Migración
Stephanie Besson: “No puedes dejar morir a la gente, da igual qué les suceda después”

Briançon, ciudad alpina de apenas 13.000 habitantes, se ha convertido en lugar de paso para quienes tratan de alcanzar el sueño europeo. En 2016, Besson y un grupo de vecinos fundaron Tous Migrants, un colectivo que acoge y da asistencia legal y sanitaria a quienes se juegan la vida para cruzar las montañas.

28 sep 2019 10:50

Siempre del lado de la vida. Stephanie Besson (Briançon, 1973) es guía de media montaña y lo tuvo claro cuando el drama humanitario de la migración asomó por su ciudad, Briançon, la más alta de la Unión Europea (1.326 metros de altitud), en los Alpes franceses, a 15 kilómetros de la frontera con Italia. Patrimonio mundial de la Unesco por sus edificaciones fortificadas, destino turístico para los amantes de la montaña y el esquí, esta localidad de apenas 13.000 habitantes se ha convertido en los últimos años en lugar de paso para quienes tratan de alcanzar, tras dejar sus países, el sueño europeo de paz y prosperidad. En 2016, Besson y un grupo de vecinos fundaron Tous Migrants, un colectivo ciudadano que acoge, alimenta y da asistencia legal y sanitaria a quienes se juegan la vida para cruzar las montañas y sortear así sus fronteras. Más de 8.000 personas lo han logrado hacer hasta hoy por Briançon gracias a su labor solidaria.

La cordillera de los Alpes, 515 kilómetros de norte a sur, más de un centenar de cimas por encima de los cuatro mil metros, separa Italia y Francia. Un muro, otra frontera más. Ahora en la propia Unión Europea. En 2017, sólo en el departamento francés de los Alpes Marítimos, cerca de 50.000 personas fueron detenidas cruzando sin papeles y devueltas a Italia. La escasez de vías legales y la vigilancia policial han reabierto pasos fronterizos que se creían olvidados. ¿Por qué son tan peligrosos estos caminos?

Los Alpes son muy altos y no hay muchos pasos, al menos que conozcas bien los senderos. Y no es el caso porque estos chicos a veces ni saben que hay montañas, nunca han visto la nieve y son muy frágiles debido a las muchas penalidades que han sufrido en su viaje hasta aquí. No están preparados. No tienen agua, ni comida, ni calzado apropiado. Y cuando te pierdes por esos caminos comienzas a dar vueltas hasta que mueres de cansancio o hipotermia. Las temperaturas pueden ser muy bajas, incluso en verano, que rondan los cero grados. Además, tienen que cruzar de noche, evitando las rutas más cómodas, para que no les detenga la policía. A veces caminan tres o cuatro días para cubrir un recorrido de 5 kilómetros que normalmente se puede hacer en un par de horas.

¿Cuántas personas han cruzado por los pasos más cercanos a Briançon? ¿Y cuántas han muerto?
Desde 2017, han pasado más de 8.000 personas y, oficialmente, han muerto cinco, aunque podrían ser más. Además, hay varias que han sufrido accidentes graves y amputaciones en sus piernas o manos. Y también sabemos de varias personas desaparecidas, que iban por la montaña con otros compañeros y perdieron su pista.

¿Qué ha supuesto la llegada de esas personas para una localidad que apenas tiene 12.000 habitantes?
Como movimiento ciudadano, desde el colectivo Tous Migrants hemos hecho mucha sensibilización con la gente que vive en Briançon y también con los turistas. Y todavía no hemos tenido ningún problema. Recuerdo que una vez un tipo de París hizo un comentario sobre que si siguen las cosas así no iba a volver de vacaciones aquí. Pues, ¡qué no venga! ¡Queremos un territorio abierto! La mayoría del turismo que llega no es de mucho dinero y cada vez que vamos a hablar en los mercados, en las estaciones de esquí, la gente muestra interés y escucha. En 2016 abrimos en Briançon un albergue de emergencia para quienes cruzan la frontera por el monte pero son muy pocos los que se quedan aquí. La mayoría siguen su camino porque somos una pequeña ciudad en la que ni siquiera puedes pedir tus papeles.

