“Espero no encontrarle aquí”: México inicia la mayor exhumación de fosas comunes de desaparecidos

Entre el 18 y el 27 de noviembre se llevó a cabo la primera exhumación de una de las fosas comunes que existen en el panteón civil Dolores de la capital mexicana, en las que se encuentran 10.000 personas no identificadas o identificadas sin reclamo. En total se han recuperado 23 cuerpos y cuatro han sido ya identificados por familias buscadoras.
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Diego Fernández González Blanca Estela Pavón busca a su esposo, fallecido en 2019 y enterrado sin identificar.

El Gobierno de la Ciudad de México, tras años de presión por parte de familiares de personas desaparecidas, ha iniciado esta semana la primera exhumación a gran escala de las fosas comunes en el Panteón Civil de Dolores, el cementerio más grande del país. El objetivo es identificar miles de restos sin nombre que fueron depositados allí durante décadas y que podrían corresponder a personas reportadas como desaparecidas. 

Se trata del arranque del Plan de Recuperaciones Controladas, considerado como uno de los programas de exhumación más grandes de Latinoamérica. El Panteón de Dolores cuenta con 75 fosas comunes donde se estima que podrían encontrarse más de 6.000 cuerpos con hipótesis de identificación, acumulados durante más de dos siglos de entierros sin nombre. En esta primera fase se intervendrá el nivel 15 de la fosa 26, correspondiente a restos inhumados entre 2013 y 2015. 

“La Comisión de Personas Desaparecidas de la ciudad me notificó que mi hermano estaba sepultado en la fosa que van a abrir hoy”, relata Sofía Alonso

En la jornada inicial, los arqueólogos avanzaron 40 centímetros y recuperaron 90 fragmentos óseos, según informó José Raúl Pérez, jefe del Departamento de Identificación Humana del Instituto de Servicios Periciales y Ciencias Forenses (Incifo). “Serán trasladados al Instituto para su análisis”, explicó. Las autoridades estiman que el proceso completo llevará varios años, ya que se trabajará nivel por nivel y fosa por fosa. 

El proyecto forma parte del Programa Nacional de Exhumaciones e Identificación Forense y se acompañará con la construcción de un Centro de Resguardo Temporal (CTR), donde se depositarán los restos mientras se realiza su identificación. Sin embargo, este plan se enfrenta a la crisis forense que sufre el país. Desde hace años los propios especialistas advierten de la falta de personal, recursos técnicos y condiciones adecuadas para realizar los análisis que exige la magnitud del problema de desapariciones. 

Una llamada que implica la primera posibilidad real de encontrarlos

Para muchas familias, la exhumación representa la primera posibilidad real de saber que ocurrió con sus seres queridos. Algunas ya han recibido llamadas para avisarles de que un familiar podría encontrarse en estas fosas. Es el caso de Sofía Alonso, quien acudió al Panteón tras recibir una llamada veinte días antes del inicio de la exhumación: “La Comisión de Personas Desaparecidas de la ciudad me notificó que mi hermano estaba sepultado en la fosa que van a abrir hoy”, relata. 

Su hermano, Carlos Daniel Lara, desapareció en 2009 en la alcaldía Cuauhtémoc. Tras denunciar la desaparición, su familia lo buscó durante meses. “Llamé un año después para preguntar si había alguna información y me dijeron que no, que no había ningún registro y que debíamos seguir esperando, así que dejamos de buscarlo”, cuenta. Ahora saben que Carlos Daniel falleció en un hospital y que su cuerpo pasó 30 días en el Servicio Médico Forense sin que nadie les avisara. “A estas alturas ni el enojo es suficiente”, lamenta. “Si hubieran hecho su trabajo desde el principio, yo no tendría que estar aquí”. 

También se encontraba en el cementerio Blanca Estela Pavón, que busca a su hijo Héctor Rodríguez, desaparecido en 2020 cuando se dirigía al trabajo. Sin embargo, hoy ha acudido para buscar a su esposo, que falleció atropellado en 2019 y fue enterrado sin identificar en la fosa común. “Le estuvimos buscando cuando despareció en enero y cuando lo encontramos en febrero no pudimos rescatarlo, ya era tarde, ya estaba en la fosa”, cuenta. No sabe exactamente en cuál, solo que está en bolsa número uno. Aun así, se mantiene optimista: “Es importante que se ponga nombre a los desaparecidos de la Ciudad de México”. 

Laura Elena Palafox: “Es la primera vez que acepto que tal vez mi mamá ya no esté con vida, pero sí me gustaría encontrarla, aunque sea aquí en la fosa” 

Las familias llegaron al cementerio a las ocho de la mañana y fueron acompañadas por personal de la Comisión de Búsqueda, de la Secretaría de Gobierno y del Grupo Especial de Reacción e Intervención de la Policía de Investigación, que acordonó la zona. A un costado de la fosa, una carpa permitió a algunos de los familiares seguir de cerca el proceso de exhumación, mientras recibían información del INCIFO. 

