LGTBIAQ+
Qué podemos aprender de los 50 años de progreso del movimiento LGTBQ

A pesar del dolor, las derrotas, las interrupciones y las graves amenazas, el movimiento LGTBQ, década tras década, lanzó nuevas campañas para objetivos más avanzados, y ganó.

Orgullo crítico en Madrid 28 de junio de 2017
Camiseta reivindicativa de los hechos de Stonewall durante la manifestación del Orgullo Crítico de 2017 en Madrid. Álvaro Minguito
Traducción: Eduardo Pérez
6 jul 2019 06:45

Ahora que el movimiento LGTBQ en Estados Unidos ha alcanzado el medio siglo de edad, ¿qué pueden aprender los activistas de esta historia de lucha? Ya que la polarización sigue profundizándose, puede que éste sea un buen momento para aprender de un movimiento cuyos enemigos se sintieron una vez tan aterrados que algunos sugirieron que se pusiera a los gays en campos de concentración para proteger a la sociedad del sida.

Como hombre joven que vivía en Filadelfia a finales de los 60, saliendo del armario con cautela ante amigos, era conocedor de las manifestaciones por los derechos de los gays en Independence Hall lideradas por Barbara Gittings [importante activista LGTB estadounidense] y otros. Tenía demasiado miedo como para unirme. Para entonces ya me había arriesgado en los movimientos de derechos civiles y por la paz, incluso en una zona de guerra en Vietnam, pero salir del armario públicamente como gay me daba más miedo que ser gravemente herido.

Una vez reconocido públicamente como gay, me enfrentaría a lo desconocido: cambiaría mi vida de forma radical. A principios de los ’70, cuando salí del armario con un discurso ante mil personas en una conferencia cuáquera nacional, mi vida cambió para siempre. Se cerraron las puertas. Mi matrimonio, familia y rol como activista quedaron afectados a todos los niveles.

También apareció el apoyo, incluso desde lugares inesperados. Encontré formas de ser útil, e incluso de progresar, a pesar de todo.

También aprendí que salir del armario sería una poderosa táctica no violenta que añadir a los métodos de la no cooperación en la taxonomía clásica de Gene Sharp [politólogo defensor de la acción no violenta]. Resulta que la opresión a los gays, para que sea estable, necesita que sigamos siendo invisibles.

Fue por esta época cuando un estudiante de instituto llamado Steve Chase me invitó a hablar sobre la paz en su asamblea escolar en Illinois. Lo hice, y salí del armario en el contexto de la charla. Más tarde me enteré del jaleo que había causado o, más bien, el jaleo que Steve había causado. Llamado a la oficina del director para explicarse, admitió que esperaba que yo saliera del armario, aunque no me lo pidió. Quería suscitar debate a nivel de la escuela, lo cual ocurrió. Como Steve señaló al director, puede que hubiera salvado la vida de un compañero de clase que estaba considerando el suicidio.

No obstante, hubo momentos en los que pasé por alto el poder estratégico de salir del armario. Un ejemplo fue cuando desacredité la decisión de algunas importantes organizaciones gays de centrarse en el matrimonio igualitario y la igualdad en el Ejército. Yo estaba a favor de la liberación y cuestionaba tanto el matrimonio tradicional como el Ejército. Lo que pasé por alto fue que la lucha por la igualdad en esas instituciones incitaría a mucha más gente a salir del armario. La táctica ayudaría a su propia liberación y daría poder al movimiento general.

Para mí, salir del armario significaba entrar en un nuevo lugar de libertad. Como las feministas nos estaban enseñando en ese momento, “lo personal es político; lo político, personal”. Salí a las calles, recluté en bares para los boicots, me arrestaron y apoyé a organizadores. Aprendí más sobre amor y solidaridad. También vi algunas tácticas y estrategias que los movimientos actuales pueden usar ahora.

Aprendimos de aquellos que habían estado antes que nosotros

En las décadas anteriores a 1969, cuando las drag queens de Nueva York lideraron la rebelión de Stonewall, los derechos civiles habían sido “la madre de todos los movimientos” en Estados Unidos. Como los afroamericanos, las personas LGTBQ eran una minoría cuya opresión estaba reforzada por el rechazo, la discriminación laboral y en la vivienda, el acoso, los incendios de iglesias, la brutalidad policial, la corrupción y los asesinatos.

