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Uruguay
Retrato de la ultraderecha uruguaya: entre Artigas y Bolsonaro
A falta del conteo definitivo, el nuevo presidente de Uruguay será Luis Lacalle Pou, del partido conservador. No lo hubiera conseguido sin el apoyo del ultraderechista Cabildo Abierto, cuyos votos han sumado para la derrota del Frente Amplio y que puede tener un papel preponderante en el próximo ejecutivo.
Uruguay siempre aparece retratado como un oasis de tranquilidad en una agitada América Latina, un remanso de paz en medio del caos. Un entorno de calma en el que tres millones de uruguayos conviven con 12 millones de vacas. La estabilidad del pequeño país oriental le ha merecido el sobrenombre de la Suiza de América: escasa inflación, clases medias fuertes y unos precios elevados. Asimismo, Montevideo es la urbe latinoamericana con mejor calidad de vida y la democracia uruguaya goza de altos estándares en todos los indicadores. Los argentinos se han referido históricamente, con cierta sorna, a Uruguay como el “paisito”, pero tras años de interminables crisis empezaron a mirar al vecino con otros ojos.
A la espera de la revisión del conteo por parte de la Corte Electoral, todo parecía indicar que, a pesar del estrecho margen, se podría consumar lo que muchos predecían: esto es, la vuelta al poder de la derecha tradicional, que desbancaría al centro-izquierda del Frente Amplio, desgastado tras 15 años de gestión, gracias a una alianza de las derechas para derrotar al oficialista Daniel Martínez, insuficiente ganador de la primera vuelta y —quizá, solo quizá— heroico perdedor de la segunda.
El retorno del Partido Nacional al poder, de la mano de un Luis Lacalle Pou que representa al establishment clásico del país oriental —es hijo de un expresidente—, quizá no sea el elemento de mayor preocupación de entre todas las novedades que trae la política uruguaya: el foco se debe poner también en otro partido, Cabildo Abierto, cuyos votos han sumado a la victoria del nuevo presidente, y que puede tener un papel preponderante en el próximo ejecutivo.
La irrupción del Frente Amplio supuso un shock para un panorama político poco acostumbrado a los cambios drásticos, pero la formación de Tabaré Vázquez y Mujica pronto perdió las dosis de radicalidad que el electorado uruguayo tiende a rechazar
Uruguay es un país con un sistema político muy estable, tradicionalmente dominado por la alternancia entre el Partido Blanco, liberal-conservador —el actual Partido Nacional— y el Partido Colorado, que reclama para sí el espacio liberal-progresista. El poder se repartía entre blancos y colorados. La irrupción de la coalición de izquierdas del Frente Amplio supuso un shock para un panorama político poco acostumbrado a los cambios drásticos, pero la formación de Tabaré Vázquez y Mujica pronto perdió las dosis de radicalidad que el electorado uruguayo —históricamente muy moderado— tiende a rechazar. La nueva sacudida está protagonizada por un actor muy diferente, cuya fulgurante incidencia en el panorama político uruguayo —el partido tiene escasos meses de existencia— es a todas luces alarmante.
El ultraderechista Cabildo Abierto está capitaneado por el exjefe del Ejército, Guido Manini Ríos, expulsado de su cargo por el gobierno frenteamplista. Obtuvo el 11% en la primera vuelta y es hoy un agente fundamental para el siguiente gobierno
El ultraderechista Cabildo Abierto está capitaneado por el exjefe del Ejército, Guido Manini Ríos, expulsado de su cargo por el gobierno frenteamplista. La obtención de un 11% del apoyo en la primera vuelta, traducido en 11 diputados de un total de 99, lo convierte en un agente fundamental para la conformación y el éxito del próximo gobierno multicolor. En un país como Uruguay, en ningún caso concebido como un laboratorio político, esta innovación teñida de autoritarismo merece un análisis adecuado.
En la mayoría de medios latinoamericanos se ha repetido hasta la saciedad el mismo mantra: Manini Ríos es el Bolsonaro uruguayo. Si bien son varios los elementos que pueden acercar a ambos fenómenos, Cabildo Abierto se halla lejos del populismo reaccionario y rimbombante del presidente brasileño. La ultraderecha uruguaya ha tomado otros tintes, más sobrios y mesurados. Menos ostentoso. Más uruguayos, vaya, pero no por ello menos peligrosos.
