Literatura
Lin Shu, autor del Quijote de Cervantes

Una pequeña editorial y librería argentina con sede en Pekín recupera ‘La historia del caballero encantado’, la traducción que Lin Shu realizó en 1922 del Quijote de Cervantes. Pero Lin Shu, el mayor traductor de obras literarias del siglo XX en China, no hablaba ninguna otra lengua que no fuese el chino.
Quijote chino
Cuadro que interpreta el texto de Lin Shu, el mayor traductor de literatura occidental de la historia china.
3 dic 2023 06:00

“En La Mancha había un lugar, un lugar cuyo nombre no es preciso que mencione, a medias situado entre Aragón y Castilla. En aquel lugar vivía un hombre apegado a las antiguas tradiciones que gustaba de usar lanza y adarga, caballo veloz y perro cazador”. Así arranca La historia del caballero encantado, una traducción al castellano de la que ha sido señalada como la mejor traducción posible del Quijote de Cervantes. Para entender por qué podemos buscar pistas en la historia de este libro que, como la obra cervantina, contiene muchas otras historias.

Es 1922 y en una habitación de Pekín se reúnen asiduamente dos hombres. Uno de ellos sujeta un libro entre las manos y va recitando pacientemente su contenido frase a frase. El libro está escrito en inglés, pero él recita en chino. Su amigo, atento a la lectura en voz alta, reescribe las frases que se pasean por la habitación, transformándolas y engarzando fragmentos de los clásicos de literatura china. El que lee en voz alta se llama Chen Jialin, el que maneja la pluma es Lin Shu, el mayor traductor de literatura occidental de la historia china, con más de 180 traducciones de clásicos a sus espaldas. El libro que está escribiendo se llamará Moxia Zhuan, algo así como La leyenda del espadachín mágico. El libro que sostiene Jialin y lee en voz alta es una de las traducciones del Quijote de Cervantes al inglés.

El propio Cervantes se relata a sí mismo escribiendo el Quijote de la misma forma en que siglos después Lin Shu, en China, lo va a traducir

Quizá en este hecho resida la principal razón por la que esta es la mejor traducción del Quijote y es que Cervantes, en su propio libro, relata que él se encontró un texto árabe de un tal Cide Hamete Benengeli que compró en un mercado. Con ayuda de un traductor, Cervantes traduce al español el contenido del texto. Es decir, el propio Cervantes se relata a sí mismo escribiendo el Quijote de la misma forma en que siglos después Lin Shu, en China, lo va a traducir.

Este 2023 la editorial chino-argentina Mil Gotas, con sede en Pekín, ha publicado La historia del caballero encantado. En España la obra fue publicada en 2021 por encargo del Instituto Cervantes de Pekín (ICP) y la editorial Ginger Ape. Alicia Relinque, sinóloga, traductora de chino clásico y profesora en la Universidad de Granada, encargada de esta traducción, atiende a El Salto. Para ella, lo más sorprendente al enfrentarse a la traducción de este libro fue encontrarse con la fidelidad al original, mucho mayor de la que le presuponían muchos críticos.

A través de la financiación del ICP se hace posible esta aventura que llevará a la traductora tres años. “Ahora me alegro, pero mientras estaba traduciendo maldije todo lo que se podía maldecir. Es la única vez en mi vida que firmé un contrato antes de empezar a traducir un libro. Y cuando le decía a Inma que lo dejaba, ella me recordaba que no podíamos porque ya habíamos recibido la subvención pública. Lo cierto es que en total habría necesitado unos 15 años, cinco solo para leer y entender bien el Quijote”, reflexiona Relinque.

Guillermo Bravo, argentino residente en Pekín desde hace más de diez años que regenta Mil Gotas —“la primera y última librería en español de Pekín”— tuvo la misma idea. Cuando atiende a El Salto, la primera pregunta es obligada: ¿por qué la primera y la última librería? “Porque desde el punto de vista económico es una ruina”, bromea. “No, lo cierto es que recién andamos haciendo números y no nos va tan mal, librería y editorial dan para cubrir los gastos y pagar el trabajo de cada quien”.

