Su hijo fue asesinado en el 2006 por el ejército colombiano cuando se negó a cometer un crimen. El pasado 12 de junio Don Raúl Carvajal Pérez falleció tras 15 años de desconcierto y negación de la Justicia. Su muerte nos deja la sensación de que la esperanza fracasa más que el dolor y su injusticia.
El más alto de los bienes no es la vida, sino la conservación de la propia dignidad. Esa máxima filosófica la hizo propia Raúl Carvajal. El pasado 12 de junio falleció, y él supo hasta el final vivir de acuerdo con sus principios. Por eso, su muerte nos deja la sensación de que la esperanza fracasa más que el dolor y su injusticia.
Desde mayo del 2019 habitaba con su camión una esquina de la ciudad de Bogotá, entre la séptima y la Jiménez. Una tarde, una mañana, a plena luz del día, siempre estaba dispuesto a volver a narrar lo que sucedió para tener que dedicar los últimos casi 15 años de su vida a buscar justicia por el asesinato de su hijo. Un crimen de tal violencia que fue el Estado a manos del Ejército quien lo asesinó. Un crimen cuyo sentido también se juega en el plano de la política y su economía, y nos pone ante un desafío de una responsabilidad colectiva que no se salda exclusivamente por apresar a quienes dispararon a su hijo.
Lo mínimo pensaríamos. Y aún así fue algo que Raúl nunca pudo ver, como la mayoría de los familiares a quienes el Estado mató a sus hijos, hermanas, padres… bajo la amplia modalidad de las ejecuciones extrajudiciales, conocidas como falsos positivos. Crímenes de Estado.
El miedo. El silencio. Las amenazas. La lealtad. La obediencia ciega. La doctrina militar. Las recompensas. Las complicidades. ¿Qué lleva a un soldado a disparar a una persona desarmada? ¿A aprender a matar? ¿A simular un combate? Días antes de ser asesinado Raúl hijo llamó a su padre para contarle que se había negado a participar en la ejecución de dos personas que iban a ser presentadas como guerrilleros muertos en combate y que pensaba retirarse. Llevaba 9 años de servicio. Raúl se alistó en el Ejército según cuenta su padre porque no tenía dinero para estudiar. Convirtiéndose para él en una opción de trabajo.
[Los datos señalan que más de un 80% de quienes realizan el servicio militar obligatorio provienen de los estratos 0, 1 y 2. Y menos de un 0,5 % pertenecen a estratos altos. A primeros del 2020 la Corte Constitucional dictaminó que el servicio obligatorio fuese de 12 meses para todos, puesto que quienes no tenían el bachillerato académico debían de realizar 18. Otro aspecto modificado fue el aumento de la cuantía o bonificación que se recibe por prestar el servicio a 340.000 mil pesos mensualmente. Las causas de exoneración del servicio recogen un amplio abanico desde estar inscrito en el Registro Único de Víctimas, ser hijo único o simplemente pagar por la libreta militar.]
[Los datos del Ministerio de Defensa hechos públicos el año pasado presupuestaban un total de 10.375.594,294 dólares para el 2021 (39.282 mil millones de pesos). En enero de 2021 un titular del Ministerio de Defensa indicaba que se destinarían 140 millones de dólares más a la modernización de la Fuerza Área. Las cifra no ha dejado de aumentar, siendo Colombia uno de los países con mayor gasto militar de toda América Latina, sólo superado por Brasil.]
Soy soldado de la patria, según dice mi teniente.
Como no tuve con qué pa la libreta aquí estoy de fusil y de uniforme,
esperando la hora de la baja como el que espera el día y no la noche
(Jorge Velosa).
@Ariel Arango Prada
El 6 de octubre de 2006, ese día, no importó que fueran compañeros, que pudiera estar uno enfrente del otro sin saber quién es él que está enfrente en cada ocasión. Militares dispararon matando al Cabo Raúl Carvajal Londoño y a José López Ardila. Ambos pertenecían al Batallón de Infantería Antonio Ricaurte de Bucaramanga, por aquel entones bajo el mando de Álvaro Diego Tamayo, y ambos días antes habían sido transferidos a la Unidad Destructor Uno de la Brigada 30 de la Segunda División, comandada por el Teniente Dimir Yamith Pardo Peña. La operación se llamó “serpiente” y sus cuerpos aparecieron muertos en el Cerro de la Virgen, corregimiento de Lajas, municipio de Tarra, Norte de Santander.
