Literatura
El “riesgo” de leer a Iria Fariñas: del goce de la escritura al hambre de imaginación

“La juventud es una trampa. Ella lo sabe. Por eso recorre todo aquello que le recuerda al rastro de la muerte: las ramificaciones de las venas contra la piel de las muñecas, las cáscaras abiertas de los huevos, la pintura desconchada en las fachadas, el entusiasmo (tan parecido a la violencia) con el que las larvas se precipitan unas sobre otras”, escribe Iria Fariñas en Ahí donde el riesgo late. En un universo literario hermano, Mónica Ojeda o Samanta Schweblin también hacen de la mezcla indisoluble de horror y belleza una bandera especialmente adecuada para capturar el espíritu del momento actual.
Fariñas (San Agustín del Guadalix, Madrid, 1996) escribe personajes que bailan alrededor de la pérdida, el abandono o el aislamiento. Su danza, a la vez macabra y catártica, nos hace ver qué ocurre cuando se da un paso en falso, ya sea porque la música para de golpe o porque un hueso se sale del cuerpo.
“Me suelen interesar más los personajes que la trama. Me centro más en el asombro que en el suspense.Hay una cuestión de sorpresa que tiene que ver con mirar lo que hace un personaje en un contexto concreto”, cuenta Fariñas
“Me suelen interesar más los personajes que la trama. Me centro más en el asombro que en el suspense.Hay una cuestión de sorpresa que tiene que ver con mirar lo que hace un personaje en un contexto concreto”, cuenta Fariñas a El Salto al ser preguntada por la excentricidad de los seres que describe. Podrían ser tus amigas, feroces desconocidas, o incluso tú, en todo tu sufrimiento, maldad o humanidad. Así son las protagonistas del último título de la editorial independiente Piezas Azules, presentado esta semana en Madrid y el 27 de septiembre en la Madriguera de Papel en Toledo.
En palabras de la propia autora, los 12 relatos que conforman la obra “tienen en común la búsqueda de señales, la intuición, lo premonitorio, las profecías autocumplidas, el leer la vida con cierta confianza en un determinismo pagano que nada tiene que ver directamente con lo religioso pero que, sin embargo, hemos heredado e interiorizado”. Todo esto se fragua intensamente en la expectación ante lo que apunta el destino: “Todos los personajes están esperando”.
Patricia Lodín, editora de Piezas Azules, añade una nota final en el libro donde describe la escritura de Fariñas como un “contraste entre ímpetu y reflexión”, pues las voces de los personajes tienen una manera especialmente lúcida de explicar los efectos que provoca la violencia sobre ellos. Para la autora, “no puede existir lucidez sin que haya susceptibilidad de daño. Es decir, tú necesitas reaccionar para poder llegar a conclusiones. Tiene que existir algún tipo de riesgo”.
La colección está ilustrada por Verónica Durán, que nunca había leído a Fariñas antes y entró en el proyecto por decisión de la editorial. La autora se muestra muy satisfecha con su trabajo. Los relatos se dividen en tres partes tituladas: “Punto de partida”, “Trayecto” y “Destino”.
Todo viaje es arriesgado, pero el que propone Fariñas, además, es de todo menos plácido. Sus 12 ventanas miran de cerca vidas al límite de las pesadillas más insospechadas y, sin embargo, permiten asomarnos intuyendo que, para la autora, “escribir es gozoso”. Describe tanto la escritura como la lectura como “un vértice que me absorbe durante muchísimas horas y me da mucha satisfacción, una sensación de tiempo expandido que se dobla y se solapa: el tiempo de la escritura en minúsculas y el de la Escritura en mayúsculas suceden simultáneamente y son fértiles, no desde la utilidad capitalista pero sí desde el disfrute”.
“Los poemarios, los libros de relatos y muchas novelas, aquellas que no están solo de fondo para acompañarnos de manera liviana, requieren de una intimidad que solo se alcanza con una lectura e implicación muy activas”, dice Fariñas
En ese sentido, Fariñas deja claro que “el discurso del sufrimiento y el sacrificio en la escritura me parece tremendamente católico. Es precisamente gracias a que se genera un espacio de esparcimiento que puede haber complicidad entre escritora y lectora. ¡Y la complicidad es juguetona!”. Por ejemplo, la confabulación entre ficción y realidad del relato “Ventana de emergencia” que crea a ese alter ego de la autora también llamado Iria Fariñas, o la complicidad que se logra con “el tipo de atención” que requieren las obras literarias que no se conciben (solo) desde el entretenimiento o lo comercial: “Los poemarios, los libros de relatos y muchas novelas, aquellas que no están solo de fondo para acompañarnos de manera liviana, requieren de una intimidad que solo se alcanza con una lectura e implicación muy activas. No solo es dedicar tiempo y atención, sino jugar a descifrar y rellenar huecos. Precisamente, cuanto más corto es el texto, por ejemplo el relato en comparación con la novela, hay menos explicaciones y menos contextos. Es un ejercicio de ofrenda que justamente se desvía de algún modo de las normas de utilidad más capitalistas, porque te estás entregando a algo tan aparentemente inútil como un relato o un poema. Se genera un espacio fronterizo, algo así como las pequeñas ‘zonas temporalmente autónomas’ de justicia y libertad de las que hablaba Hakim Bey”.
