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Global
Hiperconectividad y cyborgfeminismo
Sara Escribano (Granada, 1989) escribe y traduce sobre procomún, feminismo interseccional y colaboración radical en Guerrilla Translation/Guerrilla Media Collective y es miembro de DisCO.coop.
Hace unos días, le hablaba a una amiga sobre mi primer contacto con la tecnología informática, sobre programas hoy considerados abandonware y de la extraña fascinación que me producía sentarme ante la pantalla del Commodore Amiga que teníamos en casa. Este ordenador dejó una huella indeleble en mi imaginación y mi visión de la realidad. Entusiasmada, le hablé a mi amiga de las aventuras conversacionales, del lenguaje BASIC, de esas imaginativas portadas que poco tenían que ver con la experiencia de juego…
Y le hablé del momento en el que internet llegó a nuestros hogares. Recuerdo percibir ese mundo virtual como un portal a una dimensión llena de posibilidades, un baile de máscaras donde reinaba el anonimato. Un espacio donde las diferencias sociales y las leyes físicas se difuminaban hasta desaparecer.
A mi amiga le llamó la atención el romanticismo con el que yo hablaba del ciberespacio y la web, pues su experiencia difería mucho de la mía: ella había crecido en una generación en la que la tecnología y la conexión a la red eran más bien una imposición, un requisito para acceder a casi cualquier acción cotidiana, un eterno vigilante que impregna los aspectos más íntimos de nuestra vida. La tecnología podía resultar aterradora.
“Desde el ámbito digital, lo íntimo se mercantiliza para ser usado luego en nuestra contra, o para predecir futuras preferencias y hacernos consumir dentro de su sistema, fortaleciéndolo.”Tal y como Loreto Bravo Muñoz nos cuenta en su brillante artículo Machín 2 Machín, hace tiempo que nos están vendiendo la idea de la “hiperconectividad” para controlar nuestra información más sensible. Esta hiperconectividad implica la interconexión de millones de dispositivos a la red. Las telecomunicaciones han colonizado todos los espacios, buscando la incorporación de nuestros datos más íntimos a los circuitos de acumulación capitalista y patriarcal. Esta acumulación es posible gracias a la desposesión, en este caso de nuestra privacidad, relaciones sociales, cuerpos, emociones y espacio vital. Desde el ámbito digital, lo íntimo se mercantiliza para ser usado luego en nuestra contra, o para predecir nuestras preferencias y hacernos consumir dentro de su sistema, fortaleciéndolo.
Ya que estamos sobrevolando este tema, no quisiera perder la oportunidad de mencionar a las maravillosas VNS Matrix. Hace algunas semanas, Ivana Mondelo les dedicó una entrega de su magnífica newsletter, Siempre cyborg, nunca diosa (es una auténtica maravilla, podéis suscribiros aquí). Para quienes no las conozcan, las VNS Matrix son un grupo de artistas y activistas australianas que empezaron a explorar la intersección entre arte, feminismo, tecnología y ciberespacio. En 1991, las VNS Matrix publicaron El Manifiesto Ciberfeminista para el Siglo XXI, con el que querían homenajear a Donna Haraway, la bióloga feminista que en el 1985 había publicado el “Manifiesto para Cyborgs”, un texto que hoy se define como el germen del ciberfeminismo. En este manifiesto, las VNS Matrix se autoproclamaron “el virus del nuevo desorden mundial”, “saboteadoras de la computadora central gran-papá”, “exterminadoras del código moral” y “mercenarias del fluido viscoso”.
A lo largo de toda su producción, que incluía instalaciones, eventos y pósters, buscaron desafiar la dominación y el control de las tecnologías, marcadamente masculino y sexista, así como explorar la construcción de las identidades y la sexualidad en el ciberespacio. Tanto la obra de Donna Haraway como la de VNS Matrix sentaron las bases sobre las que se construye el actual imaginario ciberfeminista y aportaron mucho al pensamiento queer, a través de la figura del cyborg.
“El cyborg, un ser híbrido que se ubica en la frontera entre la realidad social y la ficción, que deconstruye los binarios varón-mujer; animal-humano; organismo-maquina; naturaleza-cultura. ”Muchas asociaciones como cyborgfeministas o GenderIT beben de la teoría generada por estas pioneras exploradoras las relaciones entre mujeres y tecnología. Merece la pena pensar en cómo han cambiado las cosas en los últimos 30 años y cómo hemos llegado a habitar esta pesadilla distópica de supervigilancia capitalista y control de datos.
Antes encendíamos el ordenador para evadirnos y nadar en el ciberespacio, como una suerte de liberación y borrado de identidad. Ahora, el precio de la conexión es comprometer tu información más íntima y exponerte al panoptismo que supone la hiperconectividad.
Tenemos mucho que pensar acerca de cómo ha cambiado nuestra relación con las tecnologías, qué tipo de relación nos gustaría mantener con ellas y a quién sirven las tecnologías que usamos a diario.