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La semana política
Un poco más, un poco menos
Fue una mañana ligera, tanto que parece de un mundo mucho más ralentizado que éste. En los jardines de La Moncloa había una mesa llena de cocacolas y fantas para los chavales que habían participado en la Ruta Quetzal, el proyecto de divulgación y excursiones del aventurero Miguel de la Quadra-Salcedo y el banco BBVA. “Durante una hora larga”, contaba El País aquel 28 de julio de 2006, “los 350 expedicionarios, además de monitores y títeres (sic.), han posado junto al presidente de Gobierno, en un acto (...) en el que Rodríguez Zapatero ha sido obsequiado con un ejemplar de El Quijote en quechua”. Fotos y autógrafos, patatas fritas y aire acondicionado a tope, explicaba El Mundo. ¿No es tentador dejar quieta esa imagen de un presidente rodeado de chicos y chicas jóvenes como el recuerdo indeleble de aquel momento en que España fue un país encantado de conocerse?
José García Abad rememoraba el episodio en una entrevista en Jot Down publicada en 2015. La recepción a esos excursionistas se llevó a cabo mientras el Consejo de Ministros debatía las prioridades de los presupuestos generales de 2007, en base al informe del ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes. Zapatero no estaba demasiado interesado en seguir tooda la discusión. En vez de calentar la silla, el presidente bajó y estuvo un buen rato, una hora larga, con los 350 aprendices de aventureros. Cuenta García Abad que cuando alguien le preguntó que cómo se le ocurría pasar en patín de la discusión de presupuestos, el mejor presidente de la historia reciente de España contestó algo como: “Esto ya no es lo que era, desde que nos han puesto límite de gasto da igual y va un poco más o un poco menos para cada cosa”.
Es una respuesta de otro tiempo, menos grave que el que vivimos. España crecía ininterrumpidamente (era el PIB lo que crecía hasta que dejó de hacerlo tres años después), el paro estaba por debajo del 8%, las calles estaban tranquilas, ETA seguía en un alto el fuego permanente que se iba a romper en diciembre, y las guerras culturales, que las había, no alteraban el ritmo de la fiesta en la que estaba el país —excedentes financieros invertidos en urbanizaciones, turismo low cost, una deserción escolar a niveles estratosféricos con un destino definido: el ladrillo.
Hoy no. Hoy la crisis es el paisaje en el que ocurre todo. Según se mire, un montón de barro en las ruedas del crecimiento del capital o una forma de ahogar en el barro a quienes están debajo de esas ruedas. Corresponde al Estado empujar, poner todo de su parte para que vuelvan los tiempos felices. La gran divergencia es si se trata de volver a los mejores años de los más ricos o los improbables tiempos felices de los pobres. El límite de gasto, sin embargo, sigue ahí.
De los Presupuestos Generales del Estado, a lo largo de la semana, se habla relativamente poco. Relativamente nada en comparación con la historia de terror sexual descrita desde las ventanas del colegio mayor Elías Ahuja.
Opinión
Bienvenidas al Elías Ahúja
Los presupuestos más (...) de la historia
La noticia es que el martes, sobre la bocina, se presentaron los PGE de 2023. Lo más destacable de la negociación es que no fue un paripé. Yolanda Díaz, María Jesús Montero, Raquel Sánchez, Ione Belarra y Nacho Álvarez discutieron hasta altas horas y alcanzaron un acuerdo, el tercero del Gobierno frágil. Los presupuestos más sociales de la historia, las cuentas con el gasto militar más abultado de este siglo. Todo al mismo tiempo. Presupuestos que vuelven a escaparse de la regulación de una ley de vivienda, presupuestos con incrementos importantes en dependencia y derechos sociales. Cuentas que nadie parece dispuesto a impugnar en las calles y que, en el caso de que alguien pretendiera hacerlo, serán defendidas por la Ley de Seguridad Ciudadana que el mismo presidente del Gobierno se comprometió a derogar.
Medio lleno o medio vacío, lo primero es reconocer que hay un vaso. Vaso igual a presupuestos, que tienen cierta importancia porque de ellos dependen: a) que miles de personas puedan cobrar 80 o cien euros más al mes mediante un aumento del subsidio de paro a partir de los siete meses; b) la compra de nuevos misiles spike con los que reventar cosas o al menos tener la capacidad de reventarlas; c) que aproximadamente 1,5 millones de personas sigan utilizando los abonos gratuitos de tren de media distancia y cercanías durante un año entero; d) la “modernización” de los tanques Leopard; e) la revalorización —por debajo del IPC— de las pensiones contributivas y no contributivas; f) la compra de cuatro nuevos aviones C-295; g) etcétera (dependencia, cheque bebé, subidas del Iprem y el IMV por debajo del IPC); h) etcétera (fragata F-110, submarinos S-80); e i) la entrada en vigor de una reforma fiscal que no sirve para pagar todos los nuevos cacharros pero que deja una fragancia de ricos pagando impuestos que sienta precedente.
Esto ya no es lo que era. Son unos presupuestos difíciles de encajar. Lo suficientemente concretos en medidas anticrisis como para merecer que se destaquen sus luces, demasiado militaristas para ser enarbolados durante mucho tiempo por nadie con sensibilidad social. Antes que nada son el resultado de una tensión que está a miles de kilómetros de esa amable paz zapateriana. Una muestra del reventón que Podemos causó en el bipartidismo. Son seguramente un punto de llegada, el canto del cisne, para Unidas Podemos, todo lo que ha podido arrancar tras más de cuatro años agarrando de las solapas al PSOE.
Medio lleno o medio vacío, estos presupuestos serán el legado del Gobierno de coalición, una carta electoral de presentación que no entusiasma y tampoco recibe una reprobación pública por parte de una izquierda social aún más renqueante que la izquierda política. Hay que reconocer que no lo han tenido fácil y también que, si la movilización se lo hubiese puesto un poco más difícil, estos presupuestos serían mejores: tendrían mucho más de esto y apenas nada de lo otro.
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“Medio lleno, medio vacío”. Magistral la contraposición de los muchos aspectos sociales que contienen los PGE y el gasto militarista que también incluyen. Quedan dos cuestiones que pueden llenar o vaciar más el vaso: la ley de vivienda y la ley mordaza. La izquierda real frente a la izquierda fraudulenta. De la ultraderecha y del fascismo, en estos temas, ya lo sabemos todo, y nada bueno.