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La crisis política que vive Italia desde la crisis de 2008 vivirá un nuevo episodio con la llegada al poder de Fratelli d'Italia (FdI), un partido surgido del Movimiento Sociale d'Italia (MSI), que fue fundado en 1946 tras la caída del régimen fascista de Benito Mussolini. Giorgia Meloni, líder de FdI, ha obtenido el 26,2% de los votos con casi el 97% de los votos escrutados.
La diputada romana, que ya fue ministra en un Gobierno de Berlusconi y su Forza Italia, ha superado ampliamente a sus socios de coalición: el propio Berlusconi y Matteo Salvini, que con el 8% en ambos casos, cumplirán el compromiso de las tres derechas para investir a la más votada. De este modo, la próxima primera ministra será Meloni, una candidata que ha basado su campaña en el antifeminismo, el euroescepticismo, el racismo y un programa de extrema derecha que ya habían avanzado Salvini y su Lega. La crisis institucional de Italia ha aupado a los Fratelli, que han pasado del 4,3% del voto al 26% y verán cómo el presidente del país, Sergio Matarella, reelegido este mismo año tras una negociación dura, encargará a Meloni la formación de Gobierno.
El Partido Democrático de Enrico Letta ha sido el segundo más votado, pero no ha alcanzado ni siquiera el 20% del sufragio. Tampoco el exprimer ministro Giuseppe Conte, al frente del Movimiento 5 Estrellas, ha conseguido acercarse a Meloni. Con el 15%, el M5S queda fuera del Gobierno y retrocede 17 puntos respecto a los resultados obtenidos en 2018.
Las características del sistema electoral italiano, la ley electoral Rosatellum, premian a aquellos partidos que, como Fratelli, Lega y Forza Italia, concurren en coalición. De este modo, la derecha extrema controlará más de 222 escaños, cuando la mayoría se sitúa en 201.
La victoria de Meloni se ha fraguado en dos circunstancias: la primera, la alta abstención, fruto de un desencanto de largo aliento hacia el sistema. La participación en las elecciones del 25 de septiembre fue del 63%, ocho puntos inferior a la de 2018. En segundo lugar, el deterioro de las relaciones entre partidos democráticos, que incitó al anterior primer ministro, el tecnócrata Mario Draghi, a abandonar el cargo apenas un año y medio después de que acudiera como bombero para solucionar los problemas de entendimiento entre M5S y el Partido Democrático.
Draghi permanecerá atento a la inestabilidad en la que navegará Meloni, que llega al Palacio Chigi en medio de una crisis inflacionaria que amenaza a todos los gobiernos europeos. La mala posición energética de Italia y la frialdad con la que será recibida la victoria de los euroescépticos en las instituciones europeas —lo que puede dificultar el acceso del país transalpino a los fondos Next Generation— son la primera piedra que puede descabalgar a los herederos del fascismo del poder. De momento, todo son buenas noticias para los fascistas europeos, que acceden por primera vez desde la II Guerra Mundial al Gobierno de la tercera economía de la UE.
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Este es un fracaso del propio sistema democrático liberal, que es incapaz de representar a la totalidad de la población (alta abstención) y es dominado por un puñado de políticos al servicio del gran capital. O acaso alguien piensa que aparte de la intolerancia y el ultranacionalismo de Meloni, el nuevo gobierno ultra no esconde un apoyo total a sus elites locales??. Mientras que los referentes para la demcoracia italiana sean figuras neoliberales como Draghi, están perdidos los trabajadores italianos.... Dónde quedó aquel poder y presencia popular que tenía el Partido Comunista Italiano.
¿El fascismo ha triunfado ahora, o ya había triunfado cada día, cada segundo, hace ya mucho tiempo?
Donde hay xenofobia habrá (si ya no lo hay) racismo.
Donde hay patriarcalismo habrá (si ya no lo hay) machismo y violencia de género.
Donde hay demofobia habrá (si ya no lo hay) criminales liberticidas.
Donde hay partitocracia hay (en cantidades industriales) corrupción sistémica, alevosía, prevaricación, etc. y habrá (si ya no lo hay) fascismo-terrorismo.
Donde hay aporofobia hay (si ya no lo hay) clasismo, supremacismo y crímenes de lesa humanidad (con impunidad) contra los pobres.
Donde no hay libertad de prensa habrá (si ya no lo hay) el blanqueamiento de los criminales-terroristas del Régimen Liberticida de turno que sea.
Y así sucesivamente.