Grecia
Desalojos en Exarchia: la prueba de fuego de la solidaridad europea

El 26 de agosto los squats de Spirou Trikoupi 17, Transito 15 y Gare, eran brutalmente evacuados. Tomaba cuerpo la promesa de Kyriakos Mitsotakis de “limpiar” el barrio de Exarchia, refugio para migrantes y solicitantes de asilo.

Desalojos en el barrio de Exarchia
La policía tomas las calles en el barrio de Exarchia. Foto: Jose Márner

Psicóloga social y activista

28 ago 2019 12:50

La solidaridad está en crisis. No porque no la haya, sino porque parece que hay otra fuerza mayor encargada de eliminarla. La Europa del desarrollo, los derechos humanos, la tolerancia y el respeto, se ha corrompido. Las derechas europeas más radicales brotan en todos los países y se apoyan entre sí para que nada las frene. El odio ya no necesita siquiera ser justificado: contra las mujeres, contra las personas pobres, contra las migrantes, contras las racializadas, contra quienes se organizan fuera del sistema.

ONG como Open Arms se enfrentan a multas indecentes, los bulos que se difunden sobre migrantes alientan al miedo y al rechazo, Europa se cierra en banda a acoger a personas que llegan de fuera, separa a quienes son útiles de quienes no lo son, politiza los rescates, externaliza fronteras pagando a gobiernos que esclavizan, violan y matan a seres humanos. Los países de la UE fronterizos son obligados, según el Convenio de Dublín III, a gestionar las peticiones de asilo de todas las personas que llegan a Europa, sin medios ni recursos suficientes, lo que aumenta el malestar entre las recién llegadas y el rechazo entre las autóctonas. Al menos así sucede en Grecia, donde todo esto, sumado a un nuevo gobierno conservador, hace temblar a los movimientos sociales, anticapitalistas, antirracistas y autoorganizados que resisten como pueden.

Exarchia en estado de alerta

En pleno centro de Atenas, en el barrio de Exarchia —referente de movimientos anarquistas en todo el mundo—, existen decenas de edificios ocupados, muchos de ellos son los hogares de cientos de personas migrantes y refugiadas que quedaron atrapadas en Grecia debido al Reglamento Dublin III. En estos edificios, personas de todas las edades y distintas nacionalidades que quedaron fuera de los sistemas de protección gubernamentales han creado comunidades basadas en la autogestión y el trabajo cooperativo para sobrevivir y desarrollarse. Niños y niñas crecen entre asambleas semanales, entre culturas e idiomas distintos, bajo las normas del respeto y la convivencia pacífica. Personas europeas colaboramos desde la horizontalidad, trabajando con ellos y ellas, aportando lo que está en nuestras manos para mantener esos microuniversos al margen del sistema.
Desalojo en Exarchia I
Edifico okupado en el barrio de Exarchia, Atenás, destina a la acogida de personas refugiadas. Foto: Jose Márner

A principios de julio, el partido conservador Nueva Democracia ganaba las elecciones en el país heleno. Su líder, Kyriakos Mitsotakis, se proponía, entre otras reformas para endurecer las condiciones de migrantes y refugiados, “limpiar” el barrio de Exarchia. No han pasado ni dos meses y el barrio ya está sufriendo ataques y desalojos. Las activistas que allí residen denuncian que el propio gobierno destroza el barrio y después toma fotos para justificar las intervenciones. El pasado lunes, 26 de agosto, por la mañana, los squats de Spirou Trikoupi 17, Transito 15 y Gare, eran brutalmente evacuados.

Sobre las 5:00h a.m. la policía entraba en Trikoupi rompiendo las puertas del squat. Las personas del equipo de seguridad que vigilaban la entrada esa noche no pudieron hacer nada contra la avalancha de policías armados que subían piso por piso. Mientras ascendían, ordenaban a gritos que todo el mundo saliese de sus habitaciones. “Una de las mujeres que se encargaba de la seguridad empezó a temblar y no podía moverse”, explicaba un afgano que vivió el desalojo, y añadía: “Tenían pistolas en sus manos y parecía que estuviesen arrestando a criminales”. Comenzaron a destrozar objetos y mobiliario, a tratar a la gente con violencia, hasta el punto de que empujaron a una niña y le rompieron un diente. Reunieron a todo el mundo en la zona común, separaban a los hombres y mujeres que estaban solas de las familias y sobre las 8:15h se las llevaban en bus a la comisaría de Petrou Rali.

Al medio día, cada persona recibía un plato de pasta para comer, pero si querían agua tenían que pagar 50 céntimos

La conciencia social que desarrollan las personas refugiadas que habitan los squats supera la de muchas personas europeas que viajan como voluntarias a colaborar en Atenas. La capacidad crítica, la rabia contra las injusticias que les atraviesan, el empoderamiento del que son partícipes en comunidad, no tiene medida. Otro compañero, también afgano, que no fue detenido explicaba “es el momento que estábamos esperando, necesitamos ayudarles, tenemos que mostrarles cómo de fuertes somos, de lo contrario todo lo que hemos hecho será en vano”. En un contexto como este, no hay diferencia entre refugiadas y activistas, todas lo somos y todas actuamos unidas.

Tras tres horas en la comisaría, alrededor de 140 personas desalojadas seguían en la sala de espera sin haber recibido ningún tipo de información. En un momento dado, la policía empezaba a chequear la documentación de todas y a anotar sus datos, pero después de eso, todo el mundo seguía en el mismo lugar sin noticias.

