Israel
Ofer Neiman: “El fin del apartheid en Israel solo vendrá con la pérdida del apoyo estadounidense”
Ofer Neiman proviene de una familia que denomina sionista liberal, crítica con el sionismo de derechas, pero no “por una postura moral”, sino en lucha por la “hegemonía política” dentro de Israel. Su abuela materna, superviviente del Holocausto, ejerció de enfermera para la resistencia polaca; sus abuelos paternos salieron de Rusia en la década de los años 30 del siglo pasado. Con el tiempo ha ido tomando conciencia y profundizando en un proceso de implicación política y social contra el sionismo y la ocupación, “en esta sociedad cuesta su tiempo llegar a empatizar con el pueblo palestino, incluso creciendo en un entorno liberal como el mío”.
Influenciado en un primer momento por B'Tselem, Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos, el organismo pronto se le quedó pequeño y durante la Segunda Intifada comenzó a colaborar en Yesh Gvul, un grupo de apoyo a soldados israelíes que se negaban a participar en combate. Él mismo fue expulsado del ejército después de escribir a los altos mandos del mismo acusándolos de crímenes de guerra. En el proceso de su implicación como activista ha apoyado a otras organizaciones como Anarquistas contra el muro, que en los primeros años del nuevo siglo proyectaron un mensaje muy importante de israelíes y palestinos, judíos y árabes, trabajando juntos para acabar con el apartheid, rompiendo así algunos tabúes firmemente asentados en Israel.
Actualmente Neiman participa activamente en Boicot desde Dentro, un grupo de ciudadanos y ciudadanas que promueve la campaña BDS en coordinación con la sociedad civil palestina. Conoce, por tanto, lo que es luchar contra el sionismo desde el mismo corazón de la bestia. Aprovechamos su visita a Madrid para participar en las jornadas ‘Anarquistas, objetores y disidentes israelíes contra el genocidio palestino’ organizadas por el sindicato CNT y la Fundación Aurora Intermitente, para charlar sobre la desconocida realidad de la disidencia interna en el Estado israelí.
En los últimos años nos hemos habituado a observar, a través de los medios y las redes sociales, la realidad de una sociedad israelí supremacista, militarizada, mesiánica, en la que han calado el relato colonial y una concepción deshumanizadora del vecino palestino. Sin embargo, también hemos visto ráfagas de otra realidad que, aunque minoritaria, se opone no solo al apartheid, sino a la guerra y al genocidio. ¿Podrías hacernos un mapa de esas resistencias?
Hay una miríada de voces disidentes que varían en el grado de oposición al Gobierno de Netanyahu o al apartheid y al colonialismo: está Mesarvot –término que podría traducirse como abandono, deserción– que trabaja con los refuzniks; es decir, reservistas que se niegan a servir en el ejército. Hay también diferentes grupos pacifistas que hablan en contra de la guerra de una manera genérica pero sin cuestionar el régimen de apartheid o el colonialismo; otros grupos que colaboran con los palestinos en la cosecha de las aceitunas y ponen sus cuerpos frente a los ataques de los colonos, aunque tampoco se consideran necesariamente antisionistas; existe también una ONG que me parece muy interesante: Zochrot dedicada a instruir y educar a la ciudadanía acerca de lo que fue la Nakba y las implicaciones que ha tenido posteriormente. Y luego está el que quizá sea el grupo más grande: Standing together, que no se consideran sionistas sino “árabes judíos”. En cuanto a la escena radical, que es la que más claramente habla de genocidio, es más bien pequeña: hay diferentes grupos comunistas, anarquistas –muy relevante fue en su momento la actividad de Anarquistas contra el muro, por ejemplo–, también existe el Partido Comunista… pero no dejan de ser algo minoritario cuantitativamente.
En cuanto a la escena radical, que es la que más claramente habla de genocidio, es más bien pequeña: hay diferentes grupos comunistas, anarquistas
Y claro, también está nuestro movimiento, el BDS, ahora más centrado en Cisjordania, un territorio que, ante la aberración cometida en Gaza, ha pasado a segundo plano, pero que sigue sufriendo de manera constante la violencia permanente de la colonización. Y para conseguir ese boicot, esas sanciones y esas desinversiones, necesitamos extender la información que proviene de allí, al tiempo que continuamos exigiendo que Israel rinda cuentas por el genocidio y los crímenes de guerra y se retire completamente de la Franja. Todo ello sin olvidar la liberación de todos los presos políticos palestinos.
