Opinión
Telefónica o cuando trabajar es una heroicidad
El pasado 7 de mayo, una de las principales empresas de telecomunicaciones del mundo anunció que premiaría con 650 euros a una parte de la plantilla por haber estado expuesta al covid-19. Una de las trabajadoras explica por qué considera que se trata de una “muestra más de la hipocresía de la empresa”.

Telefónica “gratificará” con 650 euros a 2.400 trabajadores y trabajadoras de diferentes empresas del grupo en el Estado español que han estado expuestas al contagio: 1,5 millones de euros en total. De entrada parece una buena noticia, pero no todas las trabajadoras “premiadas” hemos saltado de alegría. Más bien al contrario, esta gratificación nos parece una muestra más de la hipocresía de la empresa.
Teóricamente, con este premio, Telefónica quiere reconocer nuestro “compromiso, implicación y esfuerzo excepcional” para ofrecer un servicio esencial, de manera presencial, durante el periodo más álgido de la pandemia, y por el riesgo que ha supuesto. La empresa lo otorga en virtud del artículo 153 del convenio de empresas vinculadas, que reconoce como actos heroicos aquellos que “con grave riesgo de su vida o integridad personal realice un empleado con el fin de evitar un accidente o siniestro, o reducir las proporciones”. A la hora de fijar la cuantía, se tiene en cuenta el “no encontrarse de servicio o no estar obligado a intervenir, así como la falta de medios adecuados o cualquier otra circunstancia análoga” y, efectivamente, ñp que no tuvimos fueron, en el primer y peor momento, los medios adecuados.
No todas las trabajadoras “premiadas” hemos saltado de alegría. Más bien al contrario, esta gratificación nos parece una muestra más de la hipocresía de la empresa
En pleno estado de alarma, Telefónica, una de las principales empresas de telecomunicaciones del mundo, con 1.142 millones de euros de beneficios el año pasado, ha podido realizar servicios esenciales en lugares estratégicos porque ha expuesto la salud de sus trabajadores y trabajadoras, intentando escatimar el material adecuado para la prevención de riesgos laborales. El personal esencial tuvimos que mendigarlo y, una vez llegó, nunca ha sido suficiente (la mascarilla no pudo ser cambiada con la frecuencia que correspondía y no había la posibilidad de elegir la talla de guantes, por ejemplo). De nuevo, aquella sensación de tener que pelearlo todo y siempre, y un premio como este no nos sacará el miedo que pasamos, ni la amarga sensación de que nuestra salud, y nuestra vida, no eran lo más importante para nuestra empresa en un momento crítico.
Y después de todo esto llega un premio sin ningún reconocimiento de errores, y la empresa, muy necesitada de mejorar su imagen, nos utiliza para hacer una operación de marketing y resulta intolerable. Intolerable, además, porque el premio significa aumentar las desigualdades entre trabajadores y trabajadoras, una estrategia buscada y sostenida en el tiempo para rompernos como colectivo y para eliminar la solidaridad de clase.
Telefónica, una de las principales empresas de telecomunicaciones del mundo, con 1.142 millones de euros de beneficios el año pasado, ha podido realizar servicios esenciales en lugares estratégicos porque ha expuesto la salud de sus trabajadores y trabajadoras
Para empezar, este premio no lo recibirán todas las personas que se expusieron, sino solo quienes somos plantilla directa. Todos los compañeros que trabajan a través de las llamadas “empresas colaboradoras”, que forman parte de una cadena infinita de contratos, subcontratos y autónomos donde se pierde toda la responsabilidad de la empresa, han sufrido la carencia constante de mascarillas y guantes, y aun así han tenido que trabajar, se les ha obligado a trabajar y, lamentablemente, algunos se han contagiado de la enfermedad. Este premio tampoco se ha dado al personal de limpieza de las centrales telefónicas, un colectivo que ha quedado expuesto desde el primer día, que ha estado un mes entero sin ningún tipo de protección y que en algunos casos ha tenido que limpiar zonas donde habían estado personas contagiadas sin que nadie las alertara.
Los y las profesionales que hemos tenido que salir a trabajar mientras todo el mundo restaba cerrado en casa no queremos premios por haber hecho nuestro trabajo y seguir vivos. Lo que queremos es que se sepa y se comparta que ha sido la irresponsabilidad de personas concretas y políticas concretas la que nos ha convertido en héroes a la fuerza, y mucha gente no queremos serlo. Como personas trabajadoras, estamos orgullosas de haber colaborado en momentos críticos y de haber hecho nuestro trabajo, como siempre, lo mejor posible, pero ni somos héroes ni heroínas ni queremos serlo. Queremos hacer el trabajo sin jugarnos la vida. El mejor premio para todos los trabajadores y trabajadoras sería dar la vuelta de arriba abajo a una cultura empresarial que no ve personas sino mano de obra reemplazable.
No recibirán el premio todos los compañeros que trabajan a través de las llamadas “empresas colaboradoras”, que forman parte de una cadena infinita de contratos, subcontratos y autónomos. Tampoco el personal de limpieza de las centrales telefónicas
Telefónica habría podido destinar este dinero a la compra de material sanitario que todavía nos hará falta a todo el personal, tanto propio como subcontratado, o también a hacer llegar la conexión a todos aquellos hogares donde todavía hoy no es posible ni teletrabajar ni recibir formación en linea. Si esta crisis nos ha enseñado algo, es que solo la solidaridad entre nosotros, los de abajo, nos salvará. Algunas hemos encontrado, sin embargo, la manera de poder aceptar este premio injusto sin sentirnos mal: destinarlo a la solidaridad y darlo a aquellas entidades, colectivos y redes de apoyo que están acompañando las personas más desfavorecidas y a aquellas que han sufrido, y sufrirán, las peores consecuencias de esta pandemia. Desde el sindicato animamos a todo el mundo que ha recibido el premio que lo haga.
P.D.: Pocos días después de recibir un escrito de felicitación por mi “heroicidad”, se me comunicó por correo electrónico y de una manera bastante impersonal que ya no necesitaban mis servicios en el departamento objeto de reconocimiento, donde llevo trabajando más de una década. A partir de ahora, lo harán las empresas contratadas. A mí se me formará pronto para la nueva actividad. Ninguna sorpresa, la misma política poco humana de recursos humanos de siempre.
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