Coronavirus
Pandemia a dos velocidades: de la contención en Francia al debate de la emergencia sanitaria en México

En Francia, la crisis humanitaria busca ser contenida a través de un plan de acción auspiciado por el Estado de Bienestar. Mientras tanto, México debate cómo hacerle frente a la suspensión temporal de actividades en una economía de la subsistencia.

consulta mexicali
En medio de las emergencia mundial por el coronavirus, la ciudad fronteriza de Mexicali rechazó la instalación de una fábrica de cerveza mediante un plebiscito. José Pedro Martínez
4 abr 2020 06:00

Las calles de este barrio están casi abandonadas. En la frontera Este del distrito 17 de Paris, casi llegando a la Place de Clichy, los vecinos vivimos la cuarentena en el silencio de nuestros hogares. 

El mutismo se interrumpe a las 20h, cuando se abren las ventanas y los vecinos salen a los balcones para aplaudir a quienes desde los hospitales combaten la pandemia. Tras los aplausos, los vecinos del frente, dueños del equipo de sonido que más se respeta en la calle, comparten tres o cuatro canciones con los rostros que se asoman desde diferentes edificios, para recordarnos que la comunidad subsiste allá afuera. Hoy concluimos la sesión con “Les copains d’abord” de Georges Brassens.

Ese intento de hacer comunidad en la reclusión bien podría ser la de cualquier otra ciudad europea. Quienes habitamos estas ciudades, nos aislamos para evitar el riesgo de contagio del virus. Esta fue la respuesta de la Unión Europea al crecimiento exponencial de casos de covid19, pero dada la velocidad de propagación de la enfermedad, es una medida que se sigue ya en casi todos los continentes. 

Las medidas de seguridad son prácticamente las mismas aquí y allá: limitar el libre tránsito, solo autorizado por necesidad médica, compras de primera necesidad o cuando el trabajo no puede ser realizado a distancia. En algunos casos, como el francés, necesitamos portar una attestation de déplacement que indique el motivo de salida. Debemos permanecer en casa, evitar el contacto social, exceder la higiene personal y suspender el comercio no esencial. El cierre de fronteras, con algunas excepciones, ya es una realidad.

Las medidas económicas de la Eurozona las conocimos casi en su mayoría tras el comunicado del 16 de marzo donde Emmanuel Macron, aun y cuando vocero de Francia, consolidaba varias de las instrucciones que los países vecinos tomarían. El Estado de bienestar prevé el pago tardío de impuestos directos, perdonar los alquileres en locales comerciales y el pago de los servicios básicos —según el caso de necesidad de quienes lo soliciten—. En algunas circunstancias, incluso se habla de transferencias para que los comercios más pequeños subsistan. Se ha insistido en que el Estado impulsará la flexibilidad en probables procesos de mediación para rescindir contratos que se hubiesen vuelto excesivamente onerosos para alguna de las partes.

En México la polémica se centró en la supuesta falta de reacción del Gobierno y del presidente, que no solamente parecía no hacer caso a las indicaciones de la OMS, sino que en sus conferencias matutinas instaba a la población a no dejar de tener contacto

Los segmentos más desfavorecidos de la población, según se ha dicho, gozarán de una protección especial a través de fondos de apoyo y programas que pretenden mantener el suministro de bienes de primera necesidad. Los regímenes de desempleo funcionan dependiendo la legislación y las instituciones de cada país, pero sabemos que hay cada vez más casos de quienes pasan al desempleo técnico —aquí conocido como chômage— o simplemente son despedidos. 

Del otro lado, tenemos una serie de medidas que fuera de reconfortar a los ciudadanos de a pie, recuerdan el rescate financiero de la crisis de 2008. Cientos de miles de millones de euros podrían destinarse a estabilizar bancos y otras instituciones financieras, a la par que se autorizaría la reestructura de las obligaciones legales de las entidades afectadas en caso de ser requerido. Nos dicen que el flujo de capitales que de ellos deriva es esencial para el sistema connivente.

Aunque de este lado del Atlántico las medidas contracíclicas han sido relativamente consecuentes con el desarrollo de la pandemia, hay otras latitudes donde la —hasta hace poco— falta de acción gubernamental, fue motivo de discusión ciudadana y diatribas mediáticas.

La ausencia de medidas en el continente americano respondía a un número de casos que no parecía representativo. En México la polémica se centró en la supuesta falta de reacción del gobierno y del presidente, que no solamente parecía no hacer caso a las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud, sino que en sus conferencias matutinas instaba a la población a no dejar de tener contacto entre amigos y familiares. Los medios coléricos lo acusaban de negligente y descuidado en sus apariciones en público, donde abrazaba y besaba a su comitiva. Así, la primera pifia del Gobierno era la falta de precauciones y que no se embridaba la amenaza de una crisis sanitaria del mismo modo que lo hacía Europa.

Unas semanas después, el Gobierno reconoció la gravedad de la situación, ahora entregando la estafeta al subsecretario del Ministerio de Salud encargado de Prevención y Promoción. El paquete de medidas sanitarias y de seguridad corrieron a su cargo, pero fue apenas hace un par de días que el Gobierno Federal Mexicano anunció las instrucciones que afectarían el engranaje económico del país. Ahora, el alegado segundo error del Gobierno era sugerir que toda la actividad comercial y la fuerza laboral podrían suspenderse sin que ello desatara no solo la molestia de los grandes intereses, sino incluso un debate acaso más complejo sobre cuales serían los medios de los que dispondría la población económicamente más sensible.

