Migración
Caroline Betemps: “La blanquitud invisible sigue presente incluso en las izquierdas y los movimientos ‘radicales’”

Las personas editoras de la obra colectiva Acá soy la que se fue: relatos sudakas en la europa fortaleza profundizan en esta compilación de escritos “hechos por y para migrantes” y reflexionan sobre algunas de las resistencias cotidianas desde esos cuerpos y comunidades

aca soy la que se fue
Presentación en Barcelona de la obra colectiva "Acá soy la que se fue", con varias autoras Javier Maravall
6 abr 2020 10:15

El libro colectivo Acá soy la que se fue: Relatos sudakas en la europa fortaleza es una compilación “de relatos hechos de y para migrantes de Abya Yala y el Caribe en europa”, un trabajo colectivo en el que 25 autoras compartieron una parte de sus experiencias migratorias. “Escritos en el presente europeo y desde la herida colonial, los textos atraviesan diversos aspectos de la vida y sus resistencias cotidianas en estas y otras geografías”, introduce el volumen, publicado de manera autogestionada con la editorial t.i.c.t.a.c., una referencia en Barcelona de los antirracismos transfeministas. Como explica la introducción, no se dieron demasiadas especificaciones a las autoras para evitar contribuir “a legitimar un formato teórico por encima de otras expresiones”, aunque se dejaba abierta esa puerta.

El título, cuentan, fue tomado del texto de Magda Piñeyro La nieta de la nieta, donde aparece la frase en cuestión. El “acá” hace referencia al origen común de las autoras, o se puede ver la frase también como localizada en la europa fortaleza (acá soy la que se fue de allá). A la vez, este “acá”, puntualiza Caroline Betemps, una de las editoras del volumen, puede ser cualquier contexto, “porque una persona migrante es extranjera acá y allá”. Es esa idea capturada en los versos de Ijeoma Umebinyuo que coronan la introducción: “demasiado extranjera para casa / demasiado extranjera para aquí / nunca lo suficiente para ambos”.

Quienes editan el libro destacan la fuerza de las presentaciones como parte de la experiencia del libro, donde los relatos se encarnan con un conjunto siempre contingente de autoras. Pude asistir a una en La Raposa de Barcelona, en que Caroline destaca la dificultad de escribir en primera persona y mostrar experiencias duras que generalmente se viven en soledad, y señala la asimetría epistémica que se da hacia las personas migradas en el Norte: “La gente de aquí no tiene la menor idea de nuestros saberes, pero nosotras sabemos todo de los punkis, de los feminismos blancos”, así como el hecho de que “más allá del libro, esto ha sido un proceso de sanación para personas migrantes”.

Dice sobre la posible recepción del volumen en comunidades no migrantes: “Si algunas personas antifascistas, de izquierda, radicales… pueden sentirse tocadas más allá del antirracismo como etiqueta, lo consideraría positivo”. Lucrecia Masson, integrante del referente Colectivo Ayllu, establecido en Madrid, cuenta la experiencia de “perder la fascinación” por europa, pero también, precisamente, la necesidad para los antirracismos políticos de perderla. Apunta, incisiva, una pregunta: “¿Cómo habla este libro a una supuesta radicalidad que ha olvidado sistemáticamente el antirracismo?”. 

La lectura del libro, que sumerge a quien lo lee en una gran constelación de identidades, historias y talentos expresivos, trae la misma sensación que la presentación: la de que como persona euroblanca tu papel en todo esto es callar, no moverte, no hacer ningún ruido, achicarte lo más posible, escuchar con los oídos y el corazón abierto, dejarte atravesar por lo contado, dejarte llenar por las historias, pero no para realizar ese ejercicio puramente verbal de “reconocer el privilegio” que te devuelve al mismo lugar con menos cargo de conciencia, sino como interrogación profunda sobre nuestras solidaridades y la importancia que le damos a las violencias que se ejercen sobre ciertos cuerpos. Sobre estos aspectos profundizan en conversación quienes editaron la obra. 

Citáis la célebre recopilación Esta puente, mi espalda y la más reciente Chonguitas como inspiraciones a la hora de emprender este proyecto, y también citáis un vacío en este tipo de antologías de voces migrantes en Europa. ¿Cómo ha sido el proceso de creación y en qué ha derivado? 
Caroline Betemps: Tal y como contamos en la introducción, tuvimos la idea, convocamos a la gente más cercana que a su vez convocó a otras personas y así fueron llegando los primeros textos. El vacío al que referíamos es al que apenas hay literatura escrita desde mujeres y otros sujetos no normativos migrantes en europa que sean provenientes de Abya Yala. Y el libro todo está hecho por personas migrantes, desde la convocatoria, la escritura (en varios formatos, no solo en texto), la edición, la maquetación hasta el diseño de portada.