Un activismo que no está exento de riesgos: recuerdo haber escuchado a Uri Gordon, el teórico anarquista, mencionar que, si bien la brutalidad ejercida contra los activistas es obviamente menor que la ejercida contra la población palestina, tampoco está exenta de consecuencias, a menudo graves; incluso mencionaba los casos de estrés postraumático que sufren algunas personas que se han implicado y han sufrido la represión estatal: ansiedad, ataques de pánico, efectos físicos como fatiga, dificultades respiratorias, etc.
Es cierto. Esto de las consecuencias, tanto físicas como mentales, de la represión sobre el activismo es un fenómeno que está empezando a estudiarse. Por otro lado, he de comentar que hay muchísimos activistas que se han visto obligados a abandonar el país debido al asfixiante ambiente represivo que se ha desatado. Yo mismo tengo amigos y amigas repartidas por Estados Unidos, Europa… Muchos siguen activos y peleando fuera. Y, bueno, luego está la paradoja de que algunos también han sufrido represión y cárcel en lugares como Berlín.
Has hablado de crímenes de guerra. Precisamente están surgiendo reservistas que se niegan a participar en combates o incluso en volver al ejército, también jóvenes que se niegan a servir en las fuerzas armadas, los refuzniks. Desde Yesh Gvul se llevó a cabo un trabajo muy interesante en este aspecto y ahora hay otras organizaciones como la que mencionas, Mesarvot.
Sí, en Israel, una vez cumples 18 años, toda la población debe servir en el ejército –tres años los hombres, dos las mujeres–, con la excepción de los palestinos con ciudadanía israelí y, hasta hace poco, de los judíos ultraortodoxos, aunque esto último está generando cierta controversia interna. Es cierto que cada vez hay una mayor presencia de refuzniks, aunque a mí me siguen pareciendo muy pocos todavía.
Hay muchísimos activistas que se han visto obligados a abandonar el país debido al asfixiante ambiente represivo que se ha desatado
Las razones que llevan a alguien a tomar esa decisión son variadas: algunos son pacifistas, otros están en contra de la ocupación de territorios palestinos; y otros, aunque están en contra de la ocupación, no cuestionan el sionismo o el mantra del derecho de Israel a defenderse, con todo lo que eso implica; también hay quien alega motivos personales... Por otro lado, llegar a dar el paso no es una decisión fácil, y además supone penas de cárcel que, aunque suelen ser aleatorias, rondan entre los 50 y los 120 días. Y luego siempre vas a arrastrar el estigma en una sociedad tan extremadamente militarizada como la israelí.
Hablemos de internacionalismo y de apoyo exterior: me acuerdo por ejemplo del Movimiento de Solidaridad Internacional (ISM, por sus siglas en inglés) muy activo en los 90 y primera década del nuevo siglo, que, pese a sus prácticas no violentas, sufrió una dura represión, incluido el asesinato de la norteamericana Rachel Corrie, aplastada hasta morir por un bulldozer en marzo de 2003; o poco después, el disparo en la cabeza al voluntario británico Tom Hurndall. También el asalto en 2010 a la primera flotilla Sumud, siendo también Netanyahu primer ministro, y en el que los comandos del ejército israelí asesinaron a nueve personas y dejaron decenas de heridos.
El apoyo internacional es esencial. El hecho de que Israel haya llegado a un alto el fuego y haya firmado un plan de paz –con todo lo imperfecto que se quiera–, es debido al alto precio que ha pagado en estos últimos meses; no sólo militar, sino también político y económico. Y eso es consecuencia de la creciente presión internacional, por mucho que los sionistas liberales afirmen que lo que ha posibilitado el acuerdo hayan sido las protestas internas. Por otra parte, estos mismos liberales están inmersos en una narrativa del victimismo y no acaban de entender las razones de las protestas internacionales: “¿Pero por qué nos boicotean? ¡Si tenemos el derecho a existir y defendernos!”.
