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Maldivas
Maldivas, más allá del paraíso
La República de Maldivas, en el océano índico, concita el interés de potencias como Arabia Saudí o China. Sus últimas elecciones han dado paso a una coalición aperturista que busca detener la deriva dictatorial impuesta por el anterior mandatario, Abdulla Yameen.
Maldivas. Arena blanca. Agua cristalina. Lagunas paradisiacas. Arrecifes coralinos. Maldivas. Dictaduras. Estados de excepción. Jueces encarcelados. Opositores en el exilio. En este archipiélago del Océano Índico, tras la fascinante burbuja de sus costas, se erige un país lleno de tensiones que acaba de destronar a un presidente acusado de autoritario. Porque en Maldivas son los adoquines los que están bajo la playa.
“Este es un momento de felicidad. Un momento de esperanza. Un momento de historia. Crearemos una sociedad justa y pacífica en Maldivas. Seré un presidente para todos los maldivos”. El que habla es Ibrahim Mohamed Solih. Se dirige a todo el país tras su inesperada victoria electoral.
Solih lideró una coalición de cuatro partidos opositores con el objetivo de evitar que Abdulla Yameen revalidase un segundo mandato, después de un primero en el que se han amontonado las denuncias de abusos de poder, corrupciones y restricciones de derechos y libertades. “Este es el primer paso exitoso en el camino hacia la justicia”, dijo el pasado domingo Solih, entre aplausos, tras conseguir el 58% de los votos frente al 41% de Yameen. “Lo hemos logrado gracias al duro trabajo de los maldivos”.
Su rival Yameen, contra el pronóstico de analistas, organizaciones internacionales y países occidentales que vaticinaron unas elecciones manipuladas basándose en cómo había transcurrido la campaña, no tardó en acatar la sentencia popular. “Los maldivos han decidido lo que quieren”, afirmó al aceptar los resultados. Pero todavía hoy la oposición desconfía de sus intenciones y llama a los ciudadanos a “defender” lo votado ante lo que pueda pasar.
Diez años de democracia
La joven democracia maldiva tiene apenas diez años de vida. En 2008 Mohamed Nasheed se convirtió en el primer gobernante elegido por la población, dejando atrás tres décadas de dictadura a manos de Maumoon Abdul Gayoom. Yameen llegó al poder en 2013 con el Partido Progresista de Maldivas en polémicas circunstancias tras la renuncia obligada de Nasheed, que posteriormente fue condenado a trece años de prisión y que hoy vive exiliado en Sri Lanka. En su defensa participa la abogada Amal Clooney.
En sólo cinco años de mandato, el historial de Yameen ha sido extenso: incluye la prohibición de manifestaciones y mítines, detenciones de opositores y críticos a los que se les han aplicado leyes antiterroristas, deportaciones de periodistas extranjeros, la negación a acatar resoluciones judiciales o la declaración del estado de emergencia en dos ocasiones.
Entre las acusaciones de corrupción se encuentra la supuesta idea del mandatario de entregar a agentes privados más de medio centenar de islas y lagunas sin licitación pública, tal como exige la ley
En la última, en febrero, las fuerzas de seguridad detuvieron al exdictador Gayoom, hermanastro del propio Yameen, y a dos jueces del Tribunal Supremo acusados de preparar un golpe de Estado. La parlamentaria Eva Abdulla afirmó entonces que el estado de excepción, con el que la policía ampliaba sus poderes para detener disidentes al tiempo que se reducían los derechos civiles de los ciudadanos, se usó como “purga de la oposición política, el poder judicial y el Parlamento”. Todo, siempre, en defensa de la seguridad nacional.
Mientras una mano de hierro controlaba la vida política de un país de unos 400.000 habitantes, la otra, según denuncian las asociaciones de transparencia, acudía de forma frecuente al bolsillo. Entre las acusaciones de corrupción se encuentra la supuesta idea del mandatario de entregar a agentes privados más de medio centenar de islas y lagunas sin licitación pública, tal como exige la ley.
“Bajo el gobierno de Yameen la situación de los derechos humanos se ha deteriorado hasta niveles de la época autoritaria. Periodistas, activistas, abogados y defensores de los derechos humanos se han convertido en blanco de ataques violentos y de una vigilancia hostil a manos de actores no estatales que contaban con la impunidad dada por el gobierno”, afirma a este diario Mushfiq Mohamed, asesor legal de la organización Maldivian Democracy Network (MDN).
En julio la Unión Europea amenazó con imponer sanciones al archipiélago por “graves violaciones a los derechos humanos”. Previamente había sido la Commonwealth la que había criticado la deriva autoritaria de Yameen, a lo que éste respondió retirando a su país de la asociación de ex colonias británicas. En los últimos años Maldivas se ha alejado de Occidente y de aliados tradicionales como la India y se ha acercado a China o Arabia Saudí.