Ha sido un primer ejercicio de contarnos. Hablamos de costura, de enredarnos, y la propia tapa del libro lo expresa. En la confección del libro vimos cuánto afectaba nuestro llamado, algunas autoras manifestaron que era la primera vez que se les pedía escribir desde ahí, otras que tener una convocatoria les había hecho contar cosas que llevaban mucho tiempo guardadas, otras personas dijeron que aún no podían contarlo porque era muy doloroso. Hubo cuestionamientos de si se era la sujeta indicada para hablar de su proceso migratorio, sea porque ya se vivía en Europa hace décadas, o porque se migró en condiciones no tan precarias. 

Muchas veces tenemos cosas guardadas a las que no le hemos puesto nombre, o que no hemos articulado como un relato de ningún tipo, algo que pasa con muchas experiencias de violencia

Después de publicado, en las primeras presentaciones el libro cobró muchas vidas. Para mí que como editora había estado trabajando casi dos años con los contenidos, de repente sentir los textos encarnados en voz y cuerpo de sus autoras, de las personas que vivieron lo que habíamos estado cuidadosamente recopilando… fue como que se abrió un otro mundo, una vivencia emocionante, poderosa, de repente todo el sentido de narrarnos cobró vida ahí en nuestros cuerpos juntos. Además, este libro se hizo totalmente de manera autogestionada.

Lucía Egaña: Al final, muchas veces tenemos cosas guardadas a las que no le hemos puesto nombre, o que no hemos articulado como un relato de ningún tipo, cuestión que pasa con muchas experiencias de violencia, por ejemplo. En ese sentido es que el libro ha ido funcionando como caja de resonancia, y eso ha sido muy bonito. Cuando citábamos un vacío nos referíamos a la ausencia de libros de este tipo, del que podría haber sin duda muchas más versiones y variaciones. No es que no haya experiencias, sino que no han sido impresas sobre árboles muertos...

El formato del libro está muy alejado de los textos teóricos usuales, y conviven en él desde personas consagradas y referentes del antirracismo político hasta otras que nunca habían publicado. ¿Es esto una apuesta por desdibujar las jerarquías intelectuales en aquellas personas que producen saberes políticos? ¿Es una intención también de cuestionar un modelo muy euroblanco de racionalidad o de discurso teórico, muy especializado y muy alejado de la vivencia? 
L. E.: Invitamos a personas que conocíamos del activismo o de la vida, a su vez estas personas podían invitar a otras amigas o conocidas. En ese sentido no fue una convocatoria abierta sino que circuló a través de nuestras propias redes, en las que hay gente que escribe y otra que no. Una cuestión que resultó interesante fue precisamente el hecho de que ninguna autora utilizara el formato académico, o el ensayo teórico, para hablar de su vivencia. Este hecho me hizo pensar que probablemente muchas veces las voces migrantes y/o racializadas han tenido que utilizar forzosamente ese registro para poder validar su voz, pero en un contexto donde no había que “pasar esa prueba”, ese registro se hacía innecesario y un corset incómodo y sobrante. El modelo de racionalidad blanca y europea es sin duda limitado y limitante y es insólito que siga teniendo tanto poder. Hay demasiada violencia y obstinación implicada en su perpetuación, eso queda en evidencia.

El modelo de racionalidad blanca y europea es sin duda limitado y limitante y es insólito que siga teniendo tanto poder

C. B.: El libro no está estructurado en base a una jerarquía de valor de quien escribe o de lo que se escribe. Todos los escritos, dibujos, fotografías, en todos los formatos y sobre todos los tipos de vivencias fueron bienvenidos. Y creo que más que criticar un modelo eurocentrado y viejuno de separar las formas de saberes como dices entre práctica y teoría, lo que hicimos con el libro y hacemos en muchos de nuestros espacios de acción, sea en la mesa de la cocina o en la asamblea, viene de otros lugares. ¿Por qué y para qué traducirlo a estos términos limitantes?

Hablamos múltiples lenguajes (no solo idiomáticos) y a través de la migración nos tratan como analfabetas. Para mí que migré cuando era muy pequeño o pequeña y en condiciones duras, la migración a la vez que te abre posibilidades de existencia es una constante negación de las vidas que una tiene o tuvo antes. Una llega acá y se tiene que explicar constantemente, identificarse todos los días para poder ser leída, que te acepten. Hace un poco un amigo catalán me dijo que se sentía constantemente “bajo sospecha” ahora que el antirracismo “está de moda”, en sus palabras. Y yo pensé, “¡bienvenido a nuestro mundo, amigo!”. 