El acuerdo del Diario Oficial de la Federación le ha llamado “Emergencia sanitaria de causa de fuerza mayor”, nombre cuyo peso es más normativo que semántico, pues escapa los recovecos de las leyes laborales que otrora facilitarían que ante circunstancias calamitosas las empresas, desde las más grandes hasta las pequeñas, se desentendieran con relativa facilidad de sus obligaciones patronales.

Esta emergencia y las medidas que se establezcan para hacerle frente, se extenderán hasta el 30 de abril. A partir de ese día, el regreso a las actividades será escalonado según una logística que está por definirse. El primer gran problema del país latinoamericano es que una de las consecuencias de este plan de contingencia, como en el caso europeo, es suspender la actividad de todo el comercio no esencial hasta el final del periodo referido. Y lo que levanta la polémica en el empresariado local es que a diferencia de las medidas del Welfare State, el Estado mexicano no puede hacerles frente directamente a las obligaciones de los patrones con sus empleados suministrando apoyos económicos suficientes durante la suspensión temporal de actividades comerciales. 

Resulta complicado detener la actividad laboral en un país donde gran parte de la población vive al día, donde gran parte de la población pertenece a la economía de la subsistencia

Las empresas estarían obligadas a no terminar la relación laboral alegando falta de liquidez; tampoco deben pagar solamente el salario mínimo —123 pesos diarios, equivalentes a menos de 5 euros según el tipo de cambio actual—, sino que deben garantizar el salario base de sus trabajadores. Esta situación ha levantado mucho disgusto desde los pequeños empresarios hasta algunos grandes magnates, uno de los cuales incluso desafió estas medidas por inconscientes: no se puede detener la actividad laboral en un país donde gran parte de la población vive al día. 

Y aunque en aquel caso quien se pronunciaba era un empresario usurero cuyos bancos son la vía de pago de todos los recursos de los programas sociales en México, apuntaba algo que es verdad: gran parte de la población del país pertenece a la economía de la subsistencia. Gran parte de la población subsiste o con un raquítico salario mínimo, o con un ingreso incierto y azaroso que depende de sus actividades diarias en la informalidad —a la que pertenece 56% de la población—. 

En una nación con el 41% de su gente en situación de pobreza y otro 7,4% bajo pobreza extrema, las autoridades llaman a la solidaridad. Muchos de quienes se oponen a proteger a su fuerza laboral en las condiciones demandadas por el gobierno, pierden de vista que el impacto en la vida de sus trabajadores será más dramático que el suyo. Otros no. Hay quienes, a pesar de la compleja realidad por venir, aceptan apoyar a sus trabajadores.

Pierden de vista que todos estos problemas a los que ahora se exponen —la desigualdad, la pobreza, la pérdida de poder adquisitivo— ya estaban allí. La crisis sanitaria solo vino a destapar los males que no combatimos en México. El clasismo incluido

Se dice que debería ser el Gobierno quien se encargue de mantenerlos a todos. Circulan vídeos de empresarios iracundos que piden beneficios fiscales a cambio de hacerse cargo de sus trabajadores en los términos prescritos por la autoridad —en un escenario donde la recaudación será una fuente vital de ingresos para el Estado—. Solicitan un trato igual para los desiguales. Pierden de vista que todos estos problemas a los que ahora se exponen —la desigualdad, la pobreza, la pérdida de poder adquisitivo— ya estaban allí. La crisis sanitaria solo vino a destapar los males que no combatimos en México. El clasismo incluido.

Finalmente, el plan de acción de las autoridades mexicanas ya incorpora algunos de los elementos de los países europeos, pero esto tiene insatisfechos a muchos. El oportunismo político aventaja al ánimo de empatía que hace falta en la región. El Gobierno apela a la solidaridad y tiene razón, con independencia a ideologías particulares. Es un periodo complejo y todos vamos a ser afectados. 

Mucho se especula sobre el mundo que tendremos al pasar estos eventos. ¿Será que llegó el final de estos modelos políticos y económicos? ¿La perspectiva nos mostrará aquellas cosas que son realmente importantes? Y la verdad es que me parece más urgente pensar en el presente. Hay muchas personas, físicas y morales, que ya alcanzan a ver que el impacto de la tormenta requerirá el apoyo de todos. Pero para los otros, cuya animadversión impide ponerse en los zapatos del prójimo, insisto, hay que hacer comunidad. 

El virus es el mismo pero los países son distintos, se dice por allí. Es verdad. Sin embargo, el cumplimiento a las medidas indicadas por los gobiernos y la capacidad de apoyarnos entre todos será fundamental para superar la crisis. En la medida en que avancemos, podremos identificar los ajustes requeridos en los diferentes planes de acción. Podremos poner en la balanza intereses, necesidades y posibilidades. No necesitamos una masa egoísta. Necesitamos hacer comunidad.

Aquí, aunque simbólicamente, nos lo recuerdan cada noche con música en el balcón. 

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