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Momus Operandi
¿Sirve de algo la literatura?
Pienso mucho en por qué a veces se insiste tanto en hacer ciertas preguntas, como por ejemplo cuál es el propósito de la literatura. Nadie se pone de acuerdo porque, en el fondo, quien lo pregunta sabe de antemano la respuesta: solo lo suyo es literatura. Y así en cada grupo de poder. Se cuestionan premios, el canon, el dinero, los presupuestos, etc. Excepto cuando se tiene la suerte de ser receptores de esos reconocimientos. Porque, la verdad sea dicha, ¿quién no quiere ganar premios y aparecer en las reseñas de revistas y periódicos y que digan que lo que hacemos es la hostia? Y no porque realmente lo sea, sino porque parece que es la hostia. Cada premio, reseñita —casi nunca ventas netas— o palmadita en la espalda de colegas se traduce en un capital cultural simbólico que, si hay un poco de suerte, cumplirá dos funciones esenciales: prolongar la oportunidad de reconocimiento público y la posibilidad de ganar dinero con ello, y perpetuar los círculos de poder.
Pero me gustaría considerar el caso de Annie Ernaux, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2022. Por un lado, detecté entre varios de mis colegas un entusiasmo que se antojaba cursi y, por otro, una reivindicación de la literatura de la representación y de lo personal e íntimo. Sin embargo, basta con investigar un poco para entender que la autora está lejos de la percepción que quieren que tengamos sobre su trabajo. Para Annie Ernaux, la literatura es un arma poderosa que permite conversar y posicionarnos no como individuos, sino como seres sociales. La propuesta literaria de Ernaux propone politizar, no despolitizar. Y esto es lo que a veces desde los grupos que tienen capital simbólico literario no se quiere admitir. ¿Qué es literatura y qué no?
Literatura
Mi autobiografía colectiva de Annie Ernaux
No sé si es por desconocimiento o porque hay una incapacidad de entendimiento fuera de sus círculos de poder, pero todavía se le tiene resquemor a la literatura como un hecho social, tal y como ya lo venía diciendo Pierre Bourdieu —el sociólogo del que tanto aprendió Ernaux— en su libro Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario (1992). Si la literatura no es un hecho social, ¿entonces qué son los escritores? ¿Entes no circunscritos en espacios y tiempos determinados sin clase social? Escritoras y escritores responden, por supuesto, a las contradicciones de su entorno en donde hoy más que nunca existen los grupos dominados y los dominantes. ¿Y quién escribe esa literatura, quién se adueña del lenguaje? Parafraseando al crítico literario Terry Eagleton, “el lenguaje para el poder dominante es representativo y para los oprimidos es estrategia”.
Y esta es la cuestión: no todo el mundo puede crear arte, no todo el mundo puede escribir literatura porque no tiene el tiempo o porque no pertenece a los círculos de poder que dan el pase a esos espacios cerrados que con el desdén que les caracteriza van dictando tuits, artículos, conferencias o intentos de tertulias, en donde afirman que arte y literatura no es sino ellos mismos. Basta ver el largo ensayo escrito por Gisèle Sapiro, el 30 de noviembre de 2022 en la revista de literatura y arte En attendant Nadeau, en donde la también socióloga hace un recuento de los ataques hacia Ernaux a partir de haber recibido el premio Nobel de Literatura. ¿Por qué los ataques sino por ese miedo a que se les grite que no son reyes y que no necesitan ir desnudos para saberlo?
Se le teme al abordaje de la literatura en donde quede claro quiénes escriben o hacen arte. ¿Qué es lo que nos mueve y por qué “nuestros” temas no son universales? Hacen circo y maroma para no hablar de responsabilidad y ética y perpetúan la idea de que hay temas, “los nuestros”, no “los suyos”, que son marginales, periféricos, femeninos, de moda.
¿Para qué sirve la literatura? Para incomodar, para apropiarnos del lenguaje, para despojar los significados dominantes, para cuestionar la sumisión. Esa es la apuesta y doy un salto a ello para hablar de estos temas, aquí, en El Salto.