Cabildo Abierto descarta —una vez más— la dicotomía tradicional entre izquierda y derecha, y reivindica como propio el ideario del máximo prócer de la República Oriental del Uruguay, José Gervasio Artigas, considerado como un heraldo del federalismo, libertador del Uruguay y la figura histórica de mayor relevancia del país. Ellos son los “verdaderos artiguistas”, sus auténticos herederos. De hecho, el abanderamiento de la enseña artiguista llega hasta el punto que el nombre del partido —Cabildo Abierto— hace referencia a los encuentros públicos en los que el propio Artigas se reunía con la gente de a pie.
Algunos autores se han lanzado a establecer paralelismos con la apropiación del pensamiento de Simón Bolívar por parte del chavismo en sus inicios, pero nada más lejos realidad. Así pues, ¿qué es el artiguismo? José Gervasio de Artigas no escribió sus ideas, a diferencia de muchos otros libertadores latinoamericanos, pero sí se asume que detrás de sus acciones subyacía un ideario. La mayoría de historiadores coinciden en que son tres los ejes esenciales del artiguismo, más allá de su maleabilidad: la república como única forma posible de gobierno, la protección del federalismo y la defensa de la justicia social.
José Gervasio Artigas funciona en el país oriental como un auténtico significante flotante, al que cada componente del espectro ideológico le otorga una interpretación diferente, al servicio de sus propios intereses
En su último discurso como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas uruguayas, curiosamente frente a quien a posteriori lo revocaría de su cargo —el presidente Tabaré Vázquez— Manini Ríos se subió al estrado y se preguntó, delante de su audiencia, qué significa ser artiguista en la actualidad: “Ser artiguista hoy es estar cerca de la gente, particularmente de los más frágiles. Es luchar por brindarles oportunidades a todos los uruguayos y condiciones dignas de vida, es ocupar un puesto de lucha en la batalla más importante y más urgente que hoy debemos librar: el combate frontal a la marginalidad social y cultural que cada afecta más la convivencia entre los uruguayos y que día a día se lleva vidas y esperanzas”. Un artiguismo reaccionario del siglo XXI.
José Gervasio Artigas funciona en el país oriental como un auténtico significante flotante, al que cada componente del espectro ideológico le otorga una interpretación diferente, al servicio de sus propios intereses. La elasticidad del ideario artiguista llega hasta el punto de haber legitimado el discurso de grupos dicotómicos desde el punto de vista ideológico: así, en la dictadura cívico-militar, la guerrilla tupamara reivindicaba la figura del prócer como “un caudillo agrario revolucionario”, mientras que los militares lo ensalzaban como “un general ejemplar”.
En la interpretación de Cabildo Abierto, el artiguismo representa “la soberanía o la autonomía de los pueblos, la inclusión social y la preocupación por los más frágiles”. Esta retahíla de proclamas puede llegar a sonar hasta nac&pop [nacional y popular], pero hay más: en palabras de Manini Ríos, el ideario de Artigas también invita a “poner orden y ejercer la autoridad”. El discurso de la nueva ultraderecha uruguaya clama asimismo contra la “izquierda caviar” que “no hace nada por los pobres” y contra la “otra izquierda más negativa”, que ya no promueve el clásico enfrentamiento entre el obrero y el patrón, sino que lo redirige a la confrontación de “mujer contra marido e hijos”. La ideología de género en la diana. Una vez más.
El discurso de la nueva ultraderecha uruguaya clama asimismo contra la “izquierda caviar” y contra la “otra izquierda más negativa”, que ya no promueve el clásico enfrentamiento entre el obrero y el patrón, sino que lo redirige a la confrontación de “mujer contra marido e hijos”
Por otra parte, la propuesta económica de Cabildo Abierto mantiene similitudes con el programa de Vox, así como con el “Chicago boy” de Bolsonaro, el ultraliberal Paulo Guedes. Se apuesta por un Estado que reconozca en la libertad individual, en el trabajo y en la exaltación de la propiedad privada el camino del crecimiento, rechazando la idea de un ente estatal asistencialista. Se pueden apreciar las mismas contradicciones que se le achacan a la extrema derecha española: la de apostar por un discurso ultraliberal en lo económico mientras se hacen continuas referencias a los más pobres y desfavorecidos.
Desde la izquierda uruguaya han existido intentos también de cooptar la esencia del artiguismo. Desde esta perspectiva, la base del pensamiento del prócer sería la reivindicación de una reforma agraria, la recuperación de la tierra y la soberanía de la patria. Mismamente, el Frente Amplio defiende a Artigas como un luchador por la independencia política, la autonomía económica y la defensa del anticolonialismo. Por si fuera poco, uno de los partidos que componen la coalición tiene el explícito nombre de Vertiente Artiguista.