Lo que quiero decir con esto, es que este es un proceso en donde no podemos separar práctica de teoría, hacerlo, a mi entender, es un privilegio. Los movimientos de resistencia en Abya Yala contienen tecnologías y saberes organizados en comunidad y pasados de generación en generación que escapan a esto de teoría y práctica. Algunas feministas, intentando ampliar estas nociones, hablan de “sentipensar”, otras de “co-razonar” que también es dar corazonadas y razonar juntas. Todas esas son traducciones de saberes y formas otras de hablar, luchar, estar. Ahora mismo acá en España hay debates en relación a lo que está ocurriendo en Bolivia sobre lo válido de lo que dicen las feministas intelectuales que hablan bien y publican y las de base que están en primera línea, sufriendo en el cuerpo el golpe de Estado.

Con una amiga brasileña una vez estábamos discutiendo lo absurdo que la academia puede llegar a ser y ella me dijo “yo tengo que estar en la academia porque soy negra”

Si bien es válida la crítica a la palabra dicha sin el dolor (indígena en el caso), esto da a entender a veces de alguna manera que la gente que está en primera línea no tiene un pensamiento profundo, una conciencia de sí, de su lugar en el mundo, unos conocimientos de resistencia como los de los Aymara que son guerreras y guerreros muy sabios, como lo demuestra su historia. Lo que quiero decir con esto es que esa separación es falsa en muchos casos, no hay hacer sin pensar. Es un lujo poder actuar sin formarnos, principalmente para las que venimos de abajo, que estamos donde nos dijeron que no deberíamos estar, yo hablo desde mi posición de blanca de clase baja, otras compañeras hablan desde su pertenecimiento étnico, otras desde la negritud. Con una amiga brasileña una vez estábamos discutiendo lo absurdo que la academia puede llegar a ser y ella me dijo “yo tengo que estar en la academia porque soy negra”. ¿Entiendes? 

Algo que reaparece en muchos de los textos es el haber abierto con el desarrollo de este libro un espacio de sanación y autocuidado para personas migrantes, que muy frecuentemente viven sus experiencias en soledad y con poco o nulo apoyo. ¿Puede este libro pueden catalizar el tejer redes de apoyo más sólidas? 
C. B.: ¡Ojalá! Creo que la soledad manifiesta en los textos habla de que no hay una recepción muchas veces para escuchar lo que se está contando. A veces tampoco tenemos el lenguaje porque nuestras vivencias no están en la agenda, aunque sí se habla mucho de papeles para acá, papeles para allá. Pero también hay que pensarlo no solo de una manera individual, si no que si las condiciones legales, políticas, fueran justas habría menos sufrimiento, menos deshumanización, menos humillación cotidiana. Todo eso lleva a que una se vaya disminuyendo con el paso de los años, se va haciendo chiquita.

Por eso es tan importante que finalmente en España (con sus Catalunyas, Galizas y Euskalerrias incluidas, porque todos se benefician hasta hoy de nuestras tierras, saberes y cuerpos), el antirracismo político esté más presente. Aunque estamos probando formas, narrativas, diferentes agendas, no tenemos ni queremos ser una cosa uniforme, ni ser del todo entendidas, estamos hablando, enfrentando cosas que no se quieren mover, como el racismo diario, la blanquitud invisible presente también en las izquierdas y los movimientos sociales autoproclamados más “radicales”. No digo con esto que el antirracismo es algo nuevo, qué va, siempre que hubo opresión hubo resistencia, de eso sabemos bien en Abya Yala y lo traemos acá.

Otra de las cosas en las que hacéis hincapié es en el cuestionamiento y la violencia constante sobre los conocimientos que traen las personas que migran a Europa. ¿Teníais también la voluntad de generar un espacio para comenzar a reparar toda esa negligencia? 
C. B.: Creo que no está en nosotras hacer este trabajo, sino en quienes ejercen estas violencias. Nuestras vecinas, colegas, compañeras euroblancas. Pero me parece que va a tardar aún un ratito. Estamos aún y con mucha dificultad en la etapa del reconocimiento, aún nos queda mucho para la reparación (aunque quitar las estatuas de Colón y el indio subyugado ya sería todo un gesto...) y mucho más para la reconciliación para usar los términos del filósofo Achille Mbembe.

L.E.: Reparar la negligencia estoy de acuerdo que no es una tarea que se haya planteado el libro, apenas abrir un pequeño espacio, una fisura, para la emergencia de relatos que no tienen mucha amplificación. Esto puede ser y ha sido reparador para muchas de las participantes, pero no es que se haya revertido la violencia, sino que ha habido posibilidad de, en algunos casos, narrarla. Y eso, en tanto proceso individual y colectivo a la vez, puede ser sanador, pero no revierte de ninguna forma las violencias que se han y siguen ejerciendo sobre ciertas comunidades.