Se convocó una concentración de urgencia en Notara, otro squat del barrio, para manifestarse en contra de la represión policial

Al medio día, cada persona recibía un plato de pasta para comer, pero si querían agua tenían que pagar 50 céntimos. Pasaban las horas y las niñas y niños empezaban a estar cansados, hambrientos, sedientos, sin espacio ni intimidad para dormir. Nadie sabía a qué estaban esperando, por qué estaban allí, hasta cuándo ni qué iba a pasarles. Ninguna persona externa podía acceder a esa sala de espera, ni siquiera para llevarles alimentos, agua o ropa. A las 22h, las personas documentadas fueron trasladadas a un alojamiento temporal a las afueras de la ciudad, sin comida ni agua, donde tampoco podía acceder ninguna persona externa; mientras que las no documentadas fueron directamente detenidas.

Los movimientos sociales no descansan

La colaboración y la respuesta social es tan instantánea, que incluso algunas de las personas sin documentación fueron escondidas en el momento del desalojo y consiguieron salir. El sentimiento de unidad entre personas tan diversas no habría podido generarse sin la existencia de los squats y movimientos de solidaridad de Atenas.

Mientras las cerca de 140 personas eran retenidas como delincuentes en la comisaría, el resto de activistas se coordinaban. La principal tarea: informar. Una red de solidaridad internacional se articulaba para que nada de lo que sucede en Atenas y en Exarchia sea silenciado. Varias publicaciones de Facebook del squat Spirou Trikoupi 17 sobre el desalojo fueron eliminadas, pero las compañeras volvieron a publicarlas una y otra vez. Se convocó una concentración de urgencia en Notara, otro squat del barrio, para manifestarse en contra de la represión policial, las mentiras, la violencia y los desalojos.

Diferentes grupos y casas ocupas de Atenas se reunieron durante horas, dando forma a un nuevo colectivo más global, para debatir el modus operandi de una gran embestida

Sin embargo, las acciones llevaban mucho tiempo preparándose. Kyriakos Mitsotakis prometió a sus votantes que antes de que acabase su legislatura, se tomaría un café en la plaza de Exarchia. Con esa simpleza, el líder de Nueva Democracia desafiaba a todo un barrio antiautoritario y a quienes colaboraron en convertirlo en un hito internacional. Con esas palabras se mofaba de las revueltas estudiantiles que iniciaron la resistencia antifascista en 1973 contra la dictadura de la Junta de los Coroneles, y también se reía del joven Alexandros Grigoropoulos, asesinado por un policía en 2008. Una muestra de poder, autoridad y prepotencia que fue suficiente para que los movimientos anarquistas comenzaran a prepararse.

Policía en el barrio de Exarchia
Policía en el barrio de Exarchia. Foto: Jose Márner

El gobierno anunció a la prensa un plan para desalojar en 15 días un total de 23 ocupas en Exarchia, 12 de los cuales albergaban refugiados e inmigrantes y otros 11, colectivos anarquistas. Entonces, diferentes grupos y casas ocupas de Atenas se reunieron durante horas, dando forma a un nuevo colectivo más global, para debatir el modus operandi de una gran embestida. Se barajaron todo tipo de escenarios, tantos que era imposible preparase para todos. Por suerte, Exarchia siempre ha estado lista para resistir, pero la colaboración internacional es fundamental.

“No pueden desalojar un movimiento”

Los movimientos anarquistas a nivel mundial ya están conectados, coordinando la ayuda necesaria para evitar que Exarchia deje de ser el epicentro revolucionario. Además, personas que, sin formar parte de colectivos tan organizados, quieren echar una mano, también se movilizan para denunciar los ataques al barrio, demostrando que los y las compañeras que se encuentran allí, no están solas, y que, como gritan sus consignas “somos semillas” y “no pueden desalojar un movimiento”.

En menos de 24h desde que comenzaron los desalojos, activistas que colaboramos allí durante mucho tiempo, personas refugiadas que pasaron por Atenas y que actualmente residen en otros países europeos, centros sociales y colectivos de diferentes partes del mundo hablábamos y nos manteníamos al corriente de las novedades para poder contarlo, siempre en concordancia con lo que las compañeras de Atenas nos transmitían y nos pedían.

Empezaba diciendo que la solidaridad está en crisis, no porque no la haya, sino porque parece que hay otra fuerza mayor encargada de eliminarla. Sin embargo, la resiliencia también se aplica a las acciones solidarias. La cooperación y la lucha social es agotadora en cuanto a que requiere de mucho tiempo para la planificación, toma de decisiones, división de tareas, etc. pero trabajar en equipo tiene la ventaja de permitir turnos de descanso muy necesarios que hagan que la fuerza no se debilite. El autocuidado en movimientos tan amplios es indispensable.

En Atenas ha comenzado una batalla, al igual que en el Mediterráneo, en el Amazonas, en México, en Argentina, y al igual que se llevan librando durante años en Palestina, Siria o Yemen, entre otras muchas zonas de conflicto. Sin embargo, allá donde haya violencia y represión, habrá resistencia y movimientos que traten de frenarlas.

Últimamente, en occidente, las ideologías machistas, racistas, xenófobas… fascistas, en resumen, parecen estar cobrando fuerza y las disidencias están siendo cada vez más castigadas. Por esta razón, es necesario visibilizar las resistencias, las acciones comunitarias, cooperativas y solidarias que se mantienen vivas, así como colaborar en la medida de lo posible con ellas. Como afirman las compañeras de Atenas: “¡No pasarán!”.

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