Así consta en los documentos.
Papeles que acompañaron a Raúl este último tiempo y que leía como si fueran los rostros y rastros que le permitieran entender la desdicha de su vida. Y los leía sabiendo que todo dato, toda información, requiere de ser contrastada. De ser analizada críticamente y más cuando es el mismo Estado, a través de sus instituciones, quien la suministra. Y aunque hacerlo a menudo es complicado porque implica buscar lo residual. Entre repeticiones, variaciones, entre los relatos surgen los registros contradictorios, entre testimonios, emerge la ficción, las inconsistencias, el engaño, el crimen. Raúl indagó. Indagó sobre los combates en la zona, preguntó y buscó testigos. Declarantes afirmaron que le habían suministrado suero porque estaba enfermo. Iba torturado. Golpeado. Los informes militares no registran combates en esa zona en esos días de octubre. El Personero municipal lo confirma. Parece que fueron trasladados en helicóptero. La primera necropsia indicó que el disparo que le ocasionó la muerte se hizo a menos de dos metros de distancia presentando marcas de haber estado amarrado. El Ejército dice que fue un francotirador.
En ese tiempo, mientras seguían sucediendo ejecuciones extrajudiciales en el país, Raúl Carvajal llegó a la convicción de que era preciso resistir. De que si ellos, la familia, no buscaban justicia nadie más lo haría. Y así fue como en febrero de 2011, a primera hora de la mañana, Raúl entró por primera vez en Bogotá con su camión. No iba sólo. Le acompañaba el cuerpo de su hijo.
Ese año se cumplió el plazo en el camposanto donde habían enterrado a su hijo, por lo que debían pagar los servicios de un osario para trasladar el cuerpo. La familia no tenía con qué cubrir todos esos gastos. Raúl no dudó, movido por la ética de las pasiones verdaderas, exhumó a su hijo y lo montó al camión. Recorrió muchos territorios repartiendo volantes y denunciando hasta llegar esa mañana a la Plaza Bolívar, frente al Congreso, al Palacio de Justicia y a la Catedral Primada. Tomó el cuerpo de su hijo y se subió al techo de su camión. Allí esperó. Llegó la policía precipitando la caída de ambos, y con ellos la Fiscalía para proceder al levantamiento del cadáver.
Con su acción Raúl logró que se procediera a realizar una segunda necropsia. Pero los resultados de la misma no fueron concluyentes. Dicen que faltan pedazos, partes de huesos por donde la bala entró en el cráneo por lo que no pueden dar más información. Apenas unos meses después, abril de ese mismo año, el Fiscal Cuatro Delegado ante el Tribunal Superior de Cúcuta archivó el caso considerando que las denuncias hechas por la familia del Cabo Raúl eras meras “sospechas”. Raúl Carvajal exigió a la Fiscal General de la Nación, Viviane Morales (2011-2012), que reabriera la investigación trasladando el expediente a Bogotá porque no existían las garantías en Cúcuta. Su petición fue rechazada.
Quizás en ese momento comenzó su sucesivo cansancio, lo que le fue entristeciendo. Y aunque lo supo siempre, lo supo desde el principio y hasta el final, como si hubiera comprendido que ése era su destino, su modo de luchar por el país, jamás se rindió. Fue hasta el Ubérrimo, a darle una carta al Presidente de la época Álvaro Uribe. Sentado bajo un palo de mango cuenta Raúl que alcanzó a verlo y pudo entregársela. No sería la única vez que le reclamaría mirándole a los ojos. Aquel día en la Plaza Bolívar quedó grabado:
“Si usted supiera lo que duele, lo que duele la muerte de un hijo, cuando un hijo es bueno. Pero usted es uno de esos asesinos. Porque si usted no tuviera que ver en el asesinato de mi hijo, ustedes hubieran dejando que se investigar".
[El porcentaje de Impunidad en el delito de Desaparición Forzada calculada para los casos registrados de CNMH entre 1958 y 2018 en base al estado procesal de los casos en el SPOA es del 99,51%.]