En parte debido a la lucha por los derechos civiles, un espíritu de rebeldía se estaba extendiendo entre la gente LGTBQ. En 1959, personas LGTBQ se enfrentaron a policías en la cafetería Cooper’s Donuts de Los Ángeles, y en 1966 se alzaron las drag queens en la cafetería Compton’s de San Francisco. Estos estallidos revelaron la disposición al riesgo. En la retórica de esos días, “¡estamos hartos y cansados de estar hartos y cansados!”.

No es probable, sin embargo, que los estallidos espontáneos consigan el cambio. La intención aumenta las posibilidades de ganar. En 1965, la delegación de Filadelfia de la Janus Society llevó a cabo una sentada gay en el restaurante Dewey, terminando con  la práctica discriminatoria del restaurante. A ello siguió la rebeldía no violenta organizada por la Mattachine Society de Nueva York en el Julius’ Bar, que abandonó su normativa discriminatoria.

Los resultados eran coherentes con la experiencia del movimiento de los derechos civiles, cuyos mayores éxitos provinieron de las campañas de acción directa. Ese movimiento se enfrentó hasta al Ku Klux Klan y obtuvo victoria tras victoria en el sur profundo.

Pudimos ver que el dramatismo puede provocar “momentos de movimiento”, como cuando en Greensboro los cuatro estudiantes negros hicieron una sentada el 1 de febrero de 1960 y comenzaron una ola de campañas de acción directa no violenta en el sur.

El levantamiento del 28 de junio de 1969 en el Stonewall Inn también causó un momento de movimiento. La acción, aparentemente una mezcla de violencia y no violencia, fue ciertamente dramática. A diferencia de Greensboro, Stonewall no sirvió de modelo de lo que había que hacer a continuación. ¿Cómo utilizar la energía que se desató? El Frente de Liberación Gay utilizó la energía que se desató construyendo una coalición para dar lugar a la primera marcha del orgullo, el Desfile de la Calle Christopher.

Tanto en Greensboro como en Nueva York, la combinación de dramatismo y organización hizo que el movimiento avanzara. 

Cuando las manifestaciones importan

Mis amigos saben que soy muy escéptico sobre el valor estratégico de las manifestaciones.

Considerando la energía que requiere una gran manifestación, y conociendo el poder mucho mayor de las campañas de acción directa, se me conoce por preguntar por las apremiantes razones estratégicas de cada manifestación sobre la que escucho.

Sin embargo, empecé este artículo el día después de ponerme la camisa morada brillante que me dio mi nieta Raquel y, una vez más, participé en una Marcha del Orgullo. Veo cuatro motivos estratégicos que justifican una marcha del orgullo, incluso 50 años después de Stonewall.

La opresión LGTBQ tiene un rasgo inusual: trata de hacer invisible la diferencia de género sexual y no binaria. Para destacar nuestra táctica de no cooperación directa, la marcha nos distingue, sonoros y en grandes cantidades.

Llamar orgullosamente la atención pública a la parte de nosotros que ha sido despreciada también inspira a otros que todavía están cooperando con la opresión. Muchos de nosotros conocemos personas que al principio eran observadores, antes de arriesgarse a unirse a la marcha.

La marcha ofrece una visible rampa para que líderes y cargos públicos comunitarios convencionales, familiares no gays e incluso quienes normalmente aplican la ley —como la policía, que se une a la marcha en uniforme— declaren “en qué lado están”.

Junto al crecimiento numérico, con el paso del tiempo advertí diferencias respecto a quién estaba allí. Ahora hay más gente de color, más gente joven (incluso adolescentes yendo de la mano), más parejas interraciales. El crecimiento en las marchas es importante en dos aspectos. Para nosotros, como minoría con algunas tensiones internas en relación con nuestras diferencias, el crecimiento indica solidaridad. El crecimiento también revela a quienes detentan el poder nuestra fuerza como grupo de interés.

