la imperfección, sin distopías que destruir ni utopías que conquistar, lo cual podría también considerarse bastante punk.
Las integrantes de The Raincoats convirtieron el error (“desviaciones” según ellas) en su leitmotiv, y la dificultad en su motor. Unas a otras se empujaban a probar cosas que no eran capaces de interpretar o que no se debían tocar de esa manera
The Raincoats es probablemente uno de los ejercicios de funambulismo musical más arriesgados que se hayan llevado a cabo en el siglo XX. Su música no es sencilla ni amable. Es como una china resistente en tu sandalia que a ratos te pincha y otros se acomoda a la forma de tu pie y te da descanso. Las integrantes de The Raincoats convirtieron el error (“desviaciones” según ellas) en su leitmotiv, y la dificultad en su motor. Unas a otras se empujaban a probar cosas que no eran capaces de interpretar o que no se debían tocar de esa manera. Su sonido tenía una carga de improvisación que podía asemejarlo al ejercicio de búsqueda del jazz, pero su aproximación era diferente: no se trataba de un ejercicio intelectual o técnico sino más bien corporal o visceral. The Raincoats, en definitiva, facturaban una música difícil de clasificar y definir, pero voy a seguir intentándolo.
En 1976, casualmente el año cero del punk, la escritora francesa Hélène Cixous publicó un ensayo, La risa de la medusa, en el que acuñaba por primera vez el término de “escritura femenina” como un medio para establecer nuevas narrativas en las que apareciesen mujeres desde un punto de vista no patriarcal y a la vez como un ejercicio que se llevaba a cabo “a través del cuerpo” de esas mujeres y al mismo tiempo lo reivindicaba. Lo que no es casualidad es que poco tiempo después, bandas conformadas o lideradas por mujeres, hartas de tanta testosterona, se plantearan una nueva aproximación a la música, desde Viv Albertine (guitarrista de The Slits) preguntándose cómo sonaría ella si fuese una guitarra, a Poly Styrene (cantante y líder de X-Ray Spex) enfundándose trajes imposibles y tocados estrafalarios para desexualizar su cuerpo, pasando por la democracia radical autoimpuesta por las integrantes de The Raincoats como método para la creación.
El rock es un género asociado a la fuerza, a la seguridad, a la afirmación y, por lo tanto, a los hombres. “Nadie quiere ver una par de tetas botando detrás de un bajo”, decía una inocente Patti Smith al principio de su carrera, más o menos por la misma época. El rock siempre ha sido cosa de hombres y The Raincoats decidieron que su propuesta constituyese un desafío a este hecho.
Todo lo que hicieron The Raincoats fue un manifiesto contra el rock, desde la inclusión de un violín a su estética pantuflera de ir a comprar el pan, pero también la ausencia de jerarquías entre instrumentos, su actitud y sobre todo el carácter inestable, dubitativo de su música
“Música femenina” podríamos llamarla, siguiendo a Hélène Cixous y los términos de la época. No como afirmación de una identidad a la contra de un modelo hegemónico, aunque también, sino como proceso de indagación musical, personal y hasta corporal y acto de supervivencia en un mundo de hombres. Música feminista decimos ahora. Yo prefiero antirock: todo lo que hicieron The Raincoats fue un manifiesto contra el rock, desde la inclusión de un violín a su estética pantuflera de ir a comprar el pan, pero también la ausencia de jerarquías entre instrumentos, su actitud y sobre todo el carácter inestable, dubitativo de su música. Hasta ese momento, salvo contadas excepciones, el elemento subversivo de la música popular se hallaba principalmente en el mensaje que lanzaban las letras, generalmente una afirmación de identidad. The Raincoats, sin embargo, basaron gran parte de su insubordinación en lo no verbal. Sus letras contribuían al mensaje general pero no eran un panfleto sino más un diario personal, que en ningún caso tenían más peso que la música o que el resto de su proceso creativo. Una postura más profunda, perdurable y difícilmente apropiable por el sistema.
La obra de The Raincoats ofrece unos cuantos tesoros que a día de hoy siguen siendo muy necesarios. Su música es incierta y vulnerable. Incierta por poco previsible, por carecer de brújula y de caminos preestablecidos. Y vulnerable por no tener miedo a mostrar sus carencias con los instrumentos, por hablar de amor (algo poco común en el mundo del punk y el pospunk), por no guardarse nada. El trabajo de The Raincoats es duda e indagación, un rechazo a las respuestas simples y una apuesta por las preguntas complejas, algo no muy habitual en el mundo de la música y en la vida en general. Y es algo que he pensado mucho en este último año, desde que soy padre de una criatura.
La incertidumbre que acompaña al proceso de la crianza de un bebé, la imposibilidad de controlar nada, incluso de entender muchas veces, la necesidad de relacionarse desde un cuerpo y no desde la razón (una y trina), la complejidad para cuidar de la extrema vulnerabilidad, el exceso de preguntas y la escasez de respuestas, el cambio permanente, la (obligada) generosidad… son dificultades que me he encontrado acompañando a mi hijo, y tengo la sensación de que estas incapacidades las comparto especialmente con otros padres (hombres). Y todas ellas reverberan en la música de The Raincoats, The Slits o Young Marble Giants y en cómo estas bandas pusieron en cuestión los postulados del rock, o lo que es lo mismo, del patriarcado en la industria musical y en la producción de la propia música, desbrozando el camino para nuevos modos de hacer. Quizá esta música nos pueda servir de guía (o como mínimo de acompañamiento) para afrontar unas “paternidades masculinas” que nos permitan manejarnos mejor en la incertidumbre, relacionarnos más profundamente con nuestros cuerpos y los ajenos, preguntar(nos) más y admitir nuestra inoperancia, pero también funcionar más desde el hacer y menos desde el hablar o la elaboración de discursos. Quizás si somos capaces de entender desde dónde y contra qué surgían los bailes espasmódicos, los sonidos estridentes o los ritmos desencajados de The Raincoats y el resto de bandas formadas por mujeres en la época del pospunk británico, y además somos lo suficientemente valientes como para transitar caminos incómodos e inseguros como hicieron ellas, podamos ensayar mejores modos de cuidar de nuestrxs hijxs, de una manera menos razonable, menos rígida, menos rockera, menos ¿“masculina”?