Esta visión de un artiguismo transformador y proteccionista de base popular aboga por establecer una clara diferenciación con la institución militar. Según esta óptica, el Ejército uruguayo nació con un genocidio indígena, al poco tiempo se metió de lleno en la Guerra del Paraguay y más tarde violo de forma sistemática los derechos humanos. El perfil exaltadamente castrense de Manini Ríos —y su indulgencia a la hora de condenar los crímenes de la dictadura— no sería sino una deformación obscena del ideario de Artigas.
Uno de los elementos más preocupantes de su irrupción proviene de la normalización de su aparición: el resto de actores del arco político, desde el centro a la derecha, han naturalizado su peso en la sociedad uruguaya
Si bien hay división de opiniones en torno a la caracterización del Cabildo Abierto como el agente del bolsonarismo en Uruguay, un país caracterizado por la predictibilidad del voto y el rechazo de la radicalidad, lo que resulta evidente es que se trata de un actor disruptivo, diferente, con un programa eminentemente reaccionario y ultraderechista.
Uno de los elementos más preocupantes de su irrupción proviene de la normalización de su aparición: el resto de actores del arco político, desde el centro a la derecha, han naturalizado su peso en la sociedad uruguaya. El Frente Amplio ha apostado por una estrategia de confrontación evidente, pero se da una paradoja difícil de dilucidar: diversas encuestas han estimado que hasta un tercio de los votantes de Cabildo Abierto habrían apostado por José Mujica en el 2009. Lo que en ningún caso pasó en España —el trasvase de Podemos a Vox— sí podría haber tenido más incidencia en el país latinoamericano.
Entonces, ¿dónde se halla la base social y electoral de Cabildo Abierto? En palabras del politólogo uruguayo Gerardo Caetano, la figura de Manini Ríos convoca “a una población de sectores populares propicios para aceptar la interpelación de un liderazgo mesiánico que propone una arcadia regresiva: el retorno de la autoridad, el ‘fin del relajo’ de la nueva agenda de derechos, el fin del ‘recreo al malandraje’, el no repudio a la dictadura y al terrorismo de Estado aunado a la necesidad de ‘dar vuelta la página’”.
Si todavía parece pronto para ofrecer explicaciones coherentes acerca del perfil de votante del partido de ultraderecha, lo que sí se conoce suficientemente bien es la composición de sus miembros y cargos electos: desde personalidades vinculadas a las derechas tradicionales hasta jóvenes neonazis, pasando por condenados por tortura durante la dictadura cívico-militar. Los vínculos directos con el Ejército son más que evidentes, y el tono castrense sobrevuela cada elemento del partido.
¿Estamos hablando de un Bolsonaro a la uruguaya? Quizá no importen tanto las caricaturas efectivistas mientras se ahonden en los orígenes, causas y características del ascenso de la extrema derecha en América Latina; mientras se retrate, en todos los sentidos de la palabra, a los fenómenos de esta nueva ultraderecha. En cómo enfrentarla también, por supuesto.
Uruguay, por primera vez en mucho tiempo, no parece inmune al aluvión de noticias preocupantes provenientes del continente latinoamericano. A la represión del establishment chileno contra su pueblo, al golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia y a la sangrienta actuación de Duque en Colombia hay que sumarle la probable vuelta de las élites al poder en Montevideo, aupadas esta vez por un fenómeno inédito, el de una ultraderecha triunfante —una extraña mezcla entre Artigas y Bolsonaro— que cobra protagonismo en el país de la quietud y la bonanza.