Durante el desfile, frecuentemente me encontré sonriendo y llorando, a veces de forma simultánea.

No dejé de recordar a mi mejor amigo Gary, una de las tempranas víctimas del sida.

Mis fuertes sentimientos me recordaron de nuevo el modelo del movimiento por los derechos civiles, donde las muestras de emoción eran frecuentes. Ambos movimientos han proporcionado grandes contenedores para sentimientos: ira, pena, autoafirmación, desesperación, miedo, sentido de protagonismo, vergüenza, alegría, aceptación.

Trabajar con ira mientras se aspira a la estrategia

Los participantes de ACT-UP [Actúa, siglas de la Coalición del Sida para Desatar el Poder] eran famosos por su expresión de ira por el criminal abandono del sida por el Gobierno, las grandes farmacéuticas y los hospitales. Sus campañas obligaron a un cambio enorme en la investigación, la política y la práctica, y salvaron incontables vidas. Recomiendo a todos los grupos el documental Cómo sobrevivir una plaga para estimular el debate sobre estrategia y táctica.

En 1991, la policía de Philadelphia atacó a manifestantes desarmados en el exterior de un hotel donde el presidente George H.W. Bush estaba hablando. Finalmente la policía acabó admitiendo que habían infringido la ley y pagaron 61.500 dólares a ACT-UP.

Los líderes de ACT-UP me llamaron tras las palizas y dijeron que sus miembros necesitaban más entrenamiento en no violencia antes de su próximo encuentro con la policía. Cuando llegué allí, el sótano de la iglesia estaba abarrotado de miembros de ACT-UP enfadados que, a pesar de que sus líderes me hubieran invitado, no estaban de ninguna manera interesados en la no violencia.

Facilité una ronda en la que cada persona dijo una palabra que describía cómo se sentía. El ambiente estaba caliente. Entonces reconocí que la acción directa no violencia, como todo, tiene sus pros y contras. En la parte superior de la pizarra, situé las señales de positivo y negativo, y entonces les pedí sus respuestas.

Casi llenaron la pizarra con negativos antes de que alguien se aventurara con un positivo. Se gritaron más negativos, después un positivo, y otro y otro, y después vuelta a los negativos.

Cuando la multitud se quedó sin sugerencias, había un desequilibrio hacia el lado negativo, pero había cierto número de positivos.

Pregunté en un tono neutral de voz: “¿Hacemos un taller sobre no violencia esta noche?”.

Un hombre alto desde el fondo de la sala dijo: “Veo que el grupo está listo para el taller, así que solo quiero decir que no me veo a mí mismo practicando no violencia. Pero no me opondré. Acudiré a la próxima acción pero me quedaré al otro lado de la calle para que sepáis que estoy allí aunque no pueda con esta mierda de la no violencia”.

Un par más hicieron declaraciones parecidas a la vez que apuntaban que el grupo parecía querer el taller. Esperé un poco, después oí a otros: “¡Venga, George, hagámoslo!”

Fue uno de los talleres más eléctricos de mi vida.

Fui a la siguiente acción de ACT-UP: desobediencia civil, con una presencia policial muy amplia. El valiente, aunque sin ser provocativo, comportamiento de los miembros de ACT-UP habría enorgullecido a Gandhi. A un lado vi la seria conversación entre un líder de ACT-UP y el comandante de policía. Me acerqué lo suficiente para oír decir al comandante: “Soy viejo y estoy cerca de jubilarme, y solo estoy intentando pasar por esto vivo”.

El líder de ACT-UP le miró de frente. “Bien, entonces ahora sabes cómo nos sentimos”. Hizo una pausa. “Queremos salir de esto vivos”. Les vi, en silencio, compartir un momento.

Un movimiento de liderazgo

Debido al protagonismo en la historia estadounidense de Martin Luther King Jr., es común que la gente imagine que un movimiento “necesite su doctor King” para conseguir una serie de victorias. El movimiento LGTBQ nunca tuvo una figura unificadora y carismática. Su unidad surgió de un amplio acuerdo sobre el objetivo de la igualdad y de una diversidad de enfoques, incluida la acción directa no violenta.