Antes de iniciar la excavación, colectivos de familias, autoridades forenses, la Fiscalía General de Justicia, el Poder Judicial y la Comisión de Búsqueda realizaron un acto en el que destacaron la dimensión histórica del proyecto. El director del Instituto de Ciencias Forenses, Arturo Gerardo Cervantes, recordó que cada año llegan a la fosa cerca de 500 cuerpos no identificados. Según los registros, 6.618 tienen una hipótesis de identidad. 

Bertha María Alcalde, fiscal general de Justicia, aseguró: “A las familias que buscan a un ser querido en la Ciudad de México les decimos: no están solas, la búsqueda es nuestra prioridad y nuestra responsabilidad”. Añadió que el plan es una propuesta técnica, humanitaria y forense, pero, sobre todo, que constituye “un compromiso ético y social”. 

Para Luis Gómez, titular de la Comisión de Búsqueda de Personas, el inicio de la exhumación marca “un momento histórico”: “Ha sido una demanda de las familias buscadoras durante muchos años. Lo que vamos a llevar a cabo es una restitución de dignidad y una tarea que no había sido asumida antes por ninguna institución pública”. El presidente del Tribunal Superior de Justicia, Rafael Guerra, remarcó: “Estamos aquí para restaurar y cerrar un ciclo que jamás debió quedar abierto”. 

Años de búsqueda de sus seres queridos

Las familias buscadoras han realizado durante años búsquedas en vida, en terrenos baldíos, zonas boscosas o parajes extremos como el Ajusco, una de las zonas con mayor incidencia de desapariciones de la Ciudad de México. Pero ahora, deben enfrentarse a otra realidad: buscar también en las fosas comunes. Laura Elena Palafox busca a su madre desde hace 15 años. Ha participado en búsquedas en el Ajusco y antes de producirse la exhumación recuerda con una frase el dilema emocional que viven muchas familias: “Espero no encontrarla aquí”. Sin embargo, admite: “Es la primera vez que acepto que tal vez mi mamá ya no esté con vida, pero sí me gustaría encontrarla, aunque sea aquí en la fosa” 

Su madre, María Guadalupe Basurto, tenía una rutina estable: pasear, visitar a su familia, hacer los mandados los fines de semana. Fue precisamente un fin de semana cuando salió de casa para hacer la compra y nunca regresó. Durante mucho tiempo, su familia creyó que las autoridades estaban trabajando en su caso: “Lejos de saber algo de ella, siempre nos decían que no había nada, que no encontraban nada, que debíamos seguir esperando”. 

Después de tantos años de abandono por parte de las instituciones, las familias vuelven a ver una puerta abrirse

Finalmente, ella y su hermana decidieron buscar por su cuenta. “Fuimos al SEMEFO, a asilos… Fue muy difícil, yo desistía y luego volvía a empezar”, cuenta. Hoy, al ver la exhumación en el panteón explica: “Ahora es muy diferente. Veo el esfuerzo que están haciendo y tengo ilusión. Mucha esperanza”. En estos días ha escuchado que algunos familiares ya saben que sus familiares están ahí: “No es mi mamá, pero me alegra muchísimo que ellos puedan encontrar a sus familiares”. 

Araceli González busca a su hijo Eduardo Ramírez y a su hermano Marcos González desaparecidos en el año 2020 en la alcaldía Álvaro Obregón. Recuerda cuando vio por última vez a Eduardo: “Mi hijo me dijo que iba a tomar una cerveza con mi hermano y que regresarían temprano porque trabajaba al día siguiente, pero nunca llegaron a casa”. Araceli lamenta que: “Fiscalía no nos tomó en cuenta. Se perdieron muchas cosas, como las grabaciones de las cámaras, a pesar de que les pedimos en ese momento que por favor resguardaran los videos”. 

Con la esperanza de encontrar a su hijo en la fosa común también se encuentra Ana María Maldonado, quien busca a su hijo Carlos Palomares, desaparecido en septiembre de 2010 en una colonia céntrica de la ciudad. En los últimos días, la Fiscalía le sugirió que Carlos podría estar en la fosa 26, ya que en la temporalidad en la que desapareció no había registro de su ingreso al SEMEFO. Ana María admite: “Nunca imaginé encontrar a mi hijo sin vida, pero a estas alturas, desearía con todo mi corazón encontrarle aquí”. 

Después de tantos años de abandono por parte de las instituciones, las familias vuelven a ver una puerta abrirse, aunque sea dolorosa. Lo expresa con claridad Carlos Ramírez, que busca a su hermano Ángel Gerardo desde 2019: “Es indispensable que las personas que están en este lugar tengan identidad y que todos regresen a sus casas como debe de ser”. Pero todavía queda un largo camino para las familias. Tras la exhumación, se abre un proceso forense, de cuyos resultados dependerá confirmar si los restos recuperados en las fosas del Panteón de Dolores pertenecen a sus seres queridos. 

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