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Vivo enel exterior hace 15 años lamentable mente me tuve que marchar de mi hermoso pais por los bandidos de la dictadura Uruguay no cambia mientras estas lacras sigan gobernando bhe viajado en el año 201t y vi un pais empobresido mas de lo que era mucha mugre en las calles animales sueltos es una gran pena cuando viaje el el 2013 uruguay estana muy bonito con si lindo aeropuerto Internacional en Carrasco Es una pena un pais tufistico como fue uruguay y un paraiso como lo llamaban los turistas y que ahora aiga tanta delincuencia y asesitatos y los menores lamentable la comida muy cara para ser un pais muy productivo tenemos todo en el paisito agricultura ganaderia pesca turismo etc es una gran tristeza de que muchos uruguayos que vivamos en el exterior que estamos en el exterior no puedamos estar viviendo en nuestro pais por esto sinverguenzas los comorados y los blanco eso es uruguay el pais conservador y asi no se llega a nada mas los de atras que vastante daño han hecho a la cidadania y al pueblo uruguayo el padre de este senor cuando fue precidente dijo en un discurso los ricos ricos y los pobres pobres son unos sinverguenzas pero el pueblo tiene la mayor culpa de lo que pase al frente ampli nunco lo dejaron gobernar como querian viva el frente amplio y viva mi paisitoy mi jente con el corazon a seguir luchando por un Uruguay mejor
Un amigo me pidió que comentara el artículo y ésta fue mi respuesta:
"El análisis parte de premisas valederas pero patina a la hora de concluir. A saber: 1) los episodios históricos que menciona del ejército obedecen al menos a dos contextos diferentes. Lo del exterminio charrúa fue en el gobierno de Rivera (con Artigas ya en Paraguay) y obedeció a que el exaliado de los indios en el ejército artiguista, obedeció al pedido de los terratenientes hartos de que los indios les mataran el ganado para comer. Lo de la guerra del Paraguay es algo que al menos yo no entendí nunca. (y los historiadores que he leído, tampoco). Argentina y Brasil no podían derrotar a Paraguay y negocian para que entre Uruguay. Uno diría que lo haría para que Brasil y Argentina le devolvieran las misiones orientales. Pero no. Termina la guerra y lo único que se trae la Banda Oriental es una epidemia de fiebre amarilla. Y antes de la dictadura del 73, habría que mencionar la de Lorenzo Latorre y la de Gabriel Terra. La del 73 ya te dije que vino por "órdenes de arriba".
2) Es cierto que CA obtuvo 11 diputados de 99, pero no olvidemos que dentro de la coalición es la tercera fuerza, por detrás del PN y del PC. Esto el periodista no lo menciona en ningún momento.Tampoco menciona que el FA fue quien obtuvo más bancas en el parlamento.(La coalición lo supera, pero sumando cinco partidos).
También maneja a la inversa el dato del surgimiento de CA, hablando del éxito que tuvo tras "tan solo" seis meses.
Pues es al revés: Si Cabildo Abierto hubiera surgido hace un año o más, se habría desinflado por su propio peso. Justamente, por incluir en sus filas a una manga de descerebrados que entierran al partido con sus propuestas y declaraciones.
También se hubiera desvanecido la simpatía que despertó entre alguna gente cuando lo echaron como comandante. ALgunos ilusos se quedaron con la imagen de Manini comandando a sus tropas para ayudar en las inundaciones o para recoger la basura en un par de las tantas oportunidades en que el sindicato municipal sodomizó a Martínez como intendente de Montevideo (en mi opinión, el FA eligió al peor de los candidatos que tenía en la interna, pues su imagen es la de alguien que no tiene personalidad para ejercer el don de mando y que a lo largo de cinco años permitió que el sindicato lo tuviera de tonto).
Y last but not least: el periodista omite decir que la gente que teóricamente se pasó de Mujica a Bolsonaro, es la gente que antes votaba a Pacheco y sus sucesores. Y que antes simpatizaba con los tupamaros de los 60 (hasta que comenzaron los muertos) por sus acciones y medidas populares. O sea: la historia tiene antecedentes y no se limita a un traspaso Mujica-Manini. Recuerda que los Manini-Ríos son del ala riverista del partico colorado, el ala que abrigó al pachequismo.
En resumen: el periodista peca de darle a Manini una importancia que no tiene, porque la gente quiere leer malas noticias y no buenas. Va a tener su peso, pero a no ser que él y su gente morigeren el discurso y se limiten a proponer medidas populistas, no van a perdurar. Habrá que ver si en su equipo aparecen al menos un par que se destaquen. Pero hasta el momento no ha demostrado nada. Es lindo decir que si salía presidente iba a rebajar los sueldos de los parlamentarios y la cantidad de parlamentarios. Y es lindo proponer que el Estado pague un sueldo a las mujeres que tengan 3 o más hijos y no quieran trabajar. Pero del dicho al hecho hay un gran trecho. Cuando el FA no era opción de gobierno también hablaba de reforma agraria, no pagar la deuda externa y nacionalizar la banca.
Artículo fantástico sobre un país muy poco estudiado y conocido, hacen falta más