Bravo relata que la idea surgió de una conferencia que dio Ricardo Piglia en la UNAM un tiempo antes de fallecer. Piglia contó que estaba escribiendo un cuento sobre las conversaciones en torno a la lectura del Quijote que tuvieron Lin Shu y Chen Jialin. En esa misma conferencia dijo que sería bueno traducir esa obra al español. “Nunca encontré ese supuesto cuento de Piglia, quizá no le dio tiempo a acabarlo o quizá es una de estas cosas que hacen los escritores de inventarse que están escribiendo algo para algún día realizarlo”, cuenta Bravo. “A mí me pareció buenísima la idea de traducirlo y me avisaron de que la directora del ICP había tenido la misma idea. Ahí nos pusimos en contacto Inma y yo, pero ella fue el verdadero motor”.

“Por otra parte, también pensaba que los cervantistas me iban a crujir”, reconoce Relinque. Escribir cualquier cosa en relación al Quijote genera un respeto que se puede tornar en ansiedad dada la ingente cantidad de estudios, textos, lecturas y relecturas que se han hecho sobre la obra. “El caso es que al final varios cervantistas se han puesto en contacto conmigo y ha sido muy gratificante”, añade.

Relinque trabajaba con unas fotocopias hechas con poco mimo de uno de los textos originales conservados de Lin Shu (un texto sin signos de puntuación, ya que estos no se usaban en la escritura del chino clásico), con la traducción inglesa que había utilizado Jialin para leerle el libro a su amigo y finalmente con el propio original del Quijote, rastreando cómo significantes y significados habían saltado de una a otra entre las obras. Cuando Relinque tenía dudas sobre el Quijote original llamaba a Ángela Olalla, discípula de Juan Carlos Rodríguez (uno de los cervantistas de mayor renombre en el país). “Nos pasábamos horas y horas en el teléfono porque yo no soy hispanista, así que ella me daba todas las explicaciones, sin ella no habría entendido muchas cosas”, reconoce la profesora.

No sería hasta 1978 cuando se publicó en China la siguiente traducción del Quijote, esta vez directamente desde su versión en castellano. Desde entonces, el Quijote se convierte en la obra más traducida al chino

No sería hasta el año 1978 cuando se publicó en China la primera traducción del Quijote directamente desde su versión en castellano. Desde entonces, el Quijote se convierte en la obra más traducida al chino, “con un total de 193 versiones, de las cuales 74 son traducciones y adaptaciones y 119 son ediciones infantiles y juveniles”, cuentan Ma Xinjie y Sergio Villén Higueras en una investigación al respecto. Según los autores, la huella de la obra de Cervantes también se encuentra en obras canónicas de la literatura moderna china como El diario de un loco y La verídica historia de A Q de Lu Xun. Una influencia que traspasó las barreras literarias y contó con adaptaciones al teatro, ballet, cine, música y pintura.

En el prólogo de la edición argentina, el escritor y traductor Damián Tabarovsky asegura que la de Lin Shu es la mejor traducción de Cervantes y añade: “La mala literatura se expresa como la única literatura posible, deseable frente a eso otro, la escritura como momia, museo vacío, reproducción de lo dado. [...] ¿Por qué no pensar que otro tanto puede ocurrir con la traducción? […] buscamos malas traducciones, como caja de resonancia a esa mala literatura que mantiene vivo al estilo, que plantea los debates culturales y políticos más radicales”. Si pensamos en la relación entre malas —en el sentido de no exactas, no académicas— traducciones y literatura podemos introducir a otro argentino, Roberto Arlt, cuyo peculiar lenguaje literario bebía directamente de las traducciones al castellano de las versiones inglesas de las obras la literatura rusa.

Lin Shu, trAdUcTOR del Quijote

“Es difícil imaginar un periodo tan convulso como el que vivieron Lin Shu y sus contemporáneos. Apenas había sido derrotado el imperio ante los británicos en las Guerras del Opio en 1843, cuando en el centro del país se desató la Rebelión Taiping, que se prolongó desde 1850 a 1864 y en la que murieron treinta millones de personas; de 1860 a 1900, Gran Bretaña, Japón, Francia, Alemania y otras potencias fueron arrancándole territorios a China, convirtiéndola en un país colonizado”, escribe Relinque en la introducción del libro. En 1905 es abolido el sistema de exámenes para acceder al funcionariado y en 1912 se establece la República de China, poniendo fin a la sucesión dinástica de emperadores.