Las liberaciones de políticos presos comenzaron un día después de conocer el resultado provisional de las elecciones
En la campaña electoral, los pilares de Yameen fueron el desarrollo económico que traen las inversiones de sus nuevos socios y un discurso soberanista, tanto en lo político como en lo moral. En su último mitin en Malé, la capital, Yameen concluyó que los comicios eran una elección entre el islam o la “deslealtad”, entre la “prosperidad” y los “valores occidentales que son intolerables para nuestra sociedad” (en referencia a la homosexualidad). Las organizaciones humanitarias denuncian que también basó su estrategia en hostigar a sus oponentes. La última muestra fue la irrupción nocturna de la policía en la sede de la oposición pocas horas antes de la cita electoral.
Ahora el veterano Solih, que se convirtió en candidato del Partido Democrático Maldivo tras el exilio de sus predecesores, deberá hacer frente a su compromiso de restaurar las libertades democráticas, investigar la desaparición de periodistas críticos y revocar las leyes anti-difamación que el gobierno anterior usó para encarcelar opositores. Las liberaciones de políticos presos comenzaron un día después de conocer el resultado provisional de las elecciones.
“Esperamos ver un gobierno que respete los derechos. Quisiéramos investigaciones inmediatas sobre todas las denuncias de violaciones”, señala a este diario Meenakshi Ganguly, directora de Human Rights Watch para el sur de Asia, que habla de un proceso electoral con “injerencias” en el que “los candidatos opositores se enfrentaron a acusaciones criminales o terroristas inventadas”.
Resorts y cambio climático
La república de Maldivas, de mayoría musulmana suní, es un archipiélago de 1.200 islas. Sólo unas 200 están habitadas. Las aguas turbulentas de su interior contrastan con el azul cristalino de sus playas, un polo de atracción para más de un millón de turistas que cada año viajan a este destino en busca de arena blanca, hoteles de lujo y clases de buceo. Una cuarta parte del PIB nacional sale de este sector.
La realidad del país, que también está amenazado por el aumento del nivel del mar, queda al margen de los resorts, las lunas de miel y los corales, aunque en ocasiones el cruce de esos dos mundos es inevitable. Como cuando dos días antes de las elecciones policías armados con hachas y sierras entraron en un hotel de cinco estrellas para derribar 30 estatuas. Orden del presidente Yameen. Las figuras “socavaban la fe islámica, la paz y el orden”.
Maldivas ha sido tradicionalmente moderado en su relación con la religión pero desde 2008, y según han ido creciendo los vínculos con Arabia Saudí, el giro conservador ha cogido fuerza entre sus habitantes. En los últimos años en la capital se han celebrado manifestaciones con lemas como “Hay que enviar la democracia al infierno” o “El islam dominará el mundo”, al tiempo que ondeaban banderas negras del Estado Islámico. El archipiélago es, en proporción a su población, uno de los países que más combatientes extranjeros ha enviado a Siria e Iraq (en 2015 se calculaba que unos 200).
El extremismo religioso se ha traducido también en crímenes dentro de las islas: secuestros de activistas seculares, el asesinato a puñaladas el año pasado de un joven bloguero que criticaba la radicalización islámica o el secuestro y la desaparición de un conocido periodista que escribía sobre fanatismo.
La ubicación estratégica de Maldivas en el Océano Índico, por donde transitan rutas marítimas, ha llevado al archipiélago a ser un ring en el que las grandes potencias buscan su parcela de influencia. China, como viene haciendo con otros países del sur de Asia, se expande en la región a través de préstamos e inversiones millonarias: Maldivas ha recibido unos 2.000 millones de dólares para proyectos de infraestructuras, como la reforma del aeropuerto.
El año pasado ambos países firmaron un acuerdo de libre comercio, el primero para las islas. Los críticos temen que el gobierno de Malé está sumergiéndose en una relación de dependencia basada en una deuda impagable. El exiliado Nasheed dijo recientemente que “pedazo a pedazo, isla a isla, las Maldivas están siendo vendidas a China”.
Los analistas afirman que la estrecha relación que se ha tejido con Pekín es un factor imprescindible para entender la postura crítica de Occidente (no todo son derechos humanos). Cuando Yameen declaró el estado de emergencia en febrero, una fuerza naval china se detuvo frente a la costa de la capital maldiva. Por lo que pudiera ocurrir.
El nuevo escenario maldivo, con la derrota de Yameen y la llegada de Solih, deja en el aire la cuestión de mantener o revertir esta y otras tendencias. La lista de retos del presidente electo es amplia. “El gobierno de coalición tiene la tarea de reformar la policía, la judicatura y otras instituciones, luchar contra el extremismo violento y manejar la creciente deuda con China”, afirma Mushfiq Mohamed, de la red MDN. “Mirar a los desafíos que tenemos por delante puede ser edificante en medio de la euforia que vive Maldivas en este momento”.