Migración
Christine Arce: “En Estados Unidos siempre se ha negado la historia del acoso y muerte de mexicanos”

Profesora en la Universidad de Miami, Christine Arce investiga la herencia afromexicana. Atenta a la realidad migratoria del país donde reside, Arce reflexiona sobre el trato que reciben los menores no acompañados, o el racismo contra los latinos..
25 ago 2023 06:00

Profesora asociada en la Universidad de Miami en el Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas, y Doctora por la Universidad de California en Berkeley, Christine Arce analiza pasado y presente del racismo en Estados Unidos, en particular aquel ejercido contra las personas de origen latino. Entre sus investigaciones, Arce ha indagado en la bastante desconocida comunidad afromexicana, al tiempo que estudia las migraciones, y cómo estas son recibidas del lado rico de la frontera.

Durante la conversación con Arce —quien cuenta que está intentando abrir un departamento en su Universidad sobre Estudios Americanos que vaya más allá de la guerra civil y haga cuentas con un Estados Unidos multirracial, con una historia mucho más amplia que la historia blanca— la profesora salpica sus argumentos de ejemplos y anécdotas que vienen a acompañar una argumentación alimentada por el compromiso político y la curiosidad científica.

A diferencia de lo que ocurre en otros países latinoamericanos, en el imaginario que se tiene sobre México, resulta extraña la figura de los afrodescendientes. ¿Cómo ha sido el recorrido de visibilización y búsqueda de reconocimiento de esta parte de la población mexicana?
En México, recuperar esta parte de la historia ha sido bastante complicado. En el país hubo africanos desde que llegaron los españoles.  Pero algunos dirían que la presencia de personas negras es muy anterior, pues hay enclaves arqueológicos como las estatuas en Veracruz, que tienen facciones y fisionomías claramente afro. Antropólogos y especialmente arqueólogos han debatido sobre la hipótesis de que hayan llegado africanos en el siglo XVI, algunos incluso afirman que la presencia de negros en México data hasta de los Olmecas, basándose en las Cabezas Olmecas. Todavía no se ha podido comprobar a ciencia cierta.

Por otro lado, uno de los primeros palenques fue en México: el de Yanga. Dicen que este fue un príncipe africano que estableció contratos con el Virreinato y también con el Rey de España. Logró hacer unas cosas tremendas. Se habla mucho de lo que se hizo en Brasil, también de los palenques en Colombia, pero el primer palenque establecido, otorgado y también autorizado por el Rey fue en México, en la costa del Golfo, en Veracruz, en este lugar que se llama ahorita Yanga.

Parecen precedentes importantes, ¿cuándo empiezan a recuperarse?
A pesar de que hay estos antecedentes históricos increíblemente importantes, la presencia afro se minimizó, en parte porque en 1810 ya se había acabado con la trata negrera, aboliéndose la esclavitud. De hecho, Vicente Guerrero, el segundo presidente de la República, fue afromexicano, de evidentes facciones negras. Luego, como se suele hacer siempre, se van aclarando las facciones de este mandatario en el imaginario para decir que era mestizo, pero era afromestizo.

En el Santo Oficio hay una parte del Archivo General de México totalmente dedicada a la caza de brujos y brujas, que es básicamente la caza de negros. Toda esta historia se obvia totalmente

Ahorita estoy investigando un caso espectacular de una mulata cimarrona del siglo XVII que se escapa de la hacienda donde estaba, en el norte de México, una zona bastante al margen del Virreinato, y termina como bandida. Se viste de hombre para disimular… toma drogas psicotrópicas, va de pueblo en pueblo. El hecho de que ella haya podido disimularse desmiente la historia oficial de que no hubo negros: que pudiera trabajar y viajar como mulata quiere decir que su presencia no era tan fuera de lo común, especialmente en las zonas de las rutas de los arrieros, pues trabajó de arriero antes de ser bandida.

Además, y de eso hablo también en mi libro, en el Santo Oficio hay una parte del Archivo General de México totalmente dedicada a la caza de brujos y brujas, que es básicamente la caza de negros. Toda esta historia se obvia totalmente, se dice que hubo mestizaje. Y eso viene directamente de la revolución en 1910 en el que se intentó cohesionar a la comunidad borrando la diferencia racial, que incluye obviamente el elemento negro.

Pero ahora se estaría cuestionando ese proceso… ¿cómo es el debate?
No es hasta hace cinco años que se quiso realmente incluir al afrodescendiente en México como una comunidad legítima, y uno de los problemas fue el mestizaje. Por un lado la trata de esclavos acabó más de un siglo antes de que terminara en Brasil y en Colombia. Por otra parte, se establecieron comunidades claramente afro mestizas, porque como los antiguos esclavos no tenían derecho a la titularidad de la tierra, como sí lo tenían los indígenas —había una República de Indias y una República de los españoles— los afrodescendientes tuvieron que irse o con los indígenas o con los españoles. Con estos últimos había castas, así que se iban con los indígenas quienes, con tal de que hablaran la lengua y practicaran algunas de las costumbres, les permitían integrarse.