Desde el punto de vista lingüístico y cultural, China se encuentra dividida entre los defensores acérrimos de la tradición clásica y el Movimiento del 4 de Mayo o Movimiento de la Nueva Cultura, que rechaza el imperialismo exterior pero achaca a algunas costumbres y al confucianismo la debilidad interior de China, impulsado sobre todo por jóvenes escolares que se iniciaban en la impresión de un montón de revistas escritas en un lenguaje llamado ‘baihua’. Una escritura mucho más cercana a la oralidad y precursora del chino escrito de hoy en día. El chino clásico, o ‘wenyan’, poco o nada tenía que ver con el uso diario de la lengua, era un sistema de escritura solo para eruditos. Según glosa Relinque en su introducción, el máximo exponente de la literatura moderna china, Lu Xun, definía la lengua clásica así: “La escritura no tiene que ver con nadie, es una escritura antigua de difícil comprensión que solo registra un pensamiento arcaico, obsoleto, todas sus voces pertenecen al pasado y solo equivalen a cero”. Lin Shu sitúa sus traducciones en el medio de estas disputas culturales.

Lin Shu defendía el uso de la lengua clásica china y era un gran conocedor de la literatura, como demuestran las continuas referencias y alusiones a la tradición literaria china que integra en su traducción de la obra cervantina. Ello le valió abiertos enfrentamientos con algunas figuras destacadas y representantes del Movimiento del Cuatro de Mayo, que se daban en un clima de tensiones sociales y políticas, pues China estaba en plena ebullición de cambios. Pero se producían dos paradojas. Por un lado, Lin Shu abrazaba algunas fórmulas que proponía esa escritura oral e incluso la introducción de extranjerismos para poder representar la realidad que plasmaban esas obras occidentales que traducía; por otro, no hubo un escritor del Movimiento del Cuatro de Mayo que no entrara en contacto por primera vez con la literatura occidental a través de sus traducciones. Parte del paisaje que se proyectaba en el horizonte utópico de esa nueva China estaba alimentado por las novelas que tradujo Lin Shu.

En su estudio La influencia de ‘La dama de las camelias’ a finales del siglo XIX en China, Yu Fen Tai analiza lo que supuso culturalmente para el país la primera traducción que realizó Lin Shu, que se convirtió en un libro de masas. Las conclusiones del estudio son que sus traducciones cambiaron el concepto de los eruditos chinos sobre la literatura extranjera, estimularon el desarrollo de la traducción literaria en la China moderna y, sobre todo, elevaron a la categoría literaria el género de novela, considerado por la academia como un género vulgar y menor, para el puro entretenimiento. Relinque añade que “además es el primero que practica la idea de cursos de literatura por correspondencia. En su época, las novelas eran repudiadas por los intelectuales y él luchaba por dotarlas de valor literario”.

“Lin Shu es un traductor y académico importante en la historia literaria y de la traducción en China. Con las condiciones materiales de su época aprovechó todo lo que tenía a mano para hacer esa cantidad de traducciones. Una figura que generó intercambios entre países”, reflexiona Chan Yixin, hispanista y traductora de obras al chino de Juan José Saer, Pilar Quintana o Miguel Delibes y que ahora tiene entre manos el “novelón”, Crematorio de Chirbes.

“¿Cómo es posible que el mayor traductor de literatura de la historia de china no hable ninguna otra lengua aparte del chino?”, se pregunta el editor Guillermo Bravo con una sonrisa en la cara

“¿Cómo es posible que el mayor traductor de literatura de la historia de china no hable ninguna otra lengua aparte del chino?”, se pregunta Bravo con una sonrisa en la cara, porque para él no hay duda: aunque solo hable chino, Lin Shu es un traductor con todas las letras. Lo mismo opina Relinque, “sin ninguna duda, te lo digo con absoluta convicción, te lo digo ahora en 2023 que leo traducciones que se me caen de las manos”. Y Chan añade peso académico a la idea: “De acuerdo con Jakobson podemos dividir la traducción en varios tipos y uno de ellos es la intralingüística, que es la que hizo Lin Shu al traducir al chino clásico el oral de Chen Jialin”.