El hecho de que Israel haya llegado a un alto el fuego y haya firmado un plan de paz es debido al alto precio que ha pagado en estos últimos meses; no sólo militar, sino también político y económico
Si Netanyahu decidiera ahora continuar la guerra y el genocidio, podría seguir aumentando la oposición interna, pero esas protestas internas no bastan por sí solas; ya lo hemos visto. La principal presión sobre Israel es externa, y para conseguir ese objetivo hay que seguir contando con la solidaridad y el apoyo internacional. Personalmente no puedo de dejar de dar gracias a los y las activistas en España y otros países que se están movilizando y aumentando, con su acción, el descrédito del Estado sionista.
Volviendo la mirada a la sociedad israelí, ¿qué papel ocupa el sionismo dentro de ella? ¿Y podrías hablarnos también de la situación de la ciudadanía árabe israelí?
El sionismo está profundamente enraizado desde los mismos inicios de la existencia de Israel como Estado, incluso entre mucha gente considerada liberal o progresista. No podemos olvidar que la Nakba y la extensión colonial se producen con el laborismo como fuerza hegemónica. Pero desde el 7 de octubre de 2023 se ha producido un salto cualitativo, un verdadero descenso a la barbarie. Mucha gente, incluso los liberales, han perdido esa aparente capa de civismo y la moderación ha perdido la batalla ante el discurso de odio. Estamos habituándonos a escuchar una retórica enfermiza, genocida, constantemente, a todas horas y por todas partes. En ello es fundamental el papel que están jugando los principales medios de comunicación, que han normalizado los discursos deshumanizadores y han comparado a los palestinos con los nazis o el ISIS.
Mucha gente, incluso los liberales, han perdido esa aparente capa de civismo y la moderación ha perdido la batalla ante el discurso de odio
Y sí, luego está la realidad paralela de los árabes israelíes, que constituyen cerca del 20% de la población. Este colectivo se encuentra sometido a una marginación económica y política brutal, viviendo bajo un verdadero reino de terror: ya sólo el hecho de organizar manifestaciones contra la guerra y el genocidio les puede suponer meses de prisión y abusos constantes por “atentar contra el Estado”.
Por otro lado, me parece importante destacar el fenómeno reciente del crimen organizado y la violencia interna que vive la comunidad palestino-israelí, que es algo nuevo y que se produce gracias a un contexto político fomentado por ciertas instancias de los servicios secretos y el Estado profundo –que ha llegado a contratar a colaboradores y auténticos criminales– y cuyo objetivo es impedir la organización de este segmento de la sociedad, además de favorecer el argumento de la extrema derecha de que los árabes son en general criminales violentos con los que no se puede convivir.
¿Queda algo de espacio para la esperanza? ¿Eres capaz de imaginar una coexistencia pacífica entre ambos pueblos?
Soy escéptico en cuanto a esa coexistencia pacífica que mencionas, al menos en el medio plazo. En todo caso, siempre hay que seguir trabajando y peleando por poner fin al actual estado de cosas; y confío en que se puedan ir dando pasos efectivos hacia el fin del apartheid. Para ello es fundamental la retirada del apoyo estadounidense y continuar con la presión a Israel y su aislamiento internacional.
El fin del apartheid sólo llegará con el aislamiento internacional de Israel, que esta sociedad entienda que no puede seguir construyendo un régimen supremacista, contrario a los derechos humanos
El factor clave en todo esto es la administración estadounidense, y yo creo que tarde o temprano, se va a acabar con ese apoyo incondicional: la mayoría de los jóvenes demócratas en Estados Unidos ya están claramente en contra, e incluso entre las filas republicanas se empiezan a oír cada vez más voces críticas al respecto.
Por otro lado, los sionistas liberales dentro de Israel quieren volver a la normalidad lo antes posible; se presentan como víctimas, culpan a Netanyahu y a la derecha de los crímenes, afirman no ser racistas y dicen apoyar la paz con los palestinos, pero en realidad eso no va a ocurrir sin una presión externa: el fin del apartheid sólo llegará con el aislamiento internacional de Israel, que esta sociedad entienda que no puede seguir construyendo un régimen supremacista, contrario a los derechos humanos. Eso es lo que ocurrió con Sudáfrica y esa es la experiencia que nos marca el camino... Bueno, tampoco nos engañemos, al igual que allí, la siguiente lucha será porque la igualdad no quede plasmada sólo sobre el papel y se convierta en una igualdad real.
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