[El Estado colombiano no ha sistematizado la información “oficial” sobre la violencia por lo que existen varias fuentes basadas en criterios no homogéneos, lo que favorece la creación de subregistros. SPOA-FGN, Sistema Penal Oral Acusatorio de la Fiscalía General de la Nación. RUV-UARIV. Registro Único de Víctimas de la Unidad para la Atención y Reparación Integral de Víctimas. El Observatorio de la Memoria del CNMH e informes realizados por las organizaciones de Derechos Humanos y de víctimas (CCEEUU). Nada coincide y el universo que se queda por fuera es inmenso. Por ello, a la fecha de hoy no se sabe con la exactitud que corresponde cuántos son los asesinados bajo la modalidad de las ejecuciones extrajudiciales, falsos positivos. De hecho, la cifra utilizada en el último tiempo de 6.402 sólo hace referencia al periodo del 2002 al 2008. Desconociendo lo que sucedió antes y después. En el punto 27 del Auto de la JEP en el que se dio a conocer dicha cifra “oficial” se indica que entre el 2000 y 2008 ocurrieron el 78% de los casos, por lo que podemos pensar y calcular que entre 1978 y 2016 serían más de 8.300 víctimas.]
Ese era su temor, llegar a morir sin que pasase nada.
Sin apenas maniobra de acción, una de sus últimas participaciones le llevó ante la Justicia Especial para la Paz. Él sabía y así lo manifestaba que era otro peldaño más de impunidad. Consciente de que este sistema judicial había puesto en libertad a los militares condenados por ejecuciones extrajudiciales, incluidos los casos reconocidos como crímenes de Lesa Humanidad. Consciente de que el asesinato de su hijo oficialmente nunca fue reconocido como “muerte ilegítimamente presentada como baja en combate por agentes del Estado” denominado así por esta Jurisdicción. Aún así, Raúl acudió por invitación a una de las versiones que están dando los militares implicados en la Brigada que asesinó a su hijo. Una tarde nos contaba que no pudo hacer preguntas, interpelar a los militares, que no le aportaron nada en su lucha y que finalmente le manifestaron que tenía demasiada rabia en su interior.
Fiel a sus principios de justicia, Raúl tenía cubierto su camión con las fotografías de quienes tenían la responsabilidad de un modo u otro con el asesinato de su hijo y con la imposibilidad de poder investigar. Desde el Presidente, al Ministro de Defensa, el Comandante, los Generales, un Cabo, testigos del caso, Fiscales y Procuradores.
Paradójicamente, el ex Presidente Juan Manuel Santos justo el día antes de que Raúl muriera dio su testimonio discursivo ante la Comisión de la Verdad. A diferencia de otros testimonios éste se hizo público y se trasmitió en vivo. Pero enredado, como él mismo dijo, en hacer “un recuento de cómo investigamos, denunciamos y acabamos con los falsos positivos durante mi Ministerio” se le olvido: reconocer que él fue parte; que él como máxima autoridad en materia de defensa, seguridad y asuntos militares no sólo sabía sino que ejerció sus funciones con sus correspondientes decisiones y órdenes al respecto; y que durante su mandato, previamente, y después como Presidente, son múltiples los casos, las denuncias que continuaron incluso las condenas en firme a militares por estos asesinatos que comenzaron como mínimo en la década de los 80 y que se extienden en el tiempo como una práctica sistemática de criminalidad estatal.
No olvidemos que en todas las Divisiones se han denunciado casos de ejecuciones extrajudiciales, extendiéndose a más de 180 las Unidad Tácticas implicadas y a prácticamente la totalidad de las Brigadas del Ejército que componen las siete Divisiones.
No sabemos que opinaría Raúl de este testimonio. No sabemos ni siquiera si llegó a verlo.
Pero lo que sí sabemos es que su muerte evidencia un Estado que perpetúa la violencia, la impunidad y hace desaparecer a quienes lo contradicen. De hecho, sucede en el marco de una movilización nacional en la que de nuevo la Fuerza Pública ejerce su poder para asesinar, torturar y desaparecer civiles. Una muerte que fue diagnosticada de COVID, lo que corporaliza además esas violencias de un Estado que nunca lo cuidó, lo protegió, ni garantizó una atención sanitaria digna, y sobre todo de un Estado que nunca permitió lo que siempre reclamó, Justicia.
Su muerte abre un luto que no se cerrará con rituales de recuerdo. Igual que no pasó con su hijo. Es la necesidad de transformar, de seguir su lucha, conservando su potencial simbólico. El luto, hoy y siempre, será lucha.
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