La gente sigue discutiendo sobre la visión del movimiento, incluyendo “derechos civiles” versus “liberación”. Las mismas marchas del orgullo incluyen una sorprendente variedad de estilos y puntos de vista, revelando una diversidad que camina en la misma dirección. El desfile también incluye un maremágnum de grupos excursionistas, músicos y de otros tipos que ayudaban a tejer una red.

La cantidad de objetivos de cambio ayuda a un movimiento de liderazgo. La discrimación en los empleos, la vivienda, el comercio y la educación funciona a muchos niveles: pueblos, ciudades, Estados y la nación. Los activistas transgénero, por ejemplo, tomaron como objetivo el sistema de transporte público, haciendo campaña con éxito para acabar con los marcadores de género en los abonos de los viajeros.

Como la crisis climática, la opresión de género y sexual invita a múltiples campañas y, por lo tanto, al desarrollo de un liderazgo amplio. Como el exitoso movimiento de base que impidió que la élite económica consiguiera su objetivo de mil centrales nucleares, al movimiento LGTB le va bien sin un doctor King.

Los movimientos pueden ganar incluso cuando algunas campañas pierden

Los activistas LGTBQ, al igual que los movimientos por los derechos civiles y antinuclear, han tenido una relación dinámica entre las campañas y el éxito del movimiento en su totalidad. En los tres movimientos, los miembros organizaron una variedad de campañas por objetivos —locales, regionales y nacionales—.

Las campañas individuales desarrollaron las habilidades organizativas, el valor, y enseñaron lo que funciona y lo que no. Aunque algunas de las campañas no consiguieron su objetivo inmediato, los tres movimientos lograron grandes avances. Los movimientos nacionales e internacionales pueden ganar gracias a este crecimiento agregado e impacto acumulado. Como otros movimientos centrados en las campañas, los activistas LGTBQ experimentaron derrotas durante el camino y, no obstante, cambiaron este país de forma decisiva.

¿En qué están de acuerdo los generales, Gandhi y los gays?

En los 80, el presidente Ronald Reagan desempeñó el cargo durante la contraofensiva de la élite económica, diseñada para hacer retroceder el progreso conseguido por los activistas en los 60 y 70. La mayoría de los liberales y progresistas se pusieron a la defensiva, tratando de agarrarse a avances anteriormente conseguidos. Como el multimillonario Warren Buffett ha observado, los ricos han ido ganando la guerra de clases. La mayoría de los movimientos están hoy todavía defendiéndose y todavía perdiendo terreno, ahora con un toque de romanticismo al llamarlo “la resistencia”.

El movimiento LGTBQ, a pesar del dolor, la pérdida de muchos líderes con talento, las interrupciones y las graves amenazas causadas por el sida, se negó a ponerse a la defensiva cuando Reagan llegó a la Casa Blanca. En vez de eso, el movimiento pasó a la ofensiva, década tras década, lanzando nuevas campañas para objetivos más avanzados, incluyendo los derechos para las personas trans.

Los fanáticos que públicamente airearon sus temores a “la agenda homosexual” han tenido razón en tener miedo. Nuestra agenda es la igualdad, y eso significa crear objetivos más avanzados con nuevas campañas para conseguirlos.

Otros movimientos están empezando a revaluar su estrategia. Más trabajadores estadounidenses participaron en grandes huelgas en 2018 que en cualquier año desde 1986. El Movimiento Sunrise y otros activistas por la justicia climática están impulsando el Green New Deal. Están usando el principio estratégico que une a los gays, Gandhi y los generales del Ejército: la única manera de ganar es pasar a la ofensiva.

waging non violence
Texto original publicado en inglés en el blog Waging Non Violence. George Lakey ha estado activo en campañas de acción directa durante seis décadas. Recientemente jubilado del Swathmore College, ha promovido 1.500 talleres en cinco continentes y liderado proyectos activistas a nivel local, nacional e internacional, más recientemente con Earth Quaker Action Team. Es autor de Strategizing for a Living Revolution, Viking Economics y How We Win: A Guide to Nonviolent Direct Action Campaigning.

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