No es que se haya revertido la violencia, sino que ha habido posibilidad de, en algunos casos, narrarla. Eso puede ser sanador, pero no la revierte

En los espacios militantes blancos de Barcelona, aunque seas empleado de una multinacional o funcionario, si eres una persona blanca, joven, sin otras personas a tu cargo y con mucho tiempo libre para asistir a muchas asambleas, serás leído como un sujeto político radical. En cambio, si eres, por ejemplo, una madre migrante que hace economía o autoempleo de resistencia, es probable que se cuestione incluso la politicidad de lo que haces. Todo esto convive con la creciente presencia del antirracismo como etiqueta, como cuota o incluso como medalla. ¿Veis algunas alianzas positivas construirse en el presente? ¿Creéis que es posible que se tejan verdaderas redes de solidaridad entre personas euroblancas y migrantes o racializadas? ¿Creéis que desde esos espacios se priorizará algún día a las personas que están en el centro de la violencia? 
C. B.: Yo creo personalmente que es muy difícil que una persona que no ha vivido un dolor, una discriminación, que no haya vivido en su cuerpo una forma de opresión pueda entender cabalmente lo que la otra siente o vive. Sobre todo cuando el bienestar de una se basa en el sufrir de la otra. Y aquí no hablo de personas sino de grupos, y hasta de Estados y desUniones europeas. Pero también creo que si hay ganas de bajarse un poco de las alturas del modelo europeo de mundo y de individuo y ciudadanía, que ya se está cayendo a pedazos (así que, hermanas europeas, cuanto antes os bajéis mejor para ustedes mismas) y si hay empatía y un proceso real de auto reflexión que se traduzca en acción, y no solo en poner antirracismo en sus papeletas, sí pueden haber alianzas. Alianzas estratégicas que lo han llamado las feministas chicanas y nepantleras.

También creo que los espacios inclusivos para migras y racializadas son muy necesarios. Y eso no quitan las alianzas. Aquí también confluyen formas distintas de entender la política y el antirracismo y está bien que así sea. Voy a hacer un paralelismo, las feministas comunitarias hablaban de que no es posible un feminismo sin los hombres porque ellos son la otra mitad de la sociedad. Esto tiene un antecedente en entender el feminismo de manera comunal/social y no de manera individual. Como dicen muchas compañeras que no quieren identificarse con el feminismo (blanco occidental) porque según ellas, no se van a salvar solas.

Todo, la blanquitud de la izquierda, todo, nos está constantemente intentando definir, colocar en una cajita para mejor dominar, apropiar

Así que ves, en el antirracismo o mejor dicho los antirracismos, los grupos y personas están valiéndose de distintas estrategias y no hay que estar de acuerdo en cuál es la más válida. Está bien coexistir con esas diferencias, que al final son riquezas. Así que desde mi punto de vista, que no necesariamente es el de mis compañeras, grupos mixtos o no mixtos son bienvenidos desde que sirvan para los propósitos de cada colectiva en los momentos en los que estén. Espero no sonar muy happyflower con esto. En realidad no es nada fácil hacerlo así, porque todo, la blanquitud de la izquierda, todo, nos está constantemente intentando definir, colocar en una cajita para mejor dominar, apropiar. Es una lucha constante hablar y hacer política desde múltiples lugares. No se nos entiende, y no sé hasta qué punto nos podremos traducir para sus categorías. Igual esa es la cuestión más de fondo.

L.E.: Para mí las alianzas son posibles pero no siempre. Y son posibles considerando las diferencias, pero también cuando hay una voluntad de abolir las jerarquías, los privilegios. Es cierto que las jerarquías, los privilegios y las opresiones, se constituyen a partir de diversas cuestiones, incluidas el contexto, y no son casi nunca cajones cerrados que operan universalmente. Es decir, este binomio que planteas entre euroblancas y personas migrantes/racializadas es harto más complejo, y en algunos casos incluso circunstancial. Un ejemplo es nuestro mismo caso, que si bien somos migrantes, tenemos la piel clara, estudios universitarios, hablamos castellano, no tenemos descendientes a nuestro cargo, etc. De hecho, considero que los espacios no mixtos son súper necesarios, en términos de permitir que salgan cosas y se articulen prácticas que en otros espacios no saldrían.

Ahora en concreto, cuando preguntas por las alianzas con personas euro-blancas, creo que pueden ser posibles, pero me tienen cansada estas posiciones que siempre hablan desde la euroblanquitud de “ayudar” a la otra persona, de “ceder” un privilegio, de “regalar” los papeles... Me parece evidente que la riqueza europea se sostiene en el expolio sostenido a todo el resto del planeta. Esta riqueza europea es de cualquiera menos de Europa, así que más que ayudar, regalar o ceder, bastaría con la devolución de apenas el 50% de lo robado y ya no haría falta ningún tipo de ayuda, ¿se entiende lo que quiero decir?

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6/4/2020 12:44

Cuanta tontería. Vale, las mujeres blancas, no deben ayudar, no deben ceder, y como resultado la solidaridad hecha trizas.

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6/4/2020 11:36

¡Interesante!

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