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Recordemos quién es Volodymir Zelenskiy, para los que no estén familiarizados con el nombre: es ese señor que se desempañaba como cómico en una popular serie de la televisión ucraniana y que decidió presentarte a las elecciones presidenciales de Ucrania. Bien, pues ese joven e inexperto individuo ganó las elecciones presidenciales con un 30% de los votos en primera vuelta y con un contundente 73% en la segunda vuelta, sustituyendo en el cargo a Petro Poroshenko, su mayor rival en esas elecciones. Posteriormente, lograría una mayoría absoluta en las elecciones tras disolver una hostil Verkhovna Rada (el Parlamento ucraniano).
Ahora que cumple poco más de un año en el cargo, con la promesa de darle salida a una guerra civil que ha dejado 13.000 muertes y de mejorar la vida de los ucranianos, además de acabar con la corrupción inherente del sistema político ucraniano, ¿qué podemos decir que ha cambiado tras poco más de un año en el poder?
Es un reto de una gran complejidad para una persona que no tiene experiencia política alguna, pero es a lo que se iba a tener que enfrentar el futuro presidente de Ucrania y, sin duda, uno de los mayores desafíos actuales del país. En su programa político, se comprometió a negociar una solución pacífica a la guerra del este de Ucrania, de reflotar la economía del segundo país más pobre de Europa y —sin duda la propuesta que más ha pesado en el electorado— limpiar las instituciones de corrupción, en gran parte potenciada por las grandes oligarquías del país.
Sin resultados tangibles
En lo relativo a la guerra civil, ha habido una mayor predisposición de diálogo por parte de Zelenskiy, que ha retomado las conversaciones con Moscú, París y Berlín en el marco de los acuerdos de Minsk. Las conversaciones con Rusia han posibilitado un intercambio de prisioneros en septiembre de 2019, en el que 35 prisioneros ucranianos llegaron al aeropuerto de Boryspil por otros 35 rusos; y otro con las autoproclamadas Republicas populares del Donbass y de Lugansk. También ralizó un retiro de tropas en los puntos menos importantes del frente con el fin de crear un área de confianza con sus adversarios y, así, rebajar el número de víctimas entre la población civil y militar.
Esta postura dialogante del presidente ucraniano es bastante criticada por sus adversarios políticos y por los sectores más nacionalistas del país, al que acusan de capitular frente a Rusia, a la que también acusan de sostener militarmente a las autoproclamadas repúblicas del este. No obstante, Zelenskiy mantiene ciertas líneas rojas en las negociaciones entre Rusia, Francia y Alemania como, por ejemplo, pedir que sea el ejército ucraniano quien retome el control de sus fronteras con Rusia y no contempla una mayor autonomía para las regiones rusófonas.
Hasta ahora, el conflicto entre Ucrania y Rusia no ha arrojado resultados tangibles: la estrategia elegida no ha desembocado en ningún acuerdo de paz o armisticio concluyente, ya que el alto al fuego pactado en los acuerdos de Minsk no ha sido respetado por las partes, al sucederse escaramuzas entre ambos bandos. La guerra del Donbass sigue siendo un tema candente y está todavía lejos de solucionarse, al existir un recelo entre Ucrania y Rusia desde el Maidán de 2014. Ese recelo es el que guía a Zelenskiy a pedir la entrada de Ucrania en la OTAN. Cabe mencionar que en el debate político ya ni se menciona la anexión de Crimea por Rusia, a la que ya se da por perdida.
Economía tocada
En el apartado económico, la economía ucraniana no pasa por su mejor momento, y encadena ya varios años de bajadas constantes. Su producción industrial ha caído, en parte por una apreciación poco astuta de la divisa nacional, la hryvnia.
Hay bastantes pocas novedades, por lo que lo más concluyente que ha conseguido Zelenskiy es un acuerdo preliminar con el Fondo Monetario Internacional por un préstamo que pretende potenciar la inversión extranjera y una subida de las pensiones al nivel de la inflación (del 11%).