Traducir en el laberinto del mercado

A principios de octubre de este año, la asociación Ace Traductores publicó un manifiesto en el que señala que la mayoría cobra hoy lo mismo que se cobraba hace 20 años, a pesar de que el sector editorial, al menos para las grandes, parece gozar de buena salud. También reivindican que los nombres de las personas que traducen aparezcan en la portada de los libros.

Bravo cuenta esta pequeña anécdota: “Mi amigo Rodolfo Carreras es argentino y traduce del inglés, francés e italiano, tendrá como 72 años o así. Cuando era más joven traducía dos o tres libros por año con la máquina de escribir. Y decía ‘yo con dos libros por año, vivía, ahora con los ordenadores y la ayuda de las herramientas digitales e internet, podemos traducir seis libros al año y no se paga más. Yo no recuerdo el momento en el que me hayan dicho que me pagaban menos por libro’. O sea, él produce más y gana menos y yo creo que nos pasa a todos. Todos trabajamos más que nuestros padres porque tenemos herramientas que nos permiten trabajar durante el transporte”.

El librero argentino, que se encuentra en contacto con multitud de traductoras del chino al castellano, afirma que es muy difícil vivir de la traducción: “Tengo algunos amigos que viven de eso pero no viven cómodos y casi siempre tienen alguna otra chamba. En el caso de la traducción del chino al español no conozco a nadie que se dedique solo a eso”.

Literatura
Traducción literaria: el trabajo de llevar a otro idioma las páginas de una novela

Las bajas tarifas y los plazos de entrega imposibles presiden el día a día de quienes se dedican profesionalmente a la traducción literaria. Su trabajo, esencial para disfrutar de la lectura y parada fundamental en el viaje de una novela, es poco conocido y aún menos reconocido. Pero se trata de mucho más que pasar palabras de una lengua a otra.

“Si no se puede vivir de la traducción del chino moderno, del clásico ya ni te digo”, sentencia Relinque. “Yo traduje una novela del siglo XVI que fueron seis años de trabajo. Estaba dando clase también. Mi ritmo de trabajo era ponerme a las siete de la mañana y hasta las 12 de la noche. Si tenía clase, me la preparaba e iba. Fueron seis años de trabajo sin vacaciones, ni sábados ni domingos. Yo calculo que eso me salió a 0,1 céntimos el día de trabajo. 16 horas de trabajo a ese precio. No, no se puede”. Tal y como ejemplifica la propia historia de El caballero encantado, la traducción del chino clásico depende de las ayudas públicas y la sobreexplotación para poder subsistir en buenas condiciones. “No compensa, pero o la haces o no la haces. Esta es la regla que me aplico. Esto lo digo siendo consciente de que para esta traducción mínimo hubiera necesitado otros tres años para tener un resultado con el que hubiese estado completamente satisfecha”, añade Relinque.

“Del castellano al chino es peor aún. Se paga a 500 yuanes cada mil caracteres para la traducción al español y para la traducción al chino son 50 yuanes por el mismo número de caracteres. Diez veces menos”, ilustra Bravo. “Por ejemplo, ahora estamos trabajando en un texto sobre las traducciones de Borges al chino y hay algunas que son muy apuradas, lo cual tiene que ver con lo precarizado de la profesión”.

Chan Yixin confirma que es muy difícil vivir de la traducción literaria en China y que la única manera es vivir en pequeñas aldeas donde el precio de la vida sea bajo. “Yo necesito el trabajo de profesora o intérprete para poder traducir tranquilamente, sin prisa. Gano poquísimo. Los traductores literarios en China lo hacemos por amor. Hay un dicho que define nuestro trabajo que es 用爱发电 que quiere decir ‘generar electricidad a partir del amor’”.

Luo Xiu es también traductora literaria y ha traducido obras de García Márquez y el propio Quijote de Cervantes. A pesar de ello insiste en que ella no se considera una traductora ‘profesional’ en el sentido estricto de la palabra “porque traduzco solo las obras que me gustan y lo hago porque quiero”. Luo Xiu cuenta que, cuando tradujo el Quijote, no se lo contó a nadie porque le daba miedo no estar a la altura, a pesar de que cuando algunos colegas leyeron su traducción la felicitaron. Para vivir, Luo Xiu trabajaba en Xinhua como traductora, aunque dejó el oficio por la paulatina transformación de lo que ella consideraba periodismo en propaganda y ahora vive del sector del turismo.