En lo referente a la identidad, como no se pueden ver afrodescendientes, como se verían en Cuba, en Brasil, en Colombia, dicen bueno, no somos tan negras ni tan negros. De hecho muchos estudiosos que se han dedicado al rescate de la figura del afro, inciden en esto: ¿Cómo se define entonces lo afro? ¿Por el fenotipo, por el color de la piel o por la historia y el impacto histórico y cultural? Es en este último ámbito: la historia y la cultura, en el que yo investigo, porque si nos vamos hacia el fenotipo, es más difícil ver la afrodescendencia en el país.

Y ¿qué ha supuesto esta visibilización para las personas afrodescendientes? ¿han entablado alianzas con colectivos de otros países?
Los colectivos afrodescendientes han establecido congresos, de hecho recientemente hubo un encuentro de mujeres afromexicanas y afrodescendientes en Tamiahua. Respecto a las alianzas, por una parte se han buscado, debido también a la migración de diferentes grupos. Como ha habido tantos problemas, especialmente económicos, las comunidades afromexicanas, se han vaciado y han ido siguiendo la ruta migratoria, llegando a Carolina del Norte, Carolina del Sur…  y es ahí donde se han podido de verdad definir como afros, en parte por su fisionomía, pero en parte también por estar fuera del mismo país que quiere negar ese pasado.

Brasil
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Ediane Maria fue elegida en las últimas elecciones brasileñas como diputada en el Estado de São Paulo por PSOL. Fue empleada doméstica, es bisexual, afrodescendiente y coordinadora estatal del movimiento de los sintecho. Representa una nueva generación política que ha llegado a las instituciones en Brasil.

Hace 35, casi 40 años, un tal padre Glyn Jemmott, procedente de Trinidad y Tobago, llegó a la costa del Pacífico, donde hubo mucha influencia afrodescendiente, y empezó una campaña de reconocimiento. En este caso, muchos afromexicanos de otras partes decían: “está imponiendo compromisos políticos que no nos pertenecen. Somos mexicanos, no queremos ser otra cosa sino mexicanos, lo que queremos es que se reconozca nuestro aporte a la historia”. Más allá de eso, el padre Glyn hizo mucho por la comunidad, en cuanto a poder crear enlaces con otras comunidades. Impulsó talleres de baile afro, talleres de pelo, concientización a través de la danza, la música y especialmente la cocina.

En la otra costa, afromexicanos que han estado en contacto con afroamericanos, han profundizado en esta recuperación de la cultura afro. Un buen ejemplo es el de Doris Careaga, una gran estudiosa que se doctoró en Albuquerque. Se casó con un afroamericano que fue justamente al pueblo a ver dónde estaban los negros de México. En esa convivencia, en parte amorosa, pero también política y social, se pudo establecer redes de conocimiento epistemológicas, pero también de empoderamiento. Y eso fue muy bonito. Ella ya tiene su segundo libro de gastronomía afromexicana, que ha sido premiado.

Supongo que esta conversación entre tradiciones ha levantado sospechas en cuanto a la fundamentación política de esta reivindicación de la identidad afromexicana.

En efecto, hay muchas críticas a este movimiento afromexicano, acusándole de venir de afuera, de responder a influencias estadounidenses o caribeñas. En esta línea hay antropólogos y sobre todo estudiosos que dicen: vienen con bailes de afuera, nosotros no bailábamos así. Nosotros no cantábamos así. Yo pienso que eso da igual, pues para los y las afrodescendientes han sido muy importantes estos vínculos para establecer ese poder de autorreconocimiento. Cuando yo llegué hace años e hice diferentes entrevistas a miembros de ciudades y pueblos afromexicanos, especialmente en la costa del Golfo, les costaba decir bueno, sí, soy afrodescendiente: soy mexicano, pero negro. Aunque obvio que vivimos así, cocinamos así, cantamos así con el contra ritmo. Y es que hay diferentes retenciones culturales, pero también de oficios, las artes de pesca que se han traído directamente de África, especialmente la forma en que hacen las redes y cómo pescan en particular en las lagunas a los camarones, las jaibas...

A través de las alianzas, cada vez más potentes, han podido obligar al Estado a que incorpore en el censo a afromexicanos. Y cada vez más se están identificando como tales: cuando antes decían pues no, soy morena, pero no soy afrodescendiente, ahora sí se reconocen como afromexicanas abiertamente. Y eso es algo que se ha logrado en parte gracias a esas redes internacionales.