Con la llegada del coronavirus aumentó el desempleo y, con ello, Zelenskiy intentó implementar ayudas para las pumes con la intención de atraer de vuelta a trabajadores que se fueron al extranjero en busca de mejores salarios, que no han surtido el efecto esperado.
Corrupción y oligarcas
En lo que atañe a la corrupción, lo que más ha mermado la credibilidad de Zelenskiy y por lo que más se le ha criticado es haberse apoyado en un oligarca, Igor Kholomoisky, cuyo imperio informativo patrocinó su candidatura a la presidencia en sus canales de televisión. Con el tiempo, se ha notado un cierto distanciamiento de Zelenskiy con el oligarca una vez asumió las funciones, ya que este último se encuentra en una batalla legal por recuperar el control sobre uno de los bancos más importantes de Ucrania, el PrivatBank, después de haber sido nacionalizado por el Estado en el año 2016.
Zelenskiy ha sido tajante con todo lo que le relacionaba con Kholomoisky, que afirmó que su elección no le iba a proporcionar ningún trato preferencial y que, “si él viola la ley, irá a la cárcel”.
No podemos decir que le hayan faltado buenas intenciones para limpiar las instituciones de corrupción: ha reformado la Agencia Nacional de Prevención de la Corrupción, ha creado una Fiscalía Anticorrupción, un Buró de investigaciones estatales, una corte anticorrupción y un servicio de seguridad de Ucrania. Ha considerado estos órganos como 100% leales, y ya han organizado ciertas detenciones en el entorno del expresidente Poroshenko, con acusaciones de corrupción. Pese a todo, ninguno de los detenidos esta formalmente procesado ni sigue detenido, y todo apunta a que sus casos no serán llevados a los tribunales.
Lo cierto es el que el cambio en Ucrania es bastante complicado, ya que entrar en guerra contra los oligarcas es fácil, pero lo difícil es salir indemne: durante este tiempo se han producido ataques contra figuras de la lucha contra la corrupción, como los incendios en las casas de Vitaliy Shabunin, activista del Anti Corruption Action Center, y de Valeria Gontareva, exgobernadora del Banco de Ucrania y encargada de la nacionalización de PrivatBank. Esta denunció además un atropello cuyo conductor se dio a la fuga y que le rompió las dos piernas. Asimismo, el coche de su nuera apareció en llamas y su apartamento en Kiev fue asaltado por desconocidos uniformados. Y esto son solo dos ejemplos de lo que puede ocurrirte si les tocas los privilegios a los oligarcas.
Para más inri, Zelenskiy se ha tenido que aliar con dos oligarcas de peso (el expresidente y magnate del chocolate Petro Poroshenko y el ucraniano más rico, Rinat Akhmetov) para lograr aprobar una ley —exigencia del FMI— que evitaría que los antiguos propietarios de bancos desafíen las nacionalizaciones y reciban compensaciones. Zelenskiy se comprometió a luchar contra los oligarcas, se tenía que deshacer de uno y al final ha tenido que alinearse con dos otros.
Todo en venta
Sonará pesimista, pero lo cierto es que en Ucrania todo está en venta, hasta los miembros del Parlamento. Parece ser que los oligarcas han recuperado su fuerza y su control sobre el Parlamento, además de que controlan los principales medios de comunicación y las mayores industrias del país. Suena utópico creer que algún día Ucrania será un país libre de corrupción, habiendo los oligarcas conseguido sobrevivir varias revoluciones en el país.
En definitiva, Zelenskiy no está pasando por su mejor momento como presidente, ya que aún no ha conseguido nada relevante como para apuntarse el logro y todo su programa se ha visto afectado por el coronavirus. En la última encuesta del Razumkov Center, un 56% de los ucranianos no estaba satisfecho con las actividades del presidente, lo que calca muy bien con la crisis de legitimidad por la que atraviesa Ucrania estos últimos años. Aunque su popularidad haya bajado tras este año de mandato, curiosamente él y su partido aún siguen siendo la opción mayoritaria en unas hipotéticas elecciones.
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