“Escribir, traducir y editar es una cosa dura desde el punto de vista económico. ¿Quién es el que abusa? Un escritor se quejaba en una cena de que solo ganaba el 10% de lo que producía su libro. Y tiene razón es triste que solo gane eso. Pero los libreros también andan apurados perdiendo dinero. A no ser que se trate de una editorial enorme, como Random House o Planeta, ninguno de los que se llevan un porcentaje de un libro está robando”, opina Bravo.

Mil Gotas, un puente entre las letras chinas e hispanas

El control sobre la literatura extranjera que entra al país es muy estricto. “Lo que pasa es que nosotros no podemos importar libros, eso solo se puede hacer a través de una petición al Gobierno, y a veces, algunas veces, hemos traído poquitos libros a través de amigos que viajaban a China, si me piden la factura de esos libros, ahí me enganchan, pero no son libros que vayan a generar una revolución”, cuenta Bravo.

Mil Gotas lleva ocho años funcionando. Para su fundador, ha sido un viaje muy valioso. “Cuando iba a empezar todo el mundo me decía que no lo hiciera, que no iba a ganar dinero, y tenían razón. Yo lo que no sabía es que aun con todas esas dificultades valía la pena, o a lo mejor sí lo sabía y por eso lo hice”, apunta el librero.

Respecto a temas de censura, este argentino que ya es medio pekinés reconoce que nunca se ha encontrado ninguna situación peligrosa. Señala que, normalmente, la censura que más se practica en China es la autocensura y que el Gobierno nunca ha llegado a aplicarla directamente en sus libros. Añade que hay bastante tolerancia a los contenidos y existen mecanismos que permiten sortear posibles censuras.

Mil Gotas es una pequeña librería que alquila un espacio a otra librería china que es también un café y un lugar para ir a encontrarse o trabajar, que a su vez se encuentra en un gigantesco centro comercial. “Por ejemplo, hace poco nos avisaron de que iban a venir unos inspectores a ver qué libros había en la librería. Los dueños del espacio dijeron que les daba miedo que revisaran con lupa los libros extranjeros, no en cuanto a su contenido, sino por la forma en la que habían entrado en China. Entonces casi todos los libros se sacaron de los estantes y se pusieron en caja y el resto los cubrieron con pósteres. Yo llegué a la librería y me sentí como cuando el Quijote regresa a casa y ve que han tapiado su biblioteca”.

Una curiosidad que apunta Bravo durante la conversación es que la mayoría de librerías están desapareciendo. El argentino está escribiendo un texto sobre librerías chinas y en su investigación ha descubierto que las librerías están desapareciendo hasta casi como palabra y ahora se habla de espacios culturales en China. Se integran en otros espacios como cafeterías, bares o lugares de trabajo, y aunque ofrecen libros, estos no son la principal fuente de ingresos.

El librero también reconoce que en el momento de publicar algunas traducciones en China sí han tenido que recortar partes. Y Relinque señala que con las traducciones de clásicos sucede lo mismo: “El Gobierno chino está dando muchas ayudas pero tiene un problema, que son versiones simplificadas, por decirlo así. Cuando ofrecen ayudas para textos clásicos te los dan editados, no te dan las originales y eso me molesta enormemente”.

Sobre si Lin Shu aplicó algún tipo de censura al texto del Quijote para su recepción en China, la traductora Alicia Relinque señala que “las anécdotas de violencia no las pule, pero sí las escatológicas, como un momento en el que Quijote y Sancho se vomitan encima mutuamente”

Sobre si Lin Shu aplicó algún tipo de censura al texto del Quijote para su recepción en China, la traductora señala que “las anécdotas de violencia no las pule, pero sí las escatológicas, como un momento en el que Quijote y Sancho se vomitan encima mutuamente, o suprime también un empalamiento que aparece en la original y en la inglesa”.

