Opinión
No al TAV: alimentando el fuego de la resistencia en el norte de Italia
La lucha que lleva décadas librando el movimiento contra el Tren de Alta Velocidad (TAV) en el norte de Italia es fuente de inspiración para los movimientos ambientalistas y anticapitalistas de todo el mundo.
Al llegar al aeropuerto de Turín, en un cálido día de otoño, el olor a humo es sobrecogedor. El pronóstico del tiempo muestra en mi teléfono móvil un sol radiante, pero yo solo veo nubes. No es hasta el momento en que entramos en la autopista cuando me doy cuenta de que el océano de gris no tiene nada que ver con las nubes. Lo que ocurre es que El Piamonte está en llamas y que estas han engullido el valle de Susa durante casi una semana.
El valle de Susa es una hermosa franja de tierra, localizada entre Italia y Francia y flanqueada por los Alpes, que la protegen. A sus habitantes se les conoce por su terquedad y apego a la tierra; una mentalidad montañesa. Para estas personas, marcharse nunca es una opción. Su apego y cercanía a la tierra me recuerdan a las comunidades de nativos americanos en los Estados Unidos o a los pueblos aborígenes australianos, ya que son tan espirituales como físicos y prácticos. Ya se ha evacuado a gente de sus casas, y el resto de los habitantes de las pequeñas aldeas que salpican el valle vive ahora con el miedo de que, tarde o temprano, se le invitará a hacer lo mismo.
Cuando mis contactos en la zona —Mina, una activista, y los abogados Valentina y Emmanuel— me recogen en el aeropuerto, me comentan que otro tipo de fuego lleva más de 25 años abrasando el valle: el fuego de la revuelta.
Durante los últimos 25 años, personas de todo tipo han luchado contra este megaproyecto: una línea ferroviaria de 270 kilómetros, que incluye un túnel de casi 60 kilómetros, que cruza los Alpes entre el valle de Susa y la ciudad de Maurienne, en Francia. Los gobiernos italiano y francés y la Unión Europea —que financia el 40% de los 26.000 millones de euros en que está valorado el proyecto— elogian la vía como algo que beneficiará tanto al pueblo como a las empresas de transporte de mercancías, además de proporcionar cientos de puestos de trabajo. Los habitantes del valle, a quienes nunca se les consultó debidamente, sostienen que esta nueva línea no solo es innecesaria —ya que la línea actual, según encuestas e informes especializados, puede ampliarse—, sino que solo traerá destrucción ambiental y una catástrofe social y económica al valle y sus habitantes.
Se teme que la perforación libere amianto y uranio de las montañas, lo cual contaminaría la zona. La gente cuestiona también el coste inflado del proyecto en un momento en el que la imposición de unas drásticas medidas de austeridad se está traduciendo en el cierre o la privatización de hospitales y servicios públicos básicos. Los y las activistas del valle alegan que el dinero que se necesita para construir un solo kilómetro de vía sería suficiente para construir un hospital. Además, se ha denunciado que los principales beneficiarios del proyecto serán constructoras poco transparentes que tienen fuertes vínculos con la mafia. Según un reportaje de Arte, cuatro empresas que trabajan en el proyecto tienen vínculos con la ‘Ndrangheta.
En uno de los procesos judiciales más impresionantes, 47 activistas fueron enjuiciados por sus protestas en el día del inicio de las obras. Después de perder el primer juicio y la apelación, activistas y abogados han acudido ahora al Tribunal de Casación en Roma. Si pierden la apelación, podrían enfrentarse a multas de hasta 300.000 euros. Pero aun si esto ocurriera, solo supondría un pequeño contratiempo: cuando los activistas tuvieron que pagar una cantidad similar, en 2014, consiguieron el dinero mediante una campaña de financiación colectiva en dos semanas.
La realidad es que esta lucha, que dura más de dos décadas, ha unido y fortalecido al pueblo. Eso es lo que más asusta al Gobierno. Por todo el valle de Susa se han construido los llamados presidi. Un presidio es un espacio —muchas veces una cabaña de madera— creado como lugar de discusión y asamblea, en el que los vecinos y las vecinas de las aldeas se reúnen todas las semanas para debatir las próximas acciones, las necesidades de la comunidad y los vínculos con otros movimientos, tanto en Italia como en el extranjero. Todos los meses de julio se celebra en la ciudad un festival de literatura y música. El movimiento ha recibido también el apoyo de muchos artistas.
