Libertades
Contra la represión política en Letonia
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Mientras que en los países de Europa occidental las organizaciones de izquierda ya están arraigadas en la sociedad, la realidad cuando nos trasladamos al este, y más concretamente a Letonia, república báltica, es diferente.
Aquí nos topamos con una sociedad profundamente despolitizada y desmovilizada, donde la izquierda no solo es virtualmente inexistente, sino que mediante prácticas represivas y autoritarias el Estado busca conseguir que cualquier movimiento que hable en clave transformadora jamás tenga la posibilidad de nacer.
Una sociedad despolitizada y la necesidad de articular un movimiento de izquierda
Pese a ser un estado miembro de la Unión Europea y ser visto como un país libre, en contraposición a Rusia, Bielorrusia o Hungría, la tolerancia en Letonia brilla por su ausencia. Cualquier discurso mínimamente progresista o debates en los que apenas se mencione a algún autor de izquierdas, llegan a ser calificados en los medios de comunicación y las redes sociales como retórica del Kremlin o incluso terrorismo.
Este clima de inseguridad y miedo hace que sea natural que no haya más espacios de izquierdas en el país que trasciendan la socialdemocracia institucionalizada
A pesar de la existencia formal de un Partido Socialista y el hecho de que algunos elementos progresistas hayan sido llevados en ocasiones al Parlamento, hay una tendencia tanto por parte de los servicios y fuerzas de seguridad del Estado como por parte de la gran mayoría de medios de comunicación de equiparar cualquier postura crítica de izquierdas con la Unión Soviética, o incluso con la actual y ultraderechista Rusia. De hecho, en este país se suele hablar de la izquierda “putinista”. Este clima de inseguridad y miedo hace que sea natural que no haya más espacios de izquierdas en el país que trasciendan la socialdemocracia institucionalizada (equiparable al PSOE en España).
En este contexto, a finales del verano pasado, en Riga, nació la comunidad Maiznīca con el objetivo de cambiar esta situación, desmarginalizar discursos y proporcionar enfoques críticos, anti-coloniales, anti-imperialistas, no comerciales y autónomos. El colectivo es también miembro organizador y partícipe de la “Feria del Libro Anarquista de Riga” (Riga Anarchist Bookfair) y del grupo de acción “Por una Palestina Libre” (Par Brīvu Palestīnu).
Hace unos días, los Servicios de Seguridad contactaron al arrendador del local donde se ubicaba Maiznīca y le presionaron para impedir que el colectivo pudiera alquilar el espacio. Tras no poder extender el contrato la semana pasada Maiznīca se vio obligada a cerrar.
Espionaje y persecución de activistas
El martes 20 de mayo el activista y miembro de Maiznīca Vladislav Romanenko recibió una carta del Ministerio del Interior de Letonia donde se le comunicaba su inminente deportación.
Los motivos de la decisión se basan en un informe secreto del Servicio de Seguridad del Estado (Valsts Drošības Dienests) y no han sido revelados. Se le atribuye a Romanenko el “sostener posiciones comunistas y de extrema izquierda” y la “posibilidad de incurrir en futuras acciones de naturaleza violenta y de desobediencia civil”. Por ello, se le considera un “peligro para la seguridad nacional”. A su parecer, carece de importancia considerar que Romanenko llevara viviendo en el país ocho años, que estuviera estudiando un máster en la universidad pública o que acabara de comprar un piso en Riga. De la noche a la mañana, Romanenko se quedó sin hogar y sin empleo.
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A los pocos días de conocerse la decisión de la deportación, se reveló que tanto Romanenko como Maiznīca llevaban tiempo siendo espiados por el Servicio de Seguridad letón mediante personas infiltradas. Para su deportación se han esgrimido como motivos la participación de Romanenko en un festival político el pasado verano en Lituania llamado Kombinatas que estaba co-financiado por la Fundación Rosa Luxemburgo, entre otros y se le acusa de “propagar ideas comunistas”.
¿A qué le llaman extremismo?
Romanenko ha sido un miembro activo de la sociedad letona: se enamoró de la ciudad de Riga, aprendió letón, organizó clubes de lectura y cine. Planeaba obtener la ciudadanía letona y justo acababa de solicitar la cancelación de su ciudadanía rusa, dado su oposición a la guerra en Ucrania, país al que ha apoyado desde el inicio de la invasión. Aunque solo podemos especular, dada la naturaleza del caso, todo apunta a dos motivos por los que el foco se ha puesto en Romanenko: su involucramiento con la comunidad local junto a Maiznīca y su ciudadanía rusa.
En Maiznīca siempre se ha actuado dentro del marco legal de Letonia y toda discusión y debate que se ha organizado en el espacio ha sido llevado a cabo dentro de los “límites” del discurso académico aceptado en el país (límites que incluyen “ni abogar por ni difundir ideas comunistas”). Maiznīca se posiciona firme y explícitamente contra el odio y la violencia y está construyendo un espacio seguro donde cualquier persona que reniegue del odio pueda ser escuchada y respetada.
Todo apunta a dos motivos por los que el foco se ha puesto en Romanenko: su involucramiento con la comunidad local junto a Maiznīca y su ciudadanía rusa
La decisión de la deportación fue apelada, pero tras un juicio en el que el único documento en el que se sostiene la deportación se mantuvo en secreto, se rechazó dicha apelación. “La expulsión de Romanenko se toma en beneficio de la sociedad letona”. La sentencia ha sido recurrida al Tribunal Supremo de Letonia.
Queremos difundir esta historia para mostrar la lamentable y preocupante situación en el país, así como la cantidad de obstáculos que se le ponen a una organización que habla de políticas moderadas.
En cualquier país democrático y libre, toda persona tiene derecho a la libertad de expresión, pensamiento y reunión. Hacemos un llamado a la solidaridad internacional con esta causa y pedimos que se corra la voz: los activistas, trabajadores y todas las personas que no deseen quedarse de brazos cruzados ante el ataque a los derechos civiles, las libertades y los principios democráticos arduamente conquistados, no podrán ganar sin una red de apoyo internacional.
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