El Quijote, un escolar confuciano y su discípulo Sancho

“Las notas al pie de Alicia son ya de por sí una historia, otra capa más que se añade a este libro y a la historia del Quijote. Yo estoy pensando en hacer un libro solo con las notas, ‘Alicia Relinque traduce el Quijote de Lin Shu’, si leen esto, no me roben la idea”, bromea Bravo. Las notas al pie de la traductora nos permiten recorrer el camino de las palabras entre las diversas traducciones, muestran las lenguas como un organismo vivo que se agita. Pero también nos permiten recrear una época y un imaginario, dado su extenso conocimiento de la cultura china.

“Las citas las hice para mí, era lo que iba descubriendo y muchos son juegos de traducciones que pensaba que los tenía que guardar para mis clases”, contesta Relinque, “Por ejemplo, hay un momento en el que traducen ‘el espejo de caballerías’ por ‘espada de caballerías’ y es porque en chino ambas palabras suenan igual y Jialin leyó ‘espejo’, pero Lin Shu escuchó ‘espada’.

Algunos detalles en las notas al pie permiten observar el mimo y la rigurosidad con que trabaja la traductora. “Hay una que me costó semanas. En la lucha con el Vizcaíno, al Quijote le cortan una oreja. En la versión china aparecía la oreja izquierda y yo no entendía por qué la oreja izquierda. Solo después de terminar el libro, un día trabajando con la primera antología de poemas chinos encontré la referencia expresada con los mismos caracteres”.

“Lin Shu trata de adaptar el Quijote al público que lo iba a recibir en China, donde no existían las novelas de caballería como referencia. Entonces pinta al Quijote y Sancho como maestro y alumno. Como protectores de historias de amor que van recorriendo los caminos, no tanto guerrero como viajero que busca restablecer un orden perdido”, señala Relinque. La sinóloga hace referencia al género literario wuxia, que eran novelas de artes marciales donde monjes con poderes mágicos recorrían a pie los caminos para devolver al mundo un orden de carácter divino alterado por la mano de hombres poderosos. “Si le quitas la parte de la magia y las artes marciales, se asemeja a un wuxia”.

Otro de los cambios que marcan la obra china es la introducción de los chengyu, frases hechas chinas que vienen de tropos literarios que permiten entroncar la obra de Cervantes en un marco de referencias comunes a los lectores chinos. Esta es quizá otra de las características que hacen de ella ‘la mejor traducción’, el hecho de que Lin Shu orientó la traducción para que fuera un libro leído y vendido en la China de la época y permiten reconocer al Quijote como un conocedor de los clásicos chinos.

Si los cervantistas tienen que crujir a alguien por descuidar el Quijote, el primero debería ser Cervantes, pues el propio original está lleno de fallos de guion como burros que aparecen y desaparecen o algunos teletransportes. De hecho, en su versión Lin Shu decide arreglar algunos de estos fallos e inventa una pequeña escena en la que relata cómo el asno secuestrado de Sancho se escapa de su raptor para volver con su amo.

Para Relinque, también hay interpretaciones que se han grabado en el imaginario colectivo y se escapan al original, como el hecho de que imaginamos y recreamos en los libros de texto y reproducciones a Sancho Panza como un personaje bajito cuando en el libro la única referencia a su altura es que tenía las piernas largas. Así aparece en las primeras ilustraciones del siglo XVII.

El valor de la copia

El artista de música electrónica Howiee Lee, residente en Beijing que integra instrumentos folclóricos tradicionales de los grupos étnicos con sintetizadores y softwares para hacer sus temas, lo tiene muy claro: “La originalidad no existe en el arte y superar esa idea quizá sea la tarea más difícil para el artista. Creo que es una revolución que es posible que tenga lugar en China”.

¿Por qué en China? Una de las expresiones del racismo occidental reflejado en patrones culturales es la concepción de que la copia por antonomasia se ha de asociar a China. Así, lingüísticamente queda codificado en una serie de expresiones populares asociar el made in China a productos falsos y de mala calidad. El grupo de rap chino Higher Brothers tiene de hecho un tema que ironiza sobre ello apropiándose del término.

En su ensayo Shanzhai, el filósofo Byung Chul Han analiza el fenómeno de la copia a lo largo de la historia de China y su relación con el valor original. Han ilustra con numerosos ejemplos cómo el valor que culturalmente se le asigna a la copia en China contrastaba con el de Occidente a finales del siglo XX y cómo esto se evidenciaba en las relaciones culturales y comerciales.