El espacio de popularidad comercial tanto de los libros de cuentos como de los poemarios es también más reducido “no solo por ser géneros que requieren esa atención exigida por las inmersiones lectoras más sensitivas, sino porque para para gran parte de la población no tienen tanto prestigio cultural. Se considera más culto leer un clásico de 500 páginas que un relato de 15 de una autora contemporánea. Pero ser un género menor tiene sus ventajas, como que está más abierto a la experimentación con registros muy diferentes entre sí. De manera similar, algo parecido ha sucedido con la escritura de las mujeres en los últimos 100 años. Como se le ha restado importancia también está menos sujeta a un compendio de normas rígidas desde el canon”.

En el ensayo “Hechos y/o/más ficción” incluido en el libro Contar es escuchar. Sobre la escritura, la lectura y la imaginación, la escritora de ciencia ficción y fantasía Úrsula K. Le Guin se quejaba del excesivo peso que tanto lectores como críticos ponen en la experiencia personal en detrimento de la imaginación a la hora de valorar una creación literaria. Fariñas recuerda: “Uno de los comentarios más desafortunados que he recibido fue de alguien en un evento que dijo que yo era provida porque una frase de un relato de mi libro anterior daba a entender que para un personaje su bebé estaba vivo en el momento en que su test de embarazo salía positivo. Tuve que aclarar que a mí me encanta escribir personajes que no se parecen a mí, que escribo sobre hombres, mujeres en situaciones completamente distintas a la mía, gente mayor que no piensa como yo… Y aunque así puedo meter reflexiones que me interesan, es injusto que se me asignen perspectivas ideológicas de esa manera”.
Precisamente, Fariñas apunta que, en una reseña de Ahí donde el riesgo late escrita por Pablo Baleriola, este destaca una “mirada hacia el hambre de imaginación de nuestra generación”. La narradora reflexiona que “los niños de los años 90 crecimos con mucha ficción, pero también entramos muy rápido en el universo de los reality shows y en una sociedad que empezó a registrar y a documentar el día a día de manera bastante destructiva. Cada vez veo más novelas largas que se promocionan como completamente ficticias. Hay una parte de tendencia, pues todo lo que predomina en un mercado tiene que ver con eso, y las tendencias necesitan renovarse para que sigan existiendo necesidades de compra y de imitación. Es una estructura aparte de la propia literatura. Hay cosas buenas en todo, en lo biográfico, en lo ficticio, en lo intermedio, pero sí hay un problema con que sobre todo a las mujeres jóvenes se nos asuma que estamos hablando de nuestra vida como si no tuviéramos capacidad inventiva”.
“Parece que no hablar públicamente de unas cosas y sí de otras, y no cumplir con una imagen determinada puede dificultar tu relación con las editoriales. En todas direcciones: ya sea por ser demasiado canónica o no serlo lo suficiente”, lamenta la autora
De hecho, la autora denuncia que “parece que es problemático en el mundo editorial no estar en determinadas estéticas o corrientes. Parece que no hablar públicamente de unas cosas y sí de otras, y no cumplir con una imagen determinada puede dificultar tu relación con las editoriales. En todas direcciones: ya sea por ser demasiado canónica o no serlo lo suficiente. Y es cierto que hoy hay una presencia muy fuerte de lo mediático, de quién eres tú como personaje para el público”.
Siguiendo su defensa de la imaginación, la considera también “vida expandida que nos posibilita la superposición y sedimentación de experiencias que, sin ser puramente biográficas, sí nos acompañan biográficamente y tienen una potencia simbólica y comunitaria extraordinaria. ¿Cuántas veces nos hemos pasado horas hablando de las películas que marcaron nuestra infancia? Cuando para dos personas fue importante un mismo producto cultural, libro, serie, lo que sea, se produce una identificación que no pasa por la experiencia en carne propia pero sí por la empatía. Es lo más interesante del cine o la literatura: genera algo colectivo e intangible”.
Ruido de cicatriz (InLimbo, 2022), el antecesor directo de Ahí donde el riesgo late, recoge 23 historias cortas que, como un aguijón rápido y eficaz, inyectan en el lector el cariz poético y perturbador marca de Fariñas: lo monstruoso y lo inquietante que permea gran parte de la cotidianidad. La maternidad, la sexualidad, la enfermedad, el suicidio, el abuso físico y emocional son algunos de los temas que, como describe el título de ese libro previo, hacen a las heridas sonar. Su poemario quién extrajo el hueso ganó el II Premio de Poesía Incendiaria en 2022 y La nieve brota en cautiverio quedó finalista de los premios Valparaíso y Marpoética en 2024. La autora también interpreta su poesía en directo, como en la pieza de performance gota espejo bisagra que se publicó como texto poético en atravesar una gota con una aguja (Editorial Urdimbre) a mediados de este año.
La densidad poética de Ahí donde el riesgo late satisface a todos aquellos que llevan tiempo siguiendo la trayectoria de Fariñas: “Hace ya mucho tiempo que se superó la frontera entre géneros y categorías artísticas. Tenemos muy asumida la retroalimentación de disciplinas en las artes escénicas o en la música pero parece que en la literatura todavía estamos empeñados en categorizarlo todo en cajas muy delimitadas. Obviamente en mi narrativa hay una influencia de la imagen poética porque busco la extrañeza, una manera de asombrarse que no deja de ser un recurrir a la infancia en que ves todas las cosas por primera vez. Repito que quiero divertirme y tener la sensación de estar buscando algún hallazgo, lo encuentre o no”.
Relacionadas
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!