¿Y qué tal están quienes se han quedado a vivir en Briançon?
A finales de 2016, la ciudad otorgó la residencia a un grupo de sudaneses que estaban en el campamento de Calais cuando fue desmantelado. Además, hay también otras 24 personas que llegaron de la montaña y se han quedado aquí. En total, unas 100 personas. Al comienzo hubo algunos comentarios negativos pero luego todo fue bien. Sin embargo, la policía repite una y otra vez eso de que no podemos aceptar a todos. Pero ese no es el problema. La cuestión es si puedes dejar morir a la gente o no. Lo que les suceda después da igual, es otro tema. Lo más importante es que no puedes dejar morir a la gente.

La policía repite una y otra vez eso de que no podemos aceptar a todos. Pero ese no es el problema. La cuestión es si puedes dejar morir a la gente o no


Unas 40.000 personas han muerto ya a su paso por el Mediterráneo.
Cada muerto es una persona muerta de más. Y no son 40.000 muertos, son Amiri, Omar, Alfa… cada uno tiene su nombre, su historia y familia. A mí me da mucha pena que se les trate como a un número. Y eso es lo que no queremos. Es cierto que cinco personas muertas en Briançon parecen muy pocas pero si mañana tu hijo se muere… es tu hijo. Y para ellos es lo mismo. Mathew Blessing, una joven nigeriana de 21 años, falleció en mayo de 2018 mientras huía por la montaña. En el siglo XXI no puede ser que la gente muera porque le persigue la policía. ¿Por qué? Porque tienen la piel negra y no tienen papeles. ¿Qué son los papeles? No podemos acostumbrarnos a pensar que son solamente cinco muertos. Cinco son demasiados.

¿Cuándo supisteis que vuestra labor de socorro en la frontera no iba a ser algo puntual?
Por desgracia, el Estado no te escucha cuando alertas de que hay gente muriendo y explicas que poner a policías y militares cazando a las personas en la montaña no va a resolver los problemas. Al contrario, vamos a tener muertos, amputaciones, helicópteros de rescate que cuestan mucho dinero… Al comienzo, cuando das las primeras alertas, piensas que ellos van a decir ‘ah, ustedes son los profesionales, gracias por avisarnos, vamos a tener en cuenta eso’. Sin embargo, la represión aumentó. Hubo muertos, personas malheridas. Y ahí empiezas a ver que no puedes creer en tu Estado y que todo lo que te enseñaron en la escuela de que está para proteger la vida humana es falso. Y eso te estalla en la cara. Y entonces tienes que decidir de qué lado estás, del de la vida o del de la seguridad. En mi caso, he elegido la vida. No necesito protegerme de unas personas que no son gente peligrosa. Hay malos, hay buenos, como en todos los sitios. Cuando comenzamos a ir a la montaña a hacer rescates nunca pensé que íbamos a tener que hacerlo tantas veces y durante tanto tiempo. Cuando llegan por la noche hay que cuidarlos, llevarlos al hospital, darles comida, encontrarles una cama... Al principio éramos muy poquita gente, después se sumaron de otros lugares de Francia y ahora por fortuna llegan también de toda Europa. Una ola de ayuda que nos ha permitido a las personas de Briançon no salir de momento a la montaña porque necesitamos descanso. Sin embargo, aún hoy, cuando está nevando o hace mucho frío, no duermes bien porque piensas que hay chicos en la montaña.

A pesar de que vuestra labor salva vidas, os relacionan a menudo con el tráfico de seres humanos.
Es una de las críticas que recibimos al comienzo. Hicimos mucha campaña en contra de que la gente pague para cruzar. Repartimos unos folletos por el lado italiano de la frontera, en Turín y en Bardonecchia, que son las ciudades más importantes antes de pasar. Sabemos que hay gente que cobra por enseñar el camino y a nuestro albergue han llegado un par de personas que habían recibido dinero por acompañar a los migrantes. Pero son casos aislados. Muchos pagan unos 100 euros para que les digan dónde tienen que tomar el tren para llegar a Bardonecchia y después qué camino tiene que tomar desde ahí. Pero nadie les acompaña luego en su travesía. Siempre que hemos tenido la sospecha de que alguien era traficante hemos ido a la policía a denunciarlo para que en lugar de perseguir negros en la montaña atrapen a esas personas.

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