Profundizando en la historia de la filosofía y el arte, Han señala que “la idea de original chino no se entiende como una creación única sino como un proceso infinito, no apunta a la identidad definitiva sino a la transformación incesante”. El propio Confucio señalaba respecto a su obra que “yo unicamente transmito; no puedo crear cosas nuevas. Creo en los antiguos y por lo tanto, los amo”.

En la linea de trabajo sobre la idea del valor literario de la copia está parte de la obra del autor argentino Pablo Katchadjian, que se propuso hacer una reescritura de los clásicos argentinos, trabajando directamente con los textos originales. Como es el caso de El Aleph aumentado, donde reprodujo el texto de Borges con ideas añadidas, lo cual le supuso dos denuncias por parte de María Kodama, la heredera de los derechos de autor, que fueron descartadas por los juzgados.

En El escritor que compró su propio libro, Juan Carlos Rodríguez demuestra que Cervantes es un escritor que escribe ya pensando en el mercado incipiente literario que estaba comenzando a nacer. La razón de ser de la segunda parte del Quijote de Cervantes es, de hecho, insertarse a sí mismo como autor único y verdadero de la obra, ya que debido al éxito de la misma habían comenzado a salir imitaciones como la famosa de Avellaneda. Si bien el nacimiento de los derechos de autor se sitúa con el Estatuto de la Reina Ana en 1710, un siglo después de la publicación del Quijote, lo cierto es que se pueden encontrar antecedentes en los dos siglos anteriores. Cervantes publica su Quijote muy conscientemente del mercado literario que está comenzando a articularse en Europa.

Rodríguez arranca su ensayo aseverando que “quizá lo que más claramente se pueda decir sobre el Quijote es que es un libro escrito desde, por y para la lectura […] El polvo que deposita la sucesión de lecturas suele convertir el texto original en un crustáceo con caparazones difícilmente despojables”. Es decir, lo que la hace ser la madre de las novelas modernas es precisamente que se presta a interpretarlo, es decir, alterarlo. Y es una característica que entronca con las raíces que Han atribuye a las obras de arte en China: “Una obra de arte china nunca permanece idéntica a sí misma. Cuanto más venerada, más cambia su aspecto. Los expertos y coleccionistas escriben sobre ella”. El autor coreano se refiere aquí en concreto a lo que sucedía con las pinturas chinas que solían integrar textos e imágenes y efectivamente se iban añadiendo sellos e inscripciones de los nuevos dueños a lo largo de distintas épocas sobre las obras originales.

Aunque estas afirmaciones no pueden aplicarse a todas las regiones, épocas ni disciplinas artísticas que se han dado a lo largo de siglos en China, Shanzhai sí da muestras al menos de una corriente artística mayoritaria en este sentido. Para Han, en Occidente la cultura y el derecho se encuentran anclados filosóficamente en la noción platónica del ser inmutable, idea más difícil de rastrear en la tradición filosófica oriental, cuyos pilares se acercan mucho más a la noción de mutabilidad y cambio constante. El autor postula este el punto de inflexión inicial que da pie a esas diferencias culturales.

Sin embargo, para Relinque, en el campo de la literatura la reescritura de clásicos tiene más que ver con el valor que se le asociaba desde la academia. “Cuando sale Sueño en el pabellón rojo en el siglo XVIII, hoy considerado uno de los cuatro grandes clásicos de las letras chinas, no estaba a la misma altura de la poesía o el ensayo, era un producto de consumo que se adaptaba e iba cambiado, como pasa hoy en día con las series de televisión, en función del público, según las épocas. Eran como panfletillos”.

Al igual que el manifiesto de las traductoras exige reconocer en la portada el trabajo de la traducción, hay que reconocer que el Quijote de Lin Shu no hubiera sido posible sin el gran anónimo de esta historia, Chen Jialin. Tampoco La historia del caballero encantado habría sido posible sin Ángela Olalla, sin esas horas de conversaciones que también se ven plasmadas en las notas al pie de página del libro. Y quizá dentro de un siglo, alguna estudiante hispánica descubra el Quijote de Relinque y, fascinada por su historia, decida traducirlo al chino que se hable o escriba en el futuro, poniendo un caparazón más sobre la obra cervantina.

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Luis M
4/12/2023 17:27

Muy interesante, me encanta el artículo

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