A Obama lo llamábamos el deporter in chief: El capitán de los deportadores. Cuando empezaron a detener a los menores no acompañados fue bastante duro. Y Trump obviamente amplió estás políticas

Entrando en otro de tus ámbitos de especialización, el de las migraciones, quería compartir una reflexión. Tanto en España como en México hemos visto a gobiernos progresistas aplicando lo que sin embargo son políticas migratorias de gran dureza, contrarias a los derechos humanos. ¿Hemos llegado a un punto en el que la crueldad en la frontera es un consenso sistémico independiente del signo del gobierno?
En Estados Unidos tuvimos a Obama, que fue el peor. Lo llamábamos el deporter in chief: El capitán de los deportadores. Cuando empezaron a detener a los menores no acompañados fue bastante duro. Y Trump obviamente amplió estás políticas. Así, fue un gobierno progresista el que abrió la puerta para que después, con Trump, viésemos niños en jaulas. Niños desaparecidos en Estados Unidos. Niños muertos, niños que todavía hasta la fecha de hoy no se han podido reunificar con sus padres, con sus familiares, con sus parientes. Si la población lo acepta, da igual si el gobierno es de izquierda o de derecha. Cuando teníamos a Trump, lo que empezó Obama se abrió a algo mucho más escandaloso, porque fue en contra de la ley: llevar a las personas migrantes, en particular a quienes llevaban menores, a la cárcel por un delito muy menor.

Con la ley de cero tolerancia pudieron, por ejemplo, meter a abuelas en la cárcel. Hay un caso particular que estudié muy de cerca —en parte porque se hizo una ópera que se estrenó el año pasado— sobre un niño que fue separado de su abuela y luego no se pudieron encontrar por tres años. Literalmente, lo sacaron de sus brazos, la encarcelaron a ella por este delito, que no es un delito. Es una respuesta totalmente cruel, innecesaria y va en contra de los derechos humanos.

Ya no lo hacen supuestamente, pero no se sabe a ciencia cierta. En este caso este niño estuvo circulando lejos de su familia por tres años. Finalmente lo pudieron encontrar y reunir con su madre en Estados Unidos. La libretista escribió una ópera de un acto inspirado directamente en el informe jurídico que está totalmente visible y público, tomando la conversación entre el defensor público y el fiscal. Luego ella encontró al niño y lo invitó al estreno.

Racismo
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La política migratoria se ensaña muchas veces con los menores.
Cierto, tuvimos dos campos de detención de niños, fuimos a protestar y luego lo cerraron. Cuando se supo de la existencia de estos campos, llegaba la temporada de huracanes, y dijimos, no, estos niños no se pueden quedar aquí en tiendas de campaña, detenidos, caminando en fila.

La gente piensa que estos menores son delincuentes. Estados Unidos y Sudán del Sur, son los únicos dos países que no han firmado la Convención de los derechos del niño. Es una mezcla muy triste de racismo, miedo y xenofobia. El imaginario sobre esos niños es que van a venir a drogarse o a vender drogas o a crear problemas en las escuelas. Que si no los pueden cuidar sus papás, por qué tenemos que cuidarlos nosotros.

Hubo un autobús lleno de niños y niñas, en el 2014, que llegó a un lugar llamado, irónicamente, Murrieta, por Joaquín Murrieta, el bandido social, tipo Robin Hood de California, cuando California todavía era México. Hubo tanta gente que protestó por la llegada de este bus que tuvo que retroceder y encontrar otro lugar. ¿Eso cómo se explica aparte del miedo provocado por la xenofobia y el racismo? Yo me imagino que si fueran croatas o serbios sería otra cosa.

¿Cómo se articulan racismo y migración en este sentido?
Yo tengo ahora casi 50 años, cuando tenía cinco años me castigaron por hablar en español. El racismo viene desde mucho antes. En 1920 linchaban a mexicanos. Escribí un artículo sobre un mexicano que fue linchado, amarrado a la polvera del carro y desfilado por todo el pueblo. Se habla de los linchamientos de los negros, que fueron en efecto muchos, pero los de mexicanos también estaban a la par.

¿Y no ha habido ningún ejercicio de reparación o de memoria respecto a esta violencia contra los mexicanos o las personas migrantes?
A raíz del movimiento chicano —que nació en la costa Oeste, pues en el Este es otra comunidad diferente, con otros reclamos— especialmente en los 60 y 70, se crearon departamentos y facultades de lo que se llaman estudios étnicos. De hecho, estoy intentando abrir uno en mi universidad, donde no se reconoce al latino que no sea como el blanco cubano, o sea, no se reconoce la raza. De hecho, los poderosos latinos no apoyan la inmigración. Dicen mándalo a no sé dónde, encarcélalos, no los dejes entrar.

Podemos pensar en la diferencia de trato, recordando la ya terminada política de “pies secos, pues mojados”, en Estados Unidos, por la cual, si un cubano estaba en el mar se le podía repatriar pero si tenía un pie apenitas en la arena estadounidense podía entrar. Se trata de una política que no se ha aplicado jamás a los mexicanos, y menos a los centroamericanos. No se les considera exiliados políticos, no se les reconoce a pesar de que las guerras de drogas, el problema con los maras y las pandillas empezó en Estados Unidos, desde donde deportaron a estos grupos a Centroamérica.  También en México, tengo amigos que han tenido hermanos, primos secuestrados por estar en la frontera. Es una zona de guerra: han muerto más mexicanos en esta guerra de droga que tenemos, que argentinos y chilenos durante los años de represión de las dictaduras en el cono Sur.

El reclamo para que esto se reconozca viene de largo, pero este nuevo derechismo supremacista en Estados Unidos, encabezado por Trump, ha conseguido negar cualquier reivindicación de memoria o reparación. Por otro lado, el racismo, el clasismo y la inmigración van de la mano. Hay un extendido sentimiento en contra de los centroamericanos, también de los mexicanos que van llegando. Hay campamentos de mexicanos intentando hacerse pasar por cubanos para poder llegar. Y luego todos ellos llegan a Miami y aman a morir México, pero después no votan porque se le facilite un poco la situación a otras personas migrantes.

A los centroamericanos no se les considera exiliados políticos, no se les reconoce a pesar de que las guerras de drogas, el problema con los maras y las pandillas empezó en Estados Unidos, desde donde deportaron a estos grupos a Centroamérica

En estos años hemos oído hablar mucho de Black Lives Matter, que ha conseguido poner el supremacismo blanco en el foco, visibilizando sobre todo la lucha de los colectivos negros. Sin embargo, el racismo contra las personas latinas o de otros grupos, no es tan visible.
Siempre se ha negado la historia del acoso y muerte de mexicanos, esto no empezó con esta oleada migratoria. Con siete años no hablaba español porque temía las represalias dentro del colegio donde estudié, en un barrio latino. Hay una miopía que obvia la historia de las comunidades no afroamericanas.

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Y, ¿qué resistencias se dan ante las políticas racistas?, ¿hay alianzas interraciales?  
Hubo, especialmente en los años 60, 70, muchos intentos por tejer las alianzas, y tuvieron logros bastante buenos. Pero luego las comunidades se tuvieron que diferenciar: porque los mexicanos no son centroamericanos,  y estos no son sudamericanos, en fin, hay realidades distintas. El hecho de que se hayan querido diferenciar tiene sentido, pero creo que obstaculizó generar nuevas coaliciones.

Y ahora, la situación es muy mala: por ejemplo, en el Estado donde vivo, han querido criminalizar a todo aquel que esté con una persona no documentada. Se trata de una normativa que entró en vigor recientemente, el 1 de junio. La gente se está yendo a toneladas, mexicanos, especialmente, porque están marcados racialmente, no se integran tanto como por ejemplo un venezolano u otros que no son tan morenos, o de aspecto indígena. Muchos, porque los conozco, se están yendo a otros estados porque tienen miedo. Si tú entras en un hospital les obligan a pedirte tus documentos.

Entiendo que será necesario que nos unamos con grupos indígenas con grupos afroamericanos, que hará falta mucho más solidaridad. Yo tengo los papeles, pero me pueden meter en la cárcel por estar transportando a alguien sin papeles. Imagínate lo que es eso, es sentir que ha llegado el fascismo.

Se habla en los últimos años de una eventual guerra racial en Estados Unidos, ¿es un fantasma o es algo que puede pasar?
Todas estas medidas, sí no acaba con ellas la Corte Suprema, que es lo que yo esperaba, están fomentando eso. Han quitado todos los libros sobre la esclavitud en las bibliotecas de los colegios, como el de mi hijo, porque les da miedo: dicen que leer sobre la esclavitud puede desembocar en una guerra racial. Al final de semestre los niños y los maestros empezaron a vaciar sus bibliotecas de todo lo que tuviera contenido medianamente progresista sobre identidades culturales. Imagínate el miedo que provoca eso.

En la escuela donde estaba mi niño, una escuela totalmente afrocéntrica, en el sentido de que está ubicada en un barrio antiguo, de gente de las Bahamas, caribeñas, negras, tienen una celebración del mes de la afrodescendencia hermosa,  han hecho unos lazos muy bonitos con los afro latinos, que hay muchos y han entablado nexos hermosos culturales. De repente todo eso se tuvo que acabar…

Entonces sí, hay una guerra racial, pero viene desde la derecha.

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