Soy testigo de esto cuando Gianni y Emilio, miembros de un grupo cristiano, nos llevan a Mina y a mí a visitar las obras. Artistas del grafiti de toda Italia han dejado muestra de su arte en los inmensos pilares al lado de la carretera, alrededor de la obra. Es un espectáculo maravilloso. Gianni me muestra también un lugar, muy cerca de la obra, donde algunos vecinos han comprado un pequeño terreno. Dos veces por semana cruzan el control desplegado por el ejército, la policía y los carabinieri y organizan allí una comida campestre colectiva. Esta es su tierra, su hogar, y lo reivindican. Ver cómo la resistencia puede ser tan creativa y estimulante me genera una sensación hermosa y empoderadora.
Un par de horas antes de que mi vuelo salga del aeropuerto de Turín, participo en un almuerzo para recaudar fondos organizado por Lisa, una expatriada canadiense adoptada por la comunidad de Meana. Mientras saboreamos unas deliciosas tortitas y otras especialidades canadienses, Lisa explica que los fondos conseguidos se utilizarán para apoyar a los bomberos que llevan siete días haciendo horas extraordinarias. El movimiento del No al TAV y los habitantes del valle saben que la solidaridad empieza en casa. El movimiento orgánico que han creado se ha convertido en un símbolo de resistencia protagonizada por el pueblo y para el pueblo. Su emocionante viaje, la senda de resistencia que emprendieron, es tanto una lección de humildad como una fuente de inspiración.
Traducción al español: Christine Lewis Carroll
Este texto se ha publicado originalmente en Roarmag y en el TNI.
Relacionadas
Asturias
Las Seis de la Suiza consiguen el tercer grado penitenciario a la espera del indulto prometido por el Gobierno
Laboral
Legislación laboral en condiciones de calor extremo: existe pero ¿se aplica?
Portugal
La derecha y la extrema derecha portuguesas acuerdan una ley antimigrantes sin precedentes
El Salto n.79
Galicia dice 'no' al capitalismo verde y en el último número de la Revista El Salto te lo contamos
Opinión
Nunca es tarde: sobre justicia transicional y régimen colonial español en el Franquismo
Euskal Herria
La transferencia a Euskadi de los subsidios de desempleo se atasca
Incendios
El vecindario de la Cañada responsabiliza del incendio a Ayuso y denuncia la actuación de Emergencias
Grecia
Grecia muestra su peor cara ante el aumento de llegadas de personas migrantes a Creta
Torrejón de Ardoz
Torrejón clama justicia por Abderrahim un mes después de que muriera asfixiado por un policía de Madrid
Palestina
El ataque de Israel a una iglesia indigna al Gobierno francés, que sigue sin hacer nada contra el genocidio
Últimas
Comunidad El Salto
El Salto estrena nueva página: una web como una casa
Cómic
Simon Hanselmann y el arte de lo obsceno
Región de Murcia
Más de mil organizaciones piden que se castiguen los discursos de odio que incentivan las agresiones racistas
El Salto Radio
Yupanqui, la música en colectivo
Región de Murcia
Bulos y algaradas: la estrategia internacional para promocionar el supremacismo
Estados Unidos
No es una guerra de Trump contra el fentanilo, es una guerra contra los pobres
Justicia
Organizaciones civiles y de derechos humanos piden protección para el hijo menor de Juana Rivas
Francia
Francia se ensaña con los más desfavorecidos con su nueva batería de recortes
Recomendadas
Pensamiento
Nuria Romo
“Los procesos de medicalización no son neutros, se hacen sobre todo hacia las mujeres”
Comunismo
Jodi Dean
“Sin organización, los movimientos surgen y desaparecen como setas”
Arte contemporáneo
Palabras contra el poder: la vigencia radical de Barbara Kruger
Málaga
Málaga, el punto de inversión para los fondos israelíes